Familia, amigos, compañeros: Unas cuantas semanas han pasado desde la última vez que les conté lo que ocurría en Haití, su preocupación permanente merece el esfuerzo de alargar esta noche y escribir, trataré de ser lo más gráfico posible. Las condiciones higiénicos sanitarias de la población, el bajo nivel cultural, el escaso acceso a fuentes […]
Familia, amigos, compañeros:
Unas cuantas semanas han pasado desde la última vez que les conté lo que ocurría en Haití, su preocupación permanente merece el esfuerzo de alargar esta noche y escribir, trataré de ser lo más gráfico posible.
Las condiciones higiénicos sanitarias de la población, el bajo nivel cultural, el escaso acceso a fuentes de agua segura, así como la inadecuada disposición de residuales líquidos generan condiciones para que la enfermedad produzca gran número de casos y además con el paso del tiempo se convierta en endémica, o sea año tras año reporte un número determinado de casos. Las dificultades con la accesibilidad a los servicios de salud generan que las personas no lleguen a consulta incrementando sobremanera el número de fallecidos por esta situación.
El Ministerio de Salud Pública de Haití reporta 69 776 casos de cólera con 1603 fallecidos para una letalidad de 2,3%. En tanto que la Brigada Médica Cubana (BMC) en Haití ha visto 25 521 pacientes de cólera en los 36 puntos dispersos por la geografía de Haití, con 235 fallecidos y una tasa de letalidad de 0,99%. Forman parte de este magnánimo esfuerzo 436 colaboradores que accionan directamente en la atención a los pacientes con cólera, incluyendo 75 egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).
¿Qué traducen los datos de la BMC? El primer significado es que de cada 100 pacientes que atiende la BMC fallece menos de uno, cifra que se considera adecuada en el plano internacional en el manejo de cualquier epidemia de cólera. Seguramente se preguntarán en qué radica la diferencia respecto a las cifras reportadas por el Ministerio de Salud Pública, no se apuren. La letalidad es el parámetro fundamental mediante el cual se mide el resultado de las acciones de salud en momentos en que la epidemia ha logrado expandirse, ya no es preciso dirigir las fuerzas a enfrentar la enfermedad, sino que es momento de salvar la mayor cantidad de vidas posibles.
¿Cómo se hace?, se preguntarán. Existen dos medidas fundamentales: educación sanitaria y atención médica temprana. Ambas cosas constituyen ejes principal en el trabajo de la BMC, prueba de ellos son los más de 150 90 personas participantes en las diversas dinámicas realizadas en coordinación con líderes comunitarios y religiosos. La educación sanitaria enfatiza en la importancia de acudir a puestos de salud ante los primeros síntomas de enfermedad.
Para la atención médica de alta calidad la BMC utilizó una fórmula infalible: capacitar a todo su personal, pues aquellos que pertenecían a unidades ubicadas en sitios donde no se reportaba la transmisión del cólera eran trasladados a zonas de alta propagación, de ese modo refuerzan el trabajo en las diferentes posiciones y se capacitan en el manejo de los casos.
¿Por qué la diferencia?, se preguntarán entonces. En primer lugar la permanencia ininterrumpida durante más de 12 años, lo cual genera en la población una empatía y confianza que no existe con otras formas de cooperación. Otro factor es la presencia en los 10 departamentos, incluyendo comunas recónditas del interior del país, así como asentamientos de desplazados en Puerto Príncipe.
El humanismo, la preocupación genuina por el bienestar humano genera la tal conciencia que permite el resultado. Sumado a ello, la experiencia de prácticamente 50 años de acción internacionalista.
Existe en esta experiencia un nuevo elemento: jóvenes nacidos con esa concepción solidaria de Cuba, procedentes de sitios pobres del continente y el mundo, se han hecho médicos y con ello humanistas, solidarios, verdaderos guardianes de la salud y la vida.
Ser joven tiene eso de sentir la convicción de que uno vive momentos determinantes para la historia de la humanidad. Al mismo tiempo la vorágine del día a día no permite interiorizar la importancia de la acción: materializar el sueño de que jóvenes humildes de América Latina sean capaces de brindar asistencia médica a quienes la necesiten en cualquier sitio del mundo.
Haití es resultado de políticas imperialistas impuestas hace más de un siglo, castigo ejemplarizante para el primer rebelde del continente.
Peligra el mundo bajo la égida de ese imperialismo que en su fase final arremete con furia contra la vida humana, atenta contra el medio ambiente, todos los equilibrios se rompen, impera la sinrazón, desesperados en su afán de supervivencia engendran desde su esencia la destrucción de la especie.
Todo joven es por añadidura antiimperialista, quien ama la libertad, quien sueña con la paz del mundo aborrece el desquiciado engranaje que conlleva la muerte de lo pequeño y diverso en manos de gigantes alimentados, a su vez, de cada diminuto fragmento de humanidad.
En cada joven renace el sentir «nuestroamericano», en nuestras manos está el futuro, en nuestra acción consecuente el bienestar colectivo, en la lucha imperecedera encontraremos resultados. Solo la unidad nos permitirá vencer.
Cada escenario es importante, desde Haití como miembros de esta Brigada Médica y en cualquier recóndito lugar la lucha es una sola, una nueva visión del mundo y la vida impera en nuestro continente.
Esta experiencia nos hace portadores de ejemplo, propagadores de amor, sanadores de almas desoladas, amantes fieles de la naturaleza, seguidores de la dignidad humana, respetuosos de la bondad sincera, estudiosos de todas las esencias, meticulosos investigadores del comportamiento humano.
Con Haití, con Latinoamérica, con los pueblos del tercer mundo, con Cuba solidaria y el ALBA: VENCEREMOS.
Un abrazo,
Emiliano
(Emiliano Mariscal es médico argentino graduado en Cuba, perteneciente a la Brigada Médica Cubana Henry Reeve, en Haití)