El Consejo Europeo de diciembre pasará a los anales de la UE sin pena ni gloria, a pesar del insólito ejercicio de autocomplacencia realizado por los jefes de Estado y de Gobierno después de que el Ecofin pactara la creación del Mecanismo Supervisor Único para la banca. Sí se recordará, en cambio como la cumbre en la que Angela Merkel, secundada por Holanda y los socios nórdicos, fijó las líneas rojas para el desarrollo a medio plazo de la Unión Económica y Monetaria, que marcarán el futuro de la Unión al menos para los próximos dos años.
Los 27 prometieron en junio que iban a marcar la hoja de ruta para lograr una «genuina» (completa, verdadera, real) Unión Económica y Monetaria, como su mejor instrumento para calmar a los mercados, dar un respiro a España e Italia y proclamar al mundo la irreversibilidad del euro. El Consejo Europeo no ha cumplido. Ni hoja de ruta ni decisión alguna. Se conformaron con el supervisor bancario único pactado la víspera por sus ministros y aparcaron todo lo demás. Las posiciones están muy alejadas y la UE parece haber optado por poner el contador a cero. Todo vuelve a estar sobre la mesa.
Pero esta aparente inacción no significa que no haya pasado nada en esta cumbre; ha pasado, y mucho. La inacción puede ser una decisión y un mensaje muy potente. Angela Merkel se ha plantado porque Francia, España e Italia quieren que la Unión Europea primero y antes de nada, ayude. Y el eje alemán-holandés-nórdico ha dicho bien claro que mientras los malos alumnos no hagan todos sus deberes el resto no seguirá pagando eternamente la factura de algunos.
En el dilema comunitario de estos últimos años (un gran palo y una pequeña zanahoria o una gran zanahoria y un pequeño palo), gana claramente la primera ecuación, porque los contribuyentes netos están hartos y no se fían. ¿Implica eso una fractura norte-sur? Sin duda. Los del norte responsabilizan al sur de dicha fractura (y del contagio al resto) por el despilfarro en la gestión y en las ingentes ayudas comunitarias recibidas, que no fueron aprovechadas para acercar real y efectivamente a los receptores a la media europea y crear un tejido económico sano, sostenible y moderno. Los pobres, claro, cuentan que es el peor momento para que los dejen tirados (esta es la retórica, sin duda discutible).
Así que habrá, no ahora sino quizás más tarde, una especie de ducha escocesa: palo y zanahoria.
Y el último palo, de inspiración alemana, será (si así lo deciden algún día, pero no antes de 2014 seguramente) el sistema de acuerdos contractuales (temporales y coyunturales, obligatorios y supercondicionados) entre estados miembros e instituciones para implementar reformas económicas, aunque es posible que también se acepte financiar contratos para la competitividad y el crecimiento, cuya viabilidad y modalidades deben explorar la Comisión y Van Rompuy.
Por medio de estos acuerdos contractuales, las habituales recomendaciones anuales de la Comisión Europea pasarán a ser de obligado cumplimiento, aunque nada se ha dicho sobre eventuales sanciones en caso contrario.
La zanahoria sería el mecanismo o fondo de solidaridad que podría ir asociado a dichos contratos. Pero, una vez más, el quid de la cuestión radica en cómo se financiará dicho fondo. Se ha aludido a las tasas a las transacciones financieras, pero eso no cubrirá el monto total. Tendrán que echar mano del presupuesto común, seguramente de los fondos estructurales; y Merkel, que es quien más pone en esa caja común, está harta de oir hablar de que será un fondo con centenares de miles de euros, de que habrá dinero para pagar a los desempleados del Estado español y o de que habrá fondo incluso para absorber debacles y shocks en este u otro estado miembro. Nada de eso. De hecho, en un gesto clarísimo, Alemania ha sacado de la agenda el tema de los fondos para absorber choques asimétricos y ha tirado de las orejas a Van Rompuy por haberlo mantenido en el borrador cuando sabía perfectamente que Merkel jamás lo aceptaría.
Sobre la zanahoria que complementará los estrictos acuerdos contractuales, Berlin ha dicho claramente que será un fondo limitado, nunca mayor de 20.000 millones de euros. Está por ver, además, hasta qué punto esos contratos podrán limitar la fractura norte-sur, porque su capacidad será limitada.
Al final, como siempre, es una cuestión de poder, dinero y poder. Y en la Unión Europea las reglas han cambiado; ese es el principal mensaje del eje de los contribuyentes netos al conjunto de la Unión.
Así que todo lo que ha salido de la cumbre es un encargo para Van Rompuy y la Comisión para que presenten propuestas en junio en torno a estos y otros temas, como el mecanismo único de resolución o «liquidación» de bancos fallidos y la recapitalización directa de los bancos con problemas. El primer punto será discutido, en todo caso, cuando la base o el marco legal del mecanismo supervisor bancario único esté completado y en marcha. Y hasta ese momento no será posible el segundo. Hay muchísimo trabajo pendiente en legislar y armonizar, en Bruselas y en los estados miembros. Para ello, piden los 27 al Parlamento Europeo, el mismo al que han vuelto a ningunear, que se ponga las pilas.
Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20121216/378114/es/Merkel-marca-lineas-rojas-para-otros-dos-anos