Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.
Inmediatamente después de las 7:00 pm (hora griega) del pasado domingo [5 de julio de 2015] me comunicaron que el voto del «No» (Οχι en griego) iba ganando aproximadamente 60/40. Evidentemente, las «encuestas de opinión» que mostraban un empate técnico se habían equivocado. Se dice que los corredores de apuestas de toda Europa han perdido hasta la camisa apostando a que la derecha financiera podría engañar a la mayoría de los griegos para que votaran contra sus propios intereses. El margen de victoria indica que los votantes griegos han sido inmunes a la información tergiversada difundida por los medios durante la larga semana previa a decidir si aceptaban las medidas de austeridad anti-trabajadores que exigía la troika [1].
Esto no debería haber sido una sorpresa. La edad mínima para poder votar en el referéndum fue rebajada a 18 años y se incluyó a los miembros de las fuerzas armadas. Con una tasa de desempleo superior al 50%, es entendible que los jóvenes griegos no quisieran más euro-austeridad.
La troika exigía profundizar las políticas de austeridad gravando el trabajo y reduciendo las pensiones únicamente. Sus responsables habían vetado las propuestas de Syriza de aumentar los impuestos a la riqueza y adoptar medidas para detener la evasión fiscal. El FMI, por su parte, vetó los recortes en el gasto militar griego (muy por encima del 2% del PIB que exige la OTAN), a pesar de que tanto el Banco Central Europeo (BCE) como la canciller alemana, Angela Merkel, estaban de acuerdo.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, amenazó con expulsar a Grecia del euro a pesar de que no existen mecanismos legales para hacerlo. Veremos si intenta seguir adelante con su farol, del cual se han hecho eco los líderes de derecha de toda Europa.
Sus medidas de represalia desde un cargo aparentemente no elegido ni político, no son algo aislado. La guerra de clases en la zona euro, a favor del sistema financiero y en contra del trabajo y la industria, está abierta y va en serio. En lugar de hacer lo que se supone que debe hacer un banco central -inyectar liquidez (y papel moneda) a los bancos-, el presidente del BCE, Mario «todo lo que sea necesario» Draghi, los obligó a cerrar incluso los cajeros automáticos por falta de efectivo. Evidentemente, con ello se intentaba atemorizar a los griegos para que creyeran que eso era lo que esperaba a su país si votaban «No».
Se trata de una vieja estrategia. Andrew Jackson puso de manifiesto su afán de venganza hacia el Segundo Banco de Estados Unidos cerrándolo. Cuando aquel se negó a designar a sus amigotes políticos corruptos, él depositó el dinero del Tesoro estadounidense en sus «bancos mascota». La fuga de dinero sumió la economía en la depresión. Los estados esclavistas del Sur saludaron la deflación porque querían mantener bajos los precios del algodón que exportaban, y porque además se oponían a la industria del Norte, con sus medidas proteccionistas y su política antiesclavista.
Lo que Grecia necesita es un banco central nacional -o en su defecto, un Tesoro nacional- facultado para crear el dinero necesario para monetizar el gasto público destinado a la recuperación económica. El Sr. Draghi ha demostrado que el BCE no es «tecnocrático» sino un conciliábulo de agentes de la derecha trabajando para derrocar al Gobierno de Syriza, y en cierto modo dispuesto a otorgar poderes al partido de extrema derecha Amanecer Dorado en su lugar. Ante su negativa a cumplir las funciones de un banco central y actuar como prestamista de último recurso a medida que los bancos griegos se queden sin liquidez, el Sr. Varoufakis señaló: «Si fuera necesario emitiremos una liquidez paralela y pagarés al estilo de California de forma electrónica . Tendríamos que haberlo hecho hace una semana».
Los medios populares estadounidenses se hicieron eco de la derecha europea amedrentando a los griegos y a sus simpatizantes para que creyeran que estaban votando si querían o no seguir siendo parte de Europa; como si Gran Bretaña, que forma parte de la Unión Europea, no tuviera su propia moneda. Sin embargo, el voto pone en duda lo que significa estar «comprometido con el proyecto europeo», que es la fórmula que emplean los defensores de la austeridad. Las autoridades de la zona euro son unánimes en afirmar que significa un compromiso con la guerra financiera contra los trabajadores, un compromiso con la austeridad y una mayor contracción económica; significa acelerar las privatizaciones a la baja (pero no con los rusos si ofrecen pagar precios más elevados, como hizo Gazprom) y por lo tanto aumentar el precio de los hasta ahora servicios públicos; significa que no se van a revocar anteriores operaciones de privatización llevadas a cabo con información privilegiada; significa subir el impuesto del valor añadido que grava a los consumidores; y significa rebajar las pensiones de los trabajadores.
Esta perspectiva estuvo en el centro de una reunión en el Parlamento Europeo en Bruselas el 2 de julio [3]. Hubo, por supuesto, un voto unánime contrario a las medidas anti-trabajadores y pro-acreedores que exigían el FMI, el BCE y el Consejo Europeo. Pero también se dejó sentir la preocupación de que los líderes de Syriza, inmediatamente después de su victoria en enero, no se hubieran puesto a hacer pedagogía sobre lo que está realmente en juego: porqué seguir sometidos a los dictados de la economía-basura del FMI y el BCE arrojará a la economía a una deflación crónica por endeudamiento. En lugar de haber pasado los últimos seis meses explicando a la opinión pública lo que se está discutiendo con la troika, Syriza entró en un juego político de «marear contra las cuerdas» para demostrar lo firmemente comprometidos que estaban el BCE y el Consejo Europeo con la austeridad.
