Los movimientos sociales han sido un valioso instrumento en la lucha contra las políticas neoliberales. Consiguieron articular debates, campañas y movilizaciones y sacaron a la calle a millones de personas. Después de ese impulso, los movimientos sociales parecen haber caído en la monotonía y la inercia. Analizamos este fenómeno con el profesor de sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, Josep Maria Antentas.
-El éxito del Primer Foro Social generó muchas expectativas. ¿Qué camino se ha recorrido desde entonces y en qué situación se encuentra ahora?
-El Foro Social Mundial (FSM) se ha convertido en una referencia simbólica internacional importante para el grueso de las fuerzas críticas con la globalización neoliberal, si bien el alcance del proceso ha sido muy desigual en los distintos continentes. Después de una primera etapa de ascenso, de aumento de su visibilidad y de creciente capacidad de atracción, el Foro atraviesa en la actualidad una crisis de perspectivas y un futuro incierto. No ha quedado al margen del reflujo actual del movimiento «antiglobalización» y de las protestas internacionales. El último periodo en la trayectoria del Foro muestra tendencias a la institucionalización del evento y al alejamiento respecto de las luchas sociales. La pérdida de empuje del movimiento «antiglobalización» y la dispersión y fragmentación de las protestas, ha generado, progresivamente, brechas crecientes entre el proceso del FSM y las luchas reales, cuyo vínculo se hizo prácticamente de forma automática en el período inicial.
El Foro ha conseguido mucho y muy poco a la vez. En lo que se refiere al impacto concreto y a su utilidad real, los foros no han generado automáticamente un refuerzo de las luchas sociales. Pero sí que han sido una referencia para algunas de ellas, han inspirado campañas diversas, y han contribuido a crear un clima más propicio al trabajo en común en los lugares donde se han celebrado. Los foros sociales no son un fin en sí mismos, sino un instrumento al servicio de la discusión y la articulación de campañas y movilizaciones, y tienen que ser vistos y concebidos como tales.
El Foro necesita afrontar importantes debates sobre su porvenir para evitar caer en un proceso de repetición y rutinización y mantener su funcionalidad en tanto que espacio de discusión y articulación de las resistencias contra la globalización neoliberal. El día en que apareciese como un proyecto desvinculado de ellas, el Foro se deshincharía rápidamente o perdería su utilidad como instrumento para seguir avanzando en la lucha por este «otro mundo posible».
-Dentro del escenario actual europeo, ¿qué reto crees que tienen por delante los movimientos sociales?
-Uno de los retos más importantes es poder articular una respuesta a escala continental a la lógica neoliberal de la integración europea. Espacios como el Foro Social Europeo han permitido afirmar un lugar de convergencia de las resistencias al neoliberalismo a escala europea, aunque con muchas debilidades. Hay que dar un paso adelante real en la «europeización» de las resistencias. Ha habido progresos importantes, aunque limitados, con movilizaciones simultáneas en varios países, como por ejemplo las impulsadas por el movimiento estudiantil frente al Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), o determinadas «eurohuelgas» en algunas empresas.
En realidad, los movimientos sociales europeos tienen el doble reto de profundizar en su arraigo local y fortalecerse «por debajo» y, en paralelo, crear formas de articulación a escala nacional e internacional, que eviten el aislamiento de las resistencias sociales a través de espacios como foros, campañas y redes concretas. El neoliberalismo ha conseguido fragmentar como nunca a los sectores populares trabajadores y a las resistencias sociales. Tejer convergencias y crear puntos de encuentro para revertir esta tendencia tiene que ser un objetivo estratégico central de los movimientos sociales europeos.
-¿Qué papel juega en todo esto el ciberactivismo como nueva fórmula de movilización social?
-Internet ha jugado un papel positivo en el desarrollo de muchos movimientos sociales, al permitir la circulación rápida de la información, facilitar la comunicación, difundir convocatorias, favorecer la emergencia de medios alternativos de contra-información, etc. También se ha convertido en un terreno en disputa y en un espacio de formación de opinión en el cual hay que estar presente y que es estratégico para los movimientos sociales.
Pero hay que recordar que las luchas sociales tienen lugar en el mundo real y que ni Internet ni el ciberactivismo deben sustituir el contacto con la gente y la organización en los centros de trabajo, de estudio, y en el barrio. Deben ser un instrumento para facilitar y dinamizar estas tareas.
-¿A qué es debido el estancamiento que viven los movimientos sociales actualmente?
