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Entrevista a Viola Carofalo, portavoz de Potere al Popolo

«Potere al popolo», una nueva esperanza para la izquierda anticapitalista italiana

Fuentes: SolidaritéS

El movimiento Potere al Popolo (Poder para el pueblo), surgido para responder a los desafíos políticos de las elecciones del próximo 4 de marzo, abre nuevas perspectivas a la izquierda radical después de más de 15 años de marginación. Cualquiera que sea su resultado en marzo, muestra que es posible esperar una recomposición de la […]

El movimiento Potere al Popolo (Poder para el pueblo), surgido para responder a los desafíos políticos de las elecciones del próximo 4 de marzo, abre nuevas perspectivas a la izquierda radical después de más de 15 años de marginación. Cualquiera que sea su resultado en marzo, muestra que es posible esperar una recomposición de la izquierda, impulsada por una nueva generación militante y presente en todo el territorio italiano. Para hablar de ello hemos hablado con Viola Carofalo, investigadora precaria de 37 años de edad y portavoz de Potere al Popolo.

Stéfanie Prezioso. ¿Puedes explicarnos cómo nació Potere al Popolo? ¿Cuál es su perfil (experiencias y planteamientos)?

Viola Carofalo. Potere al Popolo nació tras un llamamiento que lanzamos los militantes del centro social Ex OPG – Je so’ Pazzo di Napoli para presentarnos por nuestra propia cuenta a las próximas elecciones generales, dado el desplazamiento a la derecha de todo el marco político y partidista italiano y dada la ausencia de una verdadera propuesta de izquierda 1/. En cuatro días logramos organizar una asamblea nacional en el Teatro Italia de Roma, el 18 de noviembre de 2017, a la que asistieron más de 800 personas procedentes de todo el país: jóvenes activistas de base en busca de un proyecto político más amplio, no tan jóvenes decepcionados a lo largo de los últimos veinte años que buscan nuevos alientos, etc. Esta primera asamblea desató una ola de participación en todo el territorio. En pocas semanas se organizaron más de 150 asambleas territoriales que, partiendo de la base y de las actividades en los territorios, se han reconocido en el proyecto de Potere al Popolo.

El acuerdo de aprovechar este momento electoral y presentarse como alternativa nació del análisis de lo sucedido en los últimos años. De hecho, durante un periodo muy largo, hasta finales de la década de 2000, el espacio de representación de la izquierda estaba limitado a quienes, de una manera u otra, heredaron la tradición del Partido Comunista. Esto hizo que fuera muy difícil tratar de reconstruir, desde posiciones antagónicas, un marco de representación más efectivo e incisivo, que pudiera ser expresión de las luchas. Se conseguía influir en la política nacional creando movimiento y siempre que algún otro presentara las demandas en el Parlamento. En cierto modo, era como si el espacio de representación no nos sirviera. Obviamente era una coyuntura distinta a la actual. El mundo de los años 1990-2000 no fue capaz de resolver los problemas. Tanto, que poco a poco nos dimos por vencidos: perdimos sobre la guerra en Iraq, sobre los derechos de los trabajadores, retrocedimos mucho.

Ese espacio de representación no era efectivo y no tenía la capacidad de llevar hasta el fondo los conflictos que estallaban en la sociedad. Esta es una crítica que, como antagonistas, la hemos formulado siempre, librando duras batallas contra la representación, tal como la concebían incluso partes significativas de la izquierda. Luego, a partir de 2008 y cada vez más con la crisis en 2010 y 2011, ese mismo espacio tradicional se ha desestructurado. Ningún intento fue capaz de dar respuesta a estas dinámicas. Al contrario, a base de repetir los mismos errores, las fuerzas políticas que habían desempeñado un papel importante hace solo 15 ó 20 años se veían reducidas a la marginalidad. Se han producido cambios que, a medio plazo, han generado autocríticas y reflexiones que probablemente hayan dado paso a un primer intento de revitalización en los últimos meses.

