Traducido del ruso por Josafat S. Comín
Tras los sucesos del 19 de diciembre, sinceramente, me dieron ganas de escribir mis comentarios en caliente. Pero después de reflexionar, decidí reunir toda la información disponible, para extraer unas conclusiones más fundamentadas. Este es el resultado.
Lo que se ha venido llamando «desórdenes multitudinarios», acaecidos en el centro de Minsk, no fueron otra cosa que un intento de golpe de estado. Fueron el resultado de una conspiración organizada por un grupo de personas. Hay una serie de circunstancias que apuntan en esa dirección:
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Cuando apenas estaba comenzando el acto en la plaza Oktyábrskaya, sus participantes anunciaron la creación de un «gobierno de salvación nacional», en el que debían entrar todos los candidatos a presidente, a excepción de Alexander Lukashenko y Víctor Tereschenko, así como la presidenta de la «Rada de la RPB»(1) Ivonka Survilla y Zenón Poznyak. Estaríamos hablando de la creación de una Junta anticonstitucional. La excusa para marchar hacia la Casa de Gobierno fueron precisamente las «conversaciones» entre los representantes de la Junta y el gobierno.
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Estos sucesos tuvieron como precedente (durante varias semanas) una activa campaña propagandística por parte de la oposición, que perseguía movilizar a sus partidarios para provocar desórdenes en el centro de la capital bielorrusa. Para lograrlo pusieron todo su empeño en ello. Varios de los candidatos a presidente en el transcurso de la campaña electoral se limitaban a hacer llamamientos para que la gente saliese «a la plaza», en lugar de explicar su programa.
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Se creo un cuartel general clandestino para preparar el golpe, en el que se distribuyeron claramente las obligaciones y funciones de cada cual. Su actividad no se limitó únicamente a las funciones de agitación y propaganda. Se compraron porras eléctricas, petardos, varas de hierro, se prepararon cócteles molotov. El KGB de Bielorrusia consiguió evitar que los conspiradores pudiesen adquirir cerca de 3 mil barras metálicas
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El 24 de noviembre los conspiradores organizaron una marcha de reconocimiento, desde la plaza Oktyábrskaya hasta la Casa de Gobierno. Ya sabemos que es la misma ruta que siguieron el 19 de diciembre.
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Llegaron a Minsk grupos organizados desde el extranjero: grupos de «nacional-bolcheviques» rusos, anarquistas, nacionalistas ucranianos y miembros del grupo extremista «Porá» (2). Estos chavales no van a ningún lado así como así.
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Los conspiradores boicotearon el trabajo de la Comisión Electoral en pleno escrutinio, antes de que se hicieran públicos los primeros resultados preliminares. Por consiguiente, esto en modo alguno podía ser un acto de protesta. ¿Contra qué habrían de protestar, cuando todavía no se conocían los resultados de la votación? Los líderes de la oposición eran plenamente conscientes de que habían perdido y recurrieron a la violencia. En ese momento dejaron de ser opositores para convertirse en golpistas.
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La víspera de las elecciones se creó un comité organizador del denominado «círculo de oficiales» bajo la dirección del general retirado Valeri Frólov. Es difícil saber a cuanta gente que hubiese llevado alguna vez galones pudo reunir esta organización ilegal. Pero sus líderes no ocultaban sus objetivos. Concretamente, el general Frólov declaró que respalda la candidatura de Andrei Sánnikov y subrayó: » Es hoy evidente, que el país se encuentra en el umbral de importantes acontecimientos, y los oficiales no deben ser rehenes ni peones en esos acontecimientos».
Tras los sucesos del 19 de diciembre ya sabemos a que «importantes acontecimientos» se refería el general retirado.
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Tanto la víspera como durante el propio acto, se llevó a cabo un insistente ataque psicológico contra las fuerzas del orden público: Comenzaron a circular rumores sobre las supuestas desavenencias entre el KGB, el Ministerio del Interior y el ejército. En la plaza, se organizó una serie de provocaciones contra los cuerpos antidisturbios. Había gente disfrazada con uniforme policial, encargados de provocar la pelea, cizañar con amenazas etc.
