A las élites de poder que intentaron imponer el proyecto de Estado nación en territorios culturalmente megadiversos como Guatemala, Bolivia, Perú, Ecuador, México, etc. siempre les ha quitado el sueño y la tranquilidad la probabilidad del levantamiento indígena con agendas propias. Guatemala, socioculturalmente es un archipiélago de pueblos subordinados, desintegrados entre sí. El intento de […]
A las élites de poder que intentaron imponer el proyecto de Estado nación en territorios culturalmente megadiversos como Guatemala, Bolivia, Perú, Ecuador, México, etc. siempre les ha quitado el sueño y la tranquilidad la probabilidad del levantamiento indígena con agendas propias.
Guatemala, socioculturalmente es un archipiélago de pueblos subordinados, desintegrados entre sí. El intento de Estado nación, casi bicentenario, no ha podido construir un proyecto político, mucho menos ha logrado extenderse a todo el territorio nacional. Por ello, muchos pueblos en Guatemala viven sin el Estado, y el Estado aparente no ha logrado consolidar un proyecto de nación incluyente.
En estas condiciones históricas, esta riqueza de la diversidad sociocultural, políticamente se constituye en un campo riesgoso que podría definir la suerte de Guatemala como Estado nación. Mucho más cuando el Estado nación excluyente y ladinocéntrico asume expresamente como enemigo interno a todo intento indígena de reivindicar sus derechos colectivos.
En la medida que la crisis financiera-energética empuja a las corporaciones transnacionales a la acumulación del capital por despojo-expulsión en el hemisferio Sur, los pueblos indígenas despiertan de su letargo de siglos, y activan procesos inéditos de resistencia colectiva y simultánea, remeciendo las agrietadas y aparentes bases «uniformes» de las repúblicas bicentenarias.
Países altamente multiculturales como Guatemala, con Estados racistas, clasistas y sexistas, lograron sobrevivir a las diferentes políticas coloniales de dominación. Sobrevivieron a las abusivas revoluciones liberales. Sobrevivieron al caos de la gran depresión económica del siglo pasado. Sobrevivieron al antojadizo campo de guerra interna entre «capitalistas» y «socialistas». Pero, al parecer estos países, como sistemas unitarios, no podrán sobrevivir al violento sistema neoliberal que no sólo está diluyendo los derechos humanos básicos de los pueblos, y la condición de habitabilidad del Planeta, sino que está activando el sentimiento de la reconstitución territorial y la demanda de las autonomías indígenas.
En los últimos años asistimos en Guatemala al fenómeno de los procesos de las reconstituciones territoriales emprendidas por los pueblos indígenas, producto de la presión sangrienta que generan los agentes del sistema neoliberal en dichos territorios. Para los pueblos indígenas el territorio es el campo donde fluye la vida. Es la misma vida. No es sólo tierra. También es agua, es bosque, son playas, es el subsuelo, es el espacio aéreo, son ecosistemas, es el modo de vida de los pueblos. Eso es territorio según el Convenio 169° de la OIT, y la Declaración Universal sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
En diferentes municipios del país, las maquinarias neoextractivistas fueron y son repelidos por las comunidades indígenas exigiendo el cumplimiento del derecho colectivo a la Consulta Previa, Libre e Informada. En otros espacios, simultáneamente se debate la urgente necesidad de la reconstrucción del poder local para la reconstrucción de los territorios indígenas autónomos. Existen espacios geográficos de donde delegaciones de la Policía Nacional Civil, jueces, etc. fueron expulsados y no se les permiten el reingreso. La demanda tácita y ubicua parece ser la construcción de un Estado Plurinacional.
Pero los conceptos de territorios autónomos y Estado Plurinacional son pensamientos diabólicos para las élites de poder acostumbrados a imponer sus mentiras y caprichos como Ley obligatoria para todos los habitantes de la ilusoria República. Incluso la clase media, incluida la izquierda política, mira con desdén estos planteamientos. Quizás no tanto porque estas «novedades» superen su limitada capacidad de compresión, sino porque trastocan los privilegios señoriales en este país archipiélago y racista.
La historia nos enseña que casi todos los procesos revolucionarios independentistas fueron atizados por los abusos e injusticias sistemáticos cometidos por las élites en contra de los sectores colonizados. Los procesos autonómicos de los pueblos indígenas en América Latina también están en la misma dinámica.
El gran reto que tienen los pueblos que cohabitan en Guatemala es avanzar hacia su destino de la autodeterminación por la vía democrática. Esto significa convertir su mayoría demográfica en mayoría política para autogobernarse. Para ello, no sólo se requiere de un instrumento político propio, sino también de un programa de gobierno y contenidos ideológicos que exprese la totalidad del país desde lo particular.
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