Y por eso hoy nos hallamos ante una contradicción política fundamental que tenemos que resolver: por un lado, y en el ámbito local, la izquierda radical y el movimiento ha desarrollado una alta capacidad de gestión de los problemas sociales no resueltos por el Estado y las organizaciones tradicionales del movimiento obrero. Pensemos en la asistencia jurídica para inmigrantes, las nuevas Cámaras Populares de Trabajo, las Redes de Solidaridad Populares, etc. Por otro lado, sin embargo, nos enfrentamos a la incapacidad de influir en las instituciones y las esferas de representación a nivel nacional. Estamos convencidos de que Potere al Popolo puede ser una respuesta política a esta contradicción.

S. P. ¿Cómo se eligió el nombre?

V.C. Potere al Popolo no es más que la traducción literal de la palabra democracia. Hoy muchos lo han olvidado, y piensan que la democracia es votar una vez cada cinco años a partidos todos iguales, y el resto del tiempo sufrir las decisiones que se tomen en otro lado, no solo en los parlamentos que ya no reflejan al país, no solo en los gobiernos que son máquinas cada vez más autoritarias, sino que quizás en algunas reuniones privadas entre bancos, entidades financieras y asociaciones empresariales o en reuniones de tecnócratas de la Unión Europea.

Con Potere al Populo queremos ante todo enviar un mensaje: las decisiones sobre nuestra vida y nuestros territorios nos pertenecen. Hoy ni siquiera decidimos dónde vamos a pasar nuestras vidas, ya que para encontrar un trabajo tenemos que ir a no se sabe dónde. No decidimos cuándo tener un hijo, porque depende del contrato que alguien nos haga. No decidimos cómo administrar el presupuesto de un municipio o una ciudad, porque también sufrió recortes. Imagínate que decidimos sobre cuestiones de política económica e internacional. Pensamos que una democracia es tal si no es formal sino sustancial, si es radical, en el sentido de que parte de las raíces; si las clases populares realmente pueden contar y ejercer el poder. En este sentido, poder tiene una connotación positiva, es la posibilidad de hacer, de crear. Creemos que ese poder no le se debe negar a ningún ser humano, ya sea blanco o negro, pobre o rico. Por tanto, Potere al Popolo constituye un mensaje claro: queremos y debemos decidir nosotros, que estamos obligados a trabajar para vivir y sobrevivir.

S.P. ¿Quiénes son vuestros candidatos?

V.C. Las candidaturas de Potere al Popolo han sido escogidas con un método antiguo e innovador: asambleas abiertas y horizontales. Más de 20.000 personas han participado en las 150 asambleas regionales. Nuestro principio es radicalmente democrático: deciden los territorios. Incluso en las provincias más remotas, las candidaturas han sido elegidas por la base del movimiento, mediante consenso o, cuando no fue posible, por una gran mayoría de votos. Los requisitos que deben cumplir nuestras candidaturas son diferentes de los de los demás partidos: no cuenta cuánto dinero o conocimientos tienes, qué cantidad de votos traes, sino cuánto has hecho por defender nuestros valores e intereses. Para nosotros es importante la paridad de género, una edad joven, el arraigo en el territorio, la coherencia entre currículum y el programa electoral. De ahí que en las listas electorales no haya rostros famosos, sino personas que, para vivir y sobrevivir, se levantan todos los días y van a trabajar.

S.P. ¿Cuáles son los puntos clave de vuestro programa en política interior y exterior?

V.C. Nuestro programa pretende ser un instrumento de debate y síntesis de todos los movimientos reivindicativos que se han unido al proceso de Potere al Popolo. Queremos recuperar los derechos de los trabajadores y trabajadoras que han sido desmantelados en los últimos 25 años por los gobiernos de centro derecha y centro izquierda. Luchamos por la abolición de la Jobs Act (ver http://www.vientosur.info/spip.php?article10099 ndt), que ha precarizado las condiciones de trabajo; de la reforma de las pensiones (reforma Fornero), que aumenta la edad de jubilación, y de la reforma educativa de Renzi (la Buena escuela, 2015), que, de hecho, introduce el trabajo forzado y gratuito de las y los estudiantes. Además, queremos hacer que todo el mundo tenga acceso a los servicios públicos y garantizar recursos para su desarrollo.

