En las últimas décadas Estados Unidos compensó su fracaso económico con acciones geopolíticas y militares. Intentó contrarrestar su declive productivo con esa exhibición de poder, ante los magros resultados que obtuvo con la globalización. Trump captó la insuficiencia de esa reacción y se embarcó en un riesgoso camino alternativo de proteccionismo. Pero afronta las mismas contradicciones que sus antecesores y cuenta con instrumentos muy limitados para efectivizar sus propuestas.
América Latina persiste como un campo privilegiado de las intervenciones que consuma la primera potencia para conservar su primacía. La región siempre fue el área de mayor injerencia directa del Pentágono y concentró el 34% de los operativos, que los marines perpetraron en los últimos dos siglos.
La gravitación del vecindario continental es un dato central de la estrategia imperial estadounidense, que una jefa de Pentágono (Laura Richardson) explicitó sin ningún filtro. Declaró que el interés yanqui por la región obedece a los inmensos recursos naturales de la zona y expuso esa confesión con el mismo tono brutal que utiliza Trump (Reyes, 2023).
Para asegurar ese control, el Comando Sur acelera la suscripción de acuerdos militares con los gobiernos derechistas. Consolida especialmente la provisión de armamentos para los ejércitos latinoamericanos, que llevan el sello made in USA en un 82-94% de sus pertrechos (Tokatlian, 2024).
Trump motoriza ese rearme para apuntalar los negocios del complejo industrial- militar, exhibiendo una presencia imperial recargada frente al competidor chino. Los voceros de la Casa Blanca están obsesionados por impedir que China alcance en América Latina, la misma influencia económica que consiguió en África.
El monroísmo, que fue históricamente concebido contra los rivales europeos y posteriormente aplicado contra la influencia de la URSS, ha renacido para contrarrestar el meteórico avance del competidor asiático.
Ese resurgimiento incluye declamaciones imperialistas que habían desaparecido del lenguaje oficial. A Trump no le preocupa el carácter insultante de su retórica, porque confía en la total sumisión de las clases dominantes de la región.
Por eso lamentó públicamente haber soslayado la captura del petróleo venezolano y convocó a recuperar el Canal de Panamá, rebautizando de paso el Golfo de México.
Su complementaria invitación a la anexión de Canadá se inscribe en la misma estrategia. Desde el siglo XIX Estados Unidos tanteó infructuosamente la incorporación de ese territorio, con la misma dinámica expansionista que siguió para apropiarse de gran parte de México (Chossudovsky, 2025).
BALCANIZACION SIN BENEFICIOS
Trump auspicia su agresiva política exterior, rehuyendo la participación estadounidense directa en los conflictos bélicos. Promueve una creciente militarización, sin involucrar la presencia de tropas. Esa retracción obedece al cúmulo de derrotas padecidas por la primera potencia en las últimas décadas.
El fracaso neoconservador de Bush en Irak fue sucedido por la humillación del globalista Biden en Afganistán. Ahora, Trump debe lidiar con el revés de Ucrania y la consiguiente serenidad de Putin en todas las negociaciones en curso. Moscú no está urgido por acordar con un Zelensky al borde del colapso y es muy improbable que acepte la propuesta norteamericana de romper la alianza comercial, económica y defensiva que ha concertado con China.
Las reservas de Trump ante las acciones directas del Pentágono, obedecen también a los escasos réditos que obtuvo Estados Unidos de ese intervencionismo. El grueso de las operaciones dejó un saldo negativo para Washington. No sólo fueron inservibles para recomponer la erosionada supremacía imperial, sino que generaron escenarios caóticos que agravaron el retroceso norteamericano. Esa secuencia erosionó a Clinton, Bush, Obama y Biden, socavó al primer Trump y puede frustrar el replay del magnate.
El millonario sabe que Estados Unidos no ha lucrado con la destrucción de Afganistán, Irak o Libia y que esa falencia se extendió a Siria. La demolición de este último país estuvo signada por la ausencia de protagonismo estadounidense y favoreció a Israel, Turquía, Qatar, Arabia Saudita y los yihadistas locales. La pérdida de centralidad norteamericana explica la cautela belicista del segundo Trump.
