Camille Hamidi, profesora de ciencias polìticas en la Universidad Lumière-Lyon-2 y miembro del laboratorio Triangle [Triángulo], ha publicado recientemente La sociedad civil en las ciudades, así como un estimulante artículo en el último número de la Revue Française de Science Politique [Revista Francesa de Ciencia Política], «Clase, etnicidad, territorio: la relación con la política de […]
Camille Hamidi, profesora de ciencias polìticas en la Universidad Lumière-Lyon-2 y miembro del laboratorio Triangle [Triángulo], ha publicado recientemente La sociedad civil en las ciudades, así como un estimulante artículo en el último número de la Revue Française de Science Politique [Revista Francesa de Ciencia Política], «Clase, etnicidad, territorio: la relación con la política de los jóvenes procedentes de la inmigración de los barrios populares durante las elecciones presidenciales de 2007». Ha aceptado correr el riesgo de comentar para Mediapart la participación de los jóvenes en el movimiento actual de protesta por la reforma de las jubilaciones.
¿Cómo ves las movilizaciones de jóvenes, bachilleres más que universitarios, a las que asistimos desde hace días? ¿Te sorprende la naturaleza y la amplitud de estas movilizaciones?
El motivo de la movilización -el asunto de las jubilaciones- y su repentino y tardío arranque con respecto al momento del debate parlamentario, pueden sorprender. Pero lo que me ha llamado la atención es la heterogeneidad de la juventud movilizada. Por lo que he podido observar en Lyon, las manifestaciones reúnen -o al menos hacen coincidir- a bachilleres del centro de la ciudad y de los barrios periféricos, y a alumnos de diferentes edades, ya que junto a los bachilleres se encuentran también jóvenes colegiales, algunos muy jóvenes. También hemos visto a un buen número de chicas y mujeres jóvenes, incluso en los momentos de enfrentamiento con las fuerzas del orden, lo que resulta bastante inédito. Esta heterogeneidad no se corresponde bien con esa oposición que tantas veces se ha establecido entre «bachilleres» y «provocadores», oposición que ha servido de plantilla para las acciones policiales. Esto me recuerda los resultados de uno de los -escasos- estudios empíricos realizados sobre la participación en los motines de 2005. Mostraba que la distinción entre amotinados y no amotinados no es tan simple y que hay más bien un continuum entre las distintas formas de participación en los actos de violencia, desde los jóvenes «espectadores» que observan lo que pasa, siguen los acontecimientos desde las ventanas o por teléfono, a los «espectadores activos» que salen a la calle, siguen la acción, ríen, aplauden, intentan incomodar a las fuerzas del orden manteniéndose a cierta distancia de ellas, hasta los «jóvenes comprometidos» en el motín, que toman parte más directamente en los actos de violencia. En las movilizaciones de bachilleres lioneses, los espectadores activos, por emplear esta terminología, lo constituían chicas de institutos de medios sociales más bien favorecidos, y gente muy joven.
¿Contradicen estos acontecimientos recientes la tan extendida creencia en la profunda despolitización de la juventud?
Es una cuestión compleja, ya que tras la pregunta de si estas movilizaciones son o no políticas está en juego la legitimación o deslegitimación de la movilización. Ver en ella política es conferirle legitimidad y dignidad, mientras que subrayar la ausencia de eslóganes, las pocas referencias al tema de las jubilaciones por ejemplo, equivale a presentarla como una acción puramente lúdica y festiva, y hasta como delincuencia, si se prefiere poner el acento en las escenas de violencia que se han producido. La cuestión está planteada porque algunos grupos de manifestantes expresan pocas reivindicaciones explícitas. El sentido de su acción está muy abierto y se convierte en el lugar de proyección de un montón de posibles discursos exteriores. Patrick Champagne había mostrado que toda manifestación es también una «manifestación de papel», cuya significación es una apuesta de lucha en el seno del mundo mediático, político o científico. Esto ocurre a fortiori en movilizaciones de este tipo.
Dicho esto, pienso que la movilización reviste significados diferentes según los individuos y los momentos, y que una misma persona puede movilizarse por diferentes razones. En la medida en que se puede juzgar, porque esto requeriría estudios de campo, una parte de los jóvenes se movilizan claramente por el tema de las jubilaciones. A corto plazo, temen que el retraso en la edad de jubilación de sus mayores disminuya en igual medida el número de puestos que quedarán para los nuevos recién llegados al mercado de trabajo. A largo plazo, se inquietan por la edad hasta la que ellos mismos deberán trabajar, al ritmo en que van las reformas.
Pero por encima de ello, hay también una gran exasperación política, alimentada por el contraste entre el recuerdo de los planes de salvamento de los bancos y los sacrificios requeridos a la población en el caso de las jubilaciones, o más recientemente por los affaires que han ensuciado la reputación de Eric Woerth. Todos estos elementos están más o menos presentes, y bien dominados según el grado de competencia política de los jóvenes, y aunque para algunos los detalles sean borrosos contribuye a reforzar un clima general de desconfianza política. A esto se añade la forma de gobernar de Nicolas Sarkozy, su omnipresencia, su utilización de los códigos de la virilidad, sus muestras de desafío a los huelguistas («en adelante, cuando haya una huelga general, nadie se va a enterar») o a los jóvenes de los barrios, que personalizan y cristalizan en gran medida sobre su persona este sentimiento difuso. Desde este punto de vista, hay en la movilización tanto una dimensión política como una dimensión de juego y de desafío, y ambos elementos pueden mezclarse, en proporciones variables, en cada persona. Por otra parte, cuando se ponen en marcha las movilizaciones adquieren una dinámica propia y su significado puede evolucionar. En un contexto en el que una parte de la juventud, sobre todo en los barrios populares, mantiene relaciones conflictivas con la policía, las manifestaciones han podido aparecer durante un tiempo como la ocasión para cambiar la relación de fuerzas: en lugar de ser objeto de frecuentes y humillantes controles de identidad individuales, las manifestaciones son la ocasión para mostrar cierta fuerza colectiva, y esto ocurre además -en concreto en Lyon- en el corazón de los centros urbanos y ante las cámaras. Este fenómeno de demostración de fuerza no es exclusivo de las movilizaciones de los jóvenes, pero en otras manifestaciones suele ser de orden exclusivamente simbólico.