De hecho, contrariamente a la retórica de los políticos actuales, hay dinero. En diez años de crisis, incluso ha aumentado. El problema es que termina en manos de un número cada vez reducido de personas. Todos los datos dicen que, por un lado, aumenta la pobreza y por otro aumenta la concentración de la riqueza: el 1 % de la población italiana posee el 25 % de la riqueza nacional. Este dinero no cae del cielo, es el producto del trabajo que se apropia alguien de diversas maneras (sin establecer salarios dignos, con impuestos no equitativos, etc.).

Si queremos construir una sociedad más justa y salvar a este país, lo primero es apropiarse de este masa de capitales y redistribuirla hacia abajo. Por ejemplo, las políticas de los gobiernos Renzi y Gentiloni no han hecho más que brindar recursos a las empresas: más de 40.000 millones solo en los últimos tres años. Este dinero no se ha empleado para el desarrollo del país, y mucho menos para garantizar la estabilidad de los trabajadores y trabajadoras, sino que ha terminado en los bolsillos de los empresarios, que ya son ricos. Sin mencionar el dinero entregado a los bancos. Todo este dinero se puede utilizar para crear puestos de trabajo estables y seguros, para proteger el territorio y la vivienda, para contratar en el sector público, teniendo en cuenta que el servicio público italiano es inferior, en cantidad y calidad, que el de muchos de los países europeos más importantes.

Otro tema central que dominará la campaña electoral el próximo mes y en el que hemos estado trabajando durante años es la inmigración. Estamos convencidos de que somos ciudadanas del lugar donde, libremente, decidimos establecernos; es un concepto que tratamos de poner en práctica todos los días. Hablar de una ciudadanía universal significa cambiar las reglas de acogida, aprobar el ius soli, rompiendo el vínculo entre el trabajo y el derecho a permanecer en un lugar; en fin, derogar todas las políticas en materia de inmigración que han puesto en pie los últimos gobiernos. Para garantizar que se pueda hablar realmente de ciudadanía universal también es necesario eliminar todo aquel entramado de intereses crematísticos, a menudo criminales, que se ha creado en torno a la gestión privada de la inmigración. Hoy, la gestión de los centros de acogida extraordinaria (CAS) es absurda. Es una vuelta al gueto en clave empresarial: si puedes crear uno, puedes acceder fácilmente a una financiación millonaria. En nuestras actividades de control popular sobre los centros de acogida extraordinaria hemos logrado comprobar situaciones de privación de libertad real, a veces en el límite de la esclavitud. Debemos rechazar todo esto y las leyes que lo permiten, para afirmar una idea de ciudadanía que se base en el principio de la libertad, que se debe reconocer a toda persona, para construir un futuro mejor. Las leyes promulgadas por los últimos gobiernos no han dado respuesta a una emergencia, sino que la han empeorado, generando una espiral de irregularidades que solo crea personas más desfavorecidas, con todos los costes sociales y humanos que esto conlleva.

