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Sales y soles

Mentira absoluta

Fuentes: Gara

Las elecciones son un fraude. Es como ir de compras. Mango, Zara, Pull and Bear, Bershka, Massimo Dutti, Stradivarius, Oysho… al final, escojas lo que escojas, estás «votando» por Amancio Ortega, el dueño de todas esas marcas. El grupo textil gallego Inditex ha obtenido un beneficio neto de 295 millones de euros en el primer […]

Las elecciones son un fraude. Es como ir de compras. Mango, Zara, Pull and Bear, Bershka, Massimo Dutti, Stradivarius, Oysho… al final, escojas lo que escojas, estás «votando» por Amancio Ortega, el dueño de todas esas marcas. El grupo textil gallego Inditex ha obtenido un beneficio neto de 295 millones de euros en el primer semestre de este año (un 20% más). Mayoría absoluta. Con los partidos políticos pasa igual. Todos distintos, un mismo patrón: el capital.

Aunque se sabía, era evidente, pasará a la historia. Por primera vez, un político reconoce haber mentido. «No hay muchas opciones. No las hay porque la hemos jodido. No un poco, sino mucho. Ningún país en Europa la ha jodido tanto como nosotros. Hay una explicación. Está claro que hemos mentido en los pasados 18 o 24 meses. Está perfectamente claro que lo que decíamos no era verdad. Estamos por encima de las posibilidades del país hasta un nivel que no podíamos imaginar antes. Y además, no hemos hecho nada durante años. Nada. No se puede mencionar ninguna medida gubernamental de la que enorgullecerse, aparte de haber salido de la mierda para lograr el Gobierno. Ninguna».

Podría ser cualquiera de nuestros representantes, pero la cita corresponde a Ferenc Gyurcsany, el primer ministro de Hungría. Hablaba para los parlamentarios de su grupo. A puerta cerrada. En privado. De ahí su sinceridad. Hacía un mes, en abril, que había vencido en las elecciones legislativas. «Europa no debe ser sólo números», prometió durante la campaña. Tras lograr el cargo, sacó la calculadora y anunció duras medidas económicas para cumplir con los criterios de convergencia de la Unión Europea.

«Tíos, no somos perfectos. Ni mucho menos. No les puedo decir que todo irá bien… Hemos mentido por la mañana, por la tarde y por la noche. No quiero seguir así. O lo hacemos nosotros, u otros lo harán». Las palabras del primer ministro no han gustado a nadie. A los políticos, porque descubren la verdad. Al pueblo, por lo mismo. No estamos acostumbrados. La verdad desnuda asusta. Escandaliza. ¡Queremos mentiras nuevas!

«He dedicado tres minutos durante la noche del domingo a pensar si tenía una razón para dimitir y la conclusión a la que he llegado es que no la hay en absoluto», aseguró Ferenc Gyurcsany, poco después de que se hicieran públicas sus «verdades» y de que miles de personas se echarán a la calle en su contra. «No hay marcha atrás», mintió, de nuevo. «El Gobierno se mantendrá firme en el único camino posible: la política de reformas para asegurar el desarrollo y la estabilidad económica». Los partidos políticos son así. Mentira absoluta.

Otro ejemplo. Uno más. El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, explicaba orgulloso esta semana que el número de contratos indefinidos no para de aumentar desde que llegó al ministerio y presentaba su nueva campaña para luchar contra la temporalidad: «Fijo. Ganamos todos». Cada contrato indefinido supondrá para los empresarios una bonificación de hasta 800 euros mensuales durante tres años. Ganan los de siempre. Fijo.

«Recado para (casi) cualquier presidente de gobierno: Tus mentiras/ costaron/ cuestan/ costarán/ la sangre/ de los inocentes». El poeta y ensayista Jorge Riechmann alerta sobre el precio de los embustes. Da igual. Una pintada, en Ecuador, desvela el verdadero quid de la cuestión: «El problema no es que nos mientan tanto. El problema es que les creemos».