La clase obrera en Gran Bretaña e internacionalmente se enfrenta a enormes desafíos. Nos enfrentamos a unas condiciones no vistas en generaciones. Se han ido aquellos días en que parecía que nada estaba ocurriendo y ahora hemos entrado en un período de cambios bruscos y repentinos, un período de recuperación de la lucha del movimiento […]
La clase obrera en Gran Bretaña e internacionalmente se enfrenta a enormes desafíos. Nos enfrentamos a unas condiciones no vistas en generaciones. Se han ido aquellos días en que parecía que nada estaba ocurriendo y ahora hemos entrado en un período de cambios bruscos y repentinos, un período de recuperación de la lucha del movimiento obrero.
Sin duda, la crisis capitalista mundial ha regresado con redoblada violencia. Lo que ha sido asombroso es el profundo alcance y la velocidad del colapso económico. Ha provocado un pánico absoluto en las filas de los capitalistas de todo el mundo. Todas las celebraciones propuestas para celebrar el veinte aniversario de la caída del Muro de Berlín han sido ensombrecidas totalmente por el nuevo giro de los acontecimientos: la mayor crisis del capitalismo desde los años treinta y la Gran Depresión.
Hace unos cinco meses los economistas burguesas esperaban un escenario diferente. El pasado mes de octubre The Financial Times, el principal portavoz del capital financiero en Gran Bretaña, elaboró su propio documento sobre perspectivas mundiales. En él se planteaban dos opciones francas:
«En el mejor de los casos, [el sistema capitalista] puede regresar a una trayectoria ascendente una vez termine la crisis inmediata y el sistema haya resuelto los excesos. En el peor, un círculo maligno e irrompible de crisis financiera, recesión y mayor sufrimiento para los bancos que podría provocar la peor depresión en generaciones.
«Destacados economistas europeos, organizados por la página web VoxEU.org, la semana pasado comparó la posibilidad, tanto económica como política, a los negros días de los años treinta. No es una exageración decir que podría suceder de nuevo si los gobiernos no consiguen actuar».
¿Qué ha ocurrido desde ese momento al día de hoy? El mes pasado The Financial Times de nuevo revisó la situación. «El declive del comercio global, desde su punto más elevado al más bajo, durante la Gran Depresión fue poco más del 25 por ciento… todavía no hemos llegado a ese punto, pero el escenario actual es más rápido. Lo que la economía global tardó en conseguir tres años, entre 1929 y 1932, ahora podría suponer menos de un año, la velocidad con la que está colapsando el comercio global es pasmosa. Lo que resulta espantoso es que realmente no comprendemos lo que está sucediendo». (9/2/09).
Al menos son honestos. No tienen idea de lo que ocurre. A pesar de todos los recursos que tienen a su disposición están ciegos ante el funcionamiento del capitalismo.
«No vamos a tener una recesión», afirmaba Lorenzo Bernaldo de Quirós, economista jefe y presidente de Freemarket International Consulting. «Vamos a tener una depresión como la de los años treinta. Este es el marco perfecto, junto con una crisis financiara, para una depresión». (FT. 1/2/09). Más recientemente, Nariman Behrevesh, economista jefe de IHS Global Insight, explicaba: «Estamos en medio de la peor tormenta económica del último medio siglo y sigue empeorando». (FT, 1/3/09)
No son comentarios despreciables. Durante los últimos veinticinco años la clase capitalista ha estado participando de una orgía de especulación, basada en la mayor expansión del crédito de la historia. Los beneficios subieron y hubo una intensificación y expansión del comercio mundial. Esto permitió al capitalismo ir más allá de sus límites naturales. Sin embargo, llega un punto en el que se alcanza un nuevo límite y ahora experimentamos un período de profunda contracción. Ese punto fue la crisis crediticia, que precipitó un colapso de la demanda, el colapso del mercado, el cierre de fábricas, el aumento del desempleo, nuevas caídas en la demanda y una espiral descendente. El resultado es una recesión y una crisis de sobreproducción.
