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Consecuencias negativas de políticas migratorias y comerciales contra los viajeros latinoamericanos

Perdidos en el laberinto europeo

Fuentes: Rebelión

Imagine que usted se dispone a registrarse para tomar el vuelo de regreso a su país de residencia. Después de varias semanas se rencontrará con su esposa y su pequeña hija y retomará su trabajo de docente universitario. Todos sus papeles están en regla. Nada le falta para efectuar un trámite que al cabo de […]

Imagine que usted se dispone a registrarse para tomar el vuelo de regreso a su país de residencia. Después de varias semanas se rencontrará con su esposa y su pequeña hija y retomará su trabajo de docente universitario. Todos sus papeles están en regla. Nada le falta para efectuar un trámite que al cabo de tantos años se ha vuelto casi una rutina. Por eso, se sorprende cuando de pronto se le empuja a un lado, se escriben sus datos personales en un documento de uso interno, sin que se le de explicación alguna, y aparece, de la nada, un empleado aeroportuario para prohibirle su registro. No solo se le impide tomar el avión sino que la aerolínea le conmina a pagar cientos de dólares para «no perder» su boleto si quiere conservar la esperanza de regresar al lugar donde vive.

La situación descrita – propia de una mala novela de espías, por evitarle a Kafka el deshonor del paralelo -, antes reservada a sospechosos de terrorismo, narcotraficantes o criminales de guerra, ahora puede ocurrirle a cualquiera de nosotros, ustedes o yo mismo. De hecho, eso fue lo que me ocurrió el pasado viernes 13 de septiembre cuando quise regresar a Francia, vía Madrid. Las autoridades españolas prohíben desde julio pasado el tránsito por el aeropuerto de madrileño de Barajas a quienes, como yo, se encuentran en posesión de un recibo («récépissé» es el nombre francés) otorgado por cualquier prefectura europea. Dicho recibo cumple las veces de permiso de residencia, durante el tiempo que toma el escrutinio del expediente por parte de las autoridades competentes. Es un documento conocido en cualquier país del espacio Schengen, con el cual están familiarizados todos los funcionarios y gendarmes de migraciones. Con dicho documento he circulado sin ningún problema y en numerosas ocasiones por Italia, Alemania y la misma España.

¿Por qué esta vez no me sirvió para regresar a Francia? La explicación, tal y como los mismos agentes me detallaron, se encuentra en el documento de uso interno denominado «Boletín de seguridad 73», el cual es a su vez una adaptación del sibilino reglamento (UE) 610/2013 [1] . Lo problemático del asunto es que dicho reglamento contraviene la legislación europea que, desde Schengen, se aplica para todos los veintiséis países que han firmado el tratado. Entre otros, Alemania, Francia, Italia y, desde luego, la mismísima España. Dicho en términos más crudos: de manera unilateral y arbitraria, España ha decidido ir contra la legislación europea para determinar el destino de miles de viajeros que quieren regresar legalmente a Europa y que, en estos mismos momentos, se encuentran varados en cualquier aeropuerto del mundo sin ninguna garantía para su integridad física ni la posibilidad, siquiera entrevista, de alcanzar sus destinos.

¿Cómo explicar la actitud española? ¿Qué interés tienen España en jugar contra Europa de manera tan descarada? La única razón que se me ocurre es la de la mala voluntad mezclada con el oportunismo. La mala voluntad de negarme a subir al avión, pese a que me encontraba en pleno derecho de hacerlo, la mala voluntad de nunca darme una información inequívoca (los funcionarios españoles me dicen indistintamente que necesito y no necesito una visa de tránsito). La mala voluntad de echarle la culpa a las autoridades francesas del problema creado por ellas 2 y, por último, lo más descarado, de querer hacerme pagar por los trámites de visa pese a ser cónyuge y padre de ciudadanas europeas. Esto último sólo se puede entender en el marco de la ilegalidad con respecto de la cual han decidido actuar. El derecho europeo, al defender a la familia, permite y promueve la reagrupación gratuita entre los cónyuges y también de los padres con sus hijos; por eso, ningún empleado ni autoridad puede ir contra esta piedra de toque del ordenamiento jurídico. Ahora bien, quienes trabajan para el consulado español ni siquiera pensaron en esto, tampoco les importó considerar mis documentos que probaban mi estado civil, cuando quisieron cobrarme la tasa de visado, de la cual yo estaba exento por derecho. A eso se ha llegado cuando se pisotea de manera salvaje las conquistas sociales que en Europa han tomado siglos en ser adquiridas.

El oportunismo sería el de la aerolínea Air Europa (cuya oficina funciona curiosamente en el mismo local del consulado español). Ningún comunicado de Air Europa a sus viajeros ha circulado informando de esta situación. Por eso, los viajeros terminan enterándose de su desgracia una vez en el aeropuerto cuando ya nada es posible. Entonces, si quieren al menos conservar su pasaje, posponerlo para otra fecha, deben pagar cerca de doscientos euros. Yo vi cómo mi asiento liberado fue vendido de inmediato a una pasajera de última hora. Por otro lado, pese a que estamos en temporada baja, me vendieron un boleto para el 2 de octubre, acaso conscientes de que obtendría mi visa de tránsito mucho antes, razón por la cual cambiaría una vez más de fecha (otros doscientos euros perdidos o ganados, según se vea). Quiero que quede claro que esto último es una suposición que hago pública antes que una acusación. Lo que sí me pareció excesivo es que, en esta comedia de enredos, la empleada de Air Europa haya tenido el descaro de decirme que yo era el culpable de todo el embrollo. Quienes sufrimos las políticas de servicio al usuario de las grandes empresas, conocemos bien este tipo de prácticas que, perversas y descaradas, no se contentan con victimizar al cliente sino que hacen de él el responsable de su desgracia.

