La Sociedad de Economía Política del Paraguay (SEPPY) manifiesta su preocupación por las medidas que de manera «autónoma» está aplicando el Banco Central del Paraguay (BCP) para contener el actual proceso inflacionario, elevando unilateralmente las tasas de interés con el fin de aumentar la colocación de las Letras de Regulación Monetaria (LRM), procedimiento que según […]
La Sociedad de Economía Política del Paraguay (SEPPY) manifiesta su preocupación por las medidas que de manera «autónoma» está aplicando el Banco Central del Paraguay (BCP) para contener el actual proceso inflacionario, elevando unilateralmente las tasas de interés con el fin de aumentar la colocación de las Letras de Regulación Monetaria (LRM), procedimiento que según publicaciones periodísticas está elevando las tasas de interés de los créditos destinados al sector productivo (del 35 % al 68 %) más que a los créditos para el consumo (del 5 % al 16 %), razón por la cual estos últimos han tenido una mayor expansión (70 %) que aquéllos.
La SEPPY parte del principio de que un estado soberano debe aplicar políticas económicas coherentes y articuladas, en cuyo marco no cabe un grado tal de autonomía de ninguna de sus instituciones por las cuales algunas de ellas, como en este caso el Banco Central, puedan ir a contramarcha de las medidas de incentivo al desarrollo económico y social.
El propio Presidente de la República, Fernando Lugo, ha manifestado, con motivo de celebrar el crecimiento económico del país, que el mismo todavía no es acompañado de un desarrollo social, con mayores niveles de empleo, un aumento del poder adquisitivo de la población trabajadora y el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes del país.
Las medidas del Banco Central, para reducir la masa monetaria del mercado que está presionando el nivel inflacionario, no tienen el efecto deseado sobre los créditos al consumo pero sí afecta a los créditos de los sectores productivos. Precisamente, la actual estructura económica del país, con un gigantismo agroexportador de materias primas y un raquitismo industrial, estimula fuertemente la inflación por cuanto que el ingreso masivo de divisas se derrama hacia el consumismo en vez de orientarse hacia actividades productivas.
La estructura económica nacional genera una débil oferta de productos básicos e industriales, la cual es superada por la oferta externa vía importaciones que inocula así al interior de nuestra economía la inflación externa, para atender la demanda creciente y consumista generada por el ingreso masivo de divisas. El monetarismo vigente, inflacionario, no permite impulsar un fuerte programa de estímulo de la producción local de manera diversificada y con énfasis en los rubros con mayor valor agregado y mayor demanda interna como los alimentos, para atender el consumo interno y su excedente destinar a la exportación; política que además ayudará a disminuir la presión inflacionaria actual.
En este modelo económico, marcadamente agroexportador y cuasi monocultor (soja), tiene el mismo efecto inflacionario el ingreso de divisas provenientes de las remesas de paraguayos que trabajan en el exterior, así como de otras fuentes (triangulación regional formal e informal, royalties de las binacionales, etc.). Y como esa renta global no es orientada hacia la inversión en los diversos sectores productivos para fortalecer la oferta local, se dirige hacia el consumo presionando hacia un aumento del nivel de precios.
La enorme acumulación de Reservas Monetarias Internacionales por parte del Banco Central es la prueba más palpable de que las divisas ingresadas al país de las fuentes ya indicadas son atesoradas improductivamente. El Banco Central «autónomo» toma medidas unilateralmente monetarias para mantener un cierto nivel de inflación que igual sigue creciendo, guarda tales divisas a niveles innecesarios para garantizar un respaldo razonable a la moneda local y regatea a amplios sectores productivos la oportunidad de sumarse a los esfuerzos del desarrollo económico y social.
Por lo tanto, la SEPPY exhorta al Gobierno Nacional a volcar la masa monetaria creciente hacia las inversiones productivas con mayor demanda de mano de obra, sobre todo hacia la producción de las 300.000 familias de pequeños agricultores, las PYMES, la producción manufacturera y la construcción, como fuentes de trabajo de miles de trabajadores urbanos desocupados y subocupados. Pero tales créditos deberían ser canalizados por el Banco Nacional de Fomento (BNF), Agencia Financiera de Desarrollo (AFD), Crédito Agrícola de Habilitación (CAH) y las cooperativas con el fin de abaratar el costo de intermediación financiera y beneficiar a los sectores productivos con tasas de interés más bajas.
Otro camino a tomar es la retención o el impuesto mayor sobre las exportaciones de soja, carne y otros productos, ingreso fiscal que puede destinarse directamente a estimular otros renglones productivos que no sean solamente los citados. De ese modo, se estaría también disminuyendo la hiperliquidez de la banca privada, la cual estimula más el crédito cortoplacista de consumo que el productivo de mediano y largo plazos, con el respaldo, o colchón, que el Banco Central les da con las seguras Letras de Regulación Monetaria (LRM) a tasas de interés que ahora alcanzan el 7 %. Las depósitos de las instituciones públicas deben trasladarse de los bancos privados al BNF, para fortalecer los créditos productivos de largo plazo, y dejar de alimentar el destino consumista, no productivo y muchas veces especulativo, de esos recursos actualmente en manos de la banca privada.
El actual modelo económico genera extraordinarias ganancias a la banca privada por una intermediación financiera que solo estimula el consumismo, eleva las tasas de interés de los créditos productivos y refuerza el esquema agroexportardor en detrimento de un desarrollo armónico, integral y sostenible del Paraguay. Unos pocos ven al país solamente como un mercado para hacer negocios y obtener altas rentas, mientras que los otros, la mayoría, ven al país como un lugar para vivir dignamente, un hogar en donde la economía debe estar orientada al bienestar general.
Existe un reconocimiento universal de que la inflación es un impuesto sobre los ingresos de los más humildes, asalariados, pequeños productores rurales, cuentapropistas, profesionales, empleados públicos, entre otros. La inflación genera concentración de la riqueza en manos de unos pocos, quienes controlan el sistema económico. Y dada la debilidad de las organizaciones sociales del país, sumada a la liberalización de los precios de productos de la canasta familiar y de productos de la pequeña agricultura familiar, impuesta por las políticas neoliberales ejecutadas a partir del gobierno del General Rodríguez hasta hoy, no existe un contrapeso social y político para evitar este injusto drenaje de los bolsillos de los más pobres hacia las cajas fuertes de los empresarios de la agroexportación, la importación, las finanzas y el gran comercio.
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