La abrupta escala de la especulación, acompañada de la mayor burbuja de la historia de deuda/crédito provocó una masiva recesión. Y como se suele decir, cuanto más subes mayor será la caída. El pasado otoño, el sistema financiero mundial se arrodilló y el sistema bancario estuvo al borde del colapso. Ahora estamos experimentando el colapso general de las fuerzas productivas: industria, técnica, ciencia, etc.,
La caída del PIB durante el último período ha sido asombrosa. En el último trimestre de 2008 (sobre bases anuales) la caída del PIB fue:
Corea del Sur |
20,8% |
Japón |
12,7% |
Alemania |
8,2% |
EEUU |
6,2% |
Gran Bretaña |
5,9% |
El declive de la producción industrial durante el mismo período fue:
Japón |
21% |
España |
20% |
Corea del Sur |
19% |
Alemania |
12% |
EEUU |
10% |
Gran Bretaña |
10% |
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el PIB mundial está cayendo. Sin embargo, más espantoso y preocupante es el colapso del comercio mundial. Este hecho es muy importante porque lo que puede suceder en el futuro. Nuestra corriente explicó en muchas ocasiones que el auge mundial del período de la posguerra se debió principalmente al desarrollo del comercio mundial, que se expandió a un ritmo superior al 12 por ciento anual durante los años cincuenta. Este fue el principal impulso del enorme aumento de la producción mundial y el incremento de los niveles de vida.
El desarrollo del comercio mundial en parte permitió al capitalismo superar sus límites fundamentales durante todo un período, es decir, la constricción de las fuerzas productivas por los frenos que representan la existencia del estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. El capitalismo fue capaz de superar temporalmente estos límites.
Ahora, sin embargo, el comercio mundial está colapsando. En el último trimestre de 2008, las exportaciones norteamericanas (en volumen) cayeron un 33,6 por ciento. Las importaciones estadounidenses en el mismo período cayeron un 21,1 por ciento. Las exportaciones de Japón en enero (2009) descendieron un 44 por ciento, la mayor de las caídas desde que se registra este dato. Aquellos que miraban a China como sostén del crecimiento mundial se han quedado muy desencantados. Las exportaciones chinas en enero cayeron un 17,5 por ciento, mientras que las importaciones lo hacían un 21,3 por ciento en diciembre (2008) y otro 43,1 por ciento en enero.
«En un mundo de contracción de la demanda china, el mayor exportador mundial de sobrecapacidad, realmente lo que hace es añadir más sobrecapacidad global», afirma The Financial Times. «Será difícil convencer a los socios comerciales de China de que esto es justo…».
Se trata de una gran subestimación. La recesión está provocando tendencias proteccionistas en todas partes, amenazando con arrastrar a la economía mundial a una caída aún mayor. Ya hemos tenido el «compra norteamericano» del paquete de estímulo de Obama. El presidente francés, Sarkozy, ha reprendido a los fabricantes automovilísticos franceses por localizar sus plantas en la República Checa, ante el enojo de los checos. Los británicos estaban dispuestos a utilizar la ley antiterrorista para someter al gobierno islandés. Los gobiernos nacionales están ocupados subvencionando a sus industrias y rescatando a sus bancos para salvaguardar sus propios intereses nacionales.
Los líderes capitalistas mundiales miran a la cumbre del G20 del próximo mes para ver si puede ofrecer una salida. Pero fácilmente podría ser la misma que ofreció la cumbre celebrada en Londres en 1933 y que terminó en el caos. La última cumbre del G20 se celebró en noviembre y se comprometió con el mantenimiento del libre comercio. ¡El compromiso no duró demasiado! «El solemne compromiso pretendía obligar a los firmantes durante un año pero no habían pasado ni 36 horas cuando Rusia dijo que seguiría adelante con los aumentos planeados de aranceles a los automóviles», explicaba el FT. «La violación de Moscú del compromiso fue seguidos por otros países del G20: India, Brasil, Indonesia y Argentina, todos presionando para un aumento de la protección». (28/1/09).