Lamentablemente, no soy un caso aislado. No existe un número preciso de víctimas de la arbitrariedad y mala voluntad de la política migratoria española. Esto ocurre porque quienes han sufrido este tipo de situaciones, cada cual más vejatoria que otra, tienen miedo de las represalias o, simplemente, prefieren olvidar experiencias vejatorias y bochornosas. No obstante, hay voces valientes que desde hace varios meses denuncian los hechos que en poco tiempo han hecho del aeropuerto de Barajas la capital europea de la arbitrariedad. Desde hace algunos años, quienes llegan al aeropuerto madrileño se encuentran expuestos a la siniestra veleidad de los agentes migratorios. Ahí están la abuela argentina encerrada bajo llave en un sórdido local del aeropuerto bajo pretexto que la carta de invitación que se le había tramitado «no servía» (motivo casi siempre infundado). También los miles de brasileños y paraguayos encerrados en las salas 3 y 4, donde esperan conocer las razones de su reclusión. Iniciativas como la del ciudadano venezolano Williams Cárdenas por crear una asociación que defienda los intereses de sus compatriotas que han sido víctimas de abusos ilegales parecen señalar no sólo el gran número de gente que se ha visto impedida de entrar en Europa, sino también la necesidad de hacer una causa común pues de otra manera las voces se ahogarían en la más estricta de las indiferencias.

Algo ocurre con la política migratoria española que es necesario denunciar sin miedo ni beligerancia, pero al mismo tiempo fuerza. Al vivir en Francia desde hace varios años este año tendré la residencia por diez años. A diferencia de las autoridades españolas, tanto el cónsul como el embajador francés se precipitaron a desbloquear mi situación. Todos los funcionarios franceses que estuvieron al tanto de mi caso hicieron lo posible por darme la visa de tránsito que me permitiese ingresar a Europa, quedarme en Barajas por unas horas y poder llegar a París (esta vez más codiciado que nunca) 3 . Lo grotesco de la situación – darle la condición de turista a quien legalmente es un residente – no hace más que mostrar las acrobacias legales que deben realizar los países europeos para salvar los viajeros del abismo al cual han sido llevados por culpa de España. Resultaría interesante, por otro lado, conocer por qué ningún gobierno, en particular el peruano, se ha manifestado de manera oficial contra esta decisión unilateral que hace de la geopolítica una rama de la psiquiatría, tanta es la esquizofrenia y paranoia detrás de todo esto.

Para terminar, una anécdota. Llegué a Francia para vivir el 2004. Aquella vez también ingresé por España. Después del control de aduanas, mientras me dirigía a la puerta de embarque, me di cuenta de que me hab ía dejado en alguna parte mi bolso con los dos mil euros que pensaba utilizar en instalarme y vivir varios meses, así como también mi pasaporte con la visa. El sueño de llegar a Francia se terminaba, de esa manera, en Barajas. Recuerdo que me senté derrotado en una de las sillas viendo cómo embarcaban los pasajeros en el avión que debía llevarme a Burdeos. Aquel día yo no llegaría a Francia, sería repatriado por la fuerza a mi país y me quedaría sin conocer a mis amigos europeos, quien sería mi esposa y, en última instancia, mi hija. Fue en ese momento, lo recuerdo todavía, que un guardia español apareció corriendo hasta mí para entregarme mi pasaporte y también mi dinero. Tuve el reflejo, bastante peruano por cierto, de querer darle una propina en señal de agradecimiento. Él me miró, perplejo, comprensivo, superior, antes de decirme que no, sonreírme y desearme un feliz viaje. Era una mirada de ciudadanos de un continente que no le tienen miedo a las arbitrariedades ni toleran medidas o gestos abusivos que niegan aquello por lo cual se abrieron las fronteras europeas: la libre circulación, la creación de un espacio común de libertad, la abolición de las penurias administrativas. A ellos, encarnados en aquel anónimo español, les agradezco pues sin ellos no habría aprendido lo mejor que Europa tiene para ofrecer. A los otros, aquellas autoridades y compañías obtusas nada tengo que decirles. Acaso sí: la política no es un tablero donde los ciudadanos, vengan de donde vengan, son piezas sometidas a un arbitrio caprichoso, antes bien es una ocupación que debe defender los derechos humanos y velar por el bienestar el consumidor.

Notas:

1 http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=DOUE-L-2013-81297

2  Cita en el consulado español del día 16 de septiembre. Propósitos de la funcionaria Karina Trelles.

3  Al final, frente al maltrato del call center de Air Europa decidí tomar un vuelo directo Air France que me lleve de Lima a Madrid sin exponerme a una nueva anulación o represalias. Hasta el momento espero a que respondan mis constantes solicitudes de rembolso o de reconocimiento de error.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.