Italia se presenta hoy en los mercados con un nuevo primer ministro y sin Gobierno. El economista Mario Monti aceptó ayer el encargo que le encomendó el presidente de la República, Giorgio Napolitano, como estaba previsto después de que Silvio Berlusconi presentara el sábado su dimisión. Pero lo hizo «con reservas» y sin dar el […]
Italia se presenta hoy en los mercados con un nuevo primer ministro y sin Gobierno. El economista Mario Monti aceptó ayer el encargo que le encomendó el presidente de la República, Giorgio Napolitano, como estaba previsto después de que Silvio Berlusconi presentara el sábado su dimisión. Pero lo hizo «con reservas» y sin dar el nombre de los ministros que le acompañarán en esta nueva etap a contrarreloj para sacar al país de la crisis económica. Un mal comienzo provocado por las nuevas exigencias que Il Cavaliere y su partido, el Pueblo de la Libertad (PdL), han presentado: quieren conocer el programa y la composición del Ejecutivo antes de aceptar el cambio.
Monti, que en su primera comparecencia oficial dejó bien claro que no va a regalar portadas ni numeritos como los que ha protagonizado en los últimos 17 años Berlusconi, dijo enfrentar el reto con «gran sentido de responsabilidad y servicio por el país» . El excomisario europeo fue al grano y aseguró que el esfuerzo de su gabinete «se dirigirá a sanear la situación financiera y el crecimiento con atención a la igualdad social. Se lo debemos a nuestros hijos para darles un futuro de dignidad y esperanza».
Como se esperaba, Monti entra en el enrevesado panorama político sabedor de que ha sido elegido por lo que representa para las instituciones financieras mundiales, pero sobre todo para cumplir con el objetivo de aplicar los recortes que hagan remontar la credibilidad italiana y evitar que su país siga a Grecia por la senda del rescate.
Lágrimas y sangre, como suelen decir los diputados, y por eso no le quedará más remedio que combinar ajustes con medidas que la sociedad interprete como una señal de que el esfuerzo será de todos y no sólo de los ciudadanos.
Al menos los italianos lo esperan así, como demuestran los dos sondeos que se han publicado sobre la confianza en el nuevo Gobierno. Uno de ellos, elaborado por Ipsos para el programa Ballarò de Rai 3, hablaba de un 77% de aceptación del excomisario europeo . Además, el 75% de los encuestados afirmó que su trabajo será el primer paso para salir de la crisis.
Un sondeo eleva al 77% el apoyo de los italianos al nuevo jefe de Gobierno
El siguiente mensaje fue directo a Berlusconi, con el que tenía previsto reunirse anoche en su residencia romana: «Tengo un profundo respeto por las fuerzas políticas. Valoraré el compromiso común y seré lo más rápido posible para poder salir del estado de emergencia. Podemos salir con el esfuerzo común», remató.
Fue entonces cuando se abrió el interrogante: «Las consultas para formar el Gobierno serán veloces pero escrupulosas. Después volveré a ver a Napolitano para exponerle mis reservas». No es que Monti tenga dudas de que es la persona idónea para solucionar los problemas del país, sino que teme que las interferencias de Berlusconi puedan truncar el objetivo final: contener la deuda . Y, a juzgar por las palabras de Napolitano inmediatamente después, las presiones son grandes.
«Desde mañana hasta finales de abril vencen bonos del Tesoro por un valor de 200.000 millones de euros y es necesario renovarlos recolocándolos en el mercado. Proteger al país de unas elecciones precipitadas es una exigencia con la que deben comprometerse todas las fuerzas políticas», dijo. Napolitano hablaba muy claro, mucho más de lo normal en él y con tono indignado avisó de que la llegada de Monti no es «ninguna revuelta ni un modo de hacer de menos el compromiso para renovar la democracia a través de las elecciones. Se trata sólo de dar vida a un Gobierno que una a las fuerzas políticas en el esfuerzo extraordinario que exige la gravedad de la situación».
¿Qué está fallando? Que Berlusconi ha presentado su dimisión pero no va a vender la derrota tan fácilmente . Napolitano habló con todas las fuerzas políticas sobre su intención de proponer a Monti en un maratón de reuniones que desprendía optimismo. El mismo economista, por la mañana, al salir del hotel en el que se hospeda, contestó a las preguntas de los periodistas con una sonrisa y un «¿habéis visto qué buen día hace?».
Napolitano no se llevó sorpresas durante esas entrevistas. Todos los partidos menos la Liga Norte de Umberto Bossi dieron el visto bueno a Monti e incluso el tono del leguista fue de total concordia: «Nos quedaremos fuera a ver las cosas que pretende hacer este Gobierno. La Liga no puede dar un cheque en blanco a un equipo que tiene por delante reformas tan complicadas. Pero cuando veamos el programa tendremos las cosas más claras».
Sólo los 39 compromisos
Antes que él había pasado por el Quirinale el otro dudoso, Antonio Di Pietro, de Italia de los Valores, quien dio su confianza a Monti «si constituye un Gobierno a tiempo determinado y responde a la exigencia de un millón de ciudadanos que han solicitado con su firma la modificación de la ley electoral».
La formación de Il Cavaliere’ exige dar luz verde al programa de Monti La petición fue recogida también por el Partido Democrático, de Pierluigi Bersani, quien recordó que «entre las reformas tienen que constar la reducción de los parlamentarios». Por su parte, el Terzo Polo reclamó por boca del democristiano Pierferdinando Casini que Monti tenga «tiempo para llegar hasta el final de la legislatura», en 2013.
Lo que no esperaba Napolitano era que el PdL condicionara aún más la oferta que había hecho el día anterior de un Gobierno exclusivamente técnico sin que ninguno de sus miembros pudiera presentarse a las elecciones y que cuya única misión sea cumplir con la carta de 39 compromisos que Berlusconi remitió a la Unión Europea el 26 de octubre.
El secretario nacional del partido, Angelino Alfano, comunicó al presidente lo siguiente: «Hoy diremos sí al encargo a Monti, después hablaremos con él y, dependiendo del programa, de la duración y de la composición de su Gobierno, daremos nuestro sí definitivo o el no. Si el intento fracasa iremos a las elecciones». Las palabras de Alfano cayeron como un jarro de agua fría porque tanto Monti como Napolitano pretendían pasar lo más rápido posible el trámite y ponerse a trabajar para decidir quiénes serán los nuevos ministros.
Mala planificación, porque estaba claro que Monti va a proponer un impuesto a las grandes fortunas , sea de modo directo o con una tasa sobre los bienes inmuebles, y que Il Cavaliere se iba a negar.
El Ejecutivo, pues, nace huérfano. Esta mañana Monti comenzará las consultas y comunicará a los partidos quiénes son los elegidos. Hará falta que sean lo más cercanos a él. Porque necesitará un ejército bien compacto para enfrentarse a Berlusconi.