Los miembros del ala izquierda de Syriza con quienes me reuní durante las dos últimas semanas en Atenas, Delfos y Bruselas tenían la sensación de que se debía haber hecho más para concienciar al pueblo griego sobre lo imposible que resulta para Grecia saldar la deuda con la que la troika ha cargado al país gracias a la abyecta rendición de la coalición pro-banca Pasok/Nueva Democracia que gobernó durante una generación. (El líder de Nueva Democracia, [Antonis] Samaras, presentó su dimisión tras darse a conocer el resultado del referéndum).
Un factor que puede haber indignado a los griegos para votar «No» fue la publicación del borrador preliminar del Análisis de Sustentabilidad de la Deuda realizado por el FMI -que [Christine] Lagarde intentó bloquear-, el cual venía a confirmar lo que el líder de Syriza, Alexis Tsipras, había estado diciendo durante todo este tiempo: Grecia necesita una reestructuración de la deuda. Su deuda oficial es impagable y nunca debió obligarse al país a emitirla en primer lugar, con la troika sacando del Gobierno al primer ministro electo para colocar a un tecnócrata de los suyos (Lucas Papademos, quien había trabajado con Goldman Sachs falsificando el balance del Gobierno de 2001 de manera que cumpliese los requisitos para que Grecia fuera admitida en la zona euro).
La semana pasada se descubrió que la presidenta del FMI, Christine Lagarde, había invalidado la decisión del personal y del consejo para defender los intereses específicamente franceses. Como en 2010-2011 bajo la presidencia de Dominique Strauss-Kahn, los bancos franceses son los mayores tenedores de bonos griegos (y algunos poseen bancos griegos). Se sabe que Strauss-Kahn ignoró la valoración de su personal cuando este instó al FMI a no ceder ante la exigencia del BCE de pagar a los tenedores de bonos, franceses, alemanes y otros de carácter privado, con los préstamos del rescate de la troika, trasladando el riesgo a los contribuyentes griegos.
Hace dos semanas el Parlamento griego publicó el informe del Comité para la Verdad sobre la Deuda Pública Griega explicando porqué la deuda griega con el FMI, el BCE y el Consejo Europeo era «odiosa». Por exigencias de la Sra. Merkel y otros líderes pro-banca se obligó a Grecia a no celebrar el referéndum que el primer ministro del PASOK, [Yorgos] Papandreu, había propuesto sobre el rescate a los bancos franceses y alemanes en detrimento de Grecia.
Esa fue la raíz de los problemas actuales. También fue el momento en el que las finanzas y la democracia europeas se volvieron incompatibles, lo que impulsó al fallecido editor del Frankfurt Allgemeine Zeitung, Frank Schirrmacher, a escribir su famoso editorial » Democracy is Junk » [«La democracia es basura»].
La troika se ha negado a rebajar un solo euro la elevada e impagable deuda. Pretendía que el alivio de la deuda fuera una cuestión para más adelante. Eso es lo que le ha permitido a Tsipras presentar a su país como víctima de la despiadada guerra de clases en la zona euro. La posición de Syriza ha sido: «Nos gustaría pagar. Pero sencillamente no hay dinero, tal y como los cálculos del FMI han demostrado clara y explícitamente».
El pasado martes [30 de junio de 2015] Tsipras explicó a los votantes griegos que la troika no había puesto por escrito nada sobre la reestructuración de la deuda. Esto levantó el velo de pánico inducido por los medios. Su aparente disposición a ceder animó a la troika a fijar sus promesas por escrito. Ciertamente Tsipras no iba a cometer el trágico error que cometió el líder ruso, [Mijaíl] Gorbachov, cuando creyó las promesas verbales de la OTAN de que no avanzaría hacia los Estados postsoviéticos de Europa Central y los Estados Bálticos.
La posición de la troika era y es: «Imponed la austeridad ahora. Más adelante hablaremos de la reestructuración de la deuda. Pero primero debéis liquidar lo que queda del sector público. Debéis rebajar los salarios otro 20% y forzar a otro 20% de vuestra población a emigrar. Solo entonces, cuando estemos seguros de que ya no podemos sacaros ni un euro más, entonces tal vez estemos dispuestos a hablar sobre reestructurar algo de vuestra deuda. Pero en cualquier caso, nunca antes de que os hayamos quitado todo lo que os quedaba para pagar».
Tsipras y el [entonces todavía] ministro [de Finanzas] Varoufakis han sido muy criticados en los medios estadounidenses por aparentar claudicar ante las exigencias de la troika. Lo cierto es que ambos se han comportado de manera cortés y educada, e incluso han asumido una posición conciliadora, aunque solo sea para demostrar lo totalitaria e inflexible que ha sido la troika.
Ese contraste entre la razón y la austeridad totalitaria del «libre mercado» es lo que convenció a los griegos para votar «No».
Notas
[1] James K. Galbraith resume esa información tergiversada en «9 Myths About the Greek Crisis«, Politico , julio de 2015 . La versión española, «9 mitos sobre la crisis griega», puede leerse aquí.
[2] «Peripheral debts: Causes, consequences and solutions», patrocinado por la European United Left/Nordic Green Left, GUE/NGL (www.guengl.eu). El video puede encontrarse aquí: http://www.guengl.eu/news/article/press-conferences/peripheral-debts-causes-consequences-and-solutions.-2-july. (Mi alocución comienza aproximadamente en el minuto 27).
Michael Hudson es profesor e investigador de Economía en la Universidad de Missouri, Kansas City, e investigador asociado del Instituto de Economía Levy. Su último libro es Finance Capitalism and Its Discontents, y ha colaborado en Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion, publicado por AK Press.