Los estrategas del capital están aterrorizados ante la posibilidad de que este aumento del proteccionismo llegue a una depresión como en los años treinta o a una crisis deflacionaria similar a la que afectó a Japón durante la mayor parte de la década. Los japoneses intentaron resolver la crisis con paquetes fiscales y tipos de interés cero, pero no funcionó. Roosevelt intento también utilizar el New Deal para rescatar al capitalismo pero el desempleo de pasas se mantuvo durante todos los años treinta. El desempleo no regreso a los niveles previos a 1929 hasta 1943 y gracias a la producción de guerra.
Ahora todos los gobiernos del mundo están introduciendo su propio paquete de estímulo fiscal. Literalmente billones de dólares se están arrojando a la economía en lo que representa un intento desesperado de salvar el capitalismo. Esto no tendrá un impacto significativo y sólo conseguirá situar los déficits presupuestarios de los gobiernos a unos niveles astronómicos. El déficit presupuestario norteamericano es superior ya a los 2,5 billones de dólares. Estos déficits serán insostenibles. Obama ya ha prometido reducir a la mitad el déficit norteamericano en cuatro años, eso simplemente significará aumentos masivos de impuestos y reducciones enormes del gasto público, básicamente, un programa de austeridad permanente. Lo mismo sucede con todos los gobiernos en la nueva era de austeridad que se avecina.
Esta crisis ya ha tenido un impacto importante en la vida de la clase trabajadora. En EEUU unos 2 millones de personas han perdido sus casas. Se han abierto aparcamiento para aparcar automóviles que son utilizados como viviendas por los sin techo. 8 millones más están en riesgo de desahucio. California, el estado más rico, tiene planes para reducir su déficit de 46.000 millones de dólares con la eliminación de 10.000 puestos de trabajo.
No sólo han colapsado los bancos y se han nacionalizado por todo el mundo, sino países enteros están en riesgo de bancarrota. Toda Europa del Este está en una situación calamitosa. Islandia es un ejemplo de lo que puede suceder en los países «ricos». Islandia tenía uno de los niveles de vida más altos del mundo. Ahora la crisis ha puesto al país de rodillas y su moneda ha perdido un 70 por ciento de su valor, las hipotecas se han doblado y la gente está perdiendo su empleo. Ahora un tercio de la población quiere emigrar.
La crisis ha provocado un aumento de la radicalización política. Diariamente el parlamento islandés estuvo rodeado de manifestaciones enormes. El reportero de The Financial Times se asombró al escuchar en ellas el canto de La Internacional. Un empresario que había entrado en bancarrota dijo que ahora estaba a favor de los bolcheviques y ¡que hicieron bien aquellos franceses revolucionarios que utilizaron la guillotina!
La crisis ha servido para transformar la conciencia de la población. Existe un odio hacia los banqueros y la economía de mercado que ha desbaratado todo. Ha habido manifestaciones en Vladivostok y los estados bálticos. En Francia más de dos millones de personas fueron a la huelga y se manifestaron contra la crisis. Los trabajadores se quejaban en televisión: «¿Por qué rescatar a los banqueros? ¿Qué pasa con los trabajadores?» En Grecia presenciamos grandes movimientos de la juventud y una huelga general. En Irlanda, a los trabajadores se les pide que paguen un impuesto por sus pensiones en un momento en que se rescata a los banqueros. Este hecho ha llevado a una gran huelga de funcionarios y una manifestación de 200.000 personas en Dublín. Incluso en el Caribe hubo una prolongada huelga general en Guadalupe. Temían que se extendiera de las islas a la misma Francia.
El desarrollo de la crisis mundial es el contexto en el que se están produciendo los acontecimientos en Gran Bretaña. El capitalismo británico se está enfrentando a una crisis muy profunda. Según el Fondo Monetario Internacional, debido a su dependencia de las finanzas y de la City, Gran Bretaña será uno de los países más afectados por la crisis.
En el cuarto trimestre de 2008 la economía británica se hundió un 5,9 por ciento, la mayor contracción desde 1931. La producción industrial ha caído más del 10 por ciento y no será la última caída. El desempleo está en 2 millones, el año próximo se prevé que sean 3 millones. Las Cámaras de Comercio británicas dicen que podría ser aún más elevado, más del 10 por ciento de la fuerza laboral. Es un momento en que el gobierno intenta obligar a un millón a que renuncien a su subsidio de incapacidad laboral además de obligar a las madres solteras a regresar al trabajo.
