Son muchos -y antiguos- los vínculos que unen a los pueblos de Perú y Venezuela. Tantos, que bien pueden considerarse hoy -y a mucha honra- pueblos hermanos. En verdad, la ligazón entre los pobladores de América data de tiempos remotos. El vivir en un mismo escenario geográfico, y poseer culturas afines, ligó a los habitantes […]
Son muchos -y antiguos- los vínculos que unen a los pueblos de Perú y Venezuela. Tantos, que bien pueden considerarse hoy -y a mucha honra- pueblos hermanos.
En verdad, la ligazón entre los pobladores de América data de tiempos remotos. El vivir en un mismo escenario geográfico, y poseer culturas afines, ligó a los habitantes de este continente, aún antes del arribo del conquistador español. Quizá por eso se asegura que en las poblaciones del norte del Perú, en los años finales del incanato, se registró la presencia de personas procedentes de centro América, y en particular, de Nicaragua, que habitaron este suelo.
Pero con el arribo de los españoles y la unificación de una lengua de uso cotidiano, nuestros vínculos se hicieron mayores. Aunque el territorio venezolano no perteneciera al virreinato del Perú, los lazos entre nuestros pueblos, comenzaron a anudarse en un nivel más alto. Personalidades, como Francisco de Miranda o Andrés Bello, visitaron distintos países de la región y estuvieron en el Perú y en otras futuras patrias de nuestro continente.
Pero fue la lucha por la Independencia la que anidó mejor nuestros lazos de hermandad en todos los territorios ubicados en América. De Argentina partieron columnas libertadores lideradas por José de San Martín: y de Venezuela, al mando de Simón Bolívar. Se registraron acciones armadas protagonizadas por voluntarios de diversos países de la región, que se sumaron a una misma lucha, e integraron un mismo ejército, el de los Libertadores. En Junín y Ayacucho, patriotas latinoamericanos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Argentina, Bolivia, Chile, Perú, e incluso Cuba; cruzaron sus armas con las huestes virreinales, y las vencieron. Así se concretó, regada con sangre multinacional, una Independencia que aún se procesa.
Simón Bolívar, el Libertador de 5 Naciones, fue, en esencia, quien consolidó la Independencia Nacional. Él, y el Gran Mariscal Antonio José de Sucre, otro ilustre venezolano al que nuestra historia no le ha deparado el legítimo reconocimiento que le corresponde; fueron los fautores calificados de la gesta que selló la Independencia de América en suelo peruano.
La oligarquía limeña, mezquina y angurrienta en extremo, siempre quiso negar el aporte de estas figuras a nuestro proceso histórico. A San Martín, luego de recusarlo con lacérate xenofobia; lo admitieron finalmente porque se fue antes de culminar su misión. Pero a Bolívar le saltaron con odios enjaulados los exponentes de la sociedad criolla, aquellos que se acostaron «realistas», y despertaron republicanos. Y lo obligaron a irse del país para organizar -ellos- la «sociedad peruana», desigual, discriminadora y dependiente; que heredamos.
Venezolanos ilustres, como Simón Rodríguez, el Maestro del Libertador; o Manuelita Sáenz -la hermosa quiteña que pasó a la historia como «La Libertadora del Libertador«- escogieron vivir en tierras peruanas y morir en Paita, por el amor que le tuvieran el suelo que los vio luchar por América, en su momento.
Durante 200 años fuimos casi Repúblicas paralelas. Tuvimos procesos con diferencias y similitudes, pero nos dimos la mano una y otra vez cuando la realidad lo exigió. Por eso aún se habla del apoyo de militares venezolanos -incluido Hugo Chávez- al proceso de Velasco; y de la acogida que tuvieron en distintas ciudades de Venezuela los peruanos que huyeran, en los años 80 del siglo pasado de la barbarie apro-fujimorista. La desgracia nos hizo aún más hermanos. Las casas de Chincha en el 2007, la «Operación Milagro» y la ayuda petrolera, hicieron más de lo que hoy busca desconocer una huachafa «asociación de enemigos de Venezuela» que lidera uns augusta basura del cogollo alanista del APRA,
Por todo eso, genera desconcierto y en muchos casos indignación, el sucio juego de la Cancillería peruana en la crisis de hoy que afecta a la Patria de Bolívar. En lugar de apoyar al pueblo hermano a enfrentar la odiosidad de la oligarquía caraqueña y la crudelísima política del Imperio; optó por ponerse al lado de los agresores; eso que esquilman la riqueza de los pueblos en cada uno de los países de nuestro continente. En todos los casos, actuaron impelidos por un plan operativo diseñado, alentado y financiado por un gobierno extraño -los Estados Unidos de Norteamérica- que sólo busca esquilmar a los pueblos y apoderarse de las riquezas nacionales en cada uno de nuestros territorios.
