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Costa Rica

Nuestro pueblo y su independencia

Fuentes: Rebelión

Aunque el título pudiese sugerir que este artículo es una reflexión patriotera, cargada de añoranzas y en busca de idílicos y heroicos tiempos perdidos, en realidad lo que pretendo con él es señalar que, con esos tiempos, se han perdidos recursos, valores, derechos, decoro y dignidad sin los cuales, la vida humana plena que, gracias […]

Aunque el título pudiese sugerir que este artículo es una reflexión patriotera, cargada de añoranzas y en busca de idílicos y heroicos tiempos perdidos, en realidad lo que pretendo con él es señalar que, con esos tiempos, se han perdidos recursos, valores, derechos, decoro y dignidad sin los cuales, la vida humana plena que, gracias a nuestro esfuerzo, trabajo honesto y compromiso materializado con el bienestar de nuestra comunidad, merecemos disfrutar, se convierte en un doloroso anhelo frustrado que nos consume en la elemental y cruel supervivencia. Aclaro también que este breve trabajo no alcanza siquiera el carácter de pequeño ensayo pues este, aunque es simple y subjetivo, requiere estar rigurosamente fundamentado, nivel que no alcanzo en esta ocasión, por lo que presento es un libre pensar en blanco y negro sobre la temática que desarrollo.

La Costa Rica que viví durante mi niñez, adolescencia y juventud, si bien estaba tachonada de desigualdades e injusticias, estas no eran tan evidentes y acentuadas como ahora, pues eran de una u otra forma paliadas o disimuladas por los gobiernos Social Demócratas -Partido Liberación Nacional ( PLN )- y Social Cristianos -Partido Unidad Social Cristiana ( PUSC ) y sus variantes- que, con un predominio del PLN, después de su fundación en 1951, luego se fueron turnando en el poder manteniendo más o menos inalterados sus planteamientos reformistas hasta mediados de la década de los setentas del siglo pasado, en que las crisis del sistema capitalista, del cual eran defensores, se empezaron a acentuar; situación que, de una u otra forma impulsaron la aparición del neoliberalismo capitalista, propuesto, entre otros, por economistas como F. A. von Hayek y M. Fiedman y que, a partir del gobierno del liberacionista Luis Alberto Monge Álvarez, con la Instauración del Primer PAE (Programa de Ajuste Estructural), fue tomado como catecismo económico, político, social y cultural por ambos partidos.

Vale recordar que la Socialdemocracia hunde sus raíces en la Primera Internacional Socialista que, con el objetivo de unir al movimiento obrero internacional, crearon Marx y Engels en 1864. Pese a la claridad y unidad del pensamiento de sus fundadores, esta Internacional no se caracterizó por la homogeneidad de pensamientos y el marxismo se vio enfrentado por el reformismo, que proclamaba que la meta más importante del proletariado era el lograr el voto electoral, y concesiones de los gobiernos burgueses, tesis que, obviamente en contra de las de Marx y Engels, constituyen el origen de la actual Socialdemocracia que poco tiempo después consolidó el alemán Eduardo Bersntein (1850-1932), con su teoría de la evolución del socialismo a través de la acción política y sindical. Por cierto que esto fue lo más atrevido que llegó a plantear el Partido Liberación Nacional en nuestra Patria antes de transformarse en totalmente Capitalista Neoliberal.

Por la misma senda reformista apareció el Socialismo Cristiano que originalmente afirmaba que sus principios se plantearon en los Evangelios, que defienden los intereses de los oprimidos y que, por todo ello se bastaba así mismo para liberarlos de los males sociales. La encíclica Rerum Novarum («De las cosas nuevas» o, «De los cambios políticos», 15 de mayo de 1891), publicada por el Papa León Xlll , vino a fortalecer esta doctrina y a justificar la sociedad capitalista, su oposición a la lucha de clases y la reconstrucción revolucionaria del mundo planteadas por la doctrina marxista y a proponer que, la moral y el amor cristiano entre trabajadores y patronos, debiese ser el paso fundamental para que la justicia social fuese alcanzada finalmente. Ambas doctrinas, la segunda imperante en alianza táctica con los comunistas, durante la década de los cuarenta del pasado siglo, y teniendo como caras más visibles al Dr . Rafael A. Calderón Guardia, al Arsobispo Monseñor Victor M. Sanabria Martínez y, por el Partido Comunista, a Manuel Mora Valverde y, la segunda, a partir de la década de los cincuenta con José Figueres Ferrer como líder del Partido Liberación Nacional, manejan el país hasta que, como vimos líneas arriba, ambas desarrollando su natural esencia de defensoras reales de las argollas dominantes nacionales e internacionales, devienen capitalistas neoliberales.

