Recientemente el gobernador de Puerto Rico, el conservador Luis Fortuño, aseguraba que la imparable ola criminal en la isla, consecuencia del tráfico ilegal de drogas, se debía a que el país constituye la tercera frontera, después de México, en cuanto al flujo de sustancias ilegales y que sirve como puente para llegar a los Estados […]
Recientemente el gobernador de Puerto Rico, el conservador Luis Fortuño, aseguraba que la imparable ola criminal en la isla, consecuencia del tráfico ilegal de drogas, se debía a que el país constituye la tercera frontera, después de México, en cuanto al flujo de sustancias ilegales y que sirve como puente para llegar a los Estados Unidos. Aseguraba que dada las fuertes restricciones y medidas de seguridad en la frontera México-Estados Unidos, Puerto Rico se convertía en esa tercera frontera. Según el gobernador aproximadamente un 30% del tráfico total de sustancias ilegales que penetran a los Estados Unidos transitan por las fronteras puertorriqueñas. No es mi intención juzgar aquí ese dato o estadística que parece ser muy exagerada, habiendo reportes del Departamento de Justicia Federal de Estados Unidos, del año 2007, que ubican la cantidad en 1%. Al parecer, al igual que en México, el trasiego de drogas y la fuerte ola criminal constituyen la nueva justificación del gobierno de turno para legitimar y justificar la sociedad de control, la sumisión a un estado de excepción que ha trastocado todo el sistema jurídico del país y la imposición de políticas económicas neoliberales. Esta es la verdadera tercera frontera que propone la burguesía criolla en el país: la subsunción real de la vida toda bajo el capital criollo.
México, la segunda frontera, actualmente vive una gran crisis criminal nunca antes vista en su historia. Los conflictos entre bandas asociadas al narcotráfico, la policía y el ejército federal dan la fatal imagen de una guerra civil que se ha extendido mucho más allá de la ciudad capital del D.F. y que le ha servido al gobierno de Felipe Calderón para justificar su guerra (ius ad bellum) y mantener muy activo al ejército federal entre la misma población de ciudadanos mexicanos. Ésta segunda frontera empezó a construirse en 1994 con la aprobación del tratado de libre comercio NAFTA. Desde entonces México vive una tendente caída en su economía, su sistema político (si es que era posible que cayera aún más) y en su sistema jurídico plagado de toda una red corruptiva. ¿Se nos parece este cuento a alguna realidad cercana a nosotros? Desde el 1994 los factores y elementos económicos apuntan a un estancamiento de la economía mexicana, a altas tasas de desempleo, al congelamiento de sueldos y al aumento en el costo de vida, a la fuerte devaluación del peso, al estar expuesto a un desventajoso e injusto comercio con las subsidiadas empresas agrícolas norteamericanas y a un tratado de libre comercio con una doble y selectiva permeabilidad: en la cual los norteamericanos tienen libre acceso al territorio y al mercado mexicano y los ciudadanos mexicanos se encuentran, en su transitar hacia el norte, con un impermeable muro cuya frontera se extiende más allá del Río Bravo persiguiendo a los inmigrantes mexicanos en el territorio norteamericano. Las migraciones globales van creando nuevos espacios-fronteras. Ésta es la segunda frontera: México.
Paralelamente, el 1 de enero de 1994, el mismo día en que entraba en vigor el NAFTA, se creaba una tercera frontera en el sur de México: el levantamiento Zapatista en Chiapas. De esta manera, tras una fuerte ofensiva mediática, se construye un importante referente en las modernas resistencias al neoliberalismo, no sólo en México, sino en todo el globo. Es probable que el Zapatismo haya sido el primero en un ciclo, o al menos que haya sido el más visible, de una oleada de gritos insurgentes para rechazar al neoliberalismo que culminara en 1999 con las manifestaciones en Seattle. De este modo, fue el precursor de los nuevos movimientos sociales y anti-sistémicos. El Zapatismo – sugiere John Holloway – es la insurgencia del hacer, del poder-hacer que ha suplantado las relaciones de poder por el reconocimiento común de la dignidad de las gentes. El Zapatismo suplantó, luego de la caída de la Unión Soviética, el papel hegemónico, y el modus operandi, de los movimientos anti-sistémicos tradicionales: el partido de los obreros, el sindicato y la toma del Estado. «La caída de la Unión Soviética – indica Holloway – no sólo significó la desilusión de millones de personas: también implicó la liberación del pensamiento revolucionario, la liberación de la identificación entre revolución y conquista del poder». La insurgencia en 1994 del Zapatismo y, 12 años más tarde, la insurgencia de los movimientos sociales de Oaxaca en 2006, organizada bajo la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), han contribuido, en ese país, a construir una tercera frontera, pero en este caso, constituyente de lo nuevo.
