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Los secretos de Estado de un gobierno francés. Entrevista a Danielle Mitterrand:

«No creo que en ninguno de los países que se dicen democráticos, esos que se creen con el derecho de imponer «su» democracia a los países pobres, exista democracia, empezando por Estados Unidos y Francia»

Fuentes: Rebelión

El siguiente es un aparte de la extensa entrevista a Danielle Mitterrand, viuda del ex presidente francés François Mitterrand, y presidente de la asociación «France-Libertés», realizada por el periodista y escritor Hernando Calvo Ospina. Al leerla es fácil de comprender por qué, y desde hace años, se le ha tratado de ignorar por la gran mayoría de medios informativos y políticos

-Mme. Mitterrand, ¿qué significó para Usted la llegada al gobierno de su esposo François? ¿Es que los ideales sociales y políticos que venía asumiendo desde su juventud se vieron reconocidos en esos momentos?

– Mayo de 1981 fue un mes de gran actividad, pues era la preparación de la llegada al poder de François. Yo trataba de aportar todo lo mejor de mi, para que aquellos sueños de tener una sociedad socialista, aunque a la europea, se hicieran realidad.

Pero pronto empecé a ver que esa Francia justa y equitativa no se podía establecer. Entonces yo le preguntaba a François: ¿Por qué ahora que tienes poder no haces lo que has ofrecido? El me contestaba que no tenía el poder para enfrentar a la banca mundial, al capitalismo, al neoliberalismo. Que él había ganado un gobierno pero no el poder. Así aprendí que ser gobierno, ser presidente, no sirve para mucho en estas sociedades sujetas, sumisas, al capitalismo. Yo viví la experiencia directa durante 14 años.

Aunque él trataba de evitar lo más negativo del capitalismo, los sueños se me fueron quebrando muy rápidamente.

– Usted no asumió el rol de «primera dama» como lo «exige» la tradición protocolaria. ¿Fue un simple capricho? ¿Por convicciones políticas?

– Yo no quise ser una «primera dama» como todas las demás, y por eso rechacé el protocolo que se me quiso imponer. Yo era la esposa del jefe de Estado, de un hombre al cual amaba, pero también era libre de tener mis propias convicciones. No iba a aceptar de ser la simple imagen de la típica mujer francesa, representativa de un sector social; de sonreír delante de las cámaras y personalidades; o adornar las obras benéficas.

Ante todo, mi rol tenía que ser el de aportar para construir una sociedad justa. He tenido mis criterios y reflexiones políticas, que a veces chocaron con las de François. Si el gobierno no iba en buen camino, yo debía de decirlo, de criticarlo. Yo sé que ese no es el papel de una «primera dama», pues normalmente ellas sólo son un utensilio del poder.

Siempre que los otros quisieron oponerse a mis labores militantes por «cuestiones de Estado», por no ser «diplomáticamente correctas», François me sostuvo pues veía que eran justas. No podía tratar de impedirme lo que él decía defender.

-Mme. Mitterrand, usted fundó «France-Libertés», la cual se ha destacado por su compromiso político, social y, humanitario…

– La fundé pero no con la intención de ser un contrapoder, ni para que sirviera al poder. Quería llevar mis propias iniciativas de solidaridad política, independientes de los designios del poder, aunque yo esperaba que con el gobierno socialista tuviéramos metas cercanas.

Pero pronto me di cuenta de que ello no sería fácil. Llegó el momento en que «France-Libertés» quería ayudar a poblaciones subyugadas, pero el gobierno socialista francés apoyaba de una u otra manera a sus verdugos. Rápidamente me tuve que hacer la pregunta: Hasta donde se puede ir sin provocar «incidentes diplomáticos»?

En la Asociación se nos presentó un cuestionamiento que para nada me gustó: su presidenta, esposa del presidente de la República, ¿tenía que respetar la sacrosanta ley de no-ingerencia en los asuntos del Estado, y así privarse de su derecho a la solidaridad política y humanitaria, por ir en contravía?

Yo seguí con mi proyecto porque lo creía justo. Entonces hasta viejos amigos personales y de lucha me fueron aislando. Todo el poder y peso de la diplomacia francesa trató de aplastarme, mientras inventaba de todo para «reparar» mis acciones y expresiones políticas públicas.

Constaté que yo podía ejercer mi función de manera ejemplar si servía al mercado, al capitalismo. Que mi deber no era el preocuparme por los torturados ni por los hambrientos. Que si eran aplastados aquellos que pedían educación, salud o trabajo, yo debía de mirar a otro lado. Yo era la «primera dama» y tenía que ayudar, con mis sonrisas en los cócteles, a que los intereses comerciales de Francia funcionaran.

Cuando yo escuchaba en mis embajadas los discursos de lo «comercialmente correcto», donde el todo-poderoso mercado era lo fundamental antes que la solidaridad entre los pueblos, me provocaba salir corriendo. No podía creer que los «buldózeres» del mercado podrían llegar a cubrir hasta los fundamentos de nuestra cultura. Y lo hicieron.

¿Por qué un gobierno que se llamaba de izquierda no podía responder a la esperanzas que creó en tantos años de oposición, tanto a nivel nacional como internacional? ¿Se tenían que aceptar los imperativos de un sistema mercantil hasta el punto de ser sumisos?

– Este sistema del mercado salvaje, del capitalismo, del neoliberalismo, está liderado por Estados Unidos. ¿Es a los designios de esa nación a los cuales Francia se sometía?