El fallido imperialismo de la primera potencia en Medio Oriente, tiende a extenderse a Latinoamérica con otras modalidades. El Patio Trasero no está desgarrado por conflictos militares, pero afronta graves peligros zonales de desintegración. En ciertas regiones de Ecuador, Colombia o México, la presencia efectiva del Estado ha desparecido, ante la preeminencia lograda por los cárteles de la droga, la delincuencia organizada y las formaciones paramilitares.
El colapso de Siria impacta en la región frente a esos escenarios, como advertencia de los terribles efectos que genera el acoso imperial. Los estrangulamientos, sanciones y provocaciones que desde años sufren Cuba, Nicaragua y Venezuela son muy semejantes a los padecidos por Siria. Y tanto los golpes de estado, como las operaciones destituyentes contra gobiernos progresistas, pueden generar los escenarios dramáticos que imperan en Medio Oriente (Rivara, 2024a).
Haití ya ofrece el ejemplo latinoamericano más desgarrador de un derrumbe total de la sociedad. Al cabo de agobiantes ciclos de devastación imperial, padece el mismo desmoronamiento que afrontan las zonas más destrozadas del planeta.
Bajo el control de Washington la economía haitiana fue literalmente pulverizada. Los bosques desaparecieron, el suelo quedó erosionado y el agua potable se agotó por el efecto de huracanes, terremotos y tormentas tropicales. El Estado fue remodelado por antiguos marines, mientras conocidos sicarios de origen norteamericano equipaban, financiaban y entrenaban a los grupos criminales, que actualmente manejan el 80% del territorio. Haití se ha convertido en el prototipo de un país pulverizado por la depredación imperial (Rivara, 2024b).
Trump no computa esas devastadoras consecuencias en su proyecto de ampliar la confiscación estadounidense de América Latina. Promueve esa incautación, sin ningún plan compensador y por esa razón, su gestión preanuncia un agravamiento de todos los problemas de la región.
Además, la política de Trump está interiormente erosionada por tensiones entre el Pentágono y las grandes empresas. El belicismo del primero choca con las prevenciones económicas de los segundos.
Un ejemplo de esa pugna es el choque entre el lobby guerrerista de la Florida (que presiona por un mayor acoso a los gobiernos radicales y progresistas) y el lobby empresarial de Texas (que promueve transacciones petroleras con Venezuela y comerciales con Cuba). La disputa por convalidar o revocar la licencia de Chevrón en la extracción del crudo venezolano ilustra esos choques.
EL REVIVAL NARCOTRÁFICO
El proteccionismo de Trump agravará la pobreza y la indigencia en América Latina. Ambos guarismos se deterioraron en los últimos años junto al agravamiento del desempleo, especialmente en el sector informal que aglutina a la mitad de los trabajadores urbanos.
Esos flagelos consolidaron, a su vez, el bajo crecimiento general. La región comenzó el actual decenio arrastrando otra ¨década perdida¨, con un PBI que en el 2020 fue prácticamente igual a su equivalente de 2011. También el producto per cápita quedó relegado en comparación a la media mundial, en un contexto de gran retroceso de largo plazo. En 1951-1979, la región creció más del 5% anual, durante 1980-2009 aumentó menos del 3% anual y en el 2010-2024 no superó el 1,6%.
Esos indicadores explican la degradación social de una región atada al declive de primera potencia. Esa sujeción induce a Estados Unidos a descargar gran parte de sus desequilibrios sobre el Patio Trasero.
El narcotráfico ha sido un ejemplo de esa secuencia, desde el momento que el Norte comenzó a traspasar esa desgracia al Sur del continente. El mercado de drogas se expande en Estados Unidos por décadas de fracasos, en atenuar una adicción alimentada por la insatisfacción, la alienación y el consumismo. Ningún gobierno ha logrado atemperar esa calamidad.
En lugar de buscar remedios, todas las administraciones de Washington se han empeñado en la ¨guerra contra las drogas¨ que localizan en América Latina. Esa cruzada destruyó comunidades agrarias, corrompió gobiernos y desintegró el tejido social de numerosas regiones.
Para rehuir soluciones internas al explosivo incremento del consumo de drogas, la DEA, la CIA, el FBI multiplicaron su batalla en el exterior, provocando una incontenible espiral de violencia. El tráfico de armas que potenció esas matanzas, fluye en forma impune desde Arizona, Texas y Florida, con la visible tolerancia de las autoridades federales y estaduales. América Latina sufre las consecuencias de esa dejadez y con el 8% de la población del planeta, alberga el 33% de los homicidios del mundo (Giménez; Caciabue, 2025).