Indirectamente nos ayudan también a calificar los sucesos del 19 de diciembre, como intento de toma del poder, las valoraciones de observadores internacionales, incluidos los que se posicionan de un modo abiertamente enemistoso con respecto a Bielorrusia. Así por ejemplo, en el programa de Pável Selin «Última palabra», a los participantes en los desórdenes se les calificaba como «insurrectos». Andrei Suzdaltsev trazó incluso una analogía con los «decembristas»(3), que como es sabido intentaron ejecutar un golpe de estado.
¿Qué fuerzas estaban detrás, apoyando a los conspiradores y a quién beneficiaba lo sucedido? ¿Realmente confiaban los partidarios de la Junta en derrocar al gobierno, o fue esto una provocación que perseguía otros fines?
Son preguntas para las que por ahora no hay una respuesta unívoca. Podemos sin embargo proponer varias versiones, cada una con su correspondiente dosis de probabilidad, que explicarían lo sucedido.
Versión 1.
Los conspiradores confiaban realmente en ejecutar un golpe que les llevase al gobierno. En sus planes entraba hacerse con el control de algún edificio relevante de las instituciones del estado. Entre ellos eligieron la Casa de Gobierno, que en el transcurso de décadas ha sido símbolo del poder ejecutivo y legislativo de nuestro país. Seguidamente confiaban en dirigirse a países extranjeros reclamando su apoyo. Hay declaraciones hechas por gente cercana a los conspiradores, que lo corroboran. El antiguo presidente del Soviet Supremo de la República de Bielorrusia, Stanislav Shushkievich, que aparecía en el grupo de apoyo a Andrei Sánnikov, pidió el ingreso de tropas rusas en Bielorrusia. En el ya mencionado programa «Última palabra», Natalia Koleda, directora del denominado «Teatro libre», quien había tomado parte activa en los desordenes, declaró que respaldaba una intervención de la OTAN contra Bielorrusia.
A favor de esta versión habla la vertiginosamente rápida reacción de los círculos gobernantes europeos, a la hora de valorar los sucesos en Minsk. El Ministro de Exteriores de Polonia, Radoslav Sikorski, mencionó inesperadamente la cifra, sacada de la manga, de un 40% de votantes a favor de Lukashenko, lo que de acuerdo con todas las reglas diplomáticas representa una intromisión descarada en los asuntos internos de otro estado. Como algo sin precedentes cabe calificar el artículo publicado en el periódico The New York Times y que llevaba la firma de cuatro ministros de exteriores: Westerwelle por Alemania, Sikorski por Polonia, Schwarzenberg por la República Checa, y Bildt por Suecia. El artículo contiene una visión unilateral y tendenciosa sobre los sucesos acaecidos en la República de Bielorrusia. Sin mencionar, que manifestaciones de ese tipo no entran en la competencia de los respetables autores de ese artículo.
De ser cierta esta versión, todo el diálogo que mantuvieron los emisarios de Occidente con Bielorrusia, fue implemente niebla, una cortina de humo, que servía para ocultar su verdadero objetivo: la preparación de un complot con la toma del poder como fin último.
Versión 2.
Una suposición más sencilla: las estructuras europeas representadas por la misión de la OSCE, necesitaban una provocación que justificase el no reconocimiento de las elecciones. En conversaciones privadas, los representantes de la misión y diplomáticos europeos hablaban con cierto desconcierto, de que no veían razones para desconocer los resultados de las elecciones, ya que se estaban desarrollando en una atmósfera abierta y democrática. Pero al parecer no les fue posible superar los viejos estereotipos, por eso necesitaban una excusa para su tradicional valoración negativa. La provocación de la tarde del 19, fue precisamente esa excusa que necesitaban.
Versión 3 .
