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Entrevista con Andreï Demidov, subdirector del Instituto de Acción colectiva (Moscú)

Ni el poder ni la oposición consideran a los movimientos sociales como participantes iguales y responsables en el proceso político en curso

Fuentes: Sin Permiso

Andreï Demidov es subdirector del Instituto de Acción colectiva (Moscú), profesor y militante. Es coautor, con Olga Miriassova et Carine Clément, de un libro sobre los movimientos sociales, del cual se han publicado algunos extractos en Carré Rouge N° 45. La Brèche n°5 ha publicado un largo artículo de Andreï Demidov sobre los movimientos sociales […]

Andreï Demidov es subdirector del Instituto de Acción colectiva (Moscú), profesor y militante. Es coautor, con Olga Miriassova et Carine Clément, de un libro sobre los movimientos sociales, del cual se han publicado algunos extractos en Carré Rouge N° 45. La Brèche n°5 ha publicado un largo artículo de Andreï Demidov sobre los movimientos sociales en Rusia. Andreï Demidov ha participado activamente en los sucesos de diciembre 2011 y enero 2012 y ha escrito varios textos sobre las perspectivas del movimiento (en ruso en el sitio del Instituto de acción colectiva).

Esta entrevista se publicó el 5 de marzo 2012 a la mañana siguiente de la reelección de Putin. Se centra en la cuestión del lugar que ocupan los movimientos sociales en el marco de las manifestaciones de protesta que han seguido a las elecciones a la Duma. Estas movilizaciones sucesivas se designan en la entrevista como «el movimiento de diciembre» o también como el movimiento de la Bolotnaïa que ha sido uno de los principales lugares de las manifestaciones de Moscú.

Para enmarcar la situación social y económica de Rusia retomamos un corto extracto de un texto de Oleg Shein publicado online, a principios de enero 2012, en el sitio del Instituto de acción colectiva: «El presupuesto federal 2012-14 demuestra sin ambigüedades que el poder propone a los ciudadanos de Rusia que se estrechen el cinturón. Los ingresos que alimentan al presupuesto no sobrepasarán el nivel actual. El déficit se cubrirá a través de la privatización de ciertos bienes del Estado y de empréstitos a gran escala. La deuda pública se multiplicará por dos. Los salarios y los subsidios no se indexarán. Las pensiones tampoco se moverán. El Estado recortará las subvenciones a los servicios comunitarios (agua, electricidad, gas, etc.):  «de 250.000 millones de rublos en 2011 se pasará a 74.000 millones de rublos en 2014. En cifras absolutas los gastos de educación pasarán de 600.000 millones en 2012 a 500.000 millones en 2014, y los de sanidad, de 550.000 millones a 460.000 millones. Lo mismo pasará en los campos de la cultura, la educación física y el deporte. En 2012 la ley federal 83 sobre la financiación de escuelas y hospitales entra en vigor. Esto significa que un gran número de escuelas y de hospitales deberán cerrar o reducir sus actividades de forma significativa. (…) No hay que olvidar que la entrada de Rusia en la OMC se hará efectiva este verano. Esto significa una reducción de las ayudas a la agricultura (de 9.000 a 4.500 millones de dólares) y la supresión progresiva de barreras arancelarias a los productos importados. Lo que significa un aumento del paro».

Las cuestiones que se abordan en esta entrevista están en concordancia con las que actualmente ocupan el centro del debate (y de los sucesos) principalmente en Egipto y en Túnez después de la marcha de Moubarak y de Ben Alí: cómo articular libertad y democracia con la cuestión de la justicia social. Es en estos términos que hay que plantear la cuestión política. En esta entrevista la posición de Andreï Demidov es clara: ni hablar de dar un cheque en blanco a los lideres liberales autoproclamados del movimiento de diciembre 2011 y enero 2012: para los movimientos sociales no representan una alternativa a Putin. (Denis Paillard)

El movimiento de protesta actual ¿se lo esperaba o lo había previsto al escribir su libro?

