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Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac)

Nació el futuro, nació la unidad

Fuentes: Punto Final

 No es posible comprender la importancia y la trascendencia de la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) -nuevo foro continental que incluye a Cuba y excluye por primera vez a Estados Unidos y Canadá-, si se la desliga de la historia de las luchas por la emancipación social y política, […]

 No es posible comprender la importancia y la trascendencia de la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) -nuevo foro continental que incluye a Cuba y excluye por primera vez a Estados Unidos y Canadá-, si se la desliga de la historia de las luchas por la emancipación social y política, por la liberación y la unidad de nuestros pueblos. Estamos construyendo un nuevo mundo, nosotros, los latinoamericano-caribeños. Estamos viviendo el nacimiento de un tiempo en el que, poco a poco, comienzan a concretarse los anhelos insatisfechos de nuestras gestas emancipadoras de hace más de dos siglos, padecidos en la división, la postración, el sometimiento, la dependencia. Son viejos sueños que hoy parecen ir convirtiéndose en esperanza. Hablar de una Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe significa comenzar a asumir la soberanía regional, dejando de lado el «proteccionismo» de Estados Unidos y Canadá, conscientes que las viejas recetas que nos impusieron desde hace 500 años (no sólo 200, como quieren recordar los desmemoriados) solamente significaron dolor y penas para las grandes mayorías: exclusión social, pobreza, mientras los países centrales se quedaban con nuestros recursos naturales.

Mucho está cambiando, aun cuando los grandes y «cartelizados» medios de comunicación y desinformación tratan de invisibilizarlo. La economía de los países latinoamericanos permaneció en una cruel paradoja: producimos riqueza hacia afuera y hacia arriba, mientras reproducimos pobreza hacia adentro y hacia abajo. Como diría Eduardo Galeano, nuestra derrota ha estado siempre implícita en la victoria ajena. Los gobiernos que intentan cambiar ese plan de vuelo son boicoteados y, generalmente, derrocados y aniquilados. «Estamos poniendo aquí la piedra fundamental de la unidad, la independencia y el desarrollo», dijo el presidente venezolano Hugo Chávez al inaugurar la cumbre. Y el conservador mandatario mexicano, Felipe Calderón, aseveró: «Esta es la hora y ésta es la década de América Latina», por lo cual «debemos apresurar el paso hacia la integración». En la clausura, Chávez recordó el final de la novela Cien años de soledad y destacó que a diferencia del personaje de Gabriel García Márquez, «nosotros (la Celac) tenemos, después de 200 años, una segunda oportunidad», dos siglos después de la primera independencia de los países miembros, «en la unión sustantiva, real y verdadera: económica, política y social». Fiel a su estilo, recordó a Simón Bolívar y exclamó: «Debemos construir la reina de la naciones y la madre de las Repúblicas (…) Debemos llenarla del impulso creador de los pueblos». En cuanto al camino a seguir, apeló a la Carta de Jamaica, escrita por Bolívar en 1815, y refirió: «Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración». Chávez reflexionó acerca de la necesidad de conocer profundamente las capacidades de cada país para juntas desarrollarlas. «Si no conocemos nuestras propias potencialidades, ¿cómo seremos capaces de evaluar y desarrollar la capacidad que tenemos juntos como región?». En este sentido recordó el gasoducto binacional Venezuela-Colombia y aseguró que está en proyecto llevarlo hasta Panamá. «En Venezuela hay 200 trillones de pies cúbicos de reservas probadas de gas (…); ese gas debe ser compartido por toda la región, así como el gas de Bolivia y el petróleo de México», aseguró. Hay quienes dicen que esta posibilidad de avanzar con la Celac se debe a que Estados Unidos mira para otro lado, olvidando los intereses que mantenían sometido a su patio trasero. Pero Washington ha hecho -y sigue haciendo- todo lo posible por hacer prevalecer sus intereses. Para muestra basta el golpe en Honduras. También es una forma de ver las cosas desde la perspectiva del coloniaje cultural y de una falta de confianza total en las fuerzas propias.

Lo cierto es que desde hace poco más de una década este camino hacia la integración que emprendieron muchos de nuestros pueblos parte de un empoderamiento de los sectores nacionales y populares, tras la debacle que dejaran en la región tres décadas (o más) de recetas neoliberales, impuestas a la sombra del Consenso de Washington. Si bien la idea de la unidad «nuestroamericana» inicia su trayectoria como respuesta original al problema del colonialismo español en los albores del siglo XIX, es a partir de 1880 y a lo largo del siglo XX que la idea de integración va ganando espacio en el pensamiento crítico latinoamericano y desde allí, en el imaginario colectivo de la región, en base a cuatro patas: latinoamericanismo, descolonización, humanismo, antiimperialismo. Si de tiempo se trata, bien dice el presidente de Ecuador, Rafael Correa: «Estamos viviendo no en una época de cambio, sino en un cambio de época». Cambio de época en el mapa político de América Latina y el Caribe con sus cuantos gobiernos de Izquierda democrática, antiimperialistas, de gran capacidad de acción y movilización y en permanente protagonismo con el pueblo.