En los desórdenes, ocurridos en las calles de Minsk, estuvieron interesadas determinadas fuerzas en Rusia, que pretendían de ese modo romper el diálogo iniciado entre Bielorrusia y Occidente. Cierto que no hay suficientes hechos que respalden esta conclusión. Pero, si esta versión estuviese justificada, Occidente habría caído en esta provocación interesada.
Versión 4.
El intento de golpe no pasó de ser una completa aventura organizada unicamente por la oposición local, sin que informasen a nadie de esto en el extranjero. Fue un intento desesperado de llamar la atención en un momento de notable distensión entre el Minsk oficial y las capitales occidentales. El desarrollo de ese diálogo amenazaba a la oposición bielorrusa con un drástico recorte de su financiación y la pérdida de confianza por parte de sus tradicionales patrocinadores.
Es una versión poco probable, pues en el transcurso de muchos años los opositores han demostrado que no cuentan con recursos financieros, ni cuadros necesarios, para organizar actos de masas de forma independiente. En todas las ocasiones las funciones de logística y coordinación las han asumido los centros extranjeros.
El hecho de que fue una acción minuciosamente planeada lo atestigua el hecho de que se propagase una pista falsa preparada con anterioridad. Apareció el rumor de que el asalto a la Casa de Gobierno fue obra de la mano de los «provocadores del gobierno». Esta versión no se sustenta de ninguna de las maneras.
En primer lugar, el gobierno advirtió con antelación de su determinación de no permitir ningún acto no autorizado en el centro de la capital. La Fiscalía general emitió en este sentido varias advertencias, dirigidas a los candidatos a presidente, quienes estaban haciendo llamamientos a participar en los desórdenes: el 23 de noviembre y los días 10 y 17 de diciembre. El propio jefe del estado mantuvo una reunión con todos los ministerios de seguridad, en el que advirtió de la determinación del gobierno de impedir cualquier tipo de desorden. La víspera misma de los acontecimientos tuvo lugar una reunión conjunta del Ministerio del Interior y del KGB, de la que salió un comunicado en el que se llamaba a la ciudadanía a no caer en provocaciones y desoír a los aventureros políticos. Finalmente, los propios conspiradores han reconocido que el gobierno hizo todo lo posible para evitar que se produjese la concentración no autorizada. Vladímir Neklyáyev durante el mitin que organizó en el colegio electoral el día de la votación, declaró que la víspera, el gobierno había sacado del juego a Dmitri Dashkievich, entre otros activistas, para frustrar la concentración. ¿Cómo hablar entonces de una provocación por parte del gobierno?
En segundo lugar, tenemos todo el material audiovisual, filmado por la propia oposición y colgado en Internet. En uno de ellos Andrei Dmitrev, responsable de campaña de Neklyáyev, junto con un grupo de personas, intenta volcar un coche de la policía. En otra de las grabaciones, unas cuantas decenas de manifestantes rompen los ventanales de la Casa de Gobierno, enfrentándose a los antidisturbios que defienden el edificio, a los que arrebatan escudos y defensas. Todo esto sucede bajo los gritos de euforia y ánimo de la multitud. Y pese a todas las declaraciones exculpatorias, nadie intenta detenerlos.
Pero de todas formas, y pese a la gravedad de la situación que se creó el 19 de diciembre, la oposición ha dejado clara su debilidad. Por una parte, es cierto que por primera vez en varios años, los líderes de la oposición consiguieron sacar a la calle a un número importante de partidarios. Pero por otro lado, si comparamos esa cantidad con el mitin del 19 de marzo de 2006, la cantidad de seguidores ha descendido. En esta ocasión, todas las fuerzas se fueron en preparar y organizar la confabulación, por eso los líderes de la oposición no consiguieron organizar la continuación de la protesta, no consiguieron organizar nada que hubiese durado varios días (como fue el caso de la plaza de la independencia [Maidán] en Kiev, o el intento de asalto al centro de detención de Okréstin en 2006). Apostaron todo a una única acción, el asalto a la Casa de Gobierno.
