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La encrucijada del movimiento obrero italiano

Mirafiori, peor que Pomigliano

Fuentes: Sin Permiso

El acuerdo reciente sobre Mirafiori recalca en sus líneas generales el de Pomigliano. Como en el caso de Pomigliano, precisamente, la Fiat y los sindicatos favorables a las nuevas reglas, han revisado la reorganización del tiempo de trabajo, los turnos, las pausas, los derechos. En Mirafiori, sin embargo, creo que hay incluso un empeoramiento en […]

El acuerdo reciente sobre Mirafiori recalca en sus líneas generales el de Pomigliano. Como en el caso de Pomigliano, precisamente, la Fiat y los sindicatos favorables a las nuevas reglas, han revisado la reorganización del tiempo de trabajo, los turnos, las pausas, los derechos. En Mirafiori, sin embargo, creo que hay incluso un empeoramiento en un punto substancial que ha sido determinado por la salida de la FIAT de Marchionne de la Confindustria [la patronal italiana]: el que se refiere a la representación sindical en la fábrica. Con el nuevo acuerdo, no podrán estar representados los trabajadores de la FIOM [federación del metal de la CIGL, opuesta al acuerdo], la representación de la empresa se decidirá desde arriba, por parte de las organizaciones sindicales y sólo por aquellas que hayan firmado el acuerdo. Este es ya un punto de empeoramiento ulterior respecto al acuerdo de Pomigliano.

Definí el acuerdo de Pomigliano como un acto que reintroducía la dimensión servil del trabajo, un retroceso no sólo respecto a los años más recientes, sino respecto al capitalismo en su conjunto. El capitalismo también ha representado el reconocimiento de la persona en el trabajo, la superación de la dimensión servil del trabajo. Aquí, por el contrario, el trabajo vuelve a estar separado de los derechos del ciudadano, de aquellos derechos garantizados por la ley, por la constitución y la civilidad jurídica de un país.

La empresa se define en una dimensión de extraterritorialidad, como si viviese en un espacio distinto de aquel del país, de los estados, de su legislación, etc., y trata el trabajo como recurso plenamente disponible sin el reconocimiento de la subjetividad, de la dignidad de los sujetos que trabajan.

Por lo que respecta a las recientes declaraciones del candidato in pectore a alcalde de Turín, Piero Fassino, corramos un piadoso velo. Son actitudes y declaraciones que desmoralizan. En un ejemplo decisivo por lo que respecta a la civilidad del trabajo, encuentro desoladora la posición del Partido Democrático, del que Fassino es digno exponente. Esta formación, esta organización que representa una nulidad política, produce sin embargo gravísimos daños en el momento en que esta franja política, que tiene sus orígenes y raíces, cuando menos, en el mundo del trabajo, que debería ser en todo caso sensible a la dignidad del trabajo, invoca explícitamente actitudes que contradicen claramente el principio de la dignidad del trabajo y de los trabajadores.

No discuto el caso de un trabajador de Mirafiori aplastado por una situación económica en ciertos aspectos dramática, que lleve meses cobrando de un fondo de garantía salarial, con enormes dificultades para llegar a fin de mes, tal vez con una hipoteca que pagar. No discuto la elección de un trabajador al que tiene agarrado por el cuello un patrón omnipotente que puede escoger dónde ubicar su producción, si irse a Serbia o a Turquía, antes que a Turín. Que un trabajador en estas condiciones vote sí, lo comprendo plenamente. Pero un exponente político que proviene del movimiento obrero y nos sale con una declaración de este tipo que contradice cualquier principio de respeto de la persona humana, constituye un espectáculo indecente.

¿Cómo responder al «chantaje» de la deslocalización? Se responde observando lo que sucede en países como Alemania o Francia, en los que este tipo de razonamiento no tiene mucho espacio. Sindicatos y obreros alemanes han cedido en algunos puntos, han aceptado hacer algunos sacrificios, no han renunciado nunca a su dignidad, disfrutan de salarios que son un 30/40% y a veces incluso un 50% superiores a los de los trabajadores italianos, dependen de una actividad empresarial que ha jugado sus cartas no en los círculos más bajos del mercado internacional sino en un nivel alto con buenas inversiones de investigación y desarrollo, con innovación tecnológica, con una mayor dignidad de la actividad empresarial y de los sindicatos.

En Italia les falta dignidad a los empresarios y a los sindicatos. Marchionne va de americano. Se decía que la FIAT se había comprado la Chrysler y es evidente, por el contrario, que es la Chrysler la que se ha anexionado a la FIAT. La ubicación en Italia es una variable dependiente de lo que se decida en Detroit y nosotros somos una colonia.

Marco Revelli , antiguo militante del autonomismo obrero italiano y celebrado estudioso del fordismo y el postfordismo, es profesor de ciencia política en la Universidad de Turín. Sus dos últimos libros más debatidos son La sinistra sociale   (una investigación muy importante sobre el tránsito del capitalismo fordista al postfordista y la evolución de las bases sociales de la izquierda) y Más allá del siglo XX (traducido al castellano y publicado por la editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2003).

Traducción para   www.sinpermiso.info : Lucas Antón

Fuente:  http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3856″ target=»_blank»> http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3856