La cumbre en Caracas

En Caracas se reunieron representantes de 33 países con 550 millones de habitantes, para constituir esta nueva entidad regional en un claro avance respecto a la OEA, fundada en 1948 -a instancias del gobierno estadounidense- por 21 países, y de la cual hoy no forma parte Cuba. La Celac trae otra novedad aún mayor que la presencia cubana. Se trata de dos ausencias: Canadá y Estados Unidos. Estamos lejos todavía de los sueños de Simón Bolívar, enterrados en el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), donde quedó claro que -por ahora y por un largo tiempo- no seríamos uno. Pero esta cumbre -que muchos quisieron que pasara por debajo de la mesa- también deja en claro que tampoco somos parte de lo que sostenía el presidente norteamericano James Monroe en 1823, cuando definió «América para los americanos»…del norte.

El establecimiento de un esquema de integración política, social, cultural y económica implica la fijación de mecanismos soberanos de autodeterminación en el uso de materias primas y recursos naturales (el mayor reservorio de agua), que incidiría directamente en la reversión del ejercicio de control y dominio que EE.UU. ejerce aún en nuestros territorios. La presidenta brasileña Dilma Rousseff ejemplificó que «en Brasil tenemos empleo cuando en Europa crece el desempleo: no vamos a permitir que se exporten empleos a otros países», tras señalar que Brasil ya no recibe instrucciones sobre política económica de organismos internacionales. La Celac entró en escena con comunicados sobre defensa de la democracia y orden institucional, las islas Malvinas, rechazo al bloqueo a Cuba, la seguridad alimentaria, la especulación financiera, los derechos de los migrantes, el desarrollo sostenible, la solidaridad con Haití y la condición mediterránea de Paraguay. También expidió comunicados de la postura de Bolivia y Perú sobre la coca originaria y ancestral, la emergencia que vive Centroamérica por las crisis económicas mundiales, sobre el respaldo a la estrategia de seguridad en Centroamérica, la eliminación de las armas nucleares y la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. La Celac queda en manos de una «troika», así denominó Chávez al trío encargado de darle actividad al bloque hasta el próximo plenario que tendrá lugar en Chile en 2012. «Con el comandante Chávez y con el comandante y presidente Raúl Castro formamos una troika. ‘Viva la diferencia’ como dirían los franceses. Pensamos distinto, en una de esas podemos acercar posiciones», dijo Sebastián Piñera. En la Celac conviven países bloqueados por EE.UU. como Cuba, con otros que avanzan en tratados de libre comercio como Chile, Perú, Colombia y México.

Objetivo militar

Muchos alertan desde ya que la Celac es y será un objetivo militar de Estados Unidos, considerando que Obama (en vísperas de su intento de reelección), no querrá ser apuntado como el presidente que dejó perder su patio trasero. No todos bailan al mismo ritmo, es cierto. Cinco de los 33 países -Panamá, México, Chile, Colombia y Costa Rica- tienen gobiernos que siguen atados umbilicalmente a Washington. Por eso, será también un foro para el debate de ideas, para la exposición de consensos y de discrepancias. Hay que comenzar por definir qué se quiere con la Celac. El presidente ecuatoriano Rafael Correa planteó que debe ser un foro para la resolución de conflictos regionales que reemplace a la OEA, porque «ya sabemos que no los van a resolver ni el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y mucho menos otras instancias». Los países de la Celac sumados representan 6.3 billones de dólares en su Producto Interno Bruto (PIB), lo que la convertiría en la tercera potencia mundial económica, la principal reserva petrolera (aproximadamente 338 mil millones de barriles de petróleo), la tercera productora de energía eléctrica y la principal economía productora de alimentos.

