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Peru y Cuba en la mira incansable del imperio

Fuentes: Rebelión

Podría parecer un mérito, pero no lo es. Es, apenas, la expresión de una enfermiza y obsesiva política agresiva y manipuladora, puesta en vigencia por la administración de Washington, contra un país de América al que detesta contra toda lógica y razón. Ya el gobierno de los Estados Unidos, a través de voceros calificados de […]

Podría parecer un mérito, pero no lo es. Es, apenas, la expresión de una enfermiza y obsesiva política agresiva y manipuladora, puesta en vigencia por la administración de Washington, contra un país de América al que detesta contra toda lógica y razón.

Ya el gobierno de los Estados Unidos, a través de voceros calificados de la Casa Blanca, se vio recientemente forzado a admitir que hace pocos años -apenas el 2009- impulsó una nueva ofensiva contra Cuba.

Jean Ksaki, en representación de Obama tuvo el desparpajo de reconocer que su administración «envió jóvenes latinoamericanos a Cuba en un programa para promover el cambio de régimen en la isla, bajo la apariencia de motivaciones cívica y de salud».

Ahora solo falta que justifique el operativo, arguyendo -como suele hacerlo en estos casos- que la iniciativa tuvo como razón de ser la «restauración del sistema democrático», tal como lo entiende la Casa Blanca, es decir con Mafias que controlan, fisgonean y vigilan al Presidente de los Estados Unidos, a los congresistas y a los mandatarios de países amigos, aliados de USA, que deben ser monitoreados para saber qué piensan y cómo actúan.

El caso tiene sus particularidades. Ellas pintan de cuerpo entero al Tio Sam y ponen en evidencia cada uno de sus aviesos propósitos. Veamos las cosas objetivamente.

Ocurrió bajo la administración de Barack Obama, quien, el asumir el gobierno de los Estados Unidos, se empeñó en asegurar que «mejoraría» sus relaciones hemisféricas «en bien de la democracia»;

Tuvo lugar en el marco de otras acciones del mismo corte, como los denunciados programas del Zunzuneo, consistentes en la utilización de los canales de Internet para los mismos propósitos;

Y fue diseñado por la Agencia Central de Inteligencia yanqui, con sede en Langley, Estado de Virginia, y aplicada a través de USAID, entidad dedicada formalmente a la «colaboración y cooperación internacional con fines benéficos y humanitarios».

Tuvo, adicionalmente, un rasgo específico: la utilización de jóvenes de distintas nacionalidades que aceptaron, a cambio de un jugo estipendio, encubrir su deleznable «tarea» a fin de no ser descubiertos, ni identificados.

Se recibieron así de «espías» y jugaron el rol de agentes de una Potencia Extranjera en Cuba, poniendo en riesgo su propia libertad y el prestigio de sus países.

En la nómina de los aventureros -por llamarlos de un modo compasivo- asomaron dos jóvenes peruanos que en ese entonces eran casi anónimos en el país: José Gálvez, y Felipe Valencia Dongo.

A ellos, se sumaron activistas de Costa Rica, Guatemala, El Salvador y otros países, empeñados todos en la misma función: tomar contacto con jóvenes cubanos, y alentar en ellos la inconformidad y la disidencia.

Raúl Capote, un cubano involucrado en la defensa de la seguridad de su patria, trabajaba en esos años al interior de los organismos secretos de USA en Cuba.

Aparecía, así, al servicio de la «oficina de Intereses» de los Estados Unidos en La Habana, y gozaba de la confianza plena de los funcionarios norteamericanos que alentaban la tarea.

Por eso pudo, más tarde, neutralizarla en sus inicios y después ponerla en evidencia, ante la consternación de las figuras representativas de la Casa Blanca.

Se trataba, en efecto, del «Proyecto Génesis», que consistía en contactar a jóvenes extranjeros que llegaban a Cuba, con estudiantes universitarios, a recabar «información» y alentar la «rebeldía».

Que fracasaron ostentosamente en el intento, no cabe ninguna duda. No solamente que no encontraron eco alguno en los medios que frecuentaron sino que, además, debieron enfrentar las ingeniosas tretas diversionistas que los propios servicios de inteligencia cubanos pusieron en acción para desbaratar tal propósito.

Por eso, luego de algunos meses de arar en el mar, optaron por abandonar la misión y retornar a sus países en procura de un mejor destino.

No se conoce aún la identidad de quienes compartieron con nuestros compatriotas esta ignominiosa función. Y de los propios peruanos, se sabe poco.

Su identidad, curiosamente, fue revelada por una agencia de noticias de los Estados Unidos empeñada -quizá- en mostrar la escasa calidad de las acciones puestas en marcha por la Casa Blanca bajo la administración Obama.

Hay que decir que Felipe Valencia no es propiamente un desvalido. Se trata de un hoy funcionario del ministerio de Educación encargado, nada menos, que de «asesorar» a la alta dirección de ese portafolio en la aplicación de sus políticas.

Esa función lo coloca, por cierto, en la línea de mira del interés ciudadano. Y por eso el titular del sector se vio precisado a aludirlo.

Lamentablemente, no lo hizo en términos ademados. Es decir, no aludió en toda su magnitud, a la actividad realizada hace pocos años por esta vertiginosa figura de la educación pública. Apenas dijo que sí, que había estado en el exterior donde había tenido a su cargo «tareas» diversas. En otras palabras, el ministro Jaime Saavedra -hombre muy ligado al Banco Mundial- simplemente lo encubrió.

En dos ocasiones antes, los servicios secretos de los Estados Unidos impulsaron acciones destinadas a empañar las relaciones entre Perú y Cuba.

La primera de ellas, fue a fines de 1960, cuando un grupo de supuestos «anticastristas» asaltaron la sede de la embajada cubana en Lima y presentaron luego «documentos secretos» supuestamente revelados en Miami, mediante los cuales se presentaba una relación de personalidades peruanas «financiadas» por Cuba. La patraña, muy pronto quedó desarticulada.

La segunda fue a comienzo de los 80, cuando un grupo de antisociales ingresó abruptamente a la sede de la embajada peruana en La Habana, que luego se vio colmada por «disidentes» que buscaron forzar su salida de la isla para irse a vegetar a los Estados Unidos. Ellos, finalmente vinieron a Lima, pero usaron nuestro país como «puente» para buscar otros horizontes.

Esta, bien podría ser la tercera oportunidad en la que el Imperio trabaja en la sombra maquinaciones turbias para deteriorar vínculos entre países hermanos. No lo logrará, por cierto. Mucha agua ha corrido bajo los puentes en los últimos años, y mucha experiencia política también.

Hoy los pueblos de Perú y Cuba son más hermanos que nunca. Están unidos por la vida y por la historia. Pero también por ideales y esperanzas. Juntos, podremos avanzar en la ruta de la Patria Grande, en los sueños del Apóstol de Cuba, y del Amauta del Perú, que viven siempre.

Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera: http://nuestrabandera.lamula.pe

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.