Usaron, para todos los efectos, los argumentos más deleznables. Se nutrieron de la retórica del Imperio y repitieron como letanía cada uno de los «cargos» que hizo la administración Trump al Gobierno Bolivariano de Venezuela. Arguyeron que buscan, apenas, «restaurar la democracia», cuando en verdad lo que pretenden, es apoderarse de las ingentes riquezas contenidas en la franja petrolera del Orinoco, un yacimiento más rico que los que posee hoy Arabia Saudita. El Petróleo, el Gas, los minerales, el agua de la hoya amazónica, las riquezas de la selva y la bio diversidad; es lo que ambiciona la Casa Blanca cuando busca trasladar el escenario de la guerra, del Medio Oriente, a Nuestra América.
Y se vale de los procedimientos más perversos para ejecutar su política. Bástenos recordar que, desde un inicio, impuso contra Venezuela un bloqueo económico que afectó severamente la vida del país y que no tuvo más propósito sino rendir por hambre a los venezolanos, y hacerlos renegar de su experiencia, y de su lucha. Al no lograr tal objetivo, alentó acciones delictivas de naturaleza terrorista que causaron ingentes daños materiales y costaron la vida a centenares de personas. Y hoy, más al descubierto, promueve y organiza simplemente una agresión militar, que podría generar una guerra de incalculables consecuencias. Washington ofrece un baño de sangre que llenará de horror a nuestro continente. ¿A eso busca sumarse la Cancillería Peruana? ¿Eso es lo que quiere para América el gobierno de nuestro país? ¿A esa opción juega Torre Tagle en nuestro tiempo?
El embajador Popolizio lidera las acciones de lo que bien se ha dado en llamar «el Cartel de Lima». Buscó que los gobiernos de ese grupo rompieran al unísono relaciones diplomáticas con Venezuela. Solo lo hizo Paraguay. Después alentó la idea que la OEA, cobijara sus propósitos, pero allí también perdió la votación. Y fracasó más recientemente en el Consejo General de Naciones Unidas, donde la mayoría de países respaldó al legítimo gobierno de Nicolás Maduro. Después de tantos fracasos ¿Por qué no se da por vencido y deja en paz a Venezuela?
Ahora bate palmas ante la locura de un payaso que se proclama «Presidente de Venezuela» sin que nadie lo haya elegido. Medio en broma, medio en serio, han habido quienes se han preguntado acá qué haría Popolizio si mañana Keiko Fujimori calificara al gobierno de Vizcarra como una «dictadura» –lo hizo ya el señor García- y se proclamara «Gobierno» con el apoyo de Tokio? Probablemente en el Perú algunos trastocados la seguirían en esa aventura, y hasta medios de la «Prensa Grande» se prestarían al juego y «entrevistarían» gozosos a los voceros de ese «nuevo régimen».
Si éste contara con el aval de Washington, con seguridad seria «reconocido» de inmediato por Macri, Bolsonaro, Piñera, Duque y otros sicofantes del Imperio. En tal caso ¿Vizcarra abandonaría el cargo y convocaría a «nuevas elecciones», o simplemente diría que el Perú es Soberano y nadie tiene por qué inmiscuirse en sus decisiones?
Ya basta, entonces de Popolizios. Los genuflexos no han nacido para gobernar, sino para inclinarse ante los poderosos. Por eso el pueblo, ése que apoya con firmeza la lucha contra la corrupción, exige dignidad y altura a la Cancillería peruana. Nadie debiera soportar ser palitroque en el juego guerrerista del Imperio.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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