Pensábamos que con el tiempo el número y la intensidad de los movimientos sociales iba a crecer: frente a la multiplicación de los problemas, la capacidad de participación en acciones colectivas y la auto organización no podían sino reforzarse. Los hechos parecen confirmar este pronóstico. Sencillamente lo que ocurre es que el interés de los media por los conflictos sociales ha disminuido y se concentran especialmente en las formas políticas de la protesta. Muchos de los héroes de nuestro libro, militantes de movimientos sociales, apoyan las actividades «Para una elecciones honestas» e incluso participan en ellas. Pero de momento, a título personal. Naturalmente unas elecciones honestas son un elemento incontestable de una verdadera democracia. Pero hay que preguntarse porque se habla tan poco de los movimientos sociales en el movimiento de «diciembre». Creo que es debido a que los líderes de la plaza Bolotnaïa (plaza de Moscú donde han tenido lugar las principales concentraciones en diciembre después de las elecciones) no están interesados en hablar de los distintos grupos sociales (y por lo tanto de los intereses de estos grupos) en el marco del movimiento ciudadano de conjunto. Incluso diría que no están interesados en ellos. Los líderes del movimiento se hacen la ilusión de que simplemente el aumento de participantes en las acciones desembocará en un resultado cualitativo, que se corresponderá con las reivindicaciones formuladas a propósito de las elecciones. Pero lo que interesa a los obreros, los jubilados, los inquilinos organizados, los ecologistas, los padres de alumnos, es la cuestión: ¿y después?

Para todas las personas que están preocupadas por los problemas sociales una reforma del sistema político no es un objetivo en sí mismo. Para ellos tal reforma no es más que un instrumento para aportar respuestas a intereses sociales muy precisos.

Ciertamente las cuestiones políticas son importantes. Muchos militantes de movimientos sociales ya han tenido algún tipo de experiencia en el terreno político. Por ejemplo, algunos se han presentado a elecciones locales. Conocen bien las maniobras que utiliza el poder a escala local, apoyándose en los fallos de la legislación para apartar a alguien del proceso electoral. Saben perfectamente que es casi imposible de atrapar a quienes abusan de su posición oficial para hacer campaña y presionar. Es evidente que no se preguntan «¿está a favor o en contra de elecciones honestas?». Pero, como ya he dicho, no están presentes en el movimiento de diciembre más que a título personal, en tanto que ciudadanos, y no como representantes de tal o tal organización. Es precisamente la ausencia de un programa social lo que hace que estos militantes, por mucho que deseen desarrollar un verdadero movimiento de masas no defiendan en su organización o en su medio la necesidad de participar en el movimiento actual.

Hay que recordar que el punto de partida de nuestro libro son los movimientos de protesta del 2005 contra la ley 122 que decretaba la monetarización de las prestaciones sociales. Los que participaban en ellos habían permanecido, hasta entonces, pasivos, fuera de cualquier protesta colectiva. (…)

Lo esencial no es tanto el movimiento de protesta en sí mismo, como el hecho de que esta gente tomaba conciencia entonces del hecho de que sus intereses dependían de una acción colectiva. Lo que nos interesaba era comprender como, en función de las reacciones del poder, elaboraban las formas de acción. Para ellos, a diferencia de los opositores permanentes, la acción de protestar no es un objetivo en sí mismo. Solamente toman parte en una acción cuando no ven otras maneras de conseguir la satisfacción de sus derechos e intereses. Muchos de ellos solamente van a participar en un movimiento ciudadano de conjunto si ven que esta acción puede contribuir a resolver sus problemas.

¿Se podría estar tentado de hacer un paralelo entre la situación actual y la de la perestroika?

 

Efectivamente, los militantes sindicales se han acordado inmediatamente de la perestroika y de las huelgas de mineros de principios de los 90, cuando instalaron sin condiciones a Yeltsin en el poder – solamente contaba el aspecto político; a cambio obtuvieron el desmantelamiento del sector minero, la miseria para los mineros y una situación de sin-derechos. Esta experiencia negativa de la perestroika es lo que frena el apoyo de numerosos dirigentes sindicales al movimiento actual. Hacen un balance más que crítico de este período en que muchos de ellos empezaron su actividad militante.

