Cuando se aplaca el eco, el silencio se esparce, esconde el ruido, reina una aparente estabilidad, el entorno auditivo languidece y todo vuelve a la normalidad. Al menos así lo perciben algunos políticos. Recordemos sino las películas del oeste, los barracones de los prisioneros del fascismo, la kasbah argelina contra el colonizador francés, los arrozales […]
Cuando se aplaca el eco, el silencio se esparce, esconde el ruido, reina una aparente estabilidad, el entorno auditivo languidece y todo vuelve a la normalidad. Al menos así lo perciben algunos políticos. Recordemos sino las películas del oeste, los barracones de los prisioneros del fascismo, la kasbah argelina contra el colonizador francés, los arrozales de Viet Nam, o la tortuosa franja de Gaza. En todos ellos el silencio escondía la barbarie.
¿Cómo ha reaccionado la Unión Europea desde que la presidencia checa y el Presidente francés intercedieron para detener los ataques israelíes contra Gaza? Han alcanzado, tal vez, la paz de los sepulcros. Se conforman con una tregua diaria de tres horas. La condescendencia hacia los agredidos se difumina, la tendencia a justificar a los israelíes se agranda y el final de la masacre es traducida como una respuesta a la beligerancia del partido Hamás, proscrito por estadounidenses y eurocomunitarios. Sería indescriptible, pero puede resumirse en tres palabras: LANGUIDECIÓ EL ECO.
La misión de la presidencia checa de la UE para detener la operación militar «Plomo Fundido» ha obtenido escasos resultados, derivado de su inexperiencia diplomática en el Medio Oriente, la imposibilidad de influir sobre el gobierno Israelí y de materializar la ayuda humanitaria. La visita a la zona conflictiva por el primer ministro, Mirek Topolanek derivó en dos encuentros en Bruselas, con la participación de los Cancilleres de la UE y la invitación a los países más involucrados. Su enunciado más significativo fue «contener el tráfico de armas hacia Gaza». En todo caso, la Cámara Baja de Praga esbozó en sus debates uno de los objetivos de la UE: «apoyar al gobierno legal palestino, dirigido por el presidente Mahmud Abbas».
El empeño francés enfatiza sobre el alto al fuego, a partir del cumplimiento de la Resolución 1860 de la ONU; viabilizar el acceso de la ayuda humanitaria con carácter permanente y modifica sus planteamientos iniciales: ya Israel no es tan genocida, se limita a impugnar la colonización en Cisjordania, hay que detener el tráfico de armas hacia Gaza e intentar la reconciliación interpalestina…
Los dos últimos aspectos delinean la tónica de la Unión Europea: Hamás y sus suministradores de armas sirven para justificar la «autodefensa» de Israel y no por último -las diferencias entre el gobierno de la OLP y la organización declarada «terrorista» por el poder hegemónico-. Esto no evitó que el convoy enviado por París para ayudar a las víctimas de Gaza, fuese bloqueado por las autoridades israelíes en el paso de Erez. Sin embargo, la Cancillería gala se vio en aprietos cuando la impugnaron sobre los suministros a Israel, que el Vocero justificó como «parte de la cooperación común y que Tel Aviv ocupa el 42º lugar entre los compradores de la industria de armamentos francesa».
Después de la tregua, escasean los comentarios entre los abúlicos gobiernos de los Estados miembros de la Unión. Por ejemplo, el Ministro de Asuntos Exteriores español- país propulsor de la Alianza de Civilizaciones- durante su visita a Estrasburgo subrayó la «fragilidad» del alto al fuego y enfatizó sobre el imperativo de una atención humanitaria, tras 23 días de guerra y violencia. El juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, provocó que Moratinos prometiera a Tel Aviv que «la investigación sobre acusaciones de un delito contra la humanidad, perpetrado en julio de 2002 tenga el «menor impacto posible y finalice con una solución satisfactoria para Israel». Por primera vez se esboza una condena -al menos a escala judicial- contra los crímenes israelíes.
Turquía, país aspirante a la Unión Europea -también promotor de la citada Alianza- acusó de genocidio al gobierno israelí durante el Foro de Davos, lo que le granjeó una réplica mordaz de ese régimen. Dirigentes de Hamás calificaron al Primer Ministro turco de «hermano y auténtico intermediario honrado», banderas turcas ondearon en Gaza, Irán le otorgó la ciudadanía honorífica de Teherán de manos de su alcalde y su pueblo lo recibió con vítores en Ankara. El excepcional comportamiento turco responde, tanto a la mayoría musulmana en ese país, como a sus estables vínculos con el Medio Oriente, con muchos de los cuales intercede para que Israel amaine su belicismo. La ayuda, aunque modesta, ha sido más inmediata, que la tan anunciada por la UE. También en ese país, un fiscal inició una investigación contra altos cargos israelíes, que incluyen al Presidente, el Primer Ministro y los titulares de Defensa y Asuntos Exteriores.
