La declaración del IRA la pasada semana ha supuesto un importante impulso para el proceso de paz. La expectación levantada días antes del comunicado republicano ha tenido su continuación en los siguientes días. Los medios de comunicación y dirigentes políticos de casi todo el mundo han incidido en ese acontecimiento. En Europa, estados Unidos, Canadá, […]
La declaración del IRA la pasada semana ha supuesto un importante impulso para el proceso de paz. La expectación levantada días antes del comunicado republicano ha tenido su continuación en los siguientes días. Los medios de comunicación y dirigentes políticos de casi todo el mundo han incidido en ese acontecimiento. En Europa, estados Unidos, Canadá, Australia o Nueva Zelanda, durante estos días, la nueva situación generada en Irlanda han ocupado importantes espacios de la vida cotidiana de esos lugares. Pero también en otras partes, donde existen conflictos políticos y armados, han tenido su propio reflejo. The Daily Star (Líbano), Jerusalem Post o Times of India son un ejemplo de ello. Ante todo ello, es más que evidente que el IRA ha situado el proceso irlandés como modelo o referente para otros conflictos, salvando las diferencias y coyunturas concretas de cada uno de ellos.
Otra característica común a casi todos ha sido la coincidencia a la hora de catalogar los acontecimientos que se están sucediendo. Así, «nueva era, paso histórico, tiempo de esperanza, oportunidad para la paz…» se han repetido en la mayoría de los comentarios sobre la situación irlandesa.
No obstante también en esta ocasión se han dado las típicas excepciones. Algunos medios de comunicación, «casualmente» los mismos que atacaron ferozmente y demonizaron en su día las conversaciones entre Adams y Hume, origen para unos e impulso para otros de la posterior materialización del proceso de paz, han atacado también este paso del movimiento republicano, llenando de dudas y desconfianzas lo que otros señalan como importante y significativo. Es evidente que esos medios prefieren seguir mirando al paso y se horrorizan ante los cambios que anuncian un nuevo futuro en paz.
También en este conjunto de «escépticos» hay que situar a determinadas «figuras» disidentes del movimiento republicano. Son personajes que ya en la década de los ochenta abandonaron sus lazos con el IRA y que en la actualidad pretenden convertirse en portavoces de la «esencia misma» de la ideología republicana. Curiosamente, estos nuevos analistas apenas encuentran eco entre sus vecinos y su propia comunidad, y en cambio son recibidos con los brazos abiertos por los medios de comunicación antes mencionados. Alguno de ellos incluso sirve de referente a analistas de otros países, ocultando que su peso real se limita a la virtualidad que concede internet. Por eso no extraña oír de estas voces comentarios como «no ha cambiado nada», «me produce indiferencia», o el IRA ha perdido la guerra contra el estado británico».
Doble rasero
Si en el escenario internacional el término «doble rasero» describe las actitudes de Estados Unidos y sus aliados ante determinados acontecimientos, en el caso irlandés esa definición también puede aplicarse a la postura de los dirigentes unionistas. En ese sentido, se comprende mejor la pasividad unionista ante la reciente ola de violencia lealista (tres muertos, decenas de heridos, enfrentamientos…) y que choca con la «firmeza» que muestran ante cualquier signo de distensión republicano. También en la misma línea se sitúa la negativa de los concejales del DUP en Ballymena para suscribir con el resto de partidos un comunicado de rechazo de los ataques contra familias nacionalistas.
Todo compromiso que se lleve adelante por parte del gobierno británico es presentado por parte del DUP de Paisley como una concesión al movimiento republicano, mientras que los dirigentes del segundo partido unionista, el UUP, intenta desarrollar una política al estilo «paisley», buscando evitar su desaparición de la situación hegemónica que ha disfrutado durante décadas.
El comunicado del IRA no dice explícitamente que la «guerra ha terminado», no menciona su disolución, tampoco ofrece «fotografiar su decomiso de armas», ni muestra su apoyo al actual sistema policial. Además, ha manifestado que la lucha de estos treinta últimos años ha sido «legítima». Resumiendo, que es la misma situación que se podía haber logrado el pasado mes de diciembre, pero entonces, tanto Londres como Dublín accedieron a las presiones de Paisley y abortaron los avances del proceso de paz.
Ahora el DUP y los dirigentes unionistas deben ser conscientes que su actitud, en esta nueva coyuntura, debe cambiar y deben implicarse en el proceso de paz, de lo contrario, los gobierno irlandés y británico les deben hacer saber que esa postura obstruccionista tiene que tener un coste político.
Avances
Con este comunicado, el IRA ha situado la pelota en el tejado británico y unionista, al tiempo que se ha dirigido a la comunidad republicana, animándola a trabajar en torno al Sinn Féin. Todo apunta a que en «las cocinas» se han ultimado algunos pasos importantes para el movimiento republicano. Probablemente, en los próximos meses Londres aprobará alguna legislación que permita el retorno a refugiados y exiliados; también se iniciarán negociaciones para el traspaso de poderes en materia policial y judicial a Stormont. Y ya estamos observando cómo desde Londres se sigue con su propio proceso de desmilitarización. Frente a quienes sostiene que el IRA se ha rendido y que no ha logrado nada, no hay que mirar más que a los datos.
Desde 1994, cuando la organización republicana anunció su primer alto el fuego, las dos terceras partes de la instalaciones militares británicas se han cerrado, y cerca de la mitad de las tropas británicas han abandonado ya el suelo irlandés. Las cifras son elocuentes, en estos once años, «la acción » del IRA ha logrado reducir los militares británicos de 19.000 a 10.000, y de 106 instalaciones militares se ha pasado a 40. Y el plan de desmilitarización, la salida de los británicos de la tierra irlandesa ya está en marcha.
Algunos movimientos además tienen una alta dosis de especial significación para la comunidad nacionalista. El cierre y desmantelamiento de los puestos en las zonas fronterizas con los veintiséis condados, o el de Divis Tower, en el corazón republicano de Belfast son un ejemplo de ello. Como lo es también la disolución de varios regimientos del RIR (antiguo UDR), con un oscuro pasado ligado a colaboración y atentados de los paramilitares lealistas. Incluso se señala que el sistema judicial norirlandés, «Diplock Court» (juicios sin jurado) y en vigor desde 1973 podría tener sus días contados.
Todavía queda mucho terreno por recorren en el largo camino del proceso de paz irlandés, pero también es cierto que ya se ha andado un buen tramo. Las dificultades, inherentes a todo proceso, seguirán asomando por cualquier esquina. Los obstáculos de los que prefieren el pasado todavía deberán sortearse (los llamados segurócratas son un buen ejemplo, cerca de dos mil «trabajadores» del Ministerio de Defensa se quedarán «sin empleo» si la situación cambia). Y como ha señalado el propio Secretario de Estado para Irlanda del Norte, Peter Hain, «la última milla del final del conflicto es la más difícil».
No obstante, y a pesar de todo ello, la unidad y la libertad de Irlanda es algo inevitable, algo que comienzan a reconocer todas las partes, y tan sólo será cuestión de tiempo. Mientras tanto conviene recordar las palabras de Bobby Sands, cuando señalaba que «nuestra venganza será la risa de nuestros hijos e hijas». Probablemente Sands estaría ahora sonriendo, al ver más cerca esa «Irlanda de iguales y libre» que él y otros muchos ayudaron a construir y que está por asomarse en el libro de la Historia.