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Noriega, apuntes para un balance histórico

Fuentes: Rebelión

El mes de mayo en sus estertores se ha llevado a Manuel Antonio Noriega, queda solo su evaluación como figura relevante de la historia panameña. Antes que los aduladores hagan sus apologías y los detractores sus denostaciones, los menos los primeros, los más los segundos, incluyendo en estos últimos a muchos que hicieron buenos negocios […]

El mes de mayo en sus estertores se ha llevado a Manuel Antonio Noriega, queda solo su evaluación como figura relevante de la historia panameña. Antes que los aduladores hagan sus apologías y los detractores sus denostaciones, los menos los primeros, los más los segundos, incluyendo en estos últimos a muchos que hicieron buenos negocios bajo el régimen militar, habría que intentar un primer balance lo más objetivo posible de su personalidad política.

En el libro, Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá (1980-1990), en el que abordé el período en que el MAN fue el «hombre fuerte» del país, señalé que el régimen militar tuvo tres fases: la primera, la más represiva, entre los años 1968 y 1970; la populista bajo Omar Torrijos Herrera, entre 1970 y 1981; y la decadencia y crisis del régimen bajo la conducción de Noriega, principalmente. Es inevitable trazar un paralelismo entre Torrijos y Noriega, siendo bastante evidentes las diferencias, tanto de personalidades como en la forma de gobernar.

El retrato que tengo de ambas personalidades data del año 1977, cuando se hicieron públicos los tratados del Canal de Panamá y se convocó el plebiscito, el movimiento estudiantil independiente le dirigió una nota a Torrijos exigiendo libertades democráticas para el debate. Torrijos contestó invitando a una reunión en el hotel Holiday Inn de Paitilla. Ante unos 50 activistas se presentaron, sin escolta, Torrijos y Noriega. Frente a cada petición de los dirigentes por espacio en los medios, Torrijos contestaba que sí. Cuando la compañera Nela Fernández pidió que se permitiera el retorno de los exiliados antiimperialistas, en particular de Miguel A. Bernal, y Torrijos iba a decir que sí, Noriega, que se mantuvo callado todo el rato, lo interrumpió y dijo que eso sería objeto de un decreto, el cual no llegó hasta después del plebiscito.

¿La muerte de Torrijos fue un accidente o un magnicidio que involucró a Noriega?, no lo sabemos, pero la diferencia entre el régimen populista de Torrijos y el represivo de Noriega es de época histórica.

El primero gobernó en los últimos años del modelo económico de «Estado benefactor» keynesiano; el segundo bajo el crudo neoliberalismo impuesto por el Consenso de Washington y las agencias de crédito.

Fruto del neoliberalismo y del acuerdo entre Noriega y el gobierno de Estados Unidos fueron: el fraude electoral para imponer a Nicolás Ardito Barletta en la Presidencia en 1984; y el financiamiento estadounidense del paso de la Guardia Nacional a un ejército llamado, Fuerzas de Defensa, que era el gran sueño de Noriega, y que debía sustituir al ejército yanqui, al culminar la reversión del Canal de Panamá.

Sí, el gobierno estadounidense apoyó a Noriega y este acató los dictados del norte hasta que, durante el transcurso de los años 1984 y 1885, se generaron huelgas y movilizaciones populares que afectaron el proyecto neoliberal y cuestionaban el gobierno fraudulento de Barletta y el régimen militar de Noriega.

Crisis que continuaría profundizándose con las movilizaciones populares y la división a lo interno de la institución militar. Hasta que, después de las elecciones de 1989, el presidente George Bush, padre, optó por la salida cruenta de Noriega con la invasión.

El momento se presta para las anécdotas: mi compañera de vida, Briseida Barrantes, el movimiento estudiantil A Luchar y la Asociación de Estudiantes de Sociología fuimos los únicos que nos atrevimos a meter una denuncia penal contra Manuel A. Noriega, como jefe de las Fuerzas de Defensa, por las lesiones personales que sufrimos durante una represión ocurrida en septiembre de 1986. El único abogado que se atrevió a redactarla fue José Manuel Faúndes, pero no nos acompañó a la Procuraduría.

Algunos testigos, incluyendo a compañeros de lucha, tampoco tuvieron el valor de ir a declarar. Meses después, la fiscalía hizo llegar la respuesta de las Fuerzas de Defensa, simplemente decía: «Ese día no hubo ninguna intervención policial». Eso fue como para hacer un cuento a lo García Márquez.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.