Por otra parte, en estos mismos sindicatos existe un problema que calificaría de visión encerrada en sí misma, producto de una situación extremadamente desfavorable a los sindicatos (recordemos que el nuevo Código de trabajo [adoptado a principios de los años 2000] redujo considerablemente la protección de la que gozaban los militantes sindicales. La pregunta que se hacen es: en caso de represión ¿van a defenderles la gente de la plaza Bolotnaïa? No hay ninguna garantía respecto a esta cuestión. Está claro que ello es debido a que se trata de liberales e incluso de liberales bastante radicales. En estas condiciones ¿como puede imaginarse una colaboración productiva entre sindicalistas y los de Bolotnaïa?

Además, los sindicalistas y los militantes de los movimientos sociales no están verdaderamente acostumbrados a formular sus reivindicaciones de una manera audible para todo el mundo. El «movimiento de diciembre» suscita una gran ola de simpatía en las redes sociales y en los media porque definen sus objetivos en términos accesibles a todo el mundo: «Libertad, Igualdad, Legalidad». Las cuestiones del movimiento sindical no están precisamente formuladas de forma que permita a un gran público el apropiárselas. Todavía queda por mencionar un punto que va en contra de una participación plena y entera. Si un militante sindical interviene en un mitin, el patrono puede muy bien utilizar este hecho para desacreditarle ante los trabajadores, al estilo de: «pretende defender vuestros intereses pero en realidad no hace más que procurar por su carrera política».

Todas estas razones permiten comprender por qué los sindicalistas y los militantes de los movimientos sociales se muestran tan desconfiados respecto a la participación en el «movimiento de diciembre». De momento no tienen claro como la participación en un movimiento político puede ayudarles a avanzar en la solución de los problemas inmediatos. Sobretodo presienten que dicha participación puede tener un efecto negativo.

Lo que acabo de decir vale para los movimientos sociales en toda su diversidad. Con excepción, hay que decirlo, de los ecologistas, al menos por lo que se refiere al Movimiento de defensa del bosque de Khimki , que se ha ganado a la opinión pública para su causa. Jenia Tchirikova (la principal responsable de este movimiento) es quizás la única del «movimiento de diciembre» que es percibida no solamente como una ciudadana sino también como una de las principales dirigentes del movimiento ecologista en Rusia.

Además creo que los sindicatos y los movimientos sociales tienen intereses que se inscriben en el largo plazo, en cuanto a los aliados, pueden variar. Inclusive Poklonnaya (ciudad próxima a los Urales, de donde llegaron centenares de personas a Moscú para el gran mitin pro-Putin). En este grupo había trabajadores de distintas fábricas, profesores y estoy seguro de que la mayoría de ellos no vinieron bajo la amenaza de despido. Aunque sea cierto que haya habido presiones. Hay toda una categoría de gente que está dispuesta a votar a Putin porque asocian a su candidatura ciertas esperanzas relativas a su suerte.

Los dirigentes de Bolotnaïa hablan con cierta ironía de las tentativas de Putin de asociar a su candidatura, aunque sea con métodos burocráticos, a los «vaqueros y a los fresadores» .

Efectivamente Putin hace llamamientos a los obreros, propone algunos programas de lucha contra el desempleo y respecto al empleo en las ciudades «mono-industriales». Por desgracia, respecto a este punto la oposición no tiene programa. Hablando en términos marxistas, los líderes de la oposición temen una diferenciación social de los «diciembristas». Ello es debido a que la reivindicación respecto al aumento de los subsidios al desempleo o de las pensiones no puede significar más que nuevos sacrificios por parte de la patronal.

Esta es la principal trampa para los líderes de Bolotnaïa. Si utilizan ciertas consignas sociales, se arriesgan a dividir el movimiento. Si no lo hacen lo condenan a una base social reducida. En realidad el movimiento se circunscribe a Moscú y San Petersburgo, es decir se limita a las megalópolis y moviliza esencialmente a las «clases medias».

En su libro, escribe lo siguiente: «La democratización del sistema político y del poder en Rusia depende estrechamente del desarrollo futuro de las iniciativas colectivas tomadas por la gente de abajo para defender su dignidad y sus derechos. Pero el obstáculo principal a dicho desarrollo no es tanto el poder del Estado como las relaciones de dominio social y el bloqueo de los intelectuales».