Ha habido una avalancha de despidos que van desde Woolworths a Nissan. Se espera que en los próximos 3 meses se pierdan unos 320.000 puestos de trabajo. Del Bank of Scotland dependen 20.000 puestos de trabajo pérdidos. 50.000 trabajadores del gas y el petróleo están amenazados. Otros 140.000 del comercio debido a los cierres. Ya 100.000 trabajadores de la construcción han perdido su empleo. La industria al automóvil está en crisis con cierres de plantas de GM en Gran Bretaña, como Vauxhall en Elmsmere Port y en Luton. Cientos de miles se enfrentan a la reducción de jornadas laborales y a la congelación salarial.
Bajo el capitalismo los trabajadores se enfrentan a un futuro negro. En el periódico Metro se entrevistaba recientemente a un capitalista, su nombre era James B. Rogers Jr., cofundador junto con George Soros de Quantum Fund. Cuando le preguntaron si se debía permitir la caída de la industria automovilística él respondió: «Sí. Todo aquel que fracase debe caer. El capitalismo sin bancarrota es como la Cristiandad sin infierno. De otra manera no funcionaría».
Cuando le preguntaban sobre qué deberían hacer las personas en esta crisis respondió: «¡Preocuparse! Necesitan agacharse porque su gobierno está cometiendo muchos errores. Encontrar una manera de salvarse cada uno. Eso depende de su habilidad. Si habla chino, váyase a China. O intente convertirse en agricultor». (Metro. 26/1/2009).
Podríamos preguntarnos ¿cuántos de los 30.000 trabajadores que han perdido sus empleos en Woolworth pueden «salvarse» o, incluso mejor, cuántos hablan chino? Esto simplemente demuestra lo alejada que está de la realidad la burguesía, enclaustrada en sus torres de marfil.
Con el colapso de la burbuja inmobiliaria unas 40.000 el año pasado fueron desahuciadas unas 40.000 viviendas. Este año la cifra probablemente subirá a 75.000. Muchas familias se encuentran con una liquidez negativa debido a la continua caída de los precios inmobiliarios. Se calcula que la mitad de todas las hipotecas apuntadas en los libros de cuentas de Northern Rock serán un activo negativo este año. La idea de Thatcher de una democracia de propietarios inmobiliarios se ha convertido en una pesadilla. La idea era que ataría los trabajadores al sistema y proporcionaría estabilidad social se ha convertido en su contrario.
Cuatro de cada cinco trabajadores se siente totalmente estresado ante la situación. «Los empleados realmente sienten la tensión de la recesión y ven que está demasiado lejos de su alcance», dice Peter Done de la empresa legal de empleo Península. «El aumento de la carga de trabajo sobre los trabajadores es otro factor que contribuye a disparar los niveles de desempleo que estamos experimentando, se ve claramente que aquellos que aún trabajan se esperaba que tomen más responsabilidades». (The Herald. 23/2/2009).
Millones no duermen debido a las preocupaciones económicas. Según una encuesta de Body Shop un total del 49% duerme mal. Los que tienen entre 25 y 34 años de edad son los más ansiosos por llegar a final de mes y un 61 por ciento de este grupo de edad se mantienen despiertos por el miedo al dinero. Cuando se les pregunta por los detalles, un 32 por ciento dice que está preocupado por las facturas de calefacción mientras que otro 26 por ciento está inquieto por la factura de alimentos. El 20 por ciento está preocupado por su empleo y un 15 por ciento por sus tarjetas de crédito. Entre las mujeres, un 43 por ciento lo está por sus familias mientras que un 5 por ciento de los hombres admite que no duerme ¡pensando en Gordon Brown!