Si esta comunidad de naciones, reconociendo sus diferencias, comienza a caminar hacia su identidad regional propia, es mucho lo que habremos avanzado hacia la unidad. Si logramos hacerlo seremos dueños de nuestro propio destino y -en medio de esta fenomenal crisis mundial- podremos mostrar la fuerza de la esperanza que nos empuja hacia esta nueva realidad. Si a partir de estas circunstancias nos hacemos dueños de nuestras tierras, de los bienes naturales comunes que ella contiene, del agua tan vital como escasa, de la cultura construida durante miles de años; si aprendemos a pararnos sobre nuestras propias piernas y mirarnos con nuestros ojos, si a todo esto lo hacemos propio y aprendemos a defenderlo y compartirlo, se habrá dado un gran paso hacia las perspectivas de contribuir a la humanización de la Humanidad. Es un largo camino que comienza asumiendo un cambio histórico: pasamos de la etapa de la resistencia, a la etapa de la construcción. Ya tenemos posgrados en «denunciología y lamentos», ahora tenemos que crear, inventar, buscar los caminos para nuevas teorías, programas, planes, y nuevos caminos que redunden en sociedades más justas, más equitativas. Hace más de 500 años que pagamos los platos rotos del desastre capitalista. Pero para eso debemos primero lograr la liberación. Como dijo Raúl Castro: «Es la pugna entre mezquinos intereses oligárquicos, con apoyo del capital transnacional, y los derechos legítimos de los pueblos. Sería un grave error desconocer que América Latina y el Caribe han cambiado. No se nos puede tratar como en el pasado. Nos ha costado trabajo enfrentar el lastre del colonialismo y el neocolonialismo y debe esperarse una firme determinación regional de defender la independencia duramente alcanzada. La Carta Bicentenaria que hoy adoptamos debe asumirse como expresión de esa realidad. Los países de la Celac somos los principales productores de alimentos de todas las regiones planetarias. En medio de vastas hambrunas en diversas zonas, esta responsabilidad no puede ser olvidada. El conjunto de estos países constituyen la tercera economía del mundo (detrás de Estados Unidos y China) y la principal reserva mundial de petróleo». «Ojalá Estados Unidos cambie. Nosotros queremos que en ese gran país florezca la democracia, el respeto, la independencia, la paz y la soberanía de la autodeterminación de los pueblos. Es lo que queremos y pedimos», añadió Chávez.

La Biblia y el calefón

Cristina Kirchner se solidarizó en la Cumbre de la Celac con la lucha contra el narcotráfico y reclamó que la región se ocupe en generar mecanismos para indagar sobre el lavado de dinero y los países consumidores, porque «parece que América Latina se queda con los muertos y las armas, y con la droga y el dinero se quedan otros». Abogó por la coordinación de los organismos regionales y consideró que la integración se va agrandando en anillos: primero el Mercosur, luego la Unasur y ahora la Celac. El presidente cubano, Raúl Castro, señaló que «no tenemos un ideario homogéneo ni coincidencias ideológicas totales, pero sí la decisión de trabajar con respeto y cooperación», y advirtió que «hay 180 millones de pobres y 72 millones en extrema pobreza en América Latina. Es una tragedia que debemos combatir». La Cepal estima que este año la tasa de pobreza latinoamericana caerá a 30,4% de la población, mientras que la de indigencia subiría levemente a 12,8%. En 2010 se contabilizaron 177 millones de personas pobres, de los cuales 70 millones eran indigentes. «Uno de cada diez habitantes del mundo vive en la región de la Celac, crecimos a un promedio del 5,6 por ciento el año pasado y este año al 5 por ciento. La Celac es fundamental, muchos piensan que solos se puede andar más rápido, pero juntos podemos llegar más lejos y seguros. Hoy, la unidad es el camino», sintetizó Sebastián Piñera, el empresario chileno que llegó a la presidencia de su país y a quien las vueltas de la historia lo colocaron junto a Chávez y Castro en el vertiginoso proceso de diseño de este nuevo organismo. El colombiano Juan Manuel Santos se hizo cargo del pedido de las FARC y ELN para que la Celac intercediera en el proceso de paz. «La paz es una cuestión de Colombia, tengo la mejor predisposición a sentarme si advierto que ellos están dispuestos a conversar seriamente. Agradezco a la Celac», dijo. Mientras Santos advertía que «ahora no es como antes, que todas las inversiones venían de EE.UU.», Chávez instó a formar un fondo de reserva «con aporte de todos los países de la región. ¿O no confiamos en nosotros? ¿Confiamos más en la banca de Basilea?».

El uruguayo Pepe Mujica resaltó que ningún capital vale más, defensivamente, que andar juntos por encima de las diferencias, y destacó que la palabra autodeterminación ha desaparecido del lenguaje de las cancillerías del mundo rico y el drama de esta época es ser o no ser. «Nuestras patrias, que son hijas de la historia, necesitan un alero que las proteja para seguir siendo en todos los aspectos. Pero ese alero sólo lo puede brindar el poder disuasivo de andar juntos. De lo contrario seremos una hoja al viento», expresó. Evo Morales denunció al capitalismo como causante de la miseria y destructor de la Madre Tierra; Rafael Correa denunció a las empresas y negocios periodísticos que confunden la libertad con sus dividendos y no respetan los resultados electorales. No será un camino de rosas. Todos se dejarán la vida en la construcción de la Patria Grande. Será un arduo trabajo -Mujica dixit-, en el que se pondrán trampas e inconvenientes y que exigirá implicar activamente a los pueblos.

Los esfuerzos del presidente Hugo Chávez por el éxito de esta primera cumbre han sido mayúsculos, sólo comparables, quizá, con su lucha contra el cáncer. Asume que la Celac es la plataforma ideal para impulsar la unidad latinoamericana, parte integral del ideario bolivariano. «Terminó -dijo- la etapa de la resistencia, comenzó la época de construir, que es tan difícil como esperanzadora».

En Caracas

Publicado en «Punto Final», edición Nº 748, 9 de diciembre, 2011 l www.puntofinal.cl