También necesitamos hablar de lo que pensamos de la UE. Sabemos que será un tema candente durante toda la campaña electoral. Nos quieren meter en el caldero de las candidaturas contrarias al euro, pero la cuestión es más compleja. Cuando hablamos de romper los tratados europeos, estamos diciendo que debemos reconsiderar la forma que tiene la Unión Europea. En primer lugar está el pacto fiscal europeo, que compromete a los países europeos a mantener un presupuesto equilibrado, a respetar un determinado porcentaje de déficit sobre el PIB y coordinar la emisión de deuda pública con el Consejo Europeo. Pero en concreto, ¿qué significa todo esto? No solo significa aceptar las llamadas medidas de austeridad que han estrangulado toda capacidad de intervenir con medidas de apoyo a las clases populares, sino que también significa la obligación de toda una colectividad de pagar una deuda que ahora mismo es una deuda contraída con bancos privados. Podemos decir esto de una manera más simple: el pacto fiscal europeo representa la obligación de robar recursos públicos para redistribuirlos a los especuladores privados. ¿Cómo podemos no pensar que esto es lo primero que debemos derogar, y que estas son las primeras reglas que hay que replantear cuando se habla de la Unión Europea?

S.P. ¿Qué vínculos mantenéis con las demás ciudades de Italia? ¿Y con los demás centros sociales? ¿Y con otras agrupaciones políticas, asociaciones, movimientos sociales que apoyan esta experiencia?

V.C. Las asambleas territoriales han sido organizadas por diversos sujetos sociales y políticos activos en los territorios, así como por personas individuales. Es decir, centros sociales, determinados sindicatos de base (Cobas, USB) 2/, representantes de asociaciones, agrupaciones políticas (Refundación Comunista, el Partido Comunista Italiano, Izquierda Anticapitalista, Red de los Comunistas, Eurostop) 3/. En resumen, hasta ahora Potere al Populo ha logrado involucrar a mucha gente y muchos colectivos, dentro y fuera del mundo de las luchas sociales y políticas de este país. La participación del colectivo No TAV 4/, con la candidatura de Nicoletta Dosio, el No Tap 5/ en Salento (Apulia), los No Muos 6/ en Sicilia, así como muchos otros comités locales que están luchando en defensa de sus territorios, por un lado, nos llena de orgullo, porque creemos que son la mejor parte de este país; otra prueba, sin duda, de que este proceso ha tenido hasta ahora el mérito de encontrar las coordenadas comunes para las luchas que hasta el presente no tenían mucha facilidad para juntarse y trabajar en común con vistas a construir un horizonte político general.

Por parte de los centros sociales, las respuestas recibidas fueron múltiples. Hay ejemplos de compañeros que forman parte y son protagonistas de Potere al Popolo; otros, que aunque declaran públicamente respeto por el camino emprendido, han declarado que no comparten algunos de los supuestos básicos y han preferido no formar parte de él (el principal ejemplo es quizás el de Infoaut 7/, que publicó un editorial agradable en el que aprecié la capacidad de debatir con Potere al Popolo sin tener que recurrir a calumnias y ofensas, al tiempo que reiteraban no compartir nuestro proyecto); finalmente, por supuesto, también están quienes, afortunadamente pocos, han condenado despectivamente lo que estamos construyendo.

Estos vínculos que se crearon en poco más de dos meses permitieron poner en pie una infraestructura básica que abarca toda la península y también las islas. Una implantación demostrada por la excelente recogida de firmas para que Potere al Popolo pudiera presentarse a las elecciones en todo el territorio nacional. Un gran éxito, dado que pudimos reunir hasta 52.000 firmas (se necesitaban 25.000) en todos los distritos electorales. Esta claro que esta presencia capilar debe fortalecerse y hacerse permanente. Nuestro objetivo es utilizar esta campaña para crear colectivos allí donde sea posible. Puestos avanzados que no son meros comités electorales, sino unidades organizativas que tendrán la tarea de continuar trabajando incluso después del 4 de marzo, independientemente del resultado de las elecciones. A partir de esto, creo que aparece el objetivo principal de Potere al Popolo: dar vida a un movimiento popular que tenga la ambición de durar y crecer. Porque no nos detendremos hasta que ganemos. Y ciertamente para nosotros la victoria no es el 3% en una vuelta electoral. La victoria significa poder para el pueblo.

