En estos días, cuando se evalúa el ejercicio de los poderes ejecutivo, legislativo y municipal, es necesario contar con criterios que nos ayuden no solo a tener un juicio crítico sobre lo prometido y lo realizado por estos representantes, sino también a sopesar la responsabilidad e incidencia de la ciudadanía en el destino del país. […]
En estos días, cuando se evalúa el ejercicio de los poderes ejecutivo, legislativo y municipal, es necesario contar con criterios que nos ayuden no solo a tener un juicio crítico sobre lo prometido y lo realizado por estos representantes, sino también a sopesar la responsabilidad e incidencia de la ciudadanía en el destino del país. Hay, en este sentido, dos documentos que pueden ayudarnos a evaluar y actuar. El primero es el informe de desarrollo humano del PNUD para 2013, en el que se plantea la necesidad de imaginar una nueva nación y la urgencia de hacerla posible. El documento tiene un valor teórico y operativo a la hora de las evaluaciones, diagnósticos y propuestas sobre la realidad del país. En el documento se busca responder a una pregunta histórica, que es acicate para la sociedad salvadoreña: ¿por qué en casi dos siglos no hemos podido alcanzar un desarrollo humano alto? La doble respuesta que da el PNUD pone de manifiesto graves desaciertos humanos y sociales: haber ignorado que la verdadera fuente de riqueza está en invertir en las capacidades de la gente y haber descuidado los ámbitos clave (hogar, educación y trabajo) para que la gente desarrolle y aproveche sus capacidades.
De ahí que, según el PNUD, El Salvador necesita reinventarse, y para ello debe cambiar de rumbo de forma radical y comprometer a todos sus actores sociales en el esfuerzo de buscar consensos y sellar pactos para construir una nueva realidad con y para todos los salvadoreños. Ahora bien, ¿cuál es ese rumbo que puede llevarnos al país que queremos?, ¿qué consensos y pactos son necesarios para alcanzarlo? Una respuesta a estas interrogantes la encontramos en la primera carta pastoral del arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, titulada «Veo en la ciudad violencia y discordia». Este es el segundo documento que sugerimos tener en cuenta en esta coyuntura de evaluación y proyección. En especial, recomendamos examinar las exhortaciones dirigidas a los diferentes actores de la sociedad salvadoreña. Veamos algunas relacionadas con la necesidad de tomar acción en el ámbito político, económico, jurídico y cultural.
El cambio de rumbo que necesita el país pasa por hacer de la política pública uno de los instrumentos principales para frenar el mal común y posibilitar su contrario. Frente a este reto, el arzobispo invita a los gobernantes a que «no se sumerjan en conflictos partidaristas o ideológicos […], sino que velen por el bien común, por el bienestar de las grandes mayorías» Y con fuerza los emplaza a que «hagan de El Salvador un país totalmente inclusivo y destierren la exclusión social, así como la inequidad de él». Frente al predominio de una economía de la exclusión, la sociedad salvadoreña requiere de una política económica incluyente y equilibrada, que permita superar la angustia e inseguridad que provoca la falta de empleo o su deterioro. El llamado del arzobispo a los que controlan la economía lo formula en términos de petición, interpelación y compromiso:
[Exhorto] a los que detentan el poder económico para rogarles por una economía más solidaría, no del derroche, y a contra pelo con los modelos neoliberales que permiten la acumulación de la riqueza en pocas manos. Creen más plazas de trabajo, en lugar de despidos. [Los pobres] tendrán trabajo y consecuentemente, lo suficiente para mantener a sus familias no en condiciones de sobrevivencia sino en condiciones dignas. Que la alimentación, salud, vivienda, educación, esparcimiento, sistema de pensión, entre otras necesidades, sean suplidas con calidad a través de un sueldo que responda a las exigencias de la actualidad. Propiciando más puestos de trabajo evitan que más y más personas ingresen a las estructuras delictivas de este país […].
La sociedad salvadoreña también necesita estar fundada en el Estado de derecho y tener un sistema judicial eficaz, comprometido con el combate a la corrupción y la impunidad de cualquier orden. Las siguientes palabras del arzobispo, dirigidas a los aplicadores de la ley, están orientadas a la necesidad de unificar el derecho con la justicia: «[Pido] a los encargados de la ley que no permitan la impunidad ni la injusticia en ninguna de sus formas. No tengan preferencias a la hora de aplicar la ley, sino que haya verdadera justicia. [Lo contrario] solo hace perder credibilidad en ustedes y anima a otros a la comisión de delitos».
Y respecto a las estructuras sociales que necesita El Salvador para posibilitar hogares dignos, educación de calidad y participación ciudadana, y orientadas a la transformación cultural, el mensaje del arzobispo centra la atención en los educadores, responsables de formar a la niñez y la juventud:
Fomenten en sus alumnos y alumnas valores morales y civiles que propician un clima cordial en las relaciones interpersonales. Ustedes pueden ayudar a concientizar a las familias de sus alumnos en la necesidad de prescindir de la violencia, enseñándoles que el dialogo es la forma correcta de resolver los conflictos interpersonales. […] Fomenten la pedagogía de la vida, del amor y del cuido por la naturaleza.
En suma, con el informe del PNUD se anima a privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad, hasta que fructifiquen en cambios estructurales. Y las exhortaciones del arzobispo, inspiradas en la fe cristiana que no evade la realidad histórica, nos recuerdan que la creación de una sociedad nueva solo es posible si asumimos el compromiso de sustituir la idolatría del dinero, la discriminación social y el poder excluyente por comportamientos y relaciones sociales de equidad, solidaridad y justicia.
Carlos Ayala Ramírez es director de radio YSUCA, El Salvador.