Se muere una vez, y es para siempre Hans-Dietrich Genscher, quien fuera cinco años ministro de Interior en el gobierno de coalición alemán Spd-Fdp (socialistas-liberales) siendo canciller Willy Brandt y luego dieciocho años ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller en los gobiernos de coalición Spd-Fdp, con Helmut Schmidt de canciller desde 1974 hasta 1982 y […]
Se muere una vez, y es para siempre
Hans-Dietrich Genscher, quien fuera cinco años ministro de Interior en el gobierno de coalición alemán Spd-Fdp (socialistas-liberales) siendo canciller Willy Brandt y luego dieciocho años ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller en los gobiernos de coalición Spd-Fdp, con Helmut Schmidt de canciller desde 1974 hasta 1982 y luego con Helmut Kohl como canciller en la coalición de gobierno Cdu-Fdp (democracia cristiana-liberales) hasta 1992, cuenta en su grueso libro Erinnerungen (memorias) su buen entendimiento con Schmidt, siendo canciller Willy Brandt «toda vez que mi política como ministro de Interior coincidía con sus ideas, sobre todo porque puse toda la carne en el asador en el desafío contra el terrorismo, y yo a su vez apoyé su política de defensa, basada en la capacidad real de defenderse».
A este respecto baste recordar cómo el gobierno de Willy Brandt con Genscher como ministro de Interior solventó a tiro limpio el secuestro de judíos en la villa olímpica de Munich en 1972, ocasionando una verdadera carnicería. Murieron 17 personas a tiros. Más tarde, en 1977, el uno como canciller y el otro como vicecanciller, se vieron ante el reto de actuar ante el secuestro del jefe de la patronal, Hans Martin Schleyer. La RAF (Fracción del Ejército Rojo) había secuestrado al jefe de la patronal para forzar la liberación de dos de sus presos históricos: Andreas Baader y Gudrun Ennslin. Poco después, un comando palestino secuestró un avión de Lufthansa y lo desvió a Mogadiscio. Exigían la libertad de los presos de la RAF, además de algunos correligionarios, en una crisis que derivó en una guerra de nervios en la capital somalí.
Schmidt no cedió: un cuerpo de la policía de elite alemana tomó al asalto el avión en Mogadiscio y liberó a los todos los rehenes tras dar muerte a la mayoría de los terroristas. Horas más tarde, el secuestrado Schleyer fue asesinado de un disparo y luego fueron hallados muertos en sus celdas los presos de la RAF tras un suicidio concertado, según determinó la investigación. ¿Suicidio concertado según determinó la investigación? ¿Qué investigación?
Demasiados indicios apuntan a un crimen de estado, en el que con bastante seguridad Helmut Schmidt y Genscher se mancharon las manos de sangre. El gobierno como cloaca, algo que se viene repitiendo en varios gobiernos de distintas naciones.
La historia oficial dice que «así el canciller Helmut Schmidt entró en la historia como el socialdemócrata que no cedió al chantaje, impuso la responsabilidad de Estado por encima de los sentimientos personales y presidió con rostro pétreo el entierro de Schleyer, junto a la viuda de la víctima de la RAF».
La historia real en cambio se inclina por sostener y afirmar que el gobierno de Helmut Schmidt optó por una solución criminal. «Cuando echo la vista atrás, creo que hicimos lo correcto. Pero también sé que fui corresponsable de las muertes; y que tendré que llevar esa carga», escribió en el 2008 en su libro Ausser Dienst, En excedencia.
El gran teólogo protestante Gerd Lüdemann se pregunta en su Nachruf a Pablo, luego de estudiarlo a fondo: «Llegado a este punto cabe hacer un alto en el camino y preguntarse si no hubiera sido mejor que Pablo no hubiera existido (ob es Paulus besser nicht gegeben hätte). Porque en ese caso, ¿se hubiera dado un judaísmo judío reformado con nombre cristiano, con la posibilidad de desarrollar una religión altruista, al amparo de la valiosa herencia de la religión materna judía?»
¿No cabría decir parecido a la muerte de muchos de nuestros políticos actuales a modo de Nachruf o adiós definitivo?
Todavía resuena en este noviembre de cementerios y muerte aquella dura poesía de Erich Fried a la muerte de Siegfried Buback: «Es wäre besser gewesen / so ein Mensch / hätte nie gelebt». Mejor hubiera sido / que un hombre así / jamás hubiera vivido.
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