S.P. Es seguro que hay un distanciamiento de la juventud con respecto a la política tal y como se ha practicado hasta ahora en Italia (digamos en los últimos veinte años). ¿Qué tipo de diálogo se está haciendo con los jóvenes por parte de Potere al Popolo? ¿Cómo se piensa la práctica política?

V.C. Antes que nada, somos jóvenes precarios que sufrimos además los efectos de la crisis. Hace apenas unos días, la investigación del Fondo Monetario Internacional mostró que la juventud está en mayor riesgo de pobreza, un riesgo vinculado a la evolución de la precariedad del mercado laboral y los modelos elegidos para reformar los sistemas de protección social y consolidar las finanzas públicas. Estas tendencias también ponen de manifiesto que tradicionalmente estamos excluidos y excluidas de la política.

Como ha sucedido también en otros países, esta exclusión se debe a varios factores. Es verdad que las palabras de los diferentes ministros en estos últimos años no incentivan a la participación. Nos han llamado niños mimados, caprichosos, perdedores. El ministro de Trabajo, Poletti, refiriéndose a quienes se ven forzados a emigrar, ha afirmado que «a algunos es mejor no tenerlos correteando entre las piernas». Se señala a la juventud como culpable de su propia condición de exclusión y crisis. Además, la política tradicional utiliza registros lingüísticos y herramientas de comunicación que ahora son obsoletas y absolutamente incapaces de decirnos nada.

Con Potere al Popolo, sin embargo, gracias al trabajo de estos últimos años y de tantas estructuras de base que forman parte del proyecto, hablamos un idioma que es el mismo de muchos y muchas jóvenes, utilizamos los mismos medios, especialmente las redes sociales. Y no renunciamos a los momentos divertidos, los que nos permiten construir sociabilidad y comunidad. Porque, digas lo que digas, todos estamos buscando lugares, físicos, pero no solo, que permitan construir una identidad, una pertenencia. Además, contra una política que ha sido degradada al rango de mera actividad administrativa, reclamamos otra cosa: la posibilidad de subvertir todo, de soñar, de construir horizontes radicalmente diferentes de los que nos ofrecen.

Paradójicamente, la juventud somos quienes tendríamos más para dar, precisamente porque, como gente excluida, sabemos lo que significa incluir. Nuestro programa habla de esto. Necesitamos romper y renovar, deshacernos de los muertos de este país. No es fácil, creemos que no hemos hecho más que empezar. Todavía tenemos miles de personas a las que involucrar para hacer que la política se convierta en una herramienta y no en algo sucio, una posibilidad de transformación y reapropiación de la propia vida.

La propia experiencia napolitana de la antigua OPG – Je so’ Pazzo nos muestra que es posible involucrar a la juventud en actividades sociales y políticas, revirtiendo en cierto modo la relación entre el activismo político y las masas populares. De hecho, a través de nuestras actividades sociales en las diferentes áreas de trabajo, la inmigración, el deporte popular, actividades extraescolares, de las actividades para combatir la pobreza, etc.; no se trata de reproducir el enfoque clásico y problemático del militante que explica y enseña al trabajador o trabajadora cuáles son sus condiciones de vida y sus problemas. Con el mutualismo y el control popular, podemos revertir esta tendencia y construir caminos comunes de aprendizaje, de formación política, de autoorganización y autogobierno de estas actividades.

Así que vamos a garantizar una respuesta concreta a las necesidades diarias de las masas, pero, al mismo tiempo, crear momentos de lucha y solidaridad que nos permitan ganar a pequeña escala. Y estas pequeñas victorias nos dan el ímpetu para cambiar el ritmo, involucrar a más y más personas en nuestras actividades y dar una perspectiva política más amplia a nuestras actividades. Creemos que este método arraigado en lo social es el camino a seguir para ampliar la participación de las masas populares en la política.

S.P. ¿Cómo entiendes/explicas el extraordinario desarrollo de una alternativa de izquierda que proviene del sur de la península?

