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Natalia Poklónskaya

Fuentes: Rebelión

Cualquier persona soñaría tener amistad con una mujer honrada, inteligente, culta, guapa y trabajadora, calidades muy difíciles de reunir en un solo ser; todo esto y mucho más se puede decir de la diputada rusa Natalia Poklónskaya. Según ella, los últimos gobiernos de Ucrania no sólo han ocultado los crímenes cometidos en Maidán sino que […]

Cualquier persona soñaría tener amistad con una mujer honrada, inteligente, culta, guapa y trabajadora, calidades muy difíciles de reunir en un solo ser; todo esto y mucho más se puede decir de la diputada rusa Natalia Poklónskaya.

Según ella, los últimos gobiernos de Ucrania no sólo han ocultado los crímenes cometidos en Maidán sino que han dictado leyes de amnistía que exculpan a los golpistas de toda responsabilidad en ese golpe de Estado; han liberado a criminales mientras acusan a los policías, llamados Berkuts, de haber disparado contra el pueblo, pese a que el gobierno nunca les armó y que fue a ellos a quienes golpearon, acribillaron, quemaron vivos, arrancaron los ojos y mutilaron sin misericordia hasta darles muerte.

Cuando Natalia trabajaba en la Fiscalía de Kiev, se arrestaba a los causantes de esos desmanes, pero de inmediato el gobierno ordenaba liberarlos. Ella se pregunta: “¿Qué tipo de dragón sin dientes ni garras permitió destrozar el país?, pues es un verdadero crimen el que se ha cometido contra el pueblo ucraniano. Saquearon, desgarraron, robaron Ucrania y abandonaron Crimea, porque nos obligaron a los rusos parlantes a defendernos para que no nos cortaran a pedazos por hablar ruso.

Respetamos el recuerdo de nuestros héroes, de nuestros antepasados que ofrendaron su vida por nuestra libertad. Mi abuela tiene 96 años y vive en Lugansk, ella me cuenta de los horrores que los fascistas cometieron durante la ocupación, recuerda que sufrió la persecución de las facciones de Bandera, aliadas de los nazis, y es un testimonio vivo de lo acaecido entonces. Gracias al heroico sacrificio de nuestros abuelos, luchadores que sobrevivieron los horrores del fascismo y ahora son calumniados, podemos participar libremente en una discusión. ¿Se pueden imaginar cómo se sentirán ellos?”

Natalia ama a Ucrania, su tierra natal, pero desea que vuelva a ser el país civilizado que siempre fue, donde no se rinda culto a los partidarios de Stepan Bandera, colaborador de Hitler al que han otorgado el título de “Héroe Nacional de Ucrania”. En 1943, durante la Gran Guerra Patria, librada por la Unión Soviética contra la Alemania nazi, los banderistas, cómplices de las SS, masacraron luego de torturarlas a unas 80 mil personas en Volinia, al oeste de Ucrania; asesinaron a los habitantes de la aldea Jatín, cuyas víctimas fueron niños, mujeres y ancianos. Bandera propugnó la teoría de una Ucrania sólo para los ucranianos puros y lideró acciones terroristas durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Hay archivos polacos y soviéticos que constatan la implicación de Bandera en misiones de limpiezas étnicas de polacos, judíos y rusos, en territorio de Bielorrusia, Ucrania y Polonia. Entre sus crímenes está el genocidio de 70.000 polacos, 200.000 judíos…

Natalia dice que “se debe recordar a los héroes que lucharon por la patria, que se sacrificaron para que rusos y ucranianos sean libres. No vamos a permitir a nadie, entre ellos algunos ecos despertados en nuestros días, profanar o poner en duda la hazaña de esos combatientes, friccionar la memoria bendita de nuestros soldados. Porque somos nietos de héroes que dieron su vida por nosotros. Acepten nuestro más sincero agradecimiento por su hazaña”.

Ella es ucraniana, pero también es rusa, igual que la mayoría de ucranianos que viven bajo el actual régimen. El problema es el nacionalismo de Ucrania y lo que representa el levantamiento nacionalista. No pudo tolerar esa anarquía y quiso mostrarle a la gente que todos somos iguales ante la ley y estamos protegidos por ella. El gobierno también existe, y la gente es este poder. Se debe actuar en interés de las personas y no en interés de ciertos grupos. Sería bueno que los gobernantes cambien de retórica y permitan la libre difusión de las ideas, comprendan que en Ucrania viven muchos rusos a los que se prohíbe hablar en su lengua, permitan que sus hijos puedan educarse en escuelas donde se enseñe la historia verdadera y no la falsa, donde en el día de la Victoria se pueda portar símbolos patrios sin temor de ser agredidos.

