Dos neonazis muertos bajo circunstancias extrañas, y otros dos detenidos, han puesto en jaque al Estado alemán y a sus Fuerzas de Seguridad. Ellos, y no la Policía, han desmantelado no sólo una estructura clandestina, sino también han aclarado unas diez muertes, por ahora. Ahora la prensa se pregunta si el servicio secreto interior les ha brindado alguna protección.
Es una vergüenza para Alemania». Ha sido el comentario de la canciller Angela Merkel (CDU) respecto a las muertes múltiples que ha cometido supuestamente un grupo de tres a cuatro neonazis a lo largo de los últimos 13 años. Hasta ahora esta autodenominada Clandestinidad Nacional Socialista (NSU) se atribuye nada menos que diez muertes, las de ocho comerciantes turcos, uno griego y una policía alemana. A ello hay que añadir una serie de atentados con explosivos que van desde la colocación de maletas bomba, con una cruz gamada y sin detonador, hasta la explosión de una bomba trampa, que dejó mal herida a una ciudadana alemana iraní en Colonia.
Que Alemania y ante todo su servicio secreto interior, que se llama Protección de la Constitución (BfV), estén rumbo a un escándalo, cuyas dimensiones aún no se puede determinar, se debe al final violento que podría haber sido el inicio de una película de acción al estilo «Jungla de cristal».
Atraco, muertes y explosión
Todo empezó hace unos días con el atraco a un banco en Eisenach, ciudad en el este alemán. Lo cometieron dos hombres, que más tarde aparecen muertos en una autocaravana, que ardió por dentro, pero no por fuera. Según la actual versión oficial, los dos se mataron disparándose.
Poco después, y a unos kilómetros de distancia, una mujer hace volar por los aires la casa que habitaba con los dos atracadores. Pocos días más tarde, Beate Zschäpe se presentó en compañía de su abogado ante la Policía. La Corte Federal de Justicia (una instancia similar al Tribunal Supremo español) ha decretado su ingreso en prisión por «pertenencia a asociación terrorista de la ultraderecha».
Dado que Zschäpe mantiene su silencio, se rumorea que está negociando ser reconocida como «testigo de cargo» para aclarar los crímenes que presuntamente han cometido sus cómplices muertos, Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos. Además está detenido un cuarto sospechoso, un tal Holger G., que como ellos pertenece al ámbito neonazi.
El asunto ha adquirido estas dimensiones cuando la Policía encontró primero el arma reglamentaria y las esposas que habían pertenecido a una agente de policía que mataron hace cuatro años. Después subió de categoría cuando entre los escombros de la casa destruida se hallaron DVDs con una película de propaganda en la que los autores se jactaban de las muertes de los comerciantes extranjeros.
De su autenticidad hay poca duda porque los autores sacaban fotos de sus víctimas en el momento de su muerte y poco después de caer muertos en el suelo. Por si eso fuera poco, la Policía encontró en la ruina documentos de identidad auténticos con identidades falsas. La calidad de este material es tan alta que sólo puede proceder de algún servicio secreto.
¿Gladio II?
En el punto de mira de la investigación periodística están el BfV y sus oficinas regionales. La de Turingia tenía bajo observación al trío de Zwickau en 1998. Ante su inminente detención los tres pasaron a la clandestinidad. Un policía anotó que tenían que tener protección de algún servicio secreto. Quizás es por eso que durante 13 años las autoridades alemanas no han sido capaces de detenerlos ni de aclarar sus crímenes, que en el caso de los comerciantes o de los atentados de Colonia, han sido atribuidos al «crimen organizado turco» o a algún ajuste de cuentas.
La supuesta ineficiencia policial tampoco extraña si se tiene en cuenta que todos los actuales servicios secretos y policías han contado con especialistas procedentes del aparato represivo del imperio nazi. Fueron ellos los que instruyeron a la segunda generación de agentes que han luchado ante todo contra la izquierda y desde 2001 contra los islamistas, pero apenas contra el neonazismo. Este último además ha sido la cantera para reclutar a los integrantes de la trama alemana del ejército clandestino de la OTAN, Gladio.
Cuando en 1980, un neonazi murió al estallarle su bomba en la Fiesta de la Cerveza de Munich, matando a 13 personas, el Estado alemán ignoró su pertenencia a un grupo paramilitar con vínculos a los «gladiadores» germanos. Oficialmente Gladio quedó desmantelado a principios de la década de los años 90. Pero la involucración de neofascistas croatas y húngaros, con la CIA a fondo, en un frustrado atentado contra el presidente Evo Morales en 2009, ha hecho pensar, junto con otros indicios, en que pueda existir un Gladio II, preparado para sembrar el terror y la desestabilización.
También los tres de Zwickau pertenecieron a una organización paramilitar neonazi antes de pasar a la clandestinidad. Su jefe recibía un segundo sueldo del servicio secreto interior. Y no era el único. La presencia de agentes y confidentes hasta en el partido neonazi NPD ha sido tan grande que la Corte Federal Constitucional se ha negado iniciar el proceso de ilegalización hasta que el BfV no los haya retirado. Desde la CDU de Merkel se pide de nuevo la disolución del NPD, mientras que otros opinan que habría mejorar la colaboración entre la Policía y el servicio secreto.
Pocos son los que reclaman la disolución de este último por ser un peligro del orden constitucional.