 

Por «bloqueo de los intelectuales» entendemos el no tener en cuenta la actividad de la gente de abajo por parte de una fracción importante de los VIP, ya sean intelectuales de renombre o hacedores de opinión. Ha sido solamente en Diciembre que han descubierto de repente que en Rusia no hay solamente una masa inerte sino que existen también ciudadanos activos que luchan por su dignidad. Hasta ahora no se habían dado cuenta ni de la movilización de masas contra la monetarización de las prestaciones sociales, ni de las huelgas en la fábrica Ford, ni de los sucesos de Pikaliovo, ni de la movilización popular de masas en Kaliningrado para exigir la dimisión del gobernador Boos. Resumiendo, no habían visto nada de lo que tratamos en nuestro libro.

En cuanto a las relaciones de dominación social, es decir el mecanismo de reproducción del principio: «yo soy el jefe y tú no eres más que un imbécil», hay que decir que están muy presentes en el movimiento de la Bolontaïa. En nuestro libro concedemos un lugar importante a la crítica de la forma en que la oposición de fuera del sistema trata a los embriones de los movimientos sociales: o bien trata de instrumentalizarlos esforzándose en obtener su apoyo sin contrapartidas, o bien intenta dividirlos extrayendo de ellos algunas personas que considera útiles. Por desgracia no ha cambiado nada. Claramente, su razonamiento es el siguiente: «si nosotros solos somos capaces de llevar 50.000 o 100.000 personas a nuestros mítines ¿qué pueden aportarnos los sindicatos?».

Si hay alguna iniciativa para ganarse a los movimientos sociales, ésta sale del ala izquierda del movimiento. Sencillamente porque la izquierda defiende ciertas ideas y en la situación actual no puede prescindirse de estos principios.

Existe todavía otro problema con el movimiento de la Bolotnaïa: el de la representatividad, el tener en cuenta las diferencias de opinión, la toma de decisiones de forma colegiada. En realidad el comité de organización es un grupo restringido de personas que toma las decisiones al momento, sin haberlas discutido con nadie. Ello se justifica por tener que tomarlas de forma eficaz, teniendo en cuenta la presencia de elementos hostiles y el riesgo de provocaciones. Esto crea una forma de cultura que globalmente no se distingue en nada de la que se critica: las decisiones se toman a puerta cerrada, casi a escondidas. Pero es que además existe un órgano alternativo, el Comité ciudadano, que agrupa a un número significativo de representantes de iniciativas, tanto sociales como políticas, de las que tratamos en nuestro libro: prestatarios estafados, sindicato independiente de profesores, consejo de militares sin vivienda, ecologistas, asociaciones de inquilinos, etc. etc. Además, este Comité se ha formado respetando el principio de representatividad. A pesar de todo, todas las tentativas del Comité para asociarse a la preparación de las acciones del 4 y del 26 de febrero han sido pura y simplemente ignoradas por el comité de organización.

El pasado verano llevamos a cabo una serie de encuestas en ciudades donde ha habido movimientos de protesta que han hecho ruido: Khimki, Kaliningrado, Roubtsovsk en el Altaï – una ciudad mono-industrial donde una enorme fábrica de tractores está a punto de cerrar – Astrakhan y San Petersburgo. Al final, nuestras conclusiones no son muy optimistas. Una vez pasada la ola de protestas – cuando la gente sale a la calle y está fuertemente movilizada-, una vez acabada esta ola, la rutina de lo cotidiano retoma su primacía y la mayoría de gente, debido precisamente a sus problemas cotidianos, se desmoviliza. Ello hace que en el marco del movimiento social emergente se observe una forma de delegación de todos los poderes a un pequeño grupo de militantes. Militantes que empiezan a dudar de la posibilidad de apoyarse en un gran número de personas y que con frecuencia les resulta difícil sustraerse a la tentación de resolver los problemas por otros medios que la acción de masas. Tomemos, por ejemplo, el movimiento de defensa del bosque de Khimki. Actualmente es un movimiento formado esencialmente por personas que no viven en Khimki. Ciertamente goza de un apoyo importante por parte de los habitantes, pero éstos no participan físicamente en las acciones. La dificultad de llegar a movilizar efectivamente a la población local demuestra de hecho que el movimiento tiene problemas que le cuesta resolver. Cuando veo a Jenia Tchirikova, de la que he hablado más arriba (y que merece mi respeto) y a otros militantes de los movimientos sociales participar en todos estos comités de organización, me pregunto si no se trata de un paso más hacia el hecho de que los líderes de movimientos se encuentren alejados de su base social. Integrar a los responsables sin su base social y sin sus reivindicaciones es una vía errónea que no puede sino debilitar fuertemente al movimiento social.

