El conflicto en Ucrania está lleno de profecías autorrealizadas. Biden y Bruselas desde el año 2014 animaban a los gobiernos puestos por ellos en Ucrania a perseguir a la mayoría de la población de cultura rusa que habita Ucrania. Por ello La OTAN armaba y entrenaba el ejercito de Ucrania, preferiblemente las milicias de nostálgicas ideas nazistas como el batallón Azov.
La idea era obligar a que Rusia invadiera a Ucrania para liberar del exterminio metódico a las regiones de Ucrania con más densa población de cultura rusa. Por ello Biden y Bruselas profetizaban que Rusia iba a invadir a Ucrania, porque no tenía otra opción que no fuese la de permitir que Zelenski cometiese un genocidio de la población ucraniana de cultura rusa atacando la población civil de origen ruso a mansalva con armas de guerra. Un poco como Netanyahu está haciendo en Gaza. Será casualidad que tanto Zelenski y Netanyahu asistan a la sinagoga.
El Canciller ruso Sergei Lavrov pasó todo el invierno del 2021 visitando Washington y Bruselas para que obligaran a su títere en Kiev a poner fin a esa masacre de civiles rusos a quienes se había prohibido desde el golpe de Estado en plaza Maidán el año 2014, planeado y dirigido en persona por la subsecretaria de Estado norteamericana Victoria Nuland, quien reconoció haber invertido en la preparación del golpe de Estado 5.000 millones de dólares. En ese golpe de Estado fue evidente la presencia de diplomáticos de la OTAN. Por qué sucede esto: porque en la OTAN planean usar a Ucrania como un ariete para atacar a Rusia y poder descuartizarla y repartírsela entre ellos, tal como hicieron los occidentales con África después del Congreso de Berlín del año 1898.
Por eso no es extraño que en el año 2025 sea de nuevo por una iniciativa nacida en Berlín que peligra la paz mundial. En el cuartel general de la OTAN menospreciaban la fortaleza militar de Rusia, por eso siempre creyeron y siguen creyendo que una Ucrania armada y respaldada por la OTAN y las sanciones económicas podía infligir una derrota estratégica a Rusia, pero el plan no resultó.
Parte de la retórica atlantista sostiene ahora que Rusia después de derrotar a la OTAN en Ucrania va a invadir el resto de Europa. El nuevo Canciller de Alemania está procurando que esa profecía se realice. Como ya es obvio que el Zelenski no tiene otra opción militar que la rendición incondicional y responder ante un tribunal ucraniano por el crimen de haber sacrificado inútilmente a casi toda la población masculina de Ucrania, perdiendo un ejército que antes de la primavera del 2022 contaba con 200.000 hombres equipados con el más moderno armamento que el Occidente colectivo puede producir. Aquel ejército y aquel armamento han quedado reducidos después del choque con el ejército menos numeroso, pero más moderno de la Federación rusa. El nuevo Canciller de Alemania ha decidido entregar y operar en nombre de Kiev misiles alemanes conocidos como Taunus con un alcance de 500 km. para poder golpear a Rusia en profundidad, como un gesto desesperado de los países de la OTAN para impedir la rendición de Ucrania.
El Canciller Merz es un hombre de pocas luces que fue elegido con mucha reluctancia por el Parlamento alemán donde seguramente lo conocen. Este hombre está dando el paso, a pesar de las advertencias de Rusia, para que Rusia una vez agredida por Alemania bajo disfraz ucraniano se verá obligada a poner orden en una Alemania que nunca aprende. Luego el relato propagandístico atlántico hablará de una ambición sin límites de Vladimir Putin que quiere devolver la frontera de la OTAN a donde estuvo antes de las majaderías de Gorbachov. Merz parece ser bajo su apariencia de contador burocrático un hombre muy peligroso para Europa.
No sé que coincidencia astrológica puso a tantas nulidades belicistas en el poder. Starmer en Gran Bretaña, Macron en Francia y ahora Merz en Alemania. No sé si atribuir esa coincidencia a la buena estrella de Vladimir Putin a quien estos tres belicistas idiotas están tendiendo la cama para que Rusia deba llegar hasta el ombligo del mal: Bruselas.
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