-Si analizamos la situación en perspectiva internacional, las resistencias sociales al neoliberalismo van en aumento, aunque se desarrollan en un contexto muy difícil. A finales de los noventa, después de las movilizaciones contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle, irrumpió públicamente con fuerza inusitada el movimiento «antiglobalización», que experimentó un proceso de fuerte crecimiento hasta las movilizaciones contra el G-8 en Génova en julio de 2001 y los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Después de algunos titubeos iniciales en los que el movimiento pareció perder fuelle, la nueva etapa se caracterizó por la centralidad adquirida por la lucha contra la «guerra global permanente», cuyo cenit fueron las protestas del año 2003 contra la invasión de Irak. Pero en los últimos cuatro años se ha entrado en una nueva fase marcada por una pérdida de visibilidad de las movilizaciones internacionales «antiglobalización» y de su capacidad aglutinadora y unificadora, si bien ha habido un desarrollo de muchas luchas sociales, aunque muy desigual, país por país y con retrocesos en muchos de ellos, y en un contexto de mayor dispersión y fragmentación.
La dinámica general de las luchas es esencialmente defensiva, con algunas excepciones puntuales, y muchas movilizaciones terminan en derrotas o en victorias precarias. El neoliberalismo ya no es la ideología triunfante de comienzos de los noventa y su legitimidad se ha visto erosionada, pero las políticas neoliberales continúan y las resistencias sociales no tienen de momento fuerza suficiente para frenarlas. La falta de victorias claras impide acumular fuerzas de forma estable y dar pasos adelante. Entre muchos sectores populares, aunque el malestar frente al neoliberalismo y al actual modelo de sociedad es grande, predomina el escepticismo respecto la posibilidad de cambiar las cosas, como resultado de décadas de derrotas y retrocesos. Al mismo tiempo, como señalaba anteriormente, una de las grandes victorias del neoliberalismo ha sido su capacidad para fragmentar a los sectores populares y generar insolidaridades. Revertir esta tendencia no es algo fácil o automático.
-Hace muy poco nos comentaban en una entrevista que América Latina en estos momentos estaba dando un paso hacia delante en lo que movimientos sociales se refiere. Podía ser referencia para el resto del mundo. ¿Qué opinión te merece esta reflexión?
-Efectivamente, desde comienzos de este siglo América Latina se ha convertido en una de la regiones del planeta donde la resistencia al neoliberalismo es más fuerte. Las experiencias latinoamericanas son una referencia de las que se puede aprender, no para exportarlas mecánicamente, sino para elaborar nuevas pistas para la resistencia al capitalismo global. En este contexto han emergido gobiernos favorables a los sectores populares como los de Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia o Correa en Ecuador que representan rupturas parciales con el neoliberalismo y el imperialismo.
El ascenso de esta ola de resistencias es consecuencia de las propias contradicciones sociales provocadas por el neoliberalismo, que ha provocado concentración de la riqueza, aumento de las desigualdades y expoliación de recursos naturales. Todo ello ha producido una fuerte erosión de las mediaciones políticas tradicionales de las elites (sobre todo de sus partidos políticos) en muchos países de la región, y ha socavado sus bases sociales de apoyo, abriendo nuevos espacios político-sociales. En paralelo, el atasco de los Estados Unidos en Irak ha debilitado, aunque sólo muy parcialmente, su capacidad de injerencia en el continente, dejando más margen de maniobra a las fuerzas populares.
Sin embargo, aunque todo lo anterior es cierto, hay que señalar al mismo tiempo que en el último período estamos asistiendo a una muy fuerte contra-ofensiva de las fuerzas conservadoras que tiene entre sus múltiples ejemplos la campaña desestabilizadora en Bolivia de las últimas semanas. Los procesos en curso en Latinoamérica son procesos abiertos y su desenlace es incierto, y no está escrito en ningún lugar que vayan a resolverse en un sentido favorable a los sectores populares. Por todo ello, solidarizarnos activamente con las luchas allá es una tarea estratégica para quienes vivimos en los países del norte.
-¿Qué poder crees que tiene en sus manos el ciudadano y aún no ha descubierto?
-Para cambiar las cosas hace falta no sólo acumular malestar frente a situaciones injustas y darse cuenta de ellas, sino también tener confianza en que es posible hacerlo. Seguramente, el poder que colectivamente tenemos que (re)descubrir es precisamente el hecho de que tenemos el poder para «cambiar el mundo de base».
*Entrevista realizada por la Revista Fusión