Brevemente recordemos que el Neoliberalismo es un modelo económico ubicado en la esencia misma de las doctrinas del liberalismo económico y, a su vez, dentro del sistema capitalista. Sus defensores imponen la libertad y apertura total de los mercados, desregulándolos, fomentando el libre comercio e imponiendo a la vez la privatización alegando que la administración privada es más eficiente que la pública, reduciendo así a su mínima expresión al Estado y eliminándole, por lo tanto, el cumplimiento de sus deberes en el campo de la Educación, la Salud Pública, Energía, Vivienda, Control de Precios, Banca, Comercio, Alimentación y demás Bienes y Servicios, pues los únicos propósitos que le asignan son la protección de la propiedad privada, la libre empresa y el orden que le permita a los grandes empresarios nacionales e internacionales explotar al resto de Humanidad y a la Naturaleza libremente.

Pues bien, conforme ha ido progresando este sistema económico, político, social y cultural en Costa Rica, los derechos y libertades de nuestro Pueblo se han ido diezmando en la misma proporción, algunas veces de manera sutil pero otras de manera contundente, veamos ejemplos: casi imperceptiblemente nos han ido manipulando ideológicamente mediante una tarea conjunta del sistema educativo, los medios de «comunicación», los credos religiosos, las redes sociales, etc, para que aceptemos como único posible y justo al sistema Capitalista Neoliberal con su respectivo y exclusivo ordenamiento jurídico; como la ideal a la Democracia Representativa en la que el Pueblo participa fundamentalmente votando; como opción moral imperante a la religiosa y, dado que el Estado es confesionalmente Católico, a la que emana de esta doctrina aceptándose como segundas opciones a las demás doctrinas cristianas eso si, y, como único ordenamiento social, al dividido en tres clases -alta, media y baja- con la Educación como mítico medio para ascender pues, por más estudios que se tenga, honestamente es muy difícil llegar a la cúspide sin violar la ética y la ley máxime que, por causas que poco o nada tienen que ver con las capacidades intelectuales de los estudiantes, menos de un veinte por ciento de quienes ingresan a la Educación Primaria concluyen sus estudios superiores.

Cualquier intento de rebelarse y de romper esquemas se sanciona al principio suavemente pero, al que persiste, le caen encima los aparatos represivos con rigor y fuerza. La primer andanada en contra de quienes se rebelan es de carácter ideológica pues está a cargo de quienes manejan esos aparatos: padres de familia, «lideres» religiosos, éticos y educativos; medios de «información», etc, que empiezan a sermonear en contra de los «alborotadores», «alteradores del orden público» de las «buenas costumbres», calificativos que luego cambian por «agitadores», «chavistas», «comunistas» y, de persistir el «brote» pasan a aplicar la represión jurídica a quienes impiden el «libre tránsito» el «derecho a llegar a tiempo a sus trabajos», a la «seguridad» y a «la vida». A estas alturas la represión echa mano a aplicar el Código Penal y sus castigos que, como es sabido, ha sido endurecido en las últimas décadas con el propósito de detener cualquier alteración significativa al «Orden Público» que, por cierto, es el que ha impuesto, a través de sus servidores en la Asamblea Legislativa, la pequeña élite que en el país posee el poder económico y político y sus grandes «colegas» a nivel internacional.

Con tales represiones, nuestro Pueblo ha terminado aceptando que se le privaticen paulatinamente una serie de instituciones y bienes y servicios públicos vitales, e incluso, en vez de exigirle al Gobierno que los mejore pues los paga con sus impuestos, ha terminado comprándolos a precios de oro a las empresas privadas, como en los casos evidentes de la Educación y la Salud, los cuales, en el colmo de la domesticación, paga doble. Finalmente, una noticia con poca difusión por cierto pero nunca desmentida, aparecida el pasado viernes 9 de septiembre nos informa que «Sala lV anula moratoria piñera: Libertad de empresa limita la democracia en municipalidades», y se explica que la Municipalidad de Los Chiles, correctamente fundamentada en los artículos constituciones 169 -Derecho municipal de administrar el cantón respectivo-, 170 -Autonomía municipal- y 50 -Derecho de las personas a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado- sabiamente había decretado una moratoria a la expansión piñera, decreto que fue recurrido por la Cámara Nacional de Productores y Exportadores de Piña y, como a partir de la aprobación del Capitalista y Neoliberal TLC impulsado por Oscar Arias en 2007, Costa Rica le pertenece a esos grandes empresarios y sus compinches internacionales, la Sala Constitucional, le dio la razón a la argolla piñera, «basureando» al Régimen Municipal y a nuestro Pueblo. En fin, cada vez más prisioneros mental, jurídica y, por el fanatismo creciente, religiosamente, las y los ciudadanos costarricenses creo que no tenemos mucho que celebrar en lo referido a la independencia que nos cedieron en 1821 y, sí mucho trabajo que hacer para romper estas cadenas y empezar a construir nuestra segunda y definitiva independencia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.