1. De facto declaración de Guerra de Obama y del Congreso La justificación del Pentágono d e la base militar colombiana de Palenquero, la autorización de los fondos respectivos por el Congreso estadounidense ( Fiscal Year 2010 Military Construction Program budget estimate, Congress, May 2009) y el sostenimiento de la dictadura militar en Honduras constituyen […]
1. De facto declaración de Guerra de Obama y del Congreso
La justificación del Pentágono d e la base militar colombiana de Palenquero, la autorización de los fondos respectivos por el Congreso estadounidense ( Fiscal Year 2010 Military Construction Program budget estimate, Congress, May 2009) y el sostenimiento de la dictadura militar en Honduras constituyen una de facto declaración de guerra a los gobiernos latinoamericanos.
El Comandante Supremo ( Commander-in-chief) de las Fuerzas Armadas estadounidenses y del Pentágono, Barack Obama, sostiene en dicho documento que Palenquero «es esencial» para la misión de Estados Unidos «en todo el Área de Responsabilidad (AOR) del Comando Sur (USSOUTHCOM)» y que provee una «oportunidad única para todo tipo de operaciones ( full spectrum operations )» en una «subregión crítica» de nuestro hemisferio donde la seguridad y estabilidad están sometidas a la amenaza constante de, entre otras, «narco-insurgencias» y «gobiernos anti-estadounidenses». No financiar Palenquero «limitará severamente la capacidad del Comando Sur para apoyar la Estrategia de Defensa Global ( Global Defense Posture, GDP, Strategy ) de Estados Unidos».
2. Parálisis presidencial latinoamericana
El Blitzkrieg (guerra relámpago) de Washington, ejecutado mediante el golpe militar en Honduras y las bases en Colombia, les ha arrebatado la iniciativa estratégica a los Presidentes latinoamericanos, hundiéndolos en una parálisis estratégica. Desde hace cinco meses (sic) han sido incapaces de enfrentar la ofensiva estratégica imperial con una contraofensiva estratégica propia, limitándose a una política confusa de reacciones aisladas y tácticas.
3. Cero coordinación defensiva ante la agresión
Su desunión y appeasement (conciliacionísmo) ante la política monroeista de Obama-Uribe se puso nuevamente de manifiesto en la última semana, cuando Hugo Chávez convocó a prepararse «para la guerra»; Ecuador, en una decisión incomprensible e incalificable, restableció relaciones bilaterales con Uribe, reactivó la Comisión Binacional de Frontera (Combifron) y anuló las órdenes de detención contra el ex Ministro de Defensa Santos y el general Padilla, mientras que Brasil propuso la creación de una «comisión de vigilancia fronteriza» (rechazada por Chávez). ¡Cero sintonía, cero coordinación ante una Declaración de Guerra del Imperio!
4. Golpe militar: instrumento fundamental para destruir al Bolivarianismo
El golpe militar, con su coadyuvante mediático, se ha convertido en el instrumento predilecto imperial para destruir el Bolivarianismo. Tan solo en los últimos siete años ha habido cuatro: 2002, en Venezuela; 2006, dos intentos en Bolivia; 2009, en Honduras. Los futuros golpes están planeados para Paraguay y Venezuela. Su ejecución en Venezuela está orgánicamente vinculada a las bases militares en Colombia, si bien no en el sentido superficial del debate público que se da en Venezuela.
5. Tres escenarios de destrucción de Chávez a partir de las Bases
5.1 El primer escenario para la destrucción de Hugo Chávez se ilustra mejor con una experiencia sandinista. En una noche de conversación con Daniel Ortega y Miguel d´Escoto, hablamos de los aciertos y errores de la estrategia militar sandinista, para contener las hordas de 16.000 paramilitares «contras», armadas por el criminal de guerra Ronald Reagan, en Honduras. En cierto momento de la guerra, el Ejército Popular Sandinista (EPS) persiguió a los «contras» a Honduras, para destruir su logística de retaguardia. Fue entonces, cuando Daniel recibió una llamada de Washington en la cual se le decía lo siguiente: «En este momento, la 82ª División Aérotransportada está abordando los aviones. Si ustedes no se retiran de inmediato a Nicaragua, en pocas horas aterrizará en Honduras.»
Esta es la principal función de las bases colombo-estadounidenses para la destrucción de Hugo Chávez: proporcionar el paraguas militar, debajo del cual los paramilitares pueden destruir la infraestructura venezolana, sin que la Fuerza Armada venezolana pueda golpear su retaguardia en Colombia.
5.2 El segundo escenario es el del golpe o la insubordinación militar. Las bases significan que cualquier conflicto bélico entre Colombia y Venezuela, aún los «sembrados» por Obama-Uribe, implican un posible choque directo con fuerzas militares gringas en una guerra convencional que, obviamente, no se puede ganar. Los expertos militares, desde Cuba hasta China, coinciden en que una agresión convencional de Washington contra un pequeño país significa la destrucción inmediata de su fuerza aérea y naval, y la destrucción posterior de su ejército convencional de tierra.
La amenaza de un conflicto convencional, basado en la doctrina militar estadounidense de pos-guerra fría (1996), shock and awe, dividiría a la Fuerza Armada Bolivariana, con una fracción dispuesta a combatir y otra, a no-inmolarse. La fracción no-dispuesta a inmolarse, apoyada masivamente por la Iglesia, los medios privados, el 40% de la población que está en contra de Hugo Chávez y la derecha mundial, procuraría un golpe de Estado o se declararía en rebeldía. Las únicas Fuerzas Armadas latinoamericanas, que tienen la conciencia política y la cohesión interna para frustrar ese ardid de guerra psicológica, son las gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y, hasta hace veinte años, el glorioso Ejército Popular Sandinista (EPS), nunca derrotadas ni intimidadas por el monstruo militar del Norte.