Varias décadas del neoliberalismo propiciado por Washington han incentivado la narco-criminalidad, sustrayendo los recursos que el Estado necesita para combatir esa delincuencia. La privatización de puertos, la dolarización de la economía y la desregulación de las finanzas apuntalaron el accionar de esas mafias. La retracción de la soberanía que impone el Departamento de Estado favorece ampliamente a los grupos delictivos.
La mayor bendición reciente para el narcotráfico proviene del modelo de capitalismo puro que propicia Milei. La libertad de los bancos para operar sin ningún control, el blanqueo impositivo sin registros del origen de fondos y la apertura del comercio al descontrolado ingreso de mercancías, facilitan y abaratan el negocio de los narcos. La cultura ultraliberal del dinero fácil y del éxito individualista fomentan, a su vez, tanto el consumo general como el reclutamiento de las bandas mafiosas.
Todos los gobiernos estadounidenses apadrinaron el surgimiento y consolidación de la actual lumpen burguesía del narcotráfico. Ese acaudalado sector mantiene estrechos vínculos con los paraísos financieros.
La plaga que exportó el Norte ha pulverizado un país tras otro. Desgarró primero a Bolivia, Perú y Colombia, ensangrentó posteriormente a México y está demoliendo en los últimos años a Ecuador. Los funcionarios yanquis siguen motorizando campañas para destruir plantaciones, desmantelar laboratorios y eliminar rutas del tráfico en América Latina, mientras soslayan el protagonismo de la narco-economía dentro de Estados Unidos.
Trump retoma y redobla esa política con más acciones que sus antecesores. Aconsejado por el grupo de la Florida, fomenta una renovada batalla militar contra las drogas para revitalizar el Monroísmo.
La Casa Blanca justifica incluso la aplicación de aranceles a México, con acusaciones de inoperancia o pasividad frente al narcotráfico. Recurre a esa absurda excusa para potenciar el chantaje de la guerra comercial. Con el mismo argumento, Trump exige mayores gastos y despliegues de fuerzas militares en la frontera. Repite el libreto que empuja a Europa a dilapidar fortunas en el sostenimiento de la OTAN.
Trump revive la retórica de los años 80 y 90 para facilitar el regreso de las bases estadounidenses. Ya logró su próxima instalación en Ecuador (Mantra y Galápagos) y en Argentina (Tierra del Fuego), mientras refuerza la presencia de los marines en Guantánamo (Morgenfeld, 2025).
LA DENIGRACIÓN DEL INMIGRANTE
La inmigración es un segundo trauma que Estados Unidos descarga sobre América Latina. Trump demoniza al trabajador extranjero, presentándolo como un aprovechador del bienestar de su país y oculta la responsabilidad directa del Norte, en la expatriación masiva que sufre el Sur.
La primera potencia ejerce una dominación imperial que esquilma recursos, apropia ingresos y captura renta de toda la región. Esa confiscación genera transferencias de fondos que incrementan la dependencia, el subdesarrollo y el empobrecimiento de las mayorías populares. Esa degradación explica la emigración de los desamparados hacia Estados Unidos.
La desindustrialización en Sudamérica y la extinción de la pequeña propiedad agraria en Centroamérica han acentuado la marea de los exilados, que sobreviven cruzando el Río Bravo. Conforman una población económica sobrante, que escapa de la miseria buscando alguna oportunidad de trabajo.
Trump considera que ese problema no le compete, como si la política imperial fuera ajena a la masificación de los refugiados. Omite que la depredación sufrida por América Latina impide a esa región retener a sus propios ciudadanos.
El inmigrante no es culpable del abandono de su país y tampoco pretende aprovechar el bienestar de otro invadiendo territorios ajenos. Sufre las consecuencias del drama económico-social que impone el capitalismo dependiente. En el 2020, más 43 millones de personas vivían fuera de sus países de nacimiento empujados por la penuria. No siguieron ese camino por simple opción. Fueron arrojados a buscar algún medio de vida en las economías desarrolladas (Verzi Rangel, 2023).
