Vittorio Agnoletto es médico especializado en salud del trabajo, con una experiencia de más de 30 años. A su competencia científica y profesional hay que agregarle su pasión civil, social y política, adquirida como integrante de lo que se puede denominar la generación después del 1968. Activista altermundialista, fue portavoz del Foro Social de Génova, durante la reunión del G8 en 2001, y es miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial. Autor de numerosas artículos científicos también ha sido parlamentario europeo. Tiene una larga experiencia en enfermedades infecciosas, al haber sido alma y Presidente de la Liga Italiana para la Lucha contra el SIDA, así como miembro de la Comisión Nacional del SIDA y actualmente miembro de la dirección de Medicina Democrática.
En estas semanas de emergencia Agnoletto sigue trabajando incansablemente, mediante programas de radio y numerosos vídeos en vivo, proporcionando respuestas a las numerosas preguntas y preocupaciones de los ciudadanos.
La evolución y las cifras de la epidemia en Italia parecen indicar errores y retrasos en las respuestas. ¿Cuáles han sido esos errores? ¿Podrían haberse evitado?
Ha pasado mucho tiempo entre la aparición del virus en China, la identificación de sus rutas de transmisión y su aparición en Occidente e Italia, al menos un mes y medio. La OMS define este período como una «ventana de oportunidad», es decir: un plazo de tiempo para que los gobiernos activen la prevención, las herramientas de información y se organicen para contrarrestar la llegada del virus y la epidemia.
El hecho de que el coronavirus pudiera llegar a Occidente e Italia era muy probable, porque en la era de la globalización es difícil imaginar que una infección de este tipo pueda limitarse a un solo país.
Lamentablemente ese mes y medio no se usó correctamente. En particular, el gobierno se centró en el tema de las fronteras, los viajes aéreos, con razón, pero con errores. Se bloquearon los vuelos directos desde China pero no los que hacían escala. Pero sobre todo no se activaron una serie de medidas importantes.
A nivel nacional, el 112 se proporcionó como número de referencia para información o reportar casos sospechosos. Pero ese es un número de emergencia que fue bloqueado por miles de llamadas sobre el coronavirus, excluyendo así otros tipos de emergencias. Debería haberse activado un número gratuito especial, con personal capacitado. Cuando finalmente se identificaron números regionales, no se puso a disposición un número adecuado de operadores.
En Italia tenemos una cosa que el mundo nos envidia: una red generalizada y universal de médicos de cabecera, al alcance de todos los residentes, sin importar si son emigrantes sin papeles. Todas las personas lo primero que hacen es recurrir a su médico de cabecera, entonces lo fundamental hubiese sido preparar a estos profesionales para brindarles una protección adecuada, porque los trabajadores de la salud son la primera barrera contra la propagación del virus. Eso no se hizo.
El virus aparece en la ciudad de Codogno el viernes 21 de febrero y hasta el 4 de marzo por la tarde los médicos de cabecera no tuvieron la posibilidad de acceder a los medios de seguridad necesarios, como máscaras, batas y guantes desechables. A las 6 de la tarde de ese mismo día ya todo el material estaba agotado. A los médicos de cabecera se les dejó solos, por eso no es casual que muchos de ellos se hayan infectado. Eso fue un desastre, porque no pudieron hacer nada para impedir la propagación del virus.
Finalmente, a los ciudadanos no se les dieron las indicaciones correctas sobre qué hacer y dónde ir. No se tenía que esperar a que llegara el virus, conocíamos las rutas de transmisión y sabíamos que los trabajadores de la salud también se habían infectado en China. Entonces, la indicación debería haber sido: si tiene la sospecha de estar infectado, no vaya a la sala de emergencia del hospital o a su médico de cabecera, sino llame al número gratuito regional o a su médico, evitando las situaciones que inmediatamente ocurrieron en Codogno, como el contagio de médicos y del personal de urgencias.
Otras medidas también se tomaron con retraso. La declaración de «zona roja» en diez ciudades de la provincia de Lodi fue correcta, en cambio, la adopción de medidas en Lombardía fue muy lenta. No olvidemos que en China han aislado toda una región que tiene una población aproximadamente igual a la italiana, 58 millones.
Cuando se tomaron esas medidas en Italia se cometió un error que hoy se discute en toda Europa: Se cerraron las escuelas pero no los lugares de trabajo. Esto supuso que muchos niños quedaron a cargo de sus abuelos, eso a pesar que China hubiese confirmado que era muy poco probable que los niños se infectasen, aunque, una vez infectados, si transmitían el virus, así que se expuso innecesariamente a la población más frágil, los ancianos.
En Noruega, por ejemplo, se actuó de otra forma: el cierre de las escuelas fue parejo al de los lugares de trabajo, y las aulas continuaron abiertas para los hijos de trabajadores obligados a continuar con sus labores, solo que en lugar de 300 niños había quizás 15, evitando así el contacto con sus abuelos.
La tasa de mortalidad de Covid-19 en Italia excede ya la de todos los países, incluida China. ¿Cuáles son las causas de estos datos?
