El fin de semana de Pascua ha terminado y las barricadas están de vuelta en Guayana. Desde las 22 horas, el lunes 17 de abril, las carreteras están de nuevo cerradas en el Departamento de Ultramar (el Departamento de Guayana es uno de los cinco Departamentos de «Ultramar» de origen colonial que están ligados, desde […]
El fin de semana de Pascua ha terminado y las barricadas están de vuelta en Guayana. Desde las 22 horas, el lunes 17 de abril, las carreteras están de nuevo cerradas en el Departamento de Ultramar (el Departamento de Guayana es uno de los cinco Departamentos de «Ultramar» de origen colonial que están ligados, desde 1946, con la República Francesa de forma similar a las de los departamentos metropolitanos).
«Pou la Gwiyann Dékolé» ha hecho llegar un texto al ejecutivo de la metrópoli. Un protocolo que «constata» el plan de urgencia de mil millones de euros propuestos por el gobierno, propone abrir el diálogo sobre los dos mil millones suplementarios reclamados por los manifestantes y plantea dos condiciones no negociables con carácter previo a la reanudación del diálogo. En primer lugar, el ejecutivo deberá «constatar el hecho de que el pueblo guayanés quiere decidir por sí mismo». Dicho de otra forma, que desea una consulta ciudadana sobre el futuro institucional del Departamento. A continuación, quienes protestan demandan que no se emprenda ninguna persecución contra los manifestantes que han tomado parte en el movimiento. Ello es una referencia a los controles de policía ordenados por la justicia desde el 14 de abril por las barricadas. Una posición muy aplaudida, el lunes a la tarde, desde la presentación del texto en Cayena. Pero una parte de la población guayanesa duda que el gobierno responda favorablemente a solo algunos días de la primera vuelta de la elección presidencial. (18 de abril de 2017, según RFI)
Sobre las brasas enrojecidas, dos grandes ollas hierven desde la víspera y cuando François Cavalier levanta la tapa con su machete, se escapan deliciosos aromas. Es un cocido de awara, el plato tradicional de Pascuas. A la pasta disuelta del fruto de una palmera se agregan legumbres y varios tipos de carne -buey, cerdo, pollo-. Entre dos ráfagas, sobre el carbet que domina la cala Balaté, un brazo del Maroni que se prolonga en la selva, los comensales disfrutan y la crisis social que sacude a Guayana desde hace un mes ocupa todas las conversaciones.
«Somos amazónicos, sudamericanos»
Durante la tregua de Pascuas decidida por el colectivo «Pou la Gwiyann Dékolé» se abrieron las barricadas ¿Señal de agotamiento o preludio de una «nueva fase del combate», como prometió el portavoz de los 500 Hermanos, Mikaël Mancée, en las ondas de Radi Peyi? Para Katiana Joncart, este «movimiento histórico» expresa mucho más que reivindicaciones sociales. «Es un despertar del pueblo guayanés contra el tratamiento discriminatorio q ue nos reserva Francia. Se nos repite que somos franceses pero eso no corresponde para nada con lo que vivimos en este territorio abandonado por el Estado. Se nos llama Domiens (habitantes de los Departamentos de Ultramar, ndt), ultramarinos, pero yo no me reconozco en esas denominaciones. Somos amazónicos, sudamericanos», resume esta joven mujer de 32 años. Con un gran estallido de risas ella evoca las visitas relámpago de los responsables políticos franceses.
Solo dos candidatos de la elección presidencial han hecho escala durante la campaña. «Macron apenas ha permanecido un día. No es suficiente para darse cuenta que Guayana no es más que una isla, sonríe. En cuanto a Marine Le Pen, ella se ha contentado con una foto-recuerdo con los perezosos de un refugio para animales…». A falta de medios de transporte, bloqueados por la huelga, las promesas de los candidatos no han llegado nunca a los electores. Si se celebra el escrutinio, Katiana irá a votar. Pero deslizará un voto blanco o nulo en la urna. Declara que «basta ya de bla-bla, basta de promesas incumplidas», retomando el eslogan de los contestatarios guayaneses. Raphaël ni siquiera se dará la molestia de ir al colegio electoral. A sus ojos, «esta elección no tendrá efectos sobre el último territorio de América del Sur que permanece como colonia».
Este joven médico, instalado desde hace diez años en Guayana, navega desde un centro de salud a otro, sobre las riberas del río Maroni. En total, hay 17 para un territorio tan grande como Portugal. Y Guayana, desierto médico, cuenta con cinco veces menos de médicos por habitante que el Hexágono. «La falta de medios y el aislamiento dan lugar a que en situaciones graves los pacientes corren un gran peligro. No tenemos ni radiología ni laboratorio de análisis médicos. En Apatou está podrida la madera del dispensario. Toda la estructura amenaza con derrumbarse en el río y el Estado pasa. No se ha desbloqueado ni un euro para construir otro lugar de acogida para estas poblaciones que viven en una oscura miseria», relata. Las infraestructuras están previstas para 100 000 habitantes. Oficialmente hay 244 000. En realidad, la población podría sobrepasar fácilmente los 350 000 habitantes. No solo por los inmigrantes venidos de Surinam y de Brasil que utilizan los incontrolables caminos que atraviesan los ríos y la selva amazónica. «Conozco innumerables franceses sin papeles, en su mayor parte Bushinengués («Hombres de la selva», también llamados Marrones o Negros: son el conjunto de los pueblos descendientes de los esclavos llevados desde Surinam para trabajar en las plantaciones, wikipedia) que conocen mal sus derechos y a los que se rechaza su documento nacional de identidad incluso cuando realizan todos los trámites necesarios», asegura Raphael. Algunos de estos descendientes de los Negros marrones, los esclavos en fuga que negociaron muy pronto las condiciones de su libertad, están mantenidos en los limbos administrativos. Sin existencia legal, están privados de derechos, de protección social, de acceso a los escasos servicios públicos.
Un movimiento pacífico y federador
A 7000 km de París, en esta atmósfera de ebullición social, la elección presidencial aparece lejos, muy lejos. En 2012, el escrutinio había reunido en la primera vuelta a apenas algo más del 50% de los electores. En las calles desiertas de Laint-Laurent-del Maroni, solo algunos carteles de Jean-Luc Mélenchon testimonian el inminente escrutinio. Los paneles electorales pegados en las puertas del ayuntamiento están vacíos. Algunos evocan, a media voz, una especie de boicot de la cita electoral. François Cavalier sueña en alta voz » la emergencia de un pueblo guayanés, hasta ahora embrionario. «Por primera vez, un movimiento pacífico federa a todas las comunidades de Guayana. Sin que se rompa ni una rama, se ha abierto un espacio para expresar las reivindicaciones comunes y las singulares. Hay ahí un potencial extraordinario «, observa Serge Abatucci, codirector del teatro-escuela Kokolampoe, que ha ocupado el campo de la Transportation, destino infernal de millares de presos hasta 1947. Muy amarrada al siglo y al continente, la Guayana quiere desbrozar, más allá del horizonte electoral, los caminos de una mejor vida para todos. (18 de abril de 2017, Humanité)
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