El primer ministro búlgaro, Boiko Borísov, ha dimitido tras una semana de protestas contra el aumento de precios de la energía. En la tarde del 19 de febrero, al menos 14 personas resultaron heridas en enfrentamientos con la policía en Sofía, la capital del país, lo que llevó a Borísov a declarar que no podía […]
El primer ministro búlgaro, Boiko Borísov, ha dimitido tras una semana de protestas contra el aumento de precios de la energía. En la tarde del 19 de febrero, al menos 14 personas resultaron heridas en enfrentamientos con la policía en Sofía, la capital del país, lo que llevó a Borísov a declarar que no podía «contemplar de brazos cruzados el Puente del Águila ensangrentado«, refiriéndose a la principal arteria urbana. Ahora, en espera de las nuevas elecciones legislativas, previstas inicialmente para el mes de julio, en las que es previsible la derrota del gobierno del GERB (Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria), el país se sumerge en una profunda crisis política. La situación cambia de día en día con las protestas, tanto favorables como contrarias a Borísov. La bolsa de valores se ha hundido y los partidos políticos de todas las tendencias emiten declaraciones confusas sobre sus aspiraciones al poder.
La causa inmediata de las protestas y de la dimisión del primer ministro fue el aumento del 13 % de precios de la electricidad, que en pleno invierno ha caído como una losa sobre la factura de calefacción de la población. Al igual que durante las recientes movilizaciones masivas contra la fracturación hidráulica para la extracción de gas de esquisto -ahora prohibida en Bulgaria- y la privatización de los bosques, las manifestaciones se organizaron en una primera fase en todo el país a través de las redes sociales. El primer llamamiento a la manifestación lanzado en Facebook la tercera semana de febrero atrajo a varios miles de personas, que habían confirmado su participación por esa misma vía. Los manifestantes exigieron la expulsión de las compañías eléctricas extranjeras y la renacionalización de las centrales eléctricas búlgaras, además de la anulación del aumento del precio de la energía.
A pesar de la promesa de las autoridades de tomar pedidas expeditivas contra las compañías eléctricas privatizadas, incluida la retirada de la licencia de explotación de la empresa checa CEZ, las protestas prosiguieron exigiendo la dimisión de Borísov. Los intentos ulteriores de los principales partidos de oposición, el Partido Socialista Búlgaro y el Movimiento de Ciudadanos Búlgaros de la ex comisaria europea Meglena Kuneva, de hacerse con la dirección del movimiento, fueron condenados en toda regla en las redes sociales. Los sindicatos búlgaros, que son relativamente importantes, fueron los grandes ausentes de las protestas, aunque en ellas participaron muchos de sus cerca de 500.000 afiliados.
Sin embargo, es evidente que las facturas de calefacción no son más que la punta del iceberg. La caída del nivel de vida, el empleo cada vez más escaso y el aumento incesante del coste de la vida han hecho salir a la gente a la calle. La corrupción y el clientelismo político también han suscitado una creciente indignación pública. Desde el año pasado se han sucedido protestas de diversos tipos y la popularidad personal del primer ministro y de su gobierno se ha resentido enormemente. Los motivos precisos de la decisión de dimitir tomada por el primer ministro (después de declarar 24 horas antes que ni siquiera se planteaba esa opción) todavía no están claros y parecen obedecer ante todo a cálculos políticos con vistas a las próximas elecciones.
Corrupción
Borísov fue objeto de una creciente presión política a lo largo del año pasado. A pesar de que conserva una amplia popularidad personal, su partido GERB, formado en gran parte alrededor de su persona en 2006, pierde cada vez más simpatías en los sondeos. Bulgaria, que no forma parte de la zona del euro, ha evitado en buena medida la aplicación de la rígida política de austeridad que está destruyendo el sur de Europa, aunque los fuertes recortes en varias partidas del presupuesto han causado una gran inquietud. Por otro lado, el aumento del coste de la vida en el país más pobre de la UE ha erosionado gravemente la legitimidad de la derecha en el poder, mientras que la tasa de desempleo asciende al 11 %.
La crisis se ha agravado con las recientes revelaciones sobre el pasado de Borísov y de sus colaboradores más cercanos. Antiguo profesor de kárate y guardaespaldas del pretendiente al trono de Bulgaria, Simeón de Sajonia-Coburgo, Borísov se dio a conocer como funcionario destacado del ministerio del Interior tras la elección de Sajonia-Coburgo al puesto de primer ministro en 2001. Borísov adquirió la reputación de luchador infatigable contra la corrupción, siendo elegido alcalde de Sofía en 2005 y utilizando este cargo de trampolín para lanzar el GERB en 2006, cuando se extinguió la buena estrella política de Sajonia-Coburgo.
