La defensa alemana de Israel en el caso de genocidio presentado ante la Corte Internacional de Justicia muestra los límites de su conciencia histórica. Su hipocresía no pasa desapercibida en Namibia.
Cuando hace dos semanas el Presidente de Namibia, Hage Geingob, condenó con toda razón a Alemania por respaldar el genocidio de Israel y defenderle ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), mucha gente comprendió por qué un país tan pequeño del suroeste de África se sentía obligado a hacerlo. La gente que como yo crecimos allí nunca estuvimos a salvo de los legados del colonialismo alemán en Namibia y de lo que se conoce como su “genocidio olvidado”.
No es ningún secreto que el colonialismo alemán todavía divide a Namibia. No solo lo veo en los monumentos y en las escuelas alemanas repartidas por todo el país, o cuando escucho contar a mis hermanas mayores cómo fueron obligadas a aprender alemán durante toda su educación secundaria; en mi propia vida cotidiana también me enfrento al impacto alemán en Namibia.
Alemania y el núcleo imperial occidental siempre han utilizado su ajuste de cuentas con el Holocausto como punto de referencia para la expiación histórica y la rendición de cuentas. Pero la falta de conmemoración generalizada, de “recordar”, de disculpas o incluso de reparaciones para las personas namibias deja claro que ese ajuste de cuentas no se hizo extensivo, ni se hará, a las víctimas de su primer genocidio.
La fallida rendición de cuentas de Alemania
Los historiadores suelen puntualizar lo “breve” que fue el Imperio alemán con el argumento de que al haber “perdido” sus colonias en 1918, el colonialismo alemán no fue tan relevante como otras conquistas europeas.
El pueblo herero-namaqua de Namibia recuerda las cosas de otro modo. Tras la “Pelea por África” de 1884, Alemania se hizo con colonias en África Oriental, África Sudoccidental y África Noroccidental. En Namibia las tropas coloniales alemanas robaron las tierras y el ganado indígenas, y sometieron a las poblaciones autóctonas –los herero-namaqua–, incluidas niñas y niños, a trabajos de explotación y a brutales formas de castigo.
En 1904, cuando las poblaciones indígenas se resistieron, los alemanes reprimieron sus levantamientos y emitieron inmediatamente una orden de exterminio. En 1905 se crearon los “Konzentrationslager” (campos de concentración) para causar la “muerte por agotamiento”, entre otras causas por inanición, violencia sexual, experimentos médicos y enfermedades.
El genocidio de Namibia aniquiló aproximadamente al 80% de la población herero y al 50% de la población namaqua; unas 100.000 personas herero-namaqua asesinadas por las tropas coloniales. Fue el primer genocidio del siglo XXI.
Paralelamente, en África Oriental se estaba produciendo la rebelión Maji Maji de Tanzania contra la opresión de la dominación alemana. Los colonialistas alemanes la aplastaron sometiendo a la población interétnica de Tanzania mediante una hambruna forzada durante tres años. Llegaron a morir 300.000 personas en una muestra del grado de deshumanización que se dispararía y se utilizaría posteriormente durante el Holocausto nazi.
Estas masacres sistemáticas fueron características de la dominación colonial alemana en África. Pero hoy están casi ausentes en la memoria de Alemania.
La política de la memoria y la reconciliación
No fue hasta 2004, un siglo después, que el gobierno alemán reconoció formalmente sus brutalidades coloniales en Namibia y pidió disculpas. Pero rechazó la posibilidad de reparaciones para los supervivientes y descendientes de las víctimas del genocidio. Entonces, en 2015, Alemania negoció con el gobierno de Namibia “curar las heridas” de su violencia colonial y reconocerla oficialmente como genocidio. Acordaron además pagar a Namibia 1.100 millones de euros en ayuda al desarrollo durante 30 años como gesto de reconciliación, aunque no como reparación jurídicamente vinculante. Esta falsa pretensión de reconciliación es una forma de violencia estructural y por ello puede considerarse como un legado permanente del genocidio y el colonialismo alemanes contra el pueblo herero-namaqua.
En la Namibia de hoy en día los colonos alemanes siguen siendo propietarios del 70% de las tierras del país a pesar de que solo representan el 2% de la población namibia. Asimismo, la “reconciliación” alemana ha seguido silenciando a los más afectados por su legado colonial. Muchos miembros de las comunidades ovaherero y namaqua denuncian que han sido excluidos de las conversaciones tanto por el gobierno namibio como por el alemán, y son escépticos ante la posibilidad de recibir algún tipo de reparación.