No hay una respuesta segura, pero se pueden hacer algunas reflexiones. Debemos tener en cuenta que, después de la fase inicial, Italia solo está realizando test específicos a personas con temperaturas superiores a 37.5 y con síntomas respiratorios. El número de muertes se relaciona con las personas a las cuales se les ha hecho la prueba y por lo tanto los positivos están ya en la fase sintomática. La relación de porcentaje entre los pacientes detectados y la muerte de estos por lo tanto son alto. Pero según nos dice la OMS solo alrededor del 20% de los infectados alcanzan una fase sintomática, así que teóricamente las personas que tienen el virus deberían ser aproximadamente cinco veces más de las oficiales. Por supuesto estos son solo números aproximados.
Italia tiene una esperanza de vida bastante alta, aunque en los últimos dos años ha bajado, y eso es gracias al enfoque universal del sistema de salud. Pero hay un dato del que nadie habla: en los últimos 7-8 años en Italia ha habido un fuerte empeoramiento de un índice utilizado por la OCDE para evaluar la salud de la población: el número de días libres de enfermedades ha disminuido considerablemente entre la población de más de sesenta y cinco años.
Hay millones de personas que no pueden acceder a los tratamientos por sus costos, es difícil hacer algunas terapias, especialmente fisioterapia y odontología, por lo tanto, la calidad de vida de los ancianos empeora, y consecuentemente aumentan las enfermedades para los adultos mayores y esto los hace más frágiles ante el virus.
¿Se puede afirmar que hay una relación entre la virulencia del coronavirus en ciertas áreas geográficas y determinadas condiciones ambientales?
Por ahora no se pueden hacer afirmaciones en ese sentido. Una de las hipótesis es que vivir durante un tiempo prolongado en un área altamente contaminada, como puede ser por ejemplo el valle del Po, puede haber favorecido la fragilidad del organismo, especialmente de los ancianos que hoy enfrentan el virus, pero no hay confirmación al respecto. China ha identificado algunos condicionantes sociales que favorecen la propagación del virus y, sobre todo, la evolución hacia la fase sintomática, por ejemplo un historial prolongado de exposición al humo del tabaco.
A pesar de las medidas de distanciamiento y cuarentena la extensión de la infección no parece detenerse. ¿Hay realmente un problema de incumplimiento de las disposiciones o es que son insuficientes?
Creo que la decisión de establecer una zona roja en diez pueblos de la región de Lodi funcionó. Ha habido una inversión de la curva de contagio. El problema cambia cuando las medidas se han extendido a toda Lombardía y a nivel nacional. Existen varias razones que dificultan el cumplimiento de las disposiciones adoptadas, incluyendo las culturales. Italia no es China. Hay una visión de la vida mucho más individualista, hay un menor sentido de colectividad y deberes, más allá de las leyes y los castigos para aquellos que no las respetan.
A esto hay que sumarle el hecho de que mantener abiertas diversas actividades de producción es realmente un problema, por razones diferentes puesto que necesariamente hay que mantener cierta movilidad y, por lo tanto parte del transporte público. Además, no siempre es posible respetar las normas de seguridad y las distancias en el lugar de trabajo. Sumemos a lo anterior que si no hay suficientes máscaras y equipos de protección para los trabajadores de la salud, mucho menos en las fábricas y lugares de trabajo. Además la medicina del trabajo se ha reducido considerablemente, en lo que se refiere a la sanidad publica. Por ejemplo la ASL de Milán dio la primera orientación a los médicos del trabajo solo tres semanas después del brote de Codogno. No hay duda de que preservar las ganancias empresariales ha jugado un papel importante en el tipo de decisiones tomadas por el gobierno central y las administraciones locales. No es casualidad que Confindustria Lombardia, cuando el gobierno tuvo que decidir, intervino de inmediato argumentando que no deberían paralizarse las actividades productivas.
¿En qué medida estamos pagando la reducción de la inversión en los sistemas de salud pública y su creciente privatización como negocio?
Una de las cosas que no se hizo en la primera fase fue garantizar los equipos de protección personal. Se habrían tenido que adquirir en el mercado internacional, e impulsar su producción nacional mediante la reconversión de producciones. Es absolutamente increíble que hoy nos encontremos sin estos dispositivos, con enormes problemas y riesgos sobre todo para el personal de atención médica. En Lombardía, después de la primera arremetida vino el impacto en los hospitales, que no están preparados para una situación como esta.
El servicio de salud en Lombardía se centra principalmente en estructuras privadas, que reciben alrededor del 40% del gasto en salud de la región. Estas son empresas en las que los bancos y los fondos financieros invierten para obtener ganancias. El sector privado tiene mayores ganancias cuantos más enfermos hay. El enfoque del sistema público es exactamente el contrario: cuantas menos personas enfermas más se ahorra en términos de gastos.
Esa es la otra cara de la moneda. La otra cara de la moneda, el sector privado no invierte en prevención, porque paradójicamente le quitaría clientes; en cambio, el sector público debería tener como objetivo fundamental invertir en prevención para reducir la cantidad de posibles enfermos.