V.C. Esta pregunta inspira múltiples reflexiones y tiene muchas respuestas diferentes: se puede citar la experiencia administrativa de los últimos años, que en todo caso ha abierto un canal de comunicación con los movimientos sociales de la ciudad; se puede mencionar -por qué no- la experiencia del antiguo OPG Je so’ Pazzo como un espacio social que ha tenido una resonancia importante a nivel nacional, pero estas respuestas son parciales y, básicamente, sólo abarcan Nápoles, no todo el sur. La verdad se encuentra en otra parte: el viejo paradigma de un norte de Italia listo para la lucha laboral y un sur retrasado, poblado por campesinos que responden a las necesidades de sus dueños, es falso. No negamos que en Italia haya una cuestión meridional; ha existido y todavía existe. Hoy la economía del sur de Italia presenta características muy diferentes de las de las regiones central y septentrional del país. Piensa en el hecho de que en algunas regiones del sur la principal fuente de ganancias proviene de la migración. Sin embargo, y esto no nos debe sorprender, una situación tan difícil, fruto de la emigración, el desempleo, la falta de instalaciones y servicios, puede convertirse en un verdadero barril de pólvora. No es extraño que aquí, antes de cualquier otro lugar, encontremos asociaciones y grupos que ya tenían necesidad de practicar las experiencias de mutualismo, que encontraron un altavoz y -nos gusta pensar- un punto de referencia en la experiencia del antiguo OPG. Hoy esas experiencias son la columna vertebral del Potere al Popolo y encuentran audiencia en toda Italia y más allá.

S.P. En la autodenomimnada izquierda se rumorea que Potere al Popolo está dividiendo los votos que podrían haber ido a Liberi e Uguali (LeU), que algunos ven como una alternativa de izquierda. ¿Qué respondes a esta crítica?

V.C. No compartimos esta crítica, sobre todo porque somos ambiciosos y miramos mucho más allá de lo que los expertos consideran que es una especie de reserva india de los partidos existentes. Potere al Popolo no es simplemente una alternativa a LeU: somos una alternativa a todas las listas existentes.

En segundo lugar, creemos que no se pueden cambiar las cosas con quienes son parte integrante del sistema. LeU es un PD-2: están D’Alema, Bersani, todos los que han estado en el poder en los últimos veinte años, que votaron a favor del gobierno Monti y del gobierno Renzi y la peor basura, desde la participación en guerras hasta la flexibilización de la jornada laboral, el pacto fiscal, la reforma laboral, la Ley Fornero, la Jobs Act, Sblocca Italia 8/ y la Buena escuela… por no hablar de Grasso, que estuvo hasta el final de acuerdo con Renzi, sin poner jamás obstáculos a su actuación. ¿Qué credibilidad tendríamos si estuviéramos asociados con estas personas para cambiar las cosas? ¿Qué alternativa podríamos practicar?

Nosotros, por edad, género, afiliación social, somos otra cosa. Por el contenido y los métodos políticos, LeU es la continuidad con todo un mundo que ha desarrollado políticas antipopulares. No queremos unirnos a la clase política de la izquierda histórica, de la que poco o nada se ha salvado. Queremos unirnos a las personas, a los y las de abajo, a las asociaciones, a los colectivos, a los comités territoriales y medioambientales, a las redes de solidaridad, a las experiencias de lucha en los centros de trabajo y en el ámbito social. Nuestro principal problema no es tanto elegir a alguien, sino involucrar a la gente, la reconstrucción de una comunidad, de un sentido de pertenencia, de una sensación de estar en el mismo lado de la barricada. Ser útil para nuestra gente, difundir las prácticas que funcionan, combinar las distintas competencias y ponerlas al servicio de la gente que las necesita para mejorar su vida.