A pesar (o a causa) de su imagen de hombre serio, la carrera de Borísov se vio afectada por acusaciones de corrupción persistentes y denuncias de conexión con la mafia. Un informe confidencial de la embajada de EE UU de 2006, revelado por Wikileaks en 2011, implicaba a Borísov en «escándalos de robo de petróleo, tráfico ilegal en relación con Lukoil y contrabando de metanfetaminas«, aprovechando su puesto de jefe de policía para encubrir sus operaciones y las de sus socios. En 2007, la revista «Congressional Quarterly» de EE UU afirmaba, además, que una investigación confidencial de los bancos suizos sobre Borísov había acumulado indicios sobre una treintena de «asesinatos mafiosos no resueltos de personas identificadas con grupos criminales de Bulgaria» en la época en que Borísov estuvo en el ministerio del Interior y subrayaba que «numerosas investigaciones dirigidas por Borísov fueron archivadas, sin que se ofrecieran resultados ni explicaciones«. La empresa de seguridad privada de Borísov, Ipon, fue acusada «en un expediente de 10 cm de grosor» de estar vinculada a la organizaciones mafiosa SIK de Sofía.
Finalmente, en febrero de este año, una investigación llevada a cabo por bivol.bg afirmaba que al menos desde la década de 1990 Borísov fue un «agente Buda», es decir, un confidente pagado por la policía anticorrupción para explotar sus profundas conexiones con los bajos fondos de Bulgaria.
Aliado de EE UU
Borísov y su partido rechazaron todas estas acusaciones diciendo que eran meras calumnias. Sus aliados internacionales mantuvieron firmemente su apoyo al gobierno del GERB, en espacial EE UU. Borísov fue el primer jefe de gobierno extranjero en ser recibido por el presidente Obama tras su reelección en 2012, quien le prodigó toda clase de elogios como «dirigente sumamente eficaz«. Obama calificó a Bulgaria de «uno de nuestros aliados más importantes en la OTAN«. La UE ha sido menos efusiva en sus elogios, pero los sucesivos informes de seguimiento (que se elaboran desde la adhesión a la UE) también contienen felicitaciones a Borísov.
La conexión con la OTAN, en efecto, es fundamental. La caída del muro de Berlín en 1989 dio paso a dos décadas de expansión de la Alianza a los antiguos países del Pacto de Varsovia. El Partido Comunista de Bulgaria perdió el poder a comienzos de 1990 y se convirtió en Partido Socialista para ganar las elecciones de junio de ese mismo año. El proceso de transformación del poder político en poder económico se inició cuando los principales funcionarios del antiguo partido único pasaron a ser importantes hombres de negocios. El Banco Mundial recomendó una «terapia de choque», que comenzó en 1992. La Unión de Fuerzas Democráticas (derecha liberal) impulsó la privatización de gran parte de la industria y de la agricultura búlgaras, a pesar del paro masivo que provocó. Estos dos procesos permitieron que la corrupción y las estructuras mafiosas se convirtieran en un elemento permanente de la vida política búlgara. Sin embargo, el modelo básico «poscomunista» de la política económica fue obra del Partido Socialista que, pese a su retórica, abandonó rápidamente todo intento serio de contrarrestar el proceso de privatización neoliberal.
La impopularidad de los dos principales partidos en la década de 2000 abrió la vía al retorno de Sajonia-Coburgo, o «Simeón II» a su país natal después de casi seis décadas de exilio. Su Movimiento Nacional Simeón II (NDSV) obtuvo una victoria electoral aplastante en 2001 con la promesa de renovación nacional mediante una política exterior firmemente prooccidental y la ampliación de la gestión económica neoliberal a todos los ámbitos. Tras su ingreso en la OTAN en 2004 -cuando el NDSV gobernaba en coalición con el Partido Socialista-, Bulgaria recibió en 2007, aunque con algunas reservas de Bruselas, luz verde para ingresar en la UE.
A partir de 2001, el apoyo a EE UU en su «guerra contra el terrorismo» ayudó sin duda a abrir nuevas puertas hacia Occidente, máxime cuando Bulgaria llegó a desplegar tropas en Afganistán e Irak. El NDSV firmó en 2006 el «Acuerdo de cooperación para la defensa», que permite al ejército de EE UU utilizar instalaciones militares búlgaras. La base aérea de Bezmer es actualmente una de las bases más importantes que tiene EE UU en el extranjero, y la revista Foreign Policy afirma que es mucho menos probable que Bulgaria condicione o bloquee su uso para operaciones de combate que los países de la «vieja Europa». Los mensajes diplomáticos revelados por Wikileaks confirman la conversión de Bulgaria en un aliado clave de EE UU. Para Washington, la prioridad es mejorar la capacidad de Bulgaria para «desplegar tropas y combatir junto con las fuerzas estadounidenses de la OTAN«. En 2011, el ministro búlgaro de Asuntos Exteriores ofreció a su país para acoger nuevos sistemas de misiles de EE UU en caso de denegación por parte de Turquía.