La clase obrera ha reaccionado con conmoción y miedo a lo que está sucediendo, mezclado con una gran dosis de rabia. Esta rabia se está dirigiendo contra los banqueros que han recibido miles de millones de libras en planes de rescate. Se calcula que 1,3 billones de libras, igual al PIB anual de Gran Bretaña, se han puesto a los pies de los banqueros británicos. No es de extrañar que los banqueros sean presentados como los malvados en las pantomimas de Navidad y sean el centro de los chistes populares. La figura más odiada nacionalmente es Sir Freddie Goodwin, el ejecutivo jefe del Royal Bank of Scotland. Sir Freddie, después de haber sido relevado de su empleo, ha cobrado 16 millones de libras en concepto de pensión, es decir, ¡recibirá una pensión superior a las 700.000 libras anuales! Al mismo tiempo que decenas de miles de trabajadores del banco son amenazados con el despido. La prensa, buscando aprovecharse de su impopularidad, le describía como el «scum-bag millonarie». [«bolsa de basura millonaria» haciendo referencia al título de la película Slumdog Millonarie»]
Este odio a los banqueros se ha convertido en odio al capitalismo. Incluso John Prescott ha repicoteado contra la «avaricia» y el «capitalismo al desnudo», a pesar de que él participó en un gobierno que defendía la idea del libre mercado.
En Gran Bretaña estamos en una situación muy explosiva. Las escenas en la planta de BMW en Cowley fueron un ejemplo de esto cuando los trabajadores se enfrentaron a la pérdida de sus empleos. La rabia era evidente cuando el delegado sindical intentaba justificar los despidos. «¿Para qué demonios está en sindicato?» pedían los trabajadores, que recibieron una jornada de salario y una indemnización de 45 días. Si hay algún momento en que son más necesarios los sindicatos combativos ese es ahora. En la planta de tractores de Fiat, en Basildon, cuando los trabajadores mayoritariamente rechazaron la congelación salarial y votaron por la huelga, el comité de empresa y el delegado sindical se evadieron sin dar una dirección firme. Esto demuestra cómo incluso la dirección local, elegida en unas condiciones pasadas distintas, puede convertirse en un freno ante la creciente combatividad de los trabajadores en lugar de ser capaces de articular su rabia. Ese incluso más el caso de las direcciones sindicales nacionales que en varios casos han animado escandalosamente a los trabajadores a aceptar sacrificios.
Sin embargo, la lucha en la refinería petrolera de Lindsey demuestra cómo esta rabia puede salir a la superficie de una manera combativa. El hecho de que fuese una lucha no oficial desde abajo fue un maravilloso testimonio de lo que pueden hacer los trabajadores cuando dicen que ya es suficiente. El intento de los empresarios de atacar los términos y condiciones laborales provocaron la lucha de estos trabajadores.
La clase dominante está preocupada por la creciente combatividad e intenta dividir a los trabajadores utilizando la consigna reaccionaria: «los empleos británicos para los trabajadores británicos». La burocracia sindical, lejos de intentar combatirlo, es feliz posando para el Daily Star con posters en los que se puede leer esta consigna. La clase dominante estaba alarmada con esta lucha. El gobierno temía cortes de energía, pero también tenía miedo a que este ejemplo de lucha combativa pudiera afectar a otras capas de la clase obrera, que también podría tomar el camino de la huelga. Como resultado lanzó un intento deliberado de dividir a los huelguistas con la consigna: «empleos británicos para trabajadores británicos». En cada ocasión la prensa y la televisión intentaba desviar la atención de las verdaderas causas de la lucha: que todos los trabajadores estuvieran protegidos por los convenios laborales nacionales.
Las escenas en Lindesy recordaban las luchas de los años setenta y las huelgas mineras. La solidaridad de los trabajadores y la democracia obrera en las asambleas de masas fueron la característica de todo el mundo. Los piquetes masivos revelaron la fuerza subyacente de la lucha.