Siendo nuestro país, Puerto Rico, uno latinoamericano, no estamos exentos de los procesos que se construyen en Nuestra América. La Comuna de Vieques (1999-2000) también representó un importante referente, un nuevo paradigma que quebró con nuestras formas tradicionales de la acción colectiva y del hacer política. Vieques suplantó nuestra maniquea forma de concebir la política y, por primera vez, se constituyó en nuestro territorio la multitud puertorriqueña compuesta por una diversa gama de actores y sujetos que se encargaron de iniciar la construcción hacia una tercera frontera: la frontera de lo común. El éxodo que se iniciara en Vieques hacia la tercera frontera ha quedado inconclusa, siendo estos difíciles días que vivimos potenciadores de retomar toda esa subjetividad producida en Vieques y de incluso superarla. La resistencia en Puerto Rico existe, no siempre en grandes y multitudinarias manifestaciones, pero también fragmentadas en pequeñas reivindicaciones y actos de autodeterminación entre la gente común. ¿Será posible la creación de redes que interconecten las diarias y comunes luchas, reivindicaciones y movimientos en pos de refundar el país? ¿Podremos re-articular el llamado a una asamblea constitucional de status por una Asamblea Constituyente, convocada desde nosotros mismos, para refundar, más allá del status político, nuevos modos de convivencia y de relaciones sociales en nuestro país? Quare…
La frontera, en primera instancia, usualmente se le conoce como el límite o final del territorio estatal. De esta forma podría significar el fin, lo acabado; pero también supone el acceso a otro territorio, es decir, a otro lugar. La ocupación de las calles, edificios públicos, de los centros comerciales y también de las distintas expresiones culturales/artísticas (culture jamming) en las recientes manifestaciones en Puerto Rico van produciendo una nueva definición de la territorialidad; ligada a la autodeterminación, autonomía y soberanía del mismo modo que lo han hecho los Zapatistas, los Sem Terra de Brasil, los Piqueteros en la Argentina y los movimientos indígenas en Bolivia. La construcción de una tercera frontera de lo común supone el fin de lo que existe y el éxodo constituyente a ese otro lugar. Por lo tanto, la crítica que podamos realizar al desarrollo capitalista y a la construcción de otro mundo va surgiendo «…desde el punto de vista del más allá del sistema – señala André Gorz -, de la posible superación que madura en los hechos…». Sin embargo, contrario a lo que pensaba Gorz, la crítica y la superación de situación actual se origina desde adentro, desde las mismas fuerzas productivas que componen el nuevo proletariado social.
Relata el Subcomandante Insurgente Marcos lo siguiente: «Cuentan que los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, tenían muy mala memoria y rápido se olvidaban de lo que hacían o decían […] Este mal lo heredaron a todos los gobernantes que en el mundo son y han sido […] Así que, como antídoto para su amnesia, los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, hicieron una copia de todo lo que habían hecho y de todo lo que sabían. Esa copia la escondieron bajo el suelo de modo que no se confundiera con lo que había sobre la superficie. Así que debajo del suelo del mundo hay otro mundo idéntico al de acá arriba, con una historia paralela a la de la superficie. El mundo primero está bajo la tierra». [1] Es probable que otro mundo no sea ya sólo posible, sino que ya exista y estemos caminando sobre él. La cuestión está sobre la mesa: la tercera frontera que propone la burguesía criolla vs. la tercera frontera (y más allá) del éxodo constituyente de lo común.
* César J. Pérez Lizasuain es egresado de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos en Mayagüez, Puerto Rico; y del Instituto Internacional de Sociología Jurídica en Oñati, País Vasco.
[1] Sub-comandante Marcos, «Un periscopio invertido (o la memoria, una llave enterrada)», www.ezln.org
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