Es lo que pasó en los años 90: en esta época el movimiento democrático, que al principio reunía a un gran número de personas, se dispersó progresivamente, especialmente porqué los dirigentes del movimiento no llevaban la dirección deseada por la mayoría de la población. Se vio que los líderes del movimiento tenían una concepción del movimiento completamente distinta de la que hacía que la gente protestara en las calles. [… ] En los años 90 la mayor parte de los partidos nacidos en el marco del movimiento democrático tomaron rápidamente un carácter no-democrático y las decisiones las toman solo los dirigentes. En cuanto al PC de la Federación de Rusia, salido del PCUS, partido no democrático por excelencia, es actualmente el partido más democrático desde el punto de vista de su funcionamiento interno .

Es una paradoja pero es un hecho incontestable. Ello es debido a que en los estatutos se define un procedimiento de toma de decisiones aceptado tanto por la base como por la cúpula: ni pensar que Ziouganov reúna un Politburó de cinco miembros para decidirlo todo.

La ausencia de procedimientos estrictos para la toma de decisiones deja el campo libre a la arbitrariedad. Nosotros, en tanto que investigadores y ciudadanos debemos señalar este problema, de lo contrario hay un gran riesgo de que un movimiento de masas, digamos incluso del pueblo, se transforme en una estructura política no democrática.

Me parece que esta intolerancia de los «diciembristas» se manifiesta ya con respecto a los seguidores de Putin y a las personas que trabajan en las comisiones electorales: si han cometido faltas hay que empezar por demostrarlo .

Algunas de las personas a las que se acusa actualmente de falsificación de resultados en las comisiones electorales son sobretodo profesores. Se les acusa sin concederles la más mínima circunstancia atenuante. Cierto que es normal ser más severo con un profesor que con un funcionario municipal. Debe ser una autoridad moral, al menos para sus alumnos. Sin embargo, lo que me choca – y es desagradable – es que no se haga el menor esfuerzo para entender su comportamiento. La mayoría de quienes han participado en estas falsificaciones, si es que es cierto que han participado en ellas – lo han hecho porque son personas sin derechos, que están absolutamente indefensos ante la administración: despedir a un profesor y con mayor razón a un director de escuela es tan sencillo, con la legislación actual, como dar los buenos días. Lo sé perfectamente en tanto que profesor y miembro del sindicato El profesor. Un profesor está sometido a múltiples reglas, a veces redundantes, debe rendir cuentas de múltiples formas. Es evidente además que no puede hacerlo totalmente. Lo que le debilita completamente. Desde luego, el sindicato oficial de profesores no hace nada para cambiar esta situación. Hay que entender que un profesor sin derechos, a menos que sea un héroe, no es capaz de defender su situación de ciudadano y su independencia. Hay que luchar contra este tipo de situación de forma tan decidida como contra los fraudes electorales.

Si actualmente los líderes y los participantes en el movimiento de diciembre adoptan este comportamiento no democrático ¿qué garantías hay de que una vez en el poder se transformen en demócratas? Estas cuestiones, planteadas ya por las gentes de abajo, son cruciales. Hay un gran riesgo de que el desarrollo de estas tendencias negativas, que he tratado, desemboque en el siguiente fenómeno: el entusiasmo de la gente respecto a la idea de que pueden decidir algo en este país va a decaer. Las gentes se han sentido ciudadanos, no querían seguir siendo simples piezas del engranaje. Pero si ven que en la organización del movimiento las decisiones se toman sin ellos, la pérdida de entusiasmo y, por lo tanto, del número de participantes es inevitable.

Para volver al comportamiento de los miembros de las comisiones electorales, hay que acordarse de que hace decenas de años que el sistema electoral está desacreditado. No se trata solo de los primeros años 2.000, los años 90 también han contribuido a ello ampliamente [A.D. se refiere aquí al hecho de que varios de los líderes autoproclamados del movimiento de diciembre estaban en el poder bajo Yeltsin].