Dado el nivel de furia en la clase obrera la cuestión de las ocupaciones de fábrica también puede adquirir una gran importancia en el próximo período. Hace muchos años la ocupación de la fábrica Timex en Dundee fue un ejemplo para todos los trabajadores. Hoy, los trabajadores de la planta empaquetadora de Dundee, que estaban amenazados con el despido, de nuevo dan un ejemplo de ocupación de su centro de trabajo. En el clima actual esto podría generalizarse en la medida que los trabajadores se den cuenta de que las reducciones salariales y la reducción de jornada no son la solución para esta crisis capitalista. La cuestión de la nacionalización también encontrará un eco entre los trabajadores que luchan contra los despidos.
El período tormentoso que se avecina en Gran Bretaña era insinuado en un informe policial publicado recientemente y que hablaba de un nuevo verano de descontento. El informe explicaba que dado el número de despidos y pérdidas de viviendas, la rabia podría expresarse en protestas callejeras violentas y disturbios. Comparaba la situación con lo ocurrido en 1981 con los disturbios en Brixton/Toxteth, además de las tempestuosas escenas de la huelga minera.
El gobierno laborista parece dirigirse hacia la debacle electoral. Después de disfrutar del boom mundial durante los últimos doce años, el gobierno ahora parece enfrentarse a una situación económica calamitosa. Los capitalistas tienen ganan de que Brown resuelva el caos económico y le echan la culpa de la crisis. En la prensa, Brown pasó de cero a héroe y se pavoneaba en la arena internacional. Pero rápidamente eso terminó.
El gobierno laborista ha entregado miles de millones de libras para rescatar el sistema bancario, incluida la nacionalización de Northern Rock. Están desesperados por rescatar el sistema capitalista y en el presupuesto de noviembre inyectaron unos 20.000 millones de libras en la economía. Han tenido que obligar al Banco de Inglaterra a reducir los tipos de interés hasta un nivel históricamente bajo y aumentar la deuda del gobierno a un nivel no visto desde la Segunda Guerra Mundial. A pesar de esto, la crisis continúa profundizándose. El desempleo sube y los ingresos por impuestos bajan. Según Will Hutton, la deuda pública podría crecer hasta el 250 por ciento de la renta nacional en los próximos meses, eso sería un nivel astronómico. En 1976 el gobierno tuvo que recurrir al FMI para conseguir un préstamo y tenía un nivel de deuda inferior al actual. Esta situación se podría repetir de nuevo.
Según el Instituto de Estudios Fiscales, para restaurar la credibilidad de las finanzas públicas, se necesitará reducir el gasto público otros 20.000 millones de libras CADA AÑO hasta el final de la siguiente legislatura. ¡Son medidas realmente draconianas! Incluso con estos recortes, la deuda del sector público podría no regresar a los niveles anteriores a la crisis hasta por lo menos dentro de veinte años. Los recortes de gasto público y los aumentos de impuestos seguirían hasta la década de 2030. Esto hace que los 8.000 millones de libras de recortes aplicados por el gobierno Callaghan parezcan una minucia.
En otras palabras, la clase obrera británica se enfrenta a veinte años de austeridad, no vistos desde el período entre guerras. Quienquiera que gane las próximas elecciones generales, ya sea laborista o conservador, será un gobierno de crisis.
Aunque el resultado más probable es un gobierno conservador, dado que en las encuestas los tories van en cabeza un 10 o un 20 por ciento de los votos, hay poco entusiasmo con la política de Cameron. Una reciente encuesta preguntaba qué partido era el más adecuado para tratar la crisis. La mayoría respondió que «ninguno». Otra encuesta de COMRES revelaba que el 83 por ciento no estaba de acuerdo con que los tories tienen las ideas correctas para tratar la situación. Incluso The Financial Times criticaba severamente a los tories por no proponer una política que tratara la inmediata crisis económica.
No obstante, un nuevo gobierno laborista con Brown no sería capaz de aplicar lo que quiere la clase dominante. Ha agotado su papel de mantener en orden a los trabajadores. Existe un malestar industrial creciente que el gobierno será incapaz de controlar. Ya han aparecido las divisiones en el partido. Esto se puede ilustrar con el episodio en el que se proponía la privatización de Royal Mail (el servicio postal británico). Este acto escandaloso que Lord Mandelson que propuso en la Cámara de los Lores está provocando una «guerra civil» en el Partido Laborista y los sindicatos. Ya hay 130 parlamentarios laboristas que se han declarado contrarios a la privatización que podría marcar la primera gran rebelión contra el gobierno desde que llegó al poder hace 12 años.