Un ejemplo claro es la disminución de camas, en 1981 había 530,000 camas y en el 2017 habían disminuido a 230,000. Sumemos a esto la escasez de personal sanitario, y así es como llegamos a esta difícil de vernos sobrepasados por la actual pandemia.
Desafortunadamente las actuales medidas del gobierno italiano terminan aportando más fondos al sector privado. Como medida coyuntural es correcta, es decir, que era necesario que el sector privado participara de inmediato en el esfuerzo por combatir la propagación del virus, pero, ¿cómo surgió esa necesidad? Además ¿las rápidas acreditaciones que se están dando a los centros privados serán revisadas tras la pandemia? Estoy convencido de que no será así y finalmente aumentará la participación del sector privado en los presupuestos de salud.
En estos días se habla de la posibilidad de nacionalizar segmentos de la industria farmacéutica y de producción de insumos médicos. ¿Crees que esto sería posible?
Más que llegar a procesos de nacionalización del sector farmacéutico – objetivo correcto aunque de difícil realización – es necesario revisar totalmente la organización del servicio nacional de salud. Creo que debería abrirse un gran debate sobre por qué no ha sido capaz de responder a la emergencia del coronavirus para poder entender en toda su magnitud la importancia de un servicio de salud universal basada esencialmente en la prevención. En el futuro llegarán otras situaciones similares, otras epidemias, y tenemos que revisar seriamente la organización de nuestro servicio público de salud.
Hay que volver a la tendencia de aumentar el financiamiento del sistema de salud público, que se ha venido reduciendo constantemente en las últimas décadas, pero además tenemos que aumentar significativamente la parte asignada a las estrategias de prevención. También tenemos que fortalecer la relación con la población, debemos tender a una atención y prevención que no sea solo delegar en el servicio de salud sino que incluya a los ciudadanos como protagonistas.
En lo que se refiere a la
industria farmacéutica, por supuesto que sería necesario contar con una
industria pública, pero la que había ya se desmantelo. Creo que la
nacionalización a nivel de país es muy difícil, se necesitaría una industria
farmacéutica pública a nivel europeo. A veces pienso que solo es un sueño y un
objetivo muy difícil, sin embargo los objetivos intermedios son posibles. Deben
cambiar totalmente las reglas, comenzando con la modificación de los
reglamentos de los ADPIC en la Organización Mundial del Comercio, es decir,
revisar la lógica de las patentes. Hoy una empresa tiene una patente exclusiva
por veinte años, lo que significa que solo ella puede producir ese medicamento
y establecer su precio sin ninguna otra alternativa.
Durante esta crisis epidemiológica se han adoptado medidas drásticas de control y distanciamiento social. ¿Existe el riesgo de que tras terminar la emergencia estas herramientas de control y regulación se hagan permanentes?
Las medidas que se han tomado son necesarias, más allá de los aspectos más mediáticos. Obviamente crean contradicciones, por ejemplo se saca al ejército a la calle y luego hay cientos de miles de personas que deben ir a trabajar para cosas que no son esenciales para la supervivencia.
Espero que después de la emergencia estas medidas desaparezcan. El respeto de las medidas por parte de la población implica un gran sentido de comunidad, comprender que la defensa de nuestra salud depende de cada uno de nosotros, que somos responsables no solo de nosotros sino también de los demás. Implica desarrollar el sentido de que uno forma parte de la comunidad. Ese mismo sentimiento debe llevar a defender que las situaciones de emergencia no pueden usarse para modificar nuestra vida diaria. Esto dependerá de cómo la población, y sobre todo la sociedad civil más organizada, viva esta medida, con qué espíritu y lógica. Una vez que termine la emergencia es absolutamente necesario restablecer las reglas de la vida democrática.
¿Qué consejos se puede dar a otros países, como España, que está entrando en una fase similar a la italiana?
España, como otros países, no debe seguir el ejemplo italiano, especialmente en la primera fase de la gestión de la epidemia. Nos encontramos sin equipo de protección personal, pero nos encontramos incluso sin medicamentos. Se necesita una intervención gubernamental directa y severa, que obligue a las compañías farmacéuticas a aumentar la producción de los medicamentos necesarios, modificar las líneas de producción, para aumentar la producción de los medicamentos e insumos necesarios. Deben obligar a las compañías, a nivel europeo, a poner medicamentos en el mercado a un costo diferente al actual, superando la patente.
Los mismos acuerdos ADPIC, sobre propiedad intelectual, establecen que ante una emergencia sanitaria y económica, los gobiernos pueden no cumplir con las normas de patentes. Es una medida compleja, pero si se toma a nivel europeo puede ayudar al suministro de medicamentos, sin crear un problema adicional en los costos.
Me parece que España se ha movido positivamente en un sentido, ya que inmediatamente declaró que los establecimientos de salud privados pueden ser requisados si es necesario. Esta es una medida que no se ha tomado en Italia.