La actual generación estrenó su ciudadanía exigiendo transparencia. El cierre del año nos sorprende en medio de la incertidumbre por el futuro inmediato. En pocos días asumirá el nuevo gobierno y la ciudadanía carece de información veraz y precisa sobre las nuevas autoridades que regirán los destinos del país para los próximos 4 años. Los […]
La actual generación estrenó su ciudadanía exigiendo transparencia.
El cierre del año nos sorprende en medio de la incertidumbre por el futuro inmediato. En pocos días asumirá el nuevo gobierno y la ciudadanía carece de información veraz y precisa sobre las nuevas autoridades que regirán los destinos del país para los próximos 4 años. Los rumores se esparcen como mancha de aceite sobre una población dividida entre el escepticismo y la esperanza, pero también consciente de su responsabilidad en esta nueva etapa. Es importante recalcar que en un sistema deocrático, la administración del Estado no es asunto privado de un partido político ni grupo de funcionarios electos, sino un sistema en el cual la ciudadanía tiene la obligación de ser un ente fiscalizador, co-responsable -por participación u omisión- en los actos de sus autoridades. Esto significa que ningún funcionario puede ni debe eximirse de la rendición de cuentas, constante y comprobable, ante las organizaciones de la sociedad civil o como respuesta a cualquier ciudadano que lo demande.
La nefasta tradición de otorgar una tregua de 100 días a los nuevos huéspedes del despacho presidencial, a lo cual se suele añadir el beneficio de la duda, no ayuda en nada a establecer desde el principio una relación saludable entre gobernantes y gobernados. Esa manera de iniciar una etapa de tal trascendencia revela una de las mayores deficiencias del sistema político actual, que es el desconocimiento de los aspirantes al poder sobre los entresijos de una administración pública mal estructurada y peor organizada.
Los novatos en el arte de la política se enfrentan, por lo tanto, a una construcción endeble y a punto de colapsar, lo cual les demanda acciones inmediatas y bien diseñadas en función de evitar daños mayores. Ejemplos paradigmáticos son la red de servicios de salud, la infraestructura escolar y, como elemento esencial a la gestión, la transparencia en el sistema de compras y contrataciones del Estado, la mera caja de Pandora en donde se pierden los recursos junto con las esperanzas de un mejor futuro.
Las alturas del poder producen vértigo. Y ese vértigo se traduce en visión borrosa, audición selectiva y una sobrevaloración de las propias capacidades intelectuales. Por lo tanto se altera la capacidad de juicio y se empieza a cometer toda clase de errores. Quienes rodean de cerca a los nuevos gobernantes -ese famoso primer anillo- suelen ser los verdaderos autores de la dirección política y, por lo tanto, los mayores culpables por la pérdida de contacto con la realidad de quienes están al mando.
Sin embargo ya existe una masa empoderada y consciente capaz de movilizar a la población ante los abusos y los excesos. Aun cuando todavía no ha llegado a madurar lo suficiente como para evitar la infiltración del crimen organizado en las distintas instituciones del Estado, ya es capaz de identificarla y denunciarla a través de las redes sociales, un recurso para cuyo uso no se necesitan influencias ni permisos especiales.
Estas nuevas plataformas de comunicación han demostrado su valor durante 2015 con el acontecimiento más impactante y revelador de los últimos decenios, al defenestrar a la cúpula gobernante en pleno, enviar a la cárcel a una buena cantidad de funcionarios de distintas dependencias, demostrar que la justicia funciona cuando hay jueces incorruptibles y magistrados decididos a respetarla, pero sobre todo dejar bien establecido el poder de una ciudadanía empoderada y participativa. Como en todo, también en esta etapa será preciso alimentar el fuego para evitar que se apague y se conviertan en cenizas los sueños de prosperidad para todos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.