Los últimos días no dejamos de oír que la fuerza de choque de los conspiradores estaba compuesta por gente joven. Tanto se está hablando de este tema, que da la sensación de que la oposición hubiese ganado la «batalla por la juventud». Algo con lo que no podemos estar más en desacuerdo. En Minsk viven 475 mil jóvenes menores de 31 años, incluyendo 120 mil estudiantes. ¿Cuantos de ellos tomaron parte en los actos del 19 de diciembre? Aproximadamente un 1%, o puede que menos. Ahí acaba la batalla.
Si hablamos de las consecuencias del fiasco en el intento de golpe de estado, una de ellas debe ser la normalización de la vida política en el país. Hasta hace poco se daba una situación bastante absurda: En el país existían más de una decena de organizaciones e incluso partidos de forma ilegal. Y todos lo sabían. Sus líderes y activistas concedían entrevistas, sobre ellos se escribían artículos.
Al tiempo que la metodología de estas estructuras adquiría un carácter cada vez más subversivo. No es algo para tomárselo a broma. Estos grupos extremistas clandestinos reclutaban en sus filas a gente joven, mutilando sus destinos, llevando la desgracia a sus familias. Es hora de poner fin a esto. En un estado civilizado una situación como esa no es permisible.
El fallido golpe de estado del 19 de diciembre, fue en definitiva, una completa provocación, dirigida contra el actual gobierno.¿Reaccionó este de un modo correcto? ¿Se pasó de rosca? Alexander Lukashenko entonces, en esos difíciles minutos de la tarde dominical, se vio ante la misma disyuntiva que Salvador Allende en aquellos días de septiembre de 1973. Según una de las versiones de aquellos lejanos acontecimientos, el líder chileno estaba al corriente del golpe que se estaba preparando. El jefe de la guarnición capitalina del cuerpo de carabineros, bajo cuyo mando se encontraban 2500 bayonetas, propuso incluso detener a los golpistas y sofocar la conspiración en su estado embrionario. Pero Allende, romántico de la política no quiso recurrir a medidas extremas: Y Allendé perdió. Los conspiradores dieron la señal en clave: «Llueve sobre Santiago», el presidente Allende murió, y Chile entro en uno de los periodos más obscuros de su historia.
Desconozco si hubo alguna señal en clave en la conspiración del 19 de diciembre: Pero en esta ocasión fueron ellos los que perdieron. El presidente Lukashenko no está acostumbrado a perder. En política es un luchador y un ganador. Al tomar una decisión difícil pero responsable , como era poner fin a las tropelías, impidió que unos aventureros políticos se hicieran con el poder, consiguió mantener el orden y la estabilidad en el país, salvando a Bielorrusia del caos y la arbitrariedad.
De un modo u otro, nadie pudo arrebatar a los bielorrusos la elección hecha por estos el 19 de diciembre. Todos, incluidos los partidarios de la intentona golpista, saben que la mayoría de los bielorrusos votaron por Alexander Lukashenko. La unidad de la nación ante la posibilidad de que fuese derrocado el gobierno legal, es la mejor garantía de una sociedad saludable. Y cómo no recordar aquí a Chile y las legendarias palabras de la letra de la canción de Sergio Ortega, amigo cercano del presidente Allende: ¡El pueblo unido jamás será vencido! (en español en el original).
Vadim Guiguin es redactor jefe de la revista «Bielorruskaya Dumka». Historiador y politólogo
Fuente: http://www.belta.by/ru/blogs?auth_ID=16&art_ID=34
Notas de la traducción.
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República Popular Bielorrusa, proclamada como estado independiente en 1918 bajo la ocupación alemana, y posteriormente en el exilio. Ivonka Survilla, residente en Canadá, se declara desde 1997, presidenta del gobierno bielorruso en el exilio.
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Organización juvenil ucraniana, que tomó gran protagonismo en los sucesos de la «revolución naranja» en Ucrania.
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Los «decembristas» encabezaron una sublevación de oficiales contra la Rusia Imperial, en diciembre de 1825.