– Durante la celebración del Bicentenario de la Declaración de los Derechos Humanos -julio de 1989- supe hasta qué nivel estábamos sumisos a Estados Unidos. El Estado francés no invitó a varios dignatarios, en particular latinoamericanos. Coincidencialmente eran aquellos que Washington quería anular, destruir. Y no voy a decir nombres, pero es fácil averiguarlo.

Recuerdo que le dije a François: «¿Hasta tal punto seremos dependientes del humor de Estados Unidos, que no podemos escoger nuestros invitados para nuestras festividades...?» Fue una vergüenza.

 

– Mme. Mitterrand, si eso sucede con Francia, ya usted deberá saber lo que pasa en otras latitudes…

– No soy antiestadounidense, pero estoy con el pueblo de ese país y no con la Administración que lo gobierna. Esa que se sirve de ese pueblo para obtener beneficios que sirven a unos pocos.

Durante todos estos años de mi vida, en especial después de la Segunda Guerra mundial, he visto cómo Estados Unidos pisotea la libertad y la democracia de los demás países, en especial los pobres.

Ronald Reagan mostró como terrorista al gobierno sandinista de Nicaragua, cuando los terroristas eran su Administración y esa «contra» que financiaba.

Yo estuve en Nicaragua poco antes de que acabaran con la revolución. Aun funcionaba lo logrado a nivel de educación y salud, cosas que tenía el pueblo nicaragüense por primera vez en su historia.

Recuerdo que Daniel Ortega me dijo: «Daniella, dile a François que él no puede dejarnos caer; que la Europa democrática no nos puede abandonar…». Yo se le dije. Y él nada pudo hacer: Estados Unidos había decidido que los sandinistas se tenían que ir con sus planes de desarrollo social, para que entrara el neoliberalismo y volviera la miseria al pueblo.

¡Mientras nosotros estábamos festejando el Bicentenario de la Declaración de los Derechos Humanos!

– Por los mismos años Washington apretaba el bloqueo contra Cuba, intentando acabar con la revolución.

– Nicaragua sólo contaba con Cuba. Y Cuba también estaba siendo estrangulada por el embargo estadounidense, ese que sigue hasta hoy y que solo ha tenido como fin el de acabar con todo aquello maravilloso que a nivel social ha realizado esa revolución: Algo único en América Latina; casi único en un país del Tercer Mundo.

Cuando en 1989 Cuba ya se encontraba sola ante Washington, pues ya no tenía el apoyo de la Unión Soviética, yo la visité. Al regreso le dije a François: «Tú no puedes dejar caer a Cuba. Esa Revolución ha hecho mucho por el pueblo. Francia no puede ser sumisa a Estados Unidos«.

El me decía que Francia sola no podía, y que en Europa nadie lo seguiría. Que Estados Unidos tenía todo el poder económico, político y de la propaganda, además de los contrarrevolucionarios de Miami.

Hoy sigo diciendo que esa revolución ha merecido que se mantenga, pues la hizo y la mantiene el pueblo. Por eso Estados Unidos no ha podido doblegarla.

Conozco a Fidel desde hace muchos años. He pasado muchas horas discutiendo con él, diciéndonos lo que pensamos. Le he dicho todas las criticas que tengo a nivel político. Una vez le pregunté por qué me soportaba. Y él me respondió: «Porque eres una amiga sincera. Y a los amigos se les escucha las criticas porque son honestas, así no estemos de acuerdo en algunas cosas«

La última vez que con François recibimos oficialmente a Fidel en Paris, al saludarlo lo besé públicamente en la mejilla. Algo que «prohíbe» el protocolo y los «políticamente correcto». Pero es que no sólo Fidel era nuestro amigo, sino que es latino, y los latinos son cariñosos. Fue un escándalo que aún me lo recuerda la prensa.

– ¿Qué piensa Mme. Mitterrand del presidente venezolano Hugo Chávez y de los proyectos estatales que trata de adelantar?

– A mi no me han gustado los militares. Pero Chávez, antes que militar es un hombre, un ser humano, y llegó al poder por la vía democrática, y hasta ganando varias elecciones. Chávez, en medio de todas las trabas que le han puesto Estados Unidos y la oposición liderada por los ricos, está tratando de adelantar los programas sociales que ofreció al pueblo.

Claro, el mundo capitalista se le ha venido encima porque no quiere que un presidente del Tercer Mundo demuestre que el pueblo sí puede participar en las decisiones del Estado y para su desarrollo. Que ese pueblo, con su líder, vaya adelante para no ser más explotado, ni ser analfabeta y tener derecho a la salud. Que es lo que está sucediendo en Venezuela a pesar de todo.

Por eso quieren eliminar, borrar, a Chávez. No les importa que fue el pueblo que lo eligió, y es quien debe decidir si tiene que apoyarlo o sacarlo.

Existe una especie de rabia de la gran mayoría de la prensa mundial contra Cuba y Venezuela. Y es porque estos gobiernos quieren ser independientes, soberanos, dignos. Eso molesta. No se olvide que los medios están manejados por poderosos capitalistas

– Mme. Mitterrand, ¿es Francia un modelo de democracia? ¿Es una potencia mundial?

En Francia uno elige y los elegidos hacen leyes que nunca propusieron y que nunca hemos querido. ¿Es democracia el que después de votar no tengamos posibilidad de incidir sobre los elegidos? No creo que en ninguno de los países que se dicen democráticos, esos que se creen con el derecho de imponer «su» democracia a los países pobres, exista democracia, empezando por Estados Unidos y Francia.

¿Francia es una democracia? ¿Una potencia mundial? Lo digo como francesa: Eso no quiere decir nada. Si se dice por los niveles de educación, investigación o la salud, es nulo. ¿Por ser capaces de ayudar a la paz mundial, a los pueblos oprimidos? Nulo.