Octubre es un mes peculiar visto desde el Lima-Centrismo. Es morado como el maíz, y tradicional como las procesiones multitudinarias en honor al Señor de los Milagros; una fiesta patronal llevada a una mega urbe en colapso, donde la tradición y modernidad se mezclan y producen su propia versión chicha de fe Católica. Esto se […]
Octubre es un mes peculiar visto desde el Lima-Centrismo. Es morado como el maíz, y tradicional como las procesiones multitudinarias en honor al Señor de los Milagros; una fiesta patronal llevada a una mega urbe en colapso, donde la tradición y modernidad se mezclan y producen su propia versión chicha de fe Católica.
Esto se deja ver a través de un Presidente de la República que en un Estado supuestamente laico deja en claro cuál es la práctica religiosa institucional y se pone sobre el hombro el sufrimiento católico. De la misma manera como Oswaldo Reynoso nos recuerda a través de su novela que «En Octubre no hay Milagros» sino mucho negocio que hacer. Pero además es la rendija donde una parte de la sociedad más colonizada, se deja ver al desnudo; nos referimos a esa manifestación tradicional que sin pudor, ni compasión se sigue practicando en la Feria Taurina del Señor de los Milagros.
Pero ¿son las corridas de toros un acto de cultura o maltrato animal? Dar respuestas sería un buen inicio para el debate público. El objetivo para los aficionados a las corridas será probar que su tradición cultural está basada en una continuidad histórica. Como la nuestra, la del Perú es una historia reconocida a medias, probablemente esa continuidad sea respondida con argumentos profundamente coloniales, como a muchos aficionadas les tiene sin cuidado esto, entonces la prueba final será demostrar la vigencia de una tradición cultural obsoleta, en tanto que vivimos en una era global mayoritariamente antitaurina, pero ¿por qué?
Una de las respuestas es porque la sociedad global hace no mucho viene reconociendo derechos a los animales no humanos. Esto significa superar ideas antropocéntricas y empezar a rechazar la discriminación basada en la diferencia de especies. Para Peter Singer es pensar que tanto los humanos como los animales no humanos comparten la capacidad de sufrir. Esto significa que los animales tienen derecho, al menos, a no ser torturados, a que no les causen dolor innecesario y más aún si son a través de actos superficiales. Nuestra sociedad ha ido tomando conciencia, así como lo hizo hace muchos años con la esclavitud. Prueba de ello es que Barcelona el año 2010 fue declarada ciudad antitaurina, de la misma forma lo hizo Bogotá y así se han ido sumando más ciudades.
Como sabemos no es suficiente con tomar conciencia, también necesitamos mecanismos jurídicos que aseguren su protección; el caso del Perú no es del todo satisfactorio, la naturaleza jurídica de una animal es la de ser un bien mueble, y si el Código Penal peruano considera un delito por daño a los animales, es porque afecta el patrimonio de las personas. Hay iniciativas como la ley 27265, ley de protección a los animales domésticos y a los animales silvestres mantenidos en cautiverio, la cual busca proteger con poca eficacia, y además aún no ha sido reglamentada. También existe un proyecto de ley N° 3266/2013-CR que busca penar el maltrato de animales domésticos de compañía, incluso la policía podría intervenir en caso de flagrancia y ser considerada hasta delito. Sin embargo debemos exigir a nuestros congresistas su aprobación; así como debemos empezar la batalla en los juzgados que vayan creando precedentes.
En el Perú es necesario tomarse en serio el derecho de los animales, hay una masa crítica que lo exige y así como buscamos que las cuencas acuíferas, los bosques, la biodiversidad en su conjunto y toda la naturaleza sean sujeto de derechos; dentro de esa corriente holística; parecidas razones son las que nos asisten a pensar en el derecho de los animales no humanos, para que no solo eviten la violencia y maltrato de los toros; sino de toda forma de sufrimiento contra todo animal, sean en mataderos, hacinados, laboratorios, circos, zoológicos, etc.; y no se trata de ser vegetarianos para indignarse con el maltrato animal; tampoco de no respetar derechos de «minorías culturales» que se escudan astutamente para justificar practicas aberrantes. Se trata simplemente de reconocernos parte de un mismo planeta, con condiciones iguales a ese sufrimiento, se trata de un mandato ético de respeto animal.
Luis Hallazi es abogado y politólogo, especialista en Derechos Humanos y en mecanismos para el ejercicio de un Derecho Transformador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.