También ha desatado la oposición de los sindicatos que amenazan con retener el dinero del partido. Existe la posibilidad de una lucha industrial. El ala de derechas del Partido Laborista grita por que los sindicatos intentan poner entre la espada y la pared al gobierno. Para ellos, hacer lo que piden las grandes empresas es lo normal pero cuando los sindicatos estiran los músculos entonces claman al cielo.
La clase dominante buscará un gobierno fuerte que lleve adelante su programa de austeridad. Un parlamento dividido puede no ser útil y significaría abrir una crisis desde el principio. El laborismo ya no puede seguir más tiempo. La única alternativa es el regreso al poder de los tories con una gran mayoría. Todas las fuerzas del establishment se han unido para este objetivo, a pesar de la dirección y política superficial de los tories.
Si este gobierno llega al poder, eso cambiará de manera dramática toda la situación en Gran Bretaña. Los tories intentarán situar toda la carga de la crisis sobre los hombros de la clase obrera y eso provocará una reacción enorme de los trabajadores.
Hay paralelismos entre la situación actual y la de 1970 cuando llegó al poder el gobierno Heath. A los seis meses presenciamos el mayor movimiento de la clase obrera desde la huelga general de 1926. Hubo un aumento abrupto de la lucha de clases que llevó al TUC a amenazar con la convocatoria de una huelga general en 1972. Finalmente, el gobierno tory fue derribado por una huelga minera en 1974. Cuando los trabajadores británicos están derrotados o bloqueados en el frente político tienden a girar al frente industrial, y viceversa.
Al mismo tiempo, la gran oleada de combatividad llevó también a una radicalización dentro del Partido Laborista. La contundente derrota del partido en 1970, con las huelgas de masas y la generalizada combatividad, tuvo el efecto de hacerlo girar a la izquierda. Tony Benn, que era un ministro derechista en el gobierno Wilson, giró rápidamente a la izquierda. Se convirtió en el estandarte del ala de izquierdas que dominaba el Partido Laborista.
La izquierda sectaria en Gran Bretaña en aquel momento estaba totalmente ciega ante este proceso entonces, como hoy lo están ante el proceso similar que se puede dar en los próximos años. Han intentado durante décadas construir una alternativa al laborismo, pero han fracasado miserablemente. Nunca han comprendido que cuando la clase obrera comienza a moverse, siempre lo hace a través de sus organizaciones tradicionales. En Gran Bretaña, esto significa los sindicatos y el Partido Laborista.
Incluso ahora hay redobles dentro del Partido Laborista. Como resultado de la crisis, la nacionalización y el socialismo han regresado al orden del día. Incluso el parlamentario del ala de derechas Austin Mitchell ha pedido la nacionalización de la industria de la construcción para acabar con el paro y construir viviendas. El parlamentario Jon Cruddas siempre ha estado haciendo discursos izquierdistas, sobre todo cuando hablaba en las conferencias sindicales. Incluso Harriet Harman ha intentando distanciarse del Nuevo Laborismo. Esto representa los primeros síntomas, el viento que comienza a tocar las copas de los árboles. El viento se convertirá en un huracán y estas sofisterías se convertirán en un abismo si el laborismo es derrotado.
Los blairistas serán echados a un lado tras esa derrota. En esas condiciones el partido no será una alternativa a menos que gire a la izquierda para reconstruir su apoyo. Los sindicatos también exigirán acciones y un rechazo a la política fracasada del pasado.
Bajo los golpes de los acontecimientos se formará un nuevo ala de izquierdas, primero dentro de los sindicatos y después en el Partido Laborista. La crisis capitalista obligará a las bases del movimiento a reevaluar todo y buscar una nueva orientación. La razón por la que John McDonnell fue deliberadamente mantenido a distancia en las votaciones a líder laborista cuando dimitió Blair fue el miedo a que pudiera atraer una marea de apoyo. Este descontento se ha acumulado durante años y saldrá a la superficie haciendo girar toda la situación a la izquierda. En estas condiciones surgirá una nueva figura que se convertirá en el catalizador de este giro a la izquierda.