¿Qué representa la política para los jóvenes que has entrevistado y observado desde hace años?
Hay que decir en primer lugar que la juventud no es un grupo homogéneo. Como cualquier tramo de edad, es profundamente diversa según el medio social, el nivel de educación, el lugar de residencia, etc. Tampoco tiene siempre un comportamiento político tan diferente al de sus mayores. La pésima imagen que tiene de los políticos, la convicción de que «los políticos no se preocupan de la gente como nosotros», por ejemplo, son sólo reflejo de una representación compartida masivamente en el conjunto de la población, cualquiera que sea su nivel de educación o el tramo de edad considerados. Los datos estadísticos de que disponemos testimonian lo ya dicho sobre una desafección política particularmente acentuada entre los jóvenes: rechazo a moverse en el eje izquierda-derecha, menos proximidad respecto a los partidos, desinterés declarado por la política, mayor tasa de abstención… Y también indican una más marcada propensión a la acción de protesta. En los trabajos que he realizado, tanto en asociaciones de jóvenes procedentes de la inmigración como en entrevistas a jóvenes en Vaulx-en-Velin, se desprende por una parte una gran distancia ante el universo politico y por otra una representación muy negativa de éste.
Hay una dimensión de desconocimiento y a la vez de desinterés, tanto mayor cuanto más bajo es el nivel de estudios, pero también un juicio muy crítico, porque mucha gente tiene el sentimiento de que los políticos son tan diferentes de ellos socialmente, y están tan poco preocupados por la suerte de los franceses, que nada se puede esperar de ellos. En este sentido, la distancia ante la política no me parece que forzosamente tenga que ser indiferencia, también tiene un significado político.
¿Se puede hablar de una relación específica de los jóvenes urbanos con la política?
Tampoco se puede uniformar excesivamente esta categoría de jóvenes urbanos, como tantas veces se suele hacer, oponiendo por ejemplo los motines de 2005 que habrían movilizado a los jóvenes urbanos, a las movilizaciones de 2006 contra los CPE, que habrían movilizado a bachilleres y universitarios. En los primeros hubo también una buena parte de bachilleres y universitarios. Hubo muchos procedentes ciertamente de sectores marginados, pero también de institutos generales, BTS, IUT, universidades o del mundo del trabajo.
En el estudio que realicé en Vaulx-en-Velin, concentrádome en los jóvenes emigrantes e hijos de emigrantes no europeos, distinguí tres perfiles de relación con la política, y tan sólo uno de esos perfiles corresponde a un tipo que le es específico.
Se trata de jóvenes con menos estudios (como mucho formación profesional, y a veces menos), con un futuro profesional incierto, y vinculados al barrio, del que pocas veces salen de forma definitiva. La cuestión territorial ocupa un lugar central en su visión de la sociedad, como si la frontera estructurante que utilizan para comprender la sociedad francesa fuera la oposición entre «los barrios» y «el resto» (tanto el centro de la ciudad como el campo). Esta oposición territorial cristaliza y engloba la cuestión étnica y la cuestión social, como si todos los habitantes de los barrios fueran emigrantes y todos los emigrantes fueran pobres. Estos jóvenes mantienen una relación más distante con la política. Votaron en las elecciones presidenciales de 2007, en el contexto de aumento de la participación frente a la candidatura de Sarkozy, pero se abstuvieron en las elecciones legislativas y municipales siguientes. Tienen pocas referencias políticas, ya sea en términos partidarios o de división izquierda-derecha, a nivel nacional o a nivel local. Es sabido que cuando los electores más desmotivados tienen que pronunciarse sobre cuestiones políticas, tienden a apoyarse en sus experiencias de la vida cotidiana más que en grandes principios ideológicos o políticos abstractos. Por lo general se interesan por las cuestiones políticas que les afectan más directamente. En la campaña presidencial de 2007, su identificación etnista y territorial les sirvió de punto de referencia en el universo político. Dicen que votaron a Royal o a Bayrou sólo «para impedir la elección del otro candidato», por lo general Sarkozy (aunque también Le Pen), y en las conversaciones repiten con frecuencia las palabras de Sarkozy sobre la «chusma» y el «desinfectante». Al estar su voto tan condicionado a la presencia del aspecto étnico-territorial, podrían abstenerse en una elección presidencial no tan condicionada por los candidatos. Su voto ha estado muy personalizada en oposición a la persona de Nicolas Sarkozy. Algunos jóvenes entrevistados dicen que no saben todavía si irán a votar en las próximas elecciones presidenciales, salvo si se presenta Sarkozy: entonces están seguros de que irán. Por tanto, la particularidad de los jóvenes urbanos que muestran este perfil está en la importancia del aspecto étnico-territorial como medio de situarse políticamente. Para el resto, su relación con la política es muy parecida a la que han mostrado otros trabajos en medios populares.
Fuente: Mediapart http://www.mediapart.fr/
Traducción de Viento Sur http://www.vientosur.info/
rCR