Todas las protestas contra el golpe de Estado en Ucrania fueron aplastadas sin piedad y la tortura y el asesinato de oponentes políticos se volvió una práctica cotidiana. En el edificio de los sindicatos de Odessa, los nazis quemaron vivas a numerosos ucranianos que protestaban contra el golpe, masacre que jamás fue investigada por las autoridades, donde pululan miembros de Svoboda y Pravy Sektor, ambos partidos fascistas. Sólo Crimea y el Donbass lograron resistir estos embates, aunque los gobernantes de Kiev comenzaron una guerra contra Donetsk y Lugansk, que llaman “operación antiterrorista”, y ha causado alrededor de 13 mil muertos, decenas de miles de heridos y la destrucción de muchas aldeas, pueblos y ciudades.

Mientras tanto, el ucraniano medio soporta unas condiciones de vida tremendamente difíciles y en el país campea la corrupción. No se habla sólo de que a partir de Maidan el pueblo de Ucrania vive en condiciones paupérrimas, sino también de la espiritualidad y la moralidad, desconocidas en la juerga del nacionalismo, que proclama libertad, pero de libertad para los nacionalistas, para los radicales, a los que hasta ahora, desgraciadamente, el Presidente Zalenski no puede controlar.

A Natalia le apena que esto sea así, porque tuvo esperanzas de que con las pasadas elecciones algo cambiara. Pregunta: “¿Quién responde por los crímenes de Maidán, quién es responsable de que tanta gente hubiera muerto? ¿Cuántos miembros del Berkut murieron? ¿Por qué no se piensa en estas preguntas que reflejan toda la problemática real? ¿Cómo podrían los miembros del gobierno establecer el orden si son los beneficiarios de Maidan, y qué persona cuerda puede hablar de libertad si la libertad se debe basar en el derecho y la ley?”

En la Procuradoría General de Ucrania se han evaporado todas las acusaciones contra los delincuentes golpistas, que cuentan el bulo de que durante los últimos años han salvado a la civilización europea, han defendido la soberanía, la paz y la libertad del planeta, al mismo tiempo que se juzga a los miembros del Berkut y a los que se oponen al golpe de Estado.

Natalia denuncia que gracias al apoyo prestado por la Unión Europea y los servicios secretos estadounidenses y polacos se elaboró el putsch artero que trajo a Ucrania una libertad de pacotilla, fruto de Maidan; que en Polonia se entrenaron a grupos paramilitares de Georgia, que posteriormente asesinaron mediante disparos certeros a cerca de un centenar manifestantes, a los que póstumamente el gobierno condecoró como “Mártires de la Revolución”. Todas estas falsedades deben ser denunciadas, pues se trata de un cruento golpe de Estado, y no de una revolución popular, y en el desafortunado Maidan se traicionaron los reales intereses del pueblo ucraniano.

Natalia nació en Lugansk, en la Ucrania Soviética, el 18 de marzo de 1980. En el 2002 se graduó en la Universidad Nacional de Asuntos Internos de Járkov y empezó a trabajar en Simferópol como fiscal ambiental. Entre el 2010 y el 2011 se desempeñó como fiscal del departamento de supervisión del cumplimiento de la ley en las instituciones que combaten el crimen organizado. El 2 de mayo del 2014 fue nombrada Fiscal General de la República de Crimea; antes fue Consejera de Justicia de la Fiscalía General de Ucrania, cargo al que renunció debido a su oposición a los sucesos de Maidán, que consideró un “golpe anticonstitucional”.

De inmediato, el gobierno de Kiev inició su búsqueda, acusándola “de tomar acciones para derrocar el orden constitucional y tomar el poder gubernamental”. El 11 de junio del 2015, el Presidente Putin le otorgó el grado de general de Justicia. En el 2016 fue electa Diputada a la Duma Estatal de Rusia, donde es Presidente la Comisión para el Control de la Veracidad de la Información Presentada por los Diputados sobre sus Ganancias y es vicepresidente del Comité de Seguridad contra la Corrupción. Afirma: “Hago todo esto para que mi pequeña hija, Anastasía, esté orgullosa de mí y viva en la gran potencia que es la Federación Rusa, honre la memoria de los caídos en la Gran Guerra Patria y recuerde a mis dos abuelos, que murieron en dicha guerra. Que sus memorias no sean destruidas”.

Desde entonces, la Unión Europea le prohíbe ingresar a su territorio. Canadá y Japón hicieron lo mismo y Estados Unidos aplicó sanciones similares a los ucranianos de nacionalidad rusa; Natalia es la única mujer en esa lista. Ella les responde: “Digo la verdad y no le temo a ésta. No soy una criminal, no propago el nazismo, a diferencia de ciertos funcionarios del régimen de Kiev”.

Se entretiene tocando el piano y dibujando y no ve con buenos ojos que la intenten convertir en una heroína de manga. Se podría afirmar que es monárquica porque es devota del último zar de Rusia, Nicolás II, cuya foto pende en su despacho.