Pero la crisis financiera de 2008-2009 rompió el espinazo a la coalición gubernamental, permitiendo al GERB de Borísov hacerse con el poder en julio de 2009. Si bien el ritmo de reformas de corte neoliberal ha podido ralentizarse -los proyectos del gobierno anterior de implantar un impuesto del 10 % han quedado pospuestos, del mismo modo que la nacionalización de los fondos de pensiones-, el posicionamiento exterior de Bulgaria no cambió, como demuestra el buen recibimiento dado a Borísov en EE UU. El atentado contra un autobús en la popular localidad veraniega de Burgas el pasado mes de julio, en el que murieron cinco israelíes y el conductor búlgaro, y que Israel atribuyó a Hisbolá, debe contemplarse en este contexto. Mientras, según fuentes del ejército búlgaro, el ministro de Defensa negocia desde diciembre de 2012 la construcción de una base permanente del ejército estadounidense en Novo Selo.
Contrapeso
La transformación de Bulgaria, a lo largo de la última década, en un eslabón clave de la estrategia europea de EE UU no ha pasado inadvertida en Moscú. Claro que Rusia cuenta con importantes bazas estratégicas: Bulgaria depende de la compañía rusa Gazprom para el 90 % de su abastecimiento de gas natural, lo que hace que sea especialmente vulnerable al mínimo corte del suministro (como ya ocurrió durante la disputa energética de enero de 2009 entre Rusia y Ucrania); además, la compañía rusa Lukoil refina el 70 % del petróleo del país. EE UU presiona a favor de que Bulgaria reduzca su dependencia de las fuentes energéticas rusas después de que su parlamento haya prohibido la extracción de gas de esquisto mediante fracturación hidráulica. Se preveía que las empresas estadounidenses se harían con los contratos de explotación del gas de esquisto, pero la licencia de explotación de la compañía petrolera Chevron ha sido anulada.
Pese a los temores expresados en círculos políticos de EE UU a finales de la década de 1990, el gobierno de Vladímir Putin toleró la expansión de la OTAN a cambio de tener, al menos implícitamente, las manos libres en los lugares que Rusia considera su patio trasero: Asia Central. La realineación estratégica de Bulgaria con EE UU no le ha permitido, en la práctica, superar la dependencia con respecto a Rusia, y los lazos históricos y comerciales entre ambos países son importantes. Mientras Moscú controle el grifo del gas, su posición está garantizada. En la mañana del martes 19 de febrero, poco antes de dimitir, Borísov mantuvo una larga conversación telefónica con Putin para discutir, según el Kremlin, de «asuntos de interés mutuo«.
La política oficial en Bulgaria, como en todos los Balcanes, es un delicado acto de equilibrio entre intereses contrapuestos. En el último decenio, estos intereses han venido determinados por las alianzas internacionales en la medida en que la integración en Occidente ha sido la prioridad. Sin embargo, cada vez más se ponen de manifiesto las preocupaciones nacionales: las promesas que acompañaban a la adhesión a la UE no se han cumplido, importantes zonas del país siguen estando subdesarrolladas y la creación de empleo fuera de las grandes ciudades es insuficiente. Al mismo tiempo, los efectos combinados de la crisis global y del neoliberalismo comportan un grave deterioro del nivel de vida de la población. La corrupción es un fenómeno generalizado, diga lo que diga el gobierno de Borísov.
Por otro lado, los sucesivos movimientos de protesta iniciados en 2009 no han sido capaces de crear una dirección política alternativa, pues eran vulnerables a la manipulación política o a la pura confusión. Las recientes oleadas de protesta han sido víctimas, en parte, de estos dos fenómenos. Las manifestaciones fueron relativamente amplias en todo el país, pero la presencia de «ultras» -bandas de gamberros, neonazis y elementos de la mafia- fue evidente y reconocida. Los «ultras», manipulables por el mejor postor, mantienen una presencia permanente en las cloacas de la vida política en Bulgaria.
Por otro lado, figuras reconocidas del movimiento de protesta prometieron que las manifestaciones iban a continuar, con una gran jornada de movilización el 24 de febrero. Se reivindica la convocatoria de una «Gran Asamblea Nacional», como en Islandia, que aborde la reforma de la Constitución de Bulgaria. No obstante, los organizadores de la protesta están divididos con respecto a los siguientes pasos a dar -una oferta de negociación con Borísov ha provocado un escándalo esta misma semana- y la respuesta todavía no está clara.
La situación sigue siendo muy inestable y dinámica. Los principales partidos, y los sectores que representan, siguen tratando de llevarse el gato al agua. Sin embargo, hay una fuerte contestación en las calles y los lugares de trabajo, y el equilibrio precario puede romperse. Al igual que en otros países del antiguo bloque soviético, los años que siguieron a la caída de los regímenes estalinistas conocieron una sucesión de promesas incumplidas. El breve periodo de estabilidad económica y política a mediados de la década de 2000 se vio interrumpido por la crisis financiera. La UE misma ya no representa una vía creíble hacia la prosperidad. Para quebrar el control ejercido por los políticos corruptos y los intereses de las grandes potencias, será necesario desarrollar un movimiento popular independiente contra el neoliberalismo.
Traducción: VIENTO SUR