Los escándalos en torno del premier italiano no pasaron inadvertidos para el electorado en las municipales. La centroderecha tuvo una suerte de empate con la oposición. Bajó la opinión favorable pública sobre los políticos.
Silvio Berlusconi puede respirar nuevamente. Después de semanas de revelaciones sobre su vida privada -que culmina en una decisión del fiscal de interrogar a docenas de mujeres por sospechas de que se les estuviera pagando para asistir a las fiestas-, el premier de Italia se sacó de encima la presión, logrando algo así como un empate para su coalición de centroderecha en las elecciones provinciales y municipales en todo el país.
Más allá de las fronteras de Italia parece inconcebible que un líder elegido nacionalmente pueda comportarse como un antiguo emperador romano sin enfrentar graves consecuencias políticas. Pero dentro de Italia, la humanidad falible de Berlusconi y el hecho de que no está tan obsesionado con el juego del poder como para no tener tiempo para las cosas más dulces en la vida parecen ser vistos no de forma tan negativa.
De manera que mientras la centroizquierda celebraba su éxito en mantener sus bastiones de Turín, Bolonia, Florencia y Bari, el Partido del Pueblo de la Libertad de Berlusconi ganaba en Milán y Venecia. «Si ésta es una victoria para la oposición, queremos perder siempre así», dijo Berlusconi cuando llegaron los resultados. En realidad, el resultado fue más complejo y con más matices según el mejor encuestador de Italia, Renato Manheimer, un agudo incremento en las abstenciones fue lo nuevo más importante. Berlusconi también es responsable de que la opinión popular favorable hacia los políticos descendió, con el 25 por ciento de la gente que asocia lo político con «repugnancia» y otro 22 por ciento con «enojo».
Berlusconi de ninguna manera se libró del tema. Desde que su mujer, Veronica Lario, anunció a comienzos de mayo que iniciaba el divorcio por ser un incesante mujeriego, el premier se ha visto envuelto en una ola de revelaciones sobre su aparente obsesión de rodearse de jóvenes bellas. Una de las mujeres invitadas en noviembre pasado al palacio de Berlusconi en el centro de Roma, Patrizia D’Addario, de 42 años, dijo que le habían prometido 2000 euros para asistir y, cuando vio el grupo de mujeres ya presentes, se dijo: «Pero esto es un harén». Las fotografías fueron dadas a conocer por otras dos mujeres, Lucia Ro- ssini y Barbara Montereale, supuestamente tomadas por ellas mismas en el baño del apartamento de Berlusconi. Y ahora unas treinta mujeres invitadas a tales eventos, muchas de ellas de Europa oriental, son interrogadas por los fiscales que investigan cómo se consiguieron prostitutas para estas fiestas, mientras un empresario conocido de Berlusconi, Giampaolo Tarantini, que D’Addario dice que le pagó por ir a la fiesta, también está siendo interrogado en la misma investigación. Tarantini negó las acusaciones, pero le pidió disculpas públicamente a Berlusconi por los inconvenientes que causó el asunto.
El propio Berlusconi salió a desmentirlo. «Nunca pagué por ninguna mujer. No sé qué satisfacción puede haber si no hay conquista», dijo en una entrevista con el semanario Chi. El editor de la revista La Famiglia Cristiana se hizo eco de las cartas de lectores furiosos. «Superó los límites de la decencia», escribió Antonio Sciortino acerca del asunto. «Los cristianos -como lo demuestran las cartas de los lectores- están espantados por este clima de decadencia moral.» Tomadas en su conjunto por la reciente crítica en las columnas de L’Avvenire y por el arzobispo de Lanciano-Ortona, estas palabras deben enviar campanas de alarma al campo de Berlusconi. Ningún político en sus cabales quiere alienar al voto católico. De manera que el escándalo continúa enojando, aunque Berlusconi no se enfrentará a otra prueba electoral hasta el año que viene. Y ya las acusaciones contra él lo han obligado a abandonar o por lo menos a disminuir sus ambiciones para obtener la función más importante en su país, la de presidente. «No tengo interés en ser presidente», respondió cortante cuando se le preguntó sobre el tema en los últimos días.
Esta semana tres académicos de universidades italianas han reunido «cientos» de firmas para una carta a las mujeres de los líderes del G-8 que deben llegar a Italia el mes que viene para la cumbre, instándolas a boicotear el evento por «la forma en la que el primer ministro Silvio Berlusconi trata a las mujeres tanto en público como en privado».
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-127125-2009-06-24.html