5.3 El tercer plan destructivo, el «Plan A», que Washington prioriza en la implementación paralela de los tres, es conocido en la doctrina militar gringa como «decay y default» (descomposición y colapso). Esa estrategia de largo plazo trata de producir el colapso social, sin destrucción militar masiva. Esto significa en el contexto actual, procurar la derrota de Chávez en las contiendas electorales del próximo año y 2012, mediante una campaña de humillaciones fácticas (tipo Zelaya-Aristide-Manley: «impotencia» ante Washington; «incapacidad mental», H. Escarrá), amenazas militares, sabotajes y asesinatos paramilitares, sincronizados con errores endógenos del gobierno.
6. Hugo Chávez perderá el poder si no cambia su modelo de gobierno
El «Plan A» de Washington tiene posibilidades de ser exitoso por las siguientes razones: hay un bloque opositor social que abarca el 40% de la población; sobre esa plataforma Washington tratará de aprovechar las crecientes fallas gerenciales del Estado, como los racionamientos de electricidad y agua; la incontrolable inflación de 30%; la rampante delincuencia; la impunidad de 400 asesinatos de líderes campesinos; la corrupción e ineficiencia del Estado y el discurso oficial binario cada vez más vacío y repetitivo. Si a este panorama se agrega la posibilidad de una guerra con Colombia-Estados Unidos, ¿Que sectores del electorado indeciso y centrista votará el próximo año por el partido del Presidente?
7. ¿Quién puede convencer a Hugo Chávez de la necesidad del cambio?
Hay dos aspectos trágicos en este proceso: 1. Washington ha adaptado su estrategia subversiva decay y default tanto al modelo de gobierno presidencial 2003-8, que este modelo hoy le es funcional; es decir: el organismo patógeno (Washington) se ha hecho resistente al antibiótico (modelo 2003-8) que ya no le hace efecto; b) el Presidente no escucha las voces de alarma, tal como no las escuchó antes del golpe de Estado del 2002.
El sujeto por excelencia para convencer al Presidente de la urgente necesidad de evolucionar su modelo de gobierno, es, por supuesto, el partido de gobierno (PSUV). Pero, este Partido, afirmó en agosto de este año el Gobernador de Portuguesa, Teniente Coronel Wilmar Castro, revolucionario bolivariano de muchos años —tres de ellos en la cárcel— está controlado por «una elite que le tiene culillo (miedo-HD) al pueblo», impidiendo la crucial conversión de «poder popular en gobierno popular». Esa elite no solo tiene miedo al poder popular, sino también al presidencial, hecho por el cual no cumple ninguna función de vanguardia o colectivo deliberante crítico frente al poder presidencial.
Cooptada la nomenclatura, sería pensable que líderes históricos revolucionarios, como Wilmar Castro, José Vicente Rangel, Jorge Giordani, Alí Rodríguez et al, hablen en grupo con el Presidente para hacerle ver que el Titanic va otra vez hacia el iceberg. Demasiado tiempo han pospuesto esa responsabilidad histórica.
Los movimientos sociales serían otro interlocutor político posible del Presidente; pero, al no tener una coordinación nacional, no pasan el umbral de poder necesario para ser aceptado como interlocutores. Y lo mismo sucede con los intelectuales. Agotado el escenario interno queda un solo actor externo capaz de convencer a Hugo Chávez; el decano de la Revolución latinoamericana: Fidel. Es absolutamente necesario su, siempre discreto, consejo de amigo y mentor para salvar la Revolución venezolana.
8. Las tres opciones del futuro latinoamericano
Ante la de facto Declaración de Guerra de Obama, los presidentes y pueblos latinoamericanos tienen tres opciones estratégicas. 1. Resignarse ante la Doctrina Monroe, encubriendo con discursos antiimperialistas la sumisión. 2. Aceptar por ahora la imposición con el argumento de que hay que esperar una correlación de fuerza más idónea para enfrentar a Washington. 3. Jugarse el todo por el todo y organizar un frente militar entre Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia, que implemente un sistema integral de inteligencia electrónica y defensa aérea en las tres fronteras terrestres de Colombia.
Tal medida tendría tres ventajas: a) constituye una fuerza de disuasión militar real ante Uribe y Obama; b) es la expresión fáctica más fuerte posible de la doctrina romana del qui desiderat pacem, praeparet bellum (quién quiere la paz, prepárese para la guerra, Vegetius: Epitome rei militaris); c) es el único poder real de negociación político-militar con Obama que tiene América Latina.
Esas parecen ser las disyuntivas del futuro. Como los presidentes posiblemente no las pueden explicar con la claridad necesaria, por razones de Estado y, por otra parte, los pueblos necesitan conocer sus alternativas para tomar decisiones adecuadas a sus intereses y valores, es tarea de los intelectuales independientes fomentar este transcendental debate.
Lo que no es aceptable es que continúe el silencio sobre la descoordinación y parálisis estratégica en las filas de los presidentes. Sin la unidad entre los Estados, y entre los Estados y los pueblos, sobre la base de la conciencia, no se puede ganar esa guerra.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.