En los últimos años República Dominicana se ha unido al selecto club de países a los cuales el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) catalogan como «economías robustas» y consideran ejemplos a seguir. Y no es para menos. El país registró un crecimiento del PIB en 2016 de 6.6%, que si bien […]
En los últimos años República Dominicana se ha unido al selecto club de países a los cuales el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) catalogan como «economías robustas» y consideran ejemplos a seguir. Y no es para menos. El país registró un crecimiento del PIB en 2016 de 6.6%, que si bien es verdad que fue inferior al de 2015 (7%), también lo es que es uno de los más altos de toda la región.
Sin embargo, y sin ánimo de ser agorero, es necesario remarcar algunas amenazas que pueden ir apareciendo en el horizonte en el corto y medio plazo. En el contexto de la economía mundial, los bajos precios del petróleo han jugado a favor de la economía dominicana. En un país que carece de recursos energéticos y que debe importar todo el petróleo que consume, el ahorro en esta partida es una importante baza. Concretamente, en los últimos 3 ejercicios el ahorro ha sido de US$1.091 millones anuales, que entre otras compensa parte de la caída en las remesas que envían los dominicanos fuera del país (1.6 millones de personas, que representan un 13% de la población total y que envían un aproximado de US$ 5.134 millones anualmente, equivalente al presupuesto completo de los gastos de consumo de todo el gobierno central).
Este ahorro, por tanto, depende de una variable externa y que puede verse comprometido por la recuperación al alza de los precios internacionales del petróleo. Acontecimiento más probable tras la renovación del acuerdo sobre restricciones en la extracción petrolera de los países OPEP y No-OPEP.
Por otra parte, estando la economía de República Dominicana cada vez más volcada a los servicios y por tanto más terciarizada (la agricultura viene en retroceso conforme avanza el turismo), sostener un intercambio comercial debiendo practicamente importar de todo, supone una fuerte presión en el frente externo. Esto inclusive considerando el aporte del poderosísimo sector turístico, el cual para 2016, según las cifras oficiales, reporto 6.700 millones de dólares en ingresos, con un crecimiento de 10.9% con respecto al año anterior. El tema es que el sector turístico está en buena medida en mano de cadenas extranjeras, por lo cual hay que efectuar importantes descuentos a la hora de la repatriación de capitales y considerar la baja presión fiscal de estímulo al sector.
A este respecto, no son pocos los que han alertado sobre le crecimiento de la deuda externa dominicana (todavía baja sin embargo según los estándares clásicos de medición, en torno al 36% del PIB), pero más aún del desbalance del comercio exterior. Según cifras del Banco Central, durante 2016 República Dominicana registró un déficit en su Balanza comercial de US$ 7.623 millones, lo que equivale a algo más de un 10% del PIB.
Tal vez previendo los problemas futuros que este desbalance causará, el FMI ha recomendado que debe avanzarse más en ajustar el gasto público y social al tiempo de mejorar la base impositiva. Esto último pareciera no obstante complicado, pues en nada despreciable medida, las inversiones extranjeras en República Dominicana se captan precisamente por los bajos impuestos que deben pagar. Lo primero pareciera más viable, pero tiene el problema de resultar altamente impopular, no solo porque la inversión pública en materia social en Dominicana es ya bastante baja con respecto al promedio regional (según la CEPAL, en torno al 1% del PIB, en comparación al 4% regional), sino sobre todo porque se trata de país donde la desigualdad es la norma, tanto, que el embajador del Reino Unido en una disertación reciente ante la Cámara de Comercio Dominico Británica (Britcham) afirmó: » Los turistas que visitan RD y van más allá de las playas de Punta Cana se impresionan por el hecho de que hay dos Repúblicas Dominicanas. La de los pobres y la de los demás «.
El dilema dominicano entonces es cómo hacer para sostener un modelo donde dado su propio «éxito», el consumo tiende a imponerse como un patrón social a seguir, pero cuyos medios para sostenerlo no son viables dado que implica tomar medidas que minarían las bases del «éxito» de dicho modelo, el cual solo es posible si funciona con una importante y creciente dosis de desigualdad. Esperemos que encuentren la clave, pues si no, lo que quedaría por ver es cuál burbuja explota primero: si la económica, si la social, o ambas a la vez.
Luis Salas Rodríguez, investigador CELAG
@salasrluis76
Artículo publicado en: http://www.celag.org/
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