Esta nueva situación verá una recuperación del movimiento obrero en Gran Bretaña. Capas de jóvenes y trabajadores, nuevas y frescas, entrarán en los sindicatos cuando vean la necesidad de luchar, llegarán las agrupaciones y en ese proceso renovarán los comités de empresa, y de su experiencia en las luchas sindicales comenzarán a sacar conclusiones políticas con muchos gravitando hacia sus partidos agrupaciones laboristas locales. De esta manera, todas las organizaciones de la clase obrera se recuperarán y transformarán.
Las batallas con el gobierno tory servirán para intensificar este proceso. Como vemos en el ejemplo de Irlanda, cuando la clase obrera es atacada, responde. Irlanda se enfrente a una huelga general después de manifestaciones de masas contra los recortes. El Partido Laborista Irlandés, que están en la oposición, ha visto disparar su apoyo en las encuestas, del 10 al 24 por ciento, a pesar de ser desechado por los sectarios.
Todo esto es el resultado inevitable del callejón sin salida al que se enfrenta el sistema capitalista en general. En el pasado el sistema capitalista «resolvió» sus crisis mediante guerras mundiales. Ahora, y durante un futuro previsible, esa opción está descartada. Ninguna fuerza puede desafiar al poderoso imperialismo norteamericano en una guerra abierta. Sin embargo, eso no significa que no vaya a haber muchas guerras locales, guerras «pequeñas» como las de Iraq o Afganistán. La crisis también se manifestará en guerras comerciales, guerras monetarias, pero la más importante será la guerra entre las clases.
Hemos entrado en un período en el que presenciaremos convulsiones cuando la clase dominante intenta hacer que los trabajadores paguen la crisis del capitalismo. Esta es la perspectiva a la que nos enfrentamos.
Por supuesto, este proceso no será en línea recta. Habrá períodos de retroceso, apatía e indiferencia. Sin embargo, estos darán paso a períodos de mayor radicalización. Millones entrarán en la arena de la lucha. Esto a su vez servirá para transformar y volver a transformar las organizaciones de masas. En estas condiciones se formará un ala de izquierdas de masas, donde la corriente marxista participará y la abonará con las ideas del marxismo. Esta es la razón para nuestro trabajo a largo plazo en las organizaciones de masas.
Claramente, cuando más grande sea la corriente marxista, mayor será el impacto que tendrá en este ala de izquierdas de masas. Si trabajamos correctamente, explicando nuestras ideas de manera paciente e interviniendo de modo audaz, sobre la base de los acontecimientos, podremos ganar a la mayoría de los trabajadores y jóvenes que giran a la izquierda. Esto finalmente proporcionará al marxismo con una base de masas a través de la cual sus ideas puedan llegar al conjunto de la clase obrera. Debemos aprovechar cada oportunidad para construir nuestras fuerzas y ser capaces de intervenir en este proceso. En palabras de Shakespeare: «En las cosas humanas hay una marea que si se toma a tiempo conduce a la fortuna; para quien la deja pasar, el viaje de la vida se pierde en bajíos y desdichas».
El capitalismo ha entrado en una nueva fase en su largo proceso de declive. Las reformas del pasado ya no son posibles. El capitalismo en su época senil significa recortes de los niveles de vida y austeridad. La clase obrera será empujada a la acción para evitar el regreso a la indigencia. Sobre la base de los poderosos acontecimientos que vendrán, las ideas del marxismo se convertirán en un punto de atracción. Una fuerza marxista de masas dentro del movimiento obrero británico finalmente sentará las bases para el derrocamiento del capitalismo en este país y con la llegada al poder de la clase obrera prepararemos el terreno para la transformación socialista de la sociedad en Gran Bretaña, y unidos a nuestros hermanos de Europa e internacionalmente, comenzaremos el proceso de construcción de un mundo socialista.