Esta es una labor que no ha comenzado ahora sino que se ha desarrollado enormemente durante de la crisis; ahora solo se trata de mostrarla a millones de personas y organizarla cada vez mejor. Todo esto también podría comportar la elección de parlamentarios como expresión de un movimiento que realmente está del lado de la gente. Pero no estamos ansiosos por el resultado: incluso si no lo lográramos (lo que sería comprensible: solo tenemos dos meses de vida, la gente está muy desilusionada, nuestros medios para llegar a la gente son pocos, no tenemos dinero ni gente famosa…), eso no es decisivo para los objetivos del proyecto, porque después del 5 de marzo continuaremos, federándonos, creciendo, asentándonos en los territorios y en las calles. Y cuando las personas vean que no éramos un cártel electoral, sino una comunidad y una idea de sociedad, no les quedará más que participar, contribuir y crecer. Y los resultados, inclusive en lo que respecta a la presencia en las instituciones, no tardarán en llegar.

S.P. Potere al Popolo ha tenido de inmediato un gran impacto en el extranjero (en Gran Bretaña, pero no solo). ¿Cómo lo explicas? ¿Cuáles son sus vínculos con los movimientos hermanos en Europa o Estados Unidos?

V.C. El hecho de que Potere al Popolo haya tenido un gran impacto en el exterior lo podemos explicar de una manera muy simple: hay un gran espacio vacío en todas partes. Quien hoy además de ser de izquierdas piensa que el comunismo puede ser efectivamente una alternativa a construir, puede ocupar ese espacio. Ya lo intentó otra gente antes que nosotros: las redes de mutualismo en Grecia de las que se nutrió Syriza, por ejemplo, fueron un ejemplo extremadamente positivo para nosotros; así como el intento de Podemos. Es a ellos a quienes hemos mirado en los últimos años. Sabíamos que la historia de Tsipras no es una historia con un final feliz, podíamos ver sus límites, pero en su momento, desde el punto de vista de la movilización popular y la reanudación de una política de masas, y hasta el referéndum, sirvió; y, con independencia de los resultados, sigue siendo una señal.

Desde el punto de vista de los contactos, logramos establecer un diálogo con Momentum en Inglaterra y también con la CUP en Cataluña. La relación más cercana en este momento es la que tenemos con France Insoumise. Conseguimos reunirnos con Mélenchon, y creemos que esta relación puede ser constructiva. Pero también miramos más allá de las fronteras europeas. Observamos, estudiamos y nos comparamos con experiencias muy vívidas en el corazón del imperio o en América Latina, por ejemplo.

Más allá de esta lista, sin embargo, o de la resonancia que hemos tenido en las revistas europeas y estadounidenses, creemos que una organización como la nuestra siempre debe situarse en una perspectiva internacionalista. Por eso, organizamos numerosas asambleas y grupos que trabajan en el extranjero, por ahora donde tenemos más contactos. Estos son momentos preciosos de confrontación, porque nos permiten comprender cómo se conectan los problemas de los pueblos europeos. Siempre nos negamos a mirar las cosas solo porque ocurran en nuestra casa; siempre nos hemos puesto a razonar en un plano más amplio. Hoy esto es más cierto que nunca: la globalización e interconexión de las relaciones europeas (por inestables que sean) nos exigen recuperar un terreno importante. Es decir, volver a construir de la manera más amplia posible los intereses de las masas, que son los mismos en Italia, Grecia, Inglaterra, España, Francia, Alemania y Estados Unidos.

Esto también es válido como un auspicio: tejer relaciones y vínculos con los movimientos que se plantean el mismo objetivo que nosotros es fundamental. También porque si nos limitamos a jugar en nuestra área de penalti, mientras que el oponente ocupa todo el campo, lo máximo que podemos obtener será un empate o una derrota decente. Si queremos ganar, y este es nuestro objetivo final, debemos aprender a jugar en todo el terreno de juego. Más allá de la metáfora, en todo el mundo.

S.P. ¿Cuáles son tus predicciones no solo de cara a las elecciones, sino fundamentalmente para reconstruir una verdadera alternativa de izquierda? ¿Cómo ves vuestro desarrollo tras el 4 de marzo próximo?