Por otra parte el trabajo principal consiste en hacer comprender a la gente que las elecciones no son cualquier cosa, que hay que votar a uno u otro partido no de forma emocional sino de forma consciente: hay que leer los programas y tratar de determinar cuáles son los partidos que defienden efectivamente sus intereses. Es lo más importante en la situación actual.

¿Cómo conseguirlo?

 

En primer lugar, los políticos deben estar a la escucha de la sociedad civil. Tuvimos una experiencia interesante justo antes de las elecciones al Parlamento (Duma). Los representantes de toda una serie de movimientos sociales, los movimientos de defensa del lago Baïkal, el movimiento de los automovilistas, el de los prestatarios arruinados, los sindicatos, etc. Tuvieron la idea de redactar un programa retomando las reivindicaciones de la sociedad y de enviarlo a todos los partidos que participaban en las elecciones. Cada organización debía hacer proposiciones que a continuación se integraban en el programa. Hay que precisar que solamente podían participar en esta iniciativa los organismos con alguna experiencia (realización de acciones, recogida de firmas, et.). Era una forma de tener en cuenta la representatividad. Este programa se redactó y se envió a todos los partidos. Guenadii Ziouganov, el dirigente del Partido Comunista de la Federación de Rusia, respondió: «Estoy con vosotros». Pero esto no significa ir más allá por lo que respecta al contenido del programa. Mironov, dirigente del partido «Justicia social» respondió más o menos en los mismos términos. En cuanto al partido de Putin «Rusia Unida», nos informó de que nuestras propuestas se estaban estudiando. Después, silencio. No puede decirse que este programa ciudadano se haya tomado en serio ni lo más mínimo.

Esto demuestra que los mecanismos por los que la sociedad civil puede ejercer influencia sobre las políticas todavía son inexistentes. Esto es válido también para la oposición. No hay que hablar solo de Putin. Sin embargo debería ser a la inversa: no son los políticos quienes deben inventarse los programas. Deben dirigirse a la sociedad civil. No se trata de saber si Putin es bueno o malo. El problema es que la esfera política, ya sea la oposición parlamentaria o extraparlamentaria, no considera a la sociedad civil como un socio en el proceso político. Sin embargo esto significa que se intenta manipular a millones de electores encerrándolos en dos falsos dilemas: «O bien estáis a favor de estos corruptos años 90 o bien por la estabilidad» [discurso de los pro-Putin] o «Vamos, nos deshacemos de Putin y luego veremos lo que podemos hacer» [discurso de los liberales que solo sueñan en volver al poder].

Personalmente, tengo un recuerdo preciso de los años 90. Cuando terminé la Universidad trabajé como profesor, fueron años terribles. No se pagaban los salarios. Vas a dar la clase con el estómago vacío. Está claro que no se trata de volver a caer en ello y espero que no ocurra. Lo que deseo por encima de todo es que los políticos tengan una actitud responsable con respecto a los ciudadanos. (Traducción de Denis Paillard)

 

Entrevista publicada en ruso en el sitio Expert el 5 de marzo 2012.

Notas:

[1] Sobre el movimiento contra la monetarización de prestaciones sociales, ver el artículo de A. Demidov en La Brèche N°5.

[2] Una gran parte de los líderes del movimiento de diciembre son antiguos ministros de Yeltsin o de Putin, que fueron los actores de la política ultra liberal en los años 90 o a principios del 2000.

[3] En el sitio de A l’Encontre se pueden encontrar documentos sobre la movilización en defensa del bosque de Khimki.

[4] Pikaliovo es una ciudad mono-industrial de la región de Leningrado. El 2 de junio 2009, frente a la amenaza de cierre de la única fábrica los habitantes organizaron una barricada en la carretera de San Petersburgo a Vologda. Este hecho hizo mucho ruido y dio lugar a una intervención de Putin en persona.

Andreï Demidov es subdirector del Instituto de Acción colectiva (Moscú)

Traducción para www.sinpermiso.info : Anna Maria Garriga

Fuente:  http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4823