La reactivación del conflicto de Ucrania contra las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, quebrando, sin explicaciones, lo acordado en las reuniones de Minsk, (Bielorusia) entre Kiev, los territorios recientemente independizados y Moscú, ponen seriamente a pensar que es lo que lleva al actual presidente ucraniano Petro Poroshenko a erigirse como el nuevo Slobodan Milosevic […]
La reactivación del conflicto de Ucrania contra las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, quebrando, sin explicaciones, lo acordado en las reuniones de Minsk, (Bielorusia) entre Kiev, los territorios recientemente independizados y Moscú, ponen seriamente a pensar que es lo que lleva al actual presidente ucraniano Petro Poroshenko a erigirse como el nuevo Slobodan Milosevic del este europeo.
A lo largo del 2014 las políticas de Poroshenko en las cuestiones del este del país se redujeron a atacar a centros urbanos y tratar de desmembrar la resistencia armada, lo que provocó la muerte de cinco mil civiles y la devastación absoluta de la economía y la infraestructura edilicia de las regiones que se levantaron tras el golpe de febrero contra el presidente Víctor Yanukovich. Hospitales, escuelas, fabricas, carreteras, barrios enteros has sido destruido por los bombardeos de Poroshenko.
Tras la asunción como presidente de Poroshenko, electo en mayo, el ejército ucraniano, junto a los grupos paramilitares y neofascistas emergentes del Pravy Sektor y el partido Svoboda, que fueron entrenados a lo largo del 2013 en campos de la CIA en Polonia por «asesores» israelíes y norteamericanos, hoy conocidos como «Reservas de las Fuerzas Armadas de Ucrania», «Tropas de Interior de Ucrania» o «Batallón Azov» bajo el control del Ministerio del Interior, se han infiltrado en territorios liberados del este y el sur, han secuestrado, torturado y practicado infinidad de atentados contra la población civil, intentado quebrar el frente interno de la resistencia.
El fracaso de la maniobra ha obligado a Kiev a intensificar su ataque alentado por la coalición occidental que utiliza a Ucrania como ariete contra la Federación de Rusia.
A lo largo del 2014 hemos presenciado como militar, política y económicamente se ha reactualizado la antigua «Guerra Fría», donde no han faltado operaciones de falsa bandera como el derribo del Boeing 777 de Malaysia Airlines, en tránsito desde Ámsterdam a Kuala Lumpur, en la región de Donetsk, el diecisiete de julio que provocó la muerte de todo su pasaje, 299 personas. De inmediato fueron acusados los rebeldes y hasta las fuerzas armadas rusas de dicho atentado. A partir de que se comenzaron a acumular pruebas de que el disparo se produjo desde los territorios ucranianos, y que la caída del MH17, fue un atentado de falsa bandera, el «incidente» del avión fue olvidado por los grandes medios.
Rusia esta siendo sometida a infinidad de provocaciones como sanciones económicas y políticas lo que generó la contrapartida de Moscú, lo que obligó a miles de productores agrícolas de Europa occidental a tener que tirar sus producciones. La economía de la Unión Europea ha perdido a lo largo del 2014, más de diecinueve mil millones de euros dando un paso más hacia el abismo tan anunciado.
La actual caída del precio del petróleo, responde también al intento de los Estados Unidos de quebrar la economía rusa y de paso arruinar a Irán y Venezuela, enemigos jurados de Washington.
La estrategia estadounidense, que esta obligando a sus aliados del golfo Pérsico, a tener super producción petrolera, ha comenzado a crearles graves inconvenientes económicos a los enemigos de Estados Unidos sino también a sus más íntimos aliados.
El presupuesto de Arabia Saudita para 2014 había sido conformado con un barril de petróleo de ochenta dólares, en esta escalada de superproducción, a la que fue sometida por Washington, ha llegado el barril a los cuarenta y cinco dólares. Se calcula que el déficit presupuestario del 2015 para Arabia Saudita será casi el triple respecto al de 2014.
Pegarle a Ucrania para que le duela a Grecia.
El triunfo de la izquierda griega, la postura intransigente del nuevo primer ministro Alexis Tsipras, y más después de la nada exitosa gira de buena voluntad europea, tensa mucho más la situación al interior de la eurozona. La coyuntura griega no permite medias tintas y la coyuntura europea mucho menos. La solución griega es escapar de la Unión Europea y es vital para la Unión Europea que Grecia no escape.
Más allá del «paga dios» que pueda intentar Tsipras, la situación se agudiza en el mal ejemplo y de no lograr que Grecia permanezca en el lugar que tiene asignado por la Troika el futuro europeo es incierto.
Económicamente Grecia, que ya sabe que de sus socios europeos solo puede esperar la misma receta de siempre: ajuste y privatizaciones, despidos y cierres de empresas, por lo que hace años que prácticamente a diario el pueblo griego ha producido gigantescas manifestaciones contra los gobiernos pro europeos. El jueves cinco de febrero pasó absolutamente lo contrario, el pueblo griego se ha volcado a las calles para apoyar las nuevas medidas de Syriza, el actual partido gobernante,
Sin duda estas manifestaciones de apoyo compromete y da fuerzas al Primer Ministro Alexis Tsipras que deberá buscar aliados extra continentales, y lo más cercano es Rusia, por eso Poroshenko, como un engranaje clave para la política del Departamento de Estado en la región, ha vuelto a lanzar con virulencia más ataques a las nuevas republicas de Donetsk y Lugansk aliadas de Rusia. Ya lo hemos dicho a lo largo del 2014, Kiev produjo cinco mil muertos en sus antiguas provincias del este, en lo que va de 2015, las víctimas mortales ya superan el millar. Esto marca a las claras el apuro por atar a Rusia al conflicto con Ucrania, profundizarlo hasta el borde de la guerra desembozada. Quizás esto le fueron a anunciar a Vladimir Putin, Ángela Merkel y François Hollande, que se han corrido hasta Moscú, como un último intento para detener esa guerra, que podría arrastrar a toda Europa a una nueva locura.
Por otro lado este conflicto no permitirle a Moscú atender los apremios griegos y estrecha hasta la angustia los márgenes de Atenas, por encontrar nuevos respaldos y nuevos aliados.
La política de crisis de Europa linda con lo suicida, pero bueno, esa suele ser una salida frecuente en los casos terminales, aunque muchas veces parezca un accidente.
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