Desde el genocidio solo ha habido conmemoraciones simbólicas. Se han repatriado restos de víctimas a Namibia en 2011, 2014 y 2018, solo después de haber sido utilizados y expuestos en instituciones académicas y médicas alemanas.
La memoria tiene múltiples capas y matices, pero nos obliga a reconocer la verdad. En Namibia el legado del genocidio herero-namaqua sigue requiriendo una evaluación. Pero la influencia de este legado se extiende mucho más allá de Namibia y se refleja en la comunidad internacional. Hoy está claro que Israel moviliza al núcleo imperial para que haga lo que mejor sabe: mantener el statu quo.
El respaldo de Alemania a la guerra indiscriminada, la limpieza étnica y el genocidio de Israel contra el pueblo palestino en Gaza durante los últimos 109 días ha revelado el alcance limitado de la culpa alemana y del “nunca más”. Tenemos que seguir denunciando la hipocresía de Alemania al apoyar a Israel pretendiendo haberse alejado del Estado racista y fascista que siempre ha sido. ¿Por qué Alemania ha podido pagar tan fácilmente generosas indemnizaciones a Israel y a los supervivientes del Holocausto desde 1952, pero sigue negando la misma cortesía con respecto a los namibios? ¿Por qué el gobierno alemán se dio cuenta de la importancia de incluir al pueblo judío en las conversaciones de reconciliación pero se niega a sentarse con los descendientes de sus víctimas en Namibia? Y lo que es más importante, ¿cómo puede producirse un cambio real si las potencias coloniales solo están dispuestas a hacer lo mínimo mediante un compromiso simbólico con su pasado colonial?
Un orden mundial cambiante
La valiente condena de Namibia a Alemania por hacer posible el genocidio de Israel demuestra que es un país particularmente posicionado para actuar como catalizador de un orden mundial cambiante. Tras la Primera Guerra Mundial las colonias alemanas fueron encomendadas al gobierno del apartheid de Sudáfrica. Namibia estuvo sometida a su propio sistema de apartheid hasta que finalmente obtuvo la independencia en 1990. Al igual que Sudáfrica con el caso de la CIJ, Namibia ha intentado forzar la rendición de cuentas por genocidio. En 2001, antes de que el gobierno alemán reconociera el genocidio herero-namaqua, representantes del pueblo herero presentaron una demanda en EE UU por 2.000 millones de dólares contra el gobierno alemán y el Deutsche Bank (el banco que financió las actividades coloniales del gobierno alemán y otras empresas en Namibia). La demanda no fue admitida. Lo que no significa que olvidemos.
La culpabilidad de Alemania es extraordinaria pues, como potencia colonial, no tiene derecho a determinar cuándo y cómo se le perdona, y menos aún a disponer cómo debe comportarse Namibia –y cualquiera de los otros países que ha colonizado–, especialmente cuando le reclaman las reparaciones que justamente merecen.
Los esfuerzos de Alemania por ignorar y silenciar por completo su historia colonial al margen del Holocausto, así como por ignorar y silenciar el racismo y la represión actuales, completan un círculo. Lo inquietante es que no se haya perseguido el genocidio alemán de los herero-namaqua ni la historia colonial en África. Al igual que Sudáfrica está haciendo al obligar a Israel a reconocer su actual comportamiento genocida, tenemos que hacer que se persiga todo el pasado de Alemania.
El histórico caso de Sudáfrica ante la CIJ sirve a varios propósitos: no solo reclama con razón que la brutal guerra de Israel sea reconocida como genocidio, sino que alienta a otros países a rechazar el paradigma colonial que ha determinado su pasado reciente.
Al combatir activamente por una verdadera descolonización, por la justicia racial, por la reparación y por la libertad incondicional, se están forjando y fortaleciendo nuevas y antiguas solidaridades globales entre naciones del Sur Global como Sudáfrica, Namibia y Palestina.
Beauty Dhlamini, namibia, es especialista en salud mundial orientada a la atención de las desigualdades sanitarias. Copresenta el podcast Mind the Health Gap y es columnista de The Tribune.
Artículo original: THE NEW ARAB. Traducción: viento sur
Fuente: https://vientosur.info/para-namibia-la-promesa-alemana-de-nunca-mas-suena-hueca/