El resto se manifiesta formalmente: el aprecio del Primer Ministro italiano por la diplomacia de los mandatarios egipcio y estadounidense. Durante el recorrido del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina por París, Estrasburgo (sede del Parlamento Europeo), el Reino Unido, Polonia e Italia sus anfitriones se inclinaron hacia la reconciliación nacional. Para ellos la culpa de los sucesos de Gaza es de los terroristas de Hamás, nunca del aliado israelí.
Lo más significativo es el comportamiento de los funcionarios e instituciones de la Unión Europea. El Representante de la Política Exterior, Seguridad y Defensa, Javier Solana considera absolutamente fundamental que Israel abra todos los puntos fronterizos con Gaza y levante el bloqueo sobre la franja para paliar el sufrimiento de miles de palestinos, mientras propugna que también se abran entre Gaza y Egipto. Para él, el problema más agudo es el «humanitario, en situación desesperanzadora». No obstante, propone que en el presente año la UE mantenga una política de «gestión de crisis» en el Medio Oriente y modifique su «mentalidad hacia una posición profunda que resuelva el conflicto».
Para los interesados, siempre que la UE menciona la fórmula de «gestión de crisis» recuerda su papel en Yugoslavia, Kosovo, República del Congo, Líbano o Haití. Para ser más explícitos: los enviados permanecen sin lapso determinado, las tropas «supervisan» la situación y finalizan participando en algunas «acciones humanitarias» a punta de bayoneta.
El Parlamento Europeo aprobó, a su vez, por amplia mayoría -tanto de populares como de socialdemócratas- una Resolución que solicita a las autoridades israelíes que permitan un «flujo continuo y adecuado» de ayuda humanitaria, mientras estima que el levantamiento del bloqueo también sería positivo para luchar contra el contrabando de armas y municiones hacia Gaza». Con esta última observación, insisten en inculpar a Hamás. Tanto Solana, como la comisaria europea de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner sobrestiman la solución a partir del «momento de transición en la región, debido a las elecciones israelíes y al cambio gubernamental en la Casa Blanca».
El presidente de la fracción del Partido Popular en el Parlamento, Joseph Daul ha empleado su tiempo en «advertir a Hamás de que no debe confiscar la ayuda humanitaria distribuida por las Naciones Unidas, hecho -a su ver- escandaloso, intolerable y que no debe repetirse». Su advertencia reside «en el entendido de que deben cesar el fuego, las operaciones militares israelíes y con la mayor firmeza, la suspensión definitiva de ataques por Hamás desde Gaza». El portavoz del grupo liberal en el Parlamento, Graham Wilson hizo un llamado a la «obligación moral» de ayudar a la población palestina, mientras que el líder de la fracción socialista, Martin Schulz estimó que «el mensaje debe ser que no hay una solución violenta, ni militar, ni a través del terrorismo».
La Conferencia celebrada en Copenhague a finales de febrero logró la presencia estadounidense, canadiense, británica, alemana, francesa, española, italiana, holandesa y noruega, con observadores israelíes, de la OTAN y la presidencia de la UE. Debido a máximas medidas de seguridad, solo trascendió el debate sobre el probable establecimiento de un control internacional del tráfico marítimo en la zona.
Por primera vez, un fiscal de la Corte Penal Internacional circuló un proyecto sobre el empleo de fósforo blanco en zonas civiles densamente pobladas de Gaza. La moción fue rechazada porque Israel -claro está- no ha suscrito los estatutos de la CPI; pero se estudia la posibilidad de una jurisdicción palestina sobre las atrocidades cometidas en la franja.
Los muertos quedaron insepultos, los heridos mutilados, los creyentes sin iglesias ni mezquitas, los desplazados sin hogar ni familia, los niños huérfanos y sin escuela, los agricultores con agua contaminada o sin ella, el suelo minado y los seres humanos dañados a causa de las bombas de implosión, el fósforo blanco o cualquier invento prodigioso de la técnica belicista. La conclusión de los altos gobernantes es que «lograron un alto al fuego y la paz», aunque sea a medias. El sombrío panorama no responde a la pluma de Dante, Poe ni Dostoiveski: constituye un suceso histórico reciente.
Cuando el eco de los ataques se apaga, los agresores son justificados por sus aliados. Los gestores de las guerras contemporáneas de rapiña, prevención, punición o falsamente humanitarias siempre justifican las acciones agresivas de los países ricos. De pronto, el silencio aletarga el sentimiento justiciero de los agredidos y rebrota, como la mala hierba, una solidaridad sanguinaria y genocida entre los poderosos. Después de todo no las consideran un cataclismo: Estados Unidos y la Unión Europea contemplan desde los ventanales de sus fastuosos edificios el hambre, el desplazamiento y la muerte como si observasen una película más ¡qué reine el silencio!