La ola de escándalos políticos es, entre otras cosas, producto de la crisis interna de nuestra clase política criolla para hilar más fino, del detrimento del sistema de partidos. Una discusión de mayor aliento nos llevaría a encarar a la oligarquía con el capital emergente producto de la malversación de bienes públicos. Los escándalos, como […]
La ola de escándalos políticos es, entre otras cosas, producto de la crisis interna de nuestra clase política criolla para hilar más fino, del detrimento del sistema de partidos. Una discusión de mayor aliento nos llevaría a encarar a la oligarquía con el capital emergente producto de la malversación de bienes públicos.
Los escándalos, como lo son todos, no dejan ver la raíz de los problemas y nos quedamos discutiendo sobre las ramas.
Entre ellos tenemos a un magistrado de la Corte Suprema de Justicia procesado por diversos casos de corrupción que ascienden a millones de dólares, le tocara a los diputados, si se da el caso, juzgar a este magistrado. Las voces por justicia en este caso se alzan por doquier, quieren ver al mejor estilo de la película de Sergio Leone, que diputado vende su voto por un puñado de dólares más.
Otros escándalos no se quedan atrás, como la malversación de fondos millonarios, en el Programa de Ayuda Nacional (PAN), que a pesar de todas las críticas aún sigue funcionando, como si no ha pasado nada, esto es un gatopardismo institucional, cambiar para quedar en lo mismo.
Las escuchas telefónicas, que sirvieron para desestabilizar a la oposición y controlar la gestión gubernamental, destapó la necesidad de repensar nuestros servicios de seguridad al contrastarlos con nuestros derechos ciudadanos, de no ser objeto de pinchazos para la extorsión política.
Los diputados tampoco escapan a esta ola de escándalos, cuando han incurrido históricamente en el error de confundir su misión de legislar para el país, con la de madrecitas de la caridad, regalando jamones hasta tazas para tomar café. Fomentando el clientelismo.
El escándalo más mediático es el que involucra al ex presidente del gobierno pasado, que nadie sabe dónde está, ni está claro cuál es el procedimiento a seguir para procesarlo.
Aunado a esto, tenemos un gobierno que bien se le puede calificar en términos generales como lento y sin un claro proyecto de país, aún muy temprano para juzgarlo, de eso se encargará la historia, pero con una muy marcada improvisación en su gestión gubernamental.
De toda esta ola de escándalos, que asciende un déficit por los dos mil millones de dólares, si no se concretiza ninguno o se es selectivo, nos quedará la lección, que para alcanzar una sociedad justa y democrática necesitamos otra clase política.
Blog del autor: http://
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.