Estados Unidos es el principal destino de esa masa deambulante por la demanda de fuerza de trabajo barata que genera su economía, especialmente en el agro y los servicios. Al igual que en el tema arancelario, el trato de los inmigrantes suscita conflictos de la Casa Blanca con los capitalistas de esos sectores, que usufructúan de los expatriados y resisten las persecuciones oficiales.
Trump diaboliza a los inmigrantes, propagando absurdas falsedades sobre el aprovechamiento que hacen los extranjeros de los recursos estadounidenses. Invierte la realidad, al omitir que esos trabajadores no restan dinamismo al aparato productivo, sino que contribuyen a mantenerlo en pie.
Se estima que, si Trump cumpliera con su anuncio de deportar un millón de personas al año, para 2028 se habría consumado una pérdida de 7 puntos porcentuales del PBI. Tan sólo el aporte anual en impuestos de 37 millones de migrantes mexicanos ronda los 324.000 millones de dólares (García, 2025).
Trump utiliza el tema de la inmigración para propagar un nacionalismo retrogrado. Agravia al trabajador extranjero para afianzar una ideología reaccionaria, que motoriza confrontaciones de pobres contra pobres. Ha radicalizado su primera campaña -que convocaba a construir un muro en la frontera- con decretos de deportaciones que puso en práctica el día de su asunción.
Con esa andanada busca reemplazar el viejo racismo anti negro por una creciente contraposición de los blancos pobres con los latinos. Para alimentar ese choque propagandiza un chocante estereotipo, que identifica a esa última comunidad con la vagancia y el bandidaje.
La campaña contra los inmigrantes cumple una función doble. Pretende apuntalar una fuerza política reaccionaria dentro de Estados Unidos, mientras retoma la reconquista imperial de América Latina. Pero en los dos terrenos, Trump avanza los tropezones, se contradice y desmiente porque cuenta con pocos recursos para alcanzar sus objetivos. Ha introducido igualmente un modelo político, que tiene varios imitadores en la región, con un perfil que analizaremos en el próximo texto.
RESUMEN
Trump recrea el monroísmo para disuadir a China, pero Estados Unidos devasta sociedades sin recomponer su primacía. El magnate no ofrece remedios para esa destrucción sin réditos. Transfiere a la región los traumas del narcotráfico y la inmigración, agravando la degradación social de América Latina.
REFERENCIAS
-Reyes, Farid (2023). Laura Richardson, la hipocresía imperialista y la sinceridad estratégica https://www.resumenlatinoamericano.org/category/latinoamerica/page/1079/
-Tokatlian, Juan Gabriel (2024). La preponderancia militar de Estados Unidos en AméricaLatina19/04 https://www.utdt.edu/ver_nota_prensa.php?id_nota_prensa=21933&id_item_menu=6
-Chossudovsky, Michael (2025). Trump y el viejo sueño estadounidense de conquistar Canadá https://www.detectivesdeguerra.com/2025/02/trump-y-el-viejo-sueno-estadounidense.html
-Rivara, Lautaro (2024a) Siria: ¿un espejo para pensar América Latina? https://www.diario-red.com/opinion/lautaro-rivara/siria-espejo-pensar-america-latina/20241208200435039607.html
-Rivara, Lautaro (2024b). Haití. 220 años después de la Revolución haitiana. https://www.resumenlatinoamericano.org/2024/03/16/haiti-220-anos-despues-de-la-revolucion-haitiana-el-laberinto-de-un-modelo-neocolonial-moderno/
-Giménez, Paula; Caciabue, Matías (2025). ¿Quién le da las armas al Narco? El rol de los EEUU en la violencia del crimen organizado https://www.nodal.am/2025/02/quien-le-da-las-armas-al-narco-el-rol-de-los-eeuu-en-la-violencia-del-crimen-organizado-por-paula-gimenez-y-matias-caciabue/
-Morgenfeld, Leandro (2025) Trump rediseña el mapa mundial? https://www.vecinosenconflicto.com/2025/02/trump-redisena-el-mapa-mundial.html
-Verzi Rangel, Álvaro (2023). Migrar, única opción para millones de latinoamericanos… y negocio para poco 07/07/2023 https://www.nodal.am/2023/07/migrar-unica-opcion-para-millones-de-latinoamericanos-y-negocio-para-pocos-por-alvaro-verzi-rangel/
-García Fernández, Aníbal (2025). Donald Trump, continuidad de la mano dura
Claudio Katz. Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
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