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Francia: hipótesis sobre los disturbios de octubre de 2010

Otoño bajo helicóptero

Fuentes: Revista Trasversales

1. Al añadir dos años más de trabajo, la reforma de las jubilaciones no plantea una simple suma cuantitativa, sino un cambio adicional cualitativo e imprevisto. Esa es la causa, aunque no la razón, del actual rechazo a ella. El aumento de la edad de jubilación ha hecho sentir, aunque quizá de forma confusa, todo […]

1. Al añadir dos años más de trabajo, la reforma de las jubilaciones no plantea una simple suma cuantitativa, sino un cambio adicional cualitativo e imprevisto. Esa es la causa, aunque no la razón, del actual rechazo a ella. El aumento de la edad de jubilación ha hecho sentir, aunque quizá de forma confusa, todo el peso de la existencia que se nos ofrece hoy en día: para nada, para cosas diferentes a las que deseamos, para los bancos, para una empresa que pactó con Vichy (1) o para otra que estrangula a los agricultores, para ministros de despreciables palabras.

Dos años más de trabajo, eso ha abierto un vacío. La mayoría de los jóvenes piensan que, en cualquier caso, no tendrán jubilación. Por si algunos no lo saben todavía, no hay futuro, al menos no hay futuro tal y como se le está preparando. Pero entonces, ¿qué es lo que contiene a la gente? Buena pregunta, que se planteará de forma aún más aguda en los meses venideros.

El futuro que se desmorona, cuando no es pura y simplemente signo de muerte, es un futuro abierto, y sólo esto explica el grado de violencia de la represión estatal que se ha abatido sobre los jóvenes, para quienes el tiempo corre con mayor intensidad pues en él se manifiesta el comienzo de algo. Cuando las virtualidades encuentran un vacío, no se sabe lo que puede suceder. Y las instituciones estatales, como todas aquellas otras que calculan su posición subjetiva tomado como referencia al Estado, habrán hecho todo lo posible para que no ocurra gran cosa, o algo peor.
En vano, porque ya es demasiado tarde. Cierta ingobernabilidad ha alcanzado un punto de no retorno y emerge poco a poco de las redes de comunicación, afectivas y cognitivas, que no necesitan de la gubernamentalidad estatal para vivir y pensar (véase el caso de la vacuna contra la gripe H1N1). Poco a poco se convierte en cosa común cierta lucidez sobre los porvenires imposibilitados. Pero eso no basta para hacer una vida.

Aquello que hoy nos convoca y ante lo que debemos comparecer es nuestra propia capacidad para hacer esta vida deseable, resaltando en ella esa desmesura de la que la política debe ser capaz de dar cuenta. Pues la reforma de las pensiones ha afectado al tiempo. Hoy la política debe ocuparse del mismísimo tiempo. Cronopolítica.

2. No es que las reivindicaciones actuales sean inútiles, pensemos en la renta básica universal, en los impuestos sobre todas las transacciones financieras, en la creación de derechos de propiedad colectiva de los pueblos autóctonos, en las medidas de protección de la biodiversidad, etc. Sin embargo, sentimos su insuficiencia en relación a la totalidad de lo que habría que conseguir. Por justa que sea, cada reivindicación es hoy como un fragmento que exhibe cruelmente su carencia. Sin duda, se puede intentar formular reivindicaciones más potentes, pero será en vano en tanto que no se recorten sobre el telón de fondo de una aspiración global reconocida como tal y de la creencia en la posibilidad de su realización.

El conflicto que surge en el corazón de la reforma de las jubilaciones es interno a este dispositivo civilizacional, tan dañado que incluso una victoria que lograse la retirada de la reforma no cambiaría casi nada. Hay que escuchar y ver lo que se ha dicho durante estos meses: las pensiones importan un pimiento a todo el mundo. Esta afirmación puede parecer inaceptable, ya que parece obvio que toda persona tiene derecho, después de una vida de trabajo, a un tiempo desvinculado de la actividad laboral remunerada. Pero quedarse sólo en eso sería como negar lo que ahora es percibido como una mayor inadecuación a las circunstancias actuales; me refiero a la manera en que nuestra sociedad ensambla el trabajo, el no-trabajo y la vida en tanto que existencia integral. Lo que resuena a través de las reivindicaciones actuales es la idea de una revisión completa del modo de existencia humana. Lo que se expresa a través de este combate es el sentimiento profundo de que ha caducado un modo de civilización. Voces de vidas mutiladas a las que nadie presta cuidado. Si sólo se tratara de las jubilaciones, no podríamos entender por qué algunos han sido capaces de invertir tanta energía, dinero y tiempo en bloquear, hacer huelga o discutir. ¿Por qué un rechazo tan intenso?

Es un rechazo del sarkozismo, sin duda, pero si nos quedamos en eso tomaríamos una parte por el todo. Ya es hora de que los intelectuales franceses dejen de hacer de la persona del presidente un fácil espantapájaros, olvidando que su sucesor podría ser peor. Hay que identificar otras razones, vinculadas al capitalismo y a las gobernanzas que lo son propias. Mirad a España, Italia, recordad lo que sucedió en Grecia hace poco. Hay que pensar más allá del sarkozismo y hay que crear intelectualmente un más allá. Estemos seguros de que los poderes actuales lo saben, que saben que el más allá insiste a través de su propia ausencia, como el fantasma de un futuro dejado en la estacada. Y saben lo peligrosa que es la situación, en la medida en que afecta de lleno al corazón de la juventud.

3. El corazón, el tiempo… Se dice que el retraso de la edad de jubilación ha hecho caer la esperanza de vida en Estados Unidos. Hacer caer la esperanza y la vida, ¿no es un crimen?

Lyon, 28 de octubre 2010

(1) Nota traducción: Vichy hace referencia aquí al régimen títere del nazismo instaurado sobre una parte del territorio de Francia entre 1940 y 1944.

Fuente: Revista Trasversales número 20 noviembre 2010

Frédéric Neyrat es filósofo, miembro del comité de redacción de la revista Multitudes. Autor de Biopolitique des catastrophes (MF, 2008); Le Terrorisme (Larousse, 2009), Instructions pour une prise d’âmes. Artaud et l’envoûtement occidental (La Phocide, 2009). Traducido y publicado en Trasversales con autorización del autor.