V.C. En primer lugar, un país cambia si estás presente en todos los ámbitos ámbitos de la sociedad. Si sabes cómo responder a las necesidades materiales, pero también construir un imaginario, crear música, teatro, cine. Si sabes cómo desarrollar prácticas que cambien el funcionamiento de las instituciones. Seguiremos adelante, porque una elección no es suficiente para hacer todo esto; es un trabajo que debe llevarse a cabo a fondo, durante años. Las elecciones son un expediente que nos permite hacer masa, comenzar a contar, salir fortalecidos. Luego seguimos en los territorios, para construir un partido social.

Aquí el mutualismo tiene una importancia fundamental. Si el Estado no puede resolver nuestros problemas, porque es rehén de unos pocos y está estructuralmente diseñado para defenderlos, comencemos a actuar de inmediato con un método de intervención que parta de las necesidades de las personas y que, junto a las personas, desarrolle conciencia y participación. Poner en práctica un programa social, un contador para el trabajo en negro, un gimnasio, permite hacer muchas cosas: investigar la realidad, acercarse a sujetos no politizados, no solo ofrecer un servicio, sino explicar las razones, aprender con ellos y luchar juntos, y después desarrollar esos embriones de conciencia y autogobierno sin los cuales la democracia no puede mantenerse. No creamos bienestar, sino protagonismo. El mutualismo, como el control popular, nos permite salir de esa terrible retórica de derrotas eternas de la que estamos hartos: nos muestra que si actúas de manera inteligente y creativa puedes ganar, puedes demostrar materialmente que las instituciones no hacen lo suficiente y por lo tanto, pueden ser reemplazadas por personas que organizan, supervisan y proponen. ¿Quién mejor que quienes viven las condiciones de trabajo, quien usa un servicio, quien vive en un territorio, puede decir cómo intervenir y cómo mejorar ese servicio?

Estas prácticas no solo son útiles, también son muy divertidas. Sacan lo mejor de las personas. Les alientan a reflexionar y a hacer comunidad. Aquí, para cerrar, podemos decir que nuestra principal diferencia con todo el tablero de ajedrez político está aquí: incluso si estamos excluidos, si somos pobres y todavía débiles, nos divertimos, sabemos reír y gozar, sabemos pensar y soñar.

Notas:

1/ Je so’ Pazzo di Napoli: Hospital psiquiátrico forense abandonado en 2008 y ocupado en marzo de 2015 por varios colectivos napolitanos; entre otros, el colectivo de trabajadores y parados Clash City Workers y el Collettivo Autorganizzato Universitario (CAU).

2/ COBAS: sindicato nacido a comienzos de la década de 1980 (sindicato de base), alternativo a las organizaciones sindicales confederales, se basa en la organización local; USBA: Unión Sindical de Base, sindicato independiente fundado en 2010 a raíz de la fusión de dos sindicatos de base.

3/ Red comunista: Movimiento político comunista estructurado en red, formado en 1998. Su órgano de prensa Contropiano se ha convertido en diario on line; Eurostop: Plataforma política creada en base a tres consignas: No UE, No Euro, No Nato.

4/ No Tav: Movimiento contra la construcción del tren de alta velocidad entre Turín y Lyon, en Val Susa.

5/ No Tap: Movimiento contra la construcción del gaseoducto transadriático en Apulia.

6/ No Muos: Movimiento contra la construcción del sistema de antenas militares en Sicilia.

7/ Infoaut: Área del movimiento político, históricamente vinculada a Autonomia Operaia/Contropotere y página web de información.

8/ Sblocca Italia: Desbloquear Italia. Decreto de 2014 encaminado a desbloquear la financiación pública de grandes obras como el TAV y el gasoducto.

Entrevista realizada para SolidaritéS -nº 323- (Suiza)

Tomado de http://vientosur.info/spip.php?article13458