Constituye un deber evocar los hechos del pasado y rendir tributo a quienes, en nombre de la vida, enarbolaron legítimas banderas. Ese es el caso de Pedro Huilca, Secretario General de la CGTP privado de su vida por comandos asesinos liderados por mandatarios de similar caterva. En su memoria, recordamos su figura Un calificado historiador […]
Constituye un deber evocar los hechos del pasado y rendir tributo a quienes, en nombre de la vida, enarbolaron legítimas banderas. Ese es el caso de Pedro Huilca, Secretario General de la CGTP privado de su vida por comandos asesinos liderados por mandatarios de similar caterva. En su memoria, recordamos su figura
Un calificado historiador francés, Pierre Nore, asegura que la historia es «el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrar su pasado» como una manera de avizorar su porvenir. Y, en efecto, eso es lo que ocurre cuando las personas señalan hechos ocurridos en una circunstancia dada, no sólo para rememorar los acontecimientos vividos, sino sobre todo para superar los traumas del ayer.
Y, por cierto, un trauma que constantemente acude a la mente de los trabajadores que tienen conciencia de clase y por tanto, responsabilidad de sus deberes y tareas; es el que se refiere a la vida, la lucha y la trágica muerte de Pedro Huilca Tecse, ocurrida hace 27 años, el 18 de diciembre de 1992.
Nacido en el Cusco un 4 de diciembre de 1949, Pedro inició su actividad sindical en el gremio de la Construcción a comienzo de los años70 del siglo pasado, cuando el país vivía una etapa de auge del movimiento obrero. Fue testigo de primera línea en un periodo en el que la lucha del campesinado por la tierra y el accionar de los trabajadores por encontrar un nuevo modelo de desarrollo para la sociedad peruana, se dieran la mano, al calor del proceso emancipador y antiimperialista impulsado en el Perú por Juan Velasco Alvarado.
Aún no había cumplido veinte años, pero ya recogía ladrillos y construía las primera canaletas para la edificación de viviendas, cuando en todo el país la ronca voz de «Juan Sin Miedo» anunció la buena nueva: «De hoy en adelante, el campesino del Perú no será más el paria ni el desheredado que vivió en la pobreza de la cuna a la tumba y que miró impotente un porvenir igualmente sombrío para sus hijos. A partir de este venturoso 24 de junio, el campesino del Perú será en verdad un ciudadano libre». A partir de ese instante, la larga lucha por la tierra hubo de dar sus frutos. Pedro, lo recordó siempre.
Imbuido, sin embargo, de un claro instinto de clase, percibió que la conquista alcanzada, finalmente sólo señalaba un camino que tendría que afirmarse con la lucha de todo el pueblo y con la tarea que debían emprender los trabajadores. Porque lo vio así, asumió desde un inicio, tareas sindicales. Y poco más tarde, en marzo de 1976, asistió por primera vez a un evento nacional de sindicatos -el IV Congreso de la CGTP-, que lo designó Secretario Regional para el sur andino. Allí cumplió a cabalidad sus funciones proyectándose como calificado dirigente de su gremio.
Y así fue, elegido después Secretario General de la Federación de Trabajadores en Construcción Civil, en los primeros años de la década del 80. Asumir el cargo, le fue difícil, porque eso lo obligaba a abandonar su Cusco natal y proyectarse en un plano más amplio teniendo como escenario el Perú en su integridad. Fue capaz, de hacerlo, sin embargo y eso dio un vuelo nuevo a su vida, y lo proyectó hacia la conducción de la Central de Clase de los Trabajadores Peruanos.
Los últimos años de la década de los 80 fueron cruciales en su tarea de clase. Se proyectó como acerado combatiente y definido conductor de multitudes. Eso lo puso en la mira de los trabajadores, pero también en el colimador de sus enemigos, la camarillas patronales imbuidas de prejuicios anti obreros y anti sindicales. En 1992, en medio de una fragorosa contienda, Pedro fue electo Secretario General de la CGTP ante la desesperación y la impotencia de quienes habían tramado aviesas campañas de desprestigio en su contra.
En ese periodo, en efecto, le endilgaron epítetos ponzoñosos: «reformista», «conciliador» «oportunista». Y hasta lo acusaron de «pro aprista» -«Alan Huilca», le dijeron aviesamente para denigrar su figura. Pero los trabajadores confiar0n en él y él pagó con su vida la confianza que depositaron en su nombre. Apenas 9 meses estuvo al frente de la Central Mariateguista. Fue esa una etapa dura, difícil, cargada de sinsabores y amenazas, pero también, y muy rica en experiencias de lucha.
Enfrentado al régimen oprobioso de Alberto Fujimori, supo decirle en lo más álgido de la confrontación: «Le aseguramos que no le tememos. No tememos ni a sus exabruptos, ni a sus bravatas. No tememos a sus ataques arteros, ni a su paranoia creciente. Por encima de nuestra libertad personal y aún de nuestras vidas; ésta es la causa por la que luchamos, que sobrevivirá, sin duda alguna, al Ing. Fujimori y a todos sus serviles y obsecuentes portavoces».
Hoy, al evocar la figura de Pedro Huillca, recordamos a todos aquellos que cayeron en una trinchera, y a los que vivieron siempre en ella, levantando muy en alto las banderas de los trabajadores y de los pueblos.
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