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No creo en las conspiraciones, pero que las hay… las hay

Fuentes: Rebelión

EL PARTIDO JUDICIAL, LA PERSECUCIÓN DE LOS OPOSITORES Y LAS OPERACIONES POLÍTICAS Muchos, cuando escuchan hablar del partido judicial y de las campañas de persecución de dirigentes populares, descreen de las mismas y dicen que son inventos de los opositores de siempre, que se victimizan, para tapar las trapisondas cometidas. Lo mismo repiten hasta el […]

EL PARTIDO JUDICIAL, LA PERSECUCIÓN DE LOS OPOSITORES Y LAS OPERACIONES POLÍTICAS

Muchos, cuando escuchan hablar del partido judicial y de las campañas de persecución de dirigentes populares, descreen de las mismas y dicen que son inventos de los opositores de siempre, que se victimizan, para tapar las trapisondas cometidas.

Lo mismo repiten hasta el hartazgo los comunicadores mediáticos pautadependientes, que trabajan a destajo en beneficio del partido de gobierno y que lo blindan ante denuncias en su contra.

Para que no crean que estas «operetas» como se decía años atrás, son un invento local, leamos a Umberto Eco, en su libro «Número Cero», cuando relata hechos ocurridos a principios de los 90: «las primeras consecuencias las hemos notado los días pasados: habrán visto que en las elecciones la Democracia Cristiana y el Partido Socialista han perdido un montón de votos, y se ha reforzado la Liga Norte que está cabalgando el escándalo con su campaña contra los gobiernos romanos. Llueven arrestos a raudales, los partidos se están desmoronando poco a poco y hay quien dice que: los americanos ya no necesitan esos partidos que podían manipular y los han dejado en manos de los jueces; o que quizá, podríamos aventurar, los jueces están representando un guión escrito por los servicios secretos americanos».

Esa persecución, y el descrédito de los dos mayores partidos políticos italianos, hizo posible el ascenso de Silvio Berlusconi a las ligas mayores de la política de ese país, el que según algunas publicaciones era dueño del Club de Fútbol Milán, controla la mayor red de medios de comunicación llamada Mediaset, estuvo vinculado a la Logia P Due, a la mafia calabresa, entre otras actividades, y ser según la Revista «Fortune» la persona más rica de Italia.

En este proceso se contó con el desempeño estelar del ex juez Antonio Di Pietro, comisario, y posteriormente diputado, los servicios de inteligencia y los medios de comunicación. Como verán ninguna sorpresa, nada nuevo bajo el sol.

¿No le suena emparentado con algunos personajes y hechos ocurridos en el país?

No vayan a creer que lo referido quedó circunscripto a la península itálica, para nada, los malos pero exitosos ejemplos, cunden rápidamente y se trasladaron a distintos ámbitos, en particular al cono sur de América.

Para ver cómo funcionaban estas prácticas destituyentes o de proscripción de dirigentes populares o llamados despectivamente populistas, primero se probó en Paraguay provocando la caída del Presidente Lugo, siguió con la destitución de Dilma Rouseff y el encarcelamiento de Lula también en Brasil y que alumbró a la presidencia de Bolsonaro, siguieron con Correa en Ecuador (hoy exilado), con Cristina Fernández en Argentina y en estos momentos contra Gustavo Petro en Colombia.

Al igual que los jueces Di Pietro, Moro o Bonadio, bajo el marquetinero argumento de combatir la corrupción, patrimonio inescindible de los poderosos adictos a los negociados con el Estado, lo que se quiere destruir es el estado de derecho y la dinámica de las fuerzas democráticas, que aunque imperfectas, permiten ir mejorando derechos y conquistas sociales de los sectores populares, todo ello convenientemente abonado por una estrategia de manipulación mediática de toda la sociedad, que si todo ello no fuera suficiente, preparan pacientemente el turno de la exclusión represiva y autoritaria.

En décadas pasadas los militares latinoamericanos iban a la Escuela de las Américas para entrenarse en abortar procesos populares, hoy viajan al amo del norte, muchos jueces a ponerse en sintonía con sus cédulas reales, iniciando un nuevo período de relaciones carnales o mejor dicho descarnadas, con la misma finalidad y enriquecer aún más a sus mandantes locales.

Si aún le quedan algunas dudas, me gustaría saber qué piensa del convite del presidente de la Nación a los jueces de la Corte Suprema, para compartir una comida con ellos y con la participación en la misma de los operadores judiciales del Gobierno, sospechados de hacer alegato de oreja (o presionar) a jueces en causas de resonancia mediática en los que siempre los imputados son funcionarios de la gestión anterior.

No le parece que dichos concilios, poco favor hacen a la transparencia institucional que tanto pregonan y que son un síntoma de avasallamiento de la independencia de poderes que debe regir en una república?

No son ajenos tampoco a estas maquinaciones, algunos que se dicen opositores, quienes por conveniencia o por razones imaginables o desconocidas, cabalgan en esa dirección, como los patéticos pero no menos dañinos, cuatro jinetes del apocalipsis que en un nivel de cinismo e hipocresía pocas veces vista, superan al elenco gobernante en estas prácticas.

Para colmo, quienes no comparten el modelo, no alcanzan a vertebrar estrategias comunes que enamoren a amplios sectores sociales, que por odio, ceguera, desconocimiento o comodidad, siguen en una inercia peligrosa hacia el abismo y el colapso nacional.

Como diría Mark Twain, este mundo lo dirigen los que «querían la mayor cantidad de dinero los más rápido posible, de manera poco honrada en lo posible y honradamente si no queda más remedio».

Ricardo Luis Mascheroni, docente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.