Los resultados electorales belgas del 13 de junio han dejado a muchos comentaristas bastante sorprendidos, pero en la Península parece haber abierto un debate sobre la fin de Bélgica tal y como la conocemos hoy. En realidad es necesario dar algunos elementos para que los análisis no queden circunscritos a un grupo reducido de exaltados […]
Los resultados electorales belgas del 13 de junio han dejado a muchos comentaristas bastante sorprendidos, pero en la Península parece haber abierto un debate sobre la fin de Bélgica tal y como la conocemos hoy. En realidad es necesario dar algunos elementos para que los análisis no queden circunscritos a un grupo reducido de exaltados y de propagandistas con tendencias tertulianas.
A pesar del jolgorio nacionalista que hemos podido ver en los cuarteles generales de muchos movimientos independentistas en Europa, hace falta relativizar la información que se viene dando sobre el éxito de la NVA (Nueva Allianza Flamenca) en las elecciones del domingo 13 de junio. Sobretodo cuando viene de fuentes como Gara, que adopta un tono alegre cuando habla del éxito del nacionalismo flamenco, a la zaga está público que repite todos los tópicos belgas como si de un periódico amarillo se tratara.
En ese sentido vamos a esclarecer algunos aspectos, ya que si no uno puede llegar a la errónea conclusión que Bélgica está al borde de la escisión. El NVA no es una fuerza política surgida de la nada, como comúnmente se suele decir, son los herederos del Volksunie. Un partido nacionalista flamenco, con una fuerte tendencia derechista, que se escindió por primera vez a finales de los años 70 y que en 1971 obtuvo 21 diputados y 12 senadores, ese éxito forzó al partido a aceptar los acuerdos de Egmont, una de las grandes reformas del país, de hecho fue el pacto que introdujo el actual sistema federal.
Dicho pacto generó un proceso de luchas internas que dieron como conclusión la escisión del partido [y su desaparición] en tres trozos en 2000: uno dando luz a un pequeño partido progresista [Spirit, que terminó sus días en el partido socialista flamenco], otro al NVA que en las primeras elecciones fue de la mano de los social-cristianos del CD&V flamenco y un grupo que se disuelve entre los otros partidos flamencos especialmente la extrema derecha. El NVA recoge esa tradición y consigue darle un tamaño más grande, pero no es un nuevo movimiento político flamenco ni mucho menos. Es interesante constatar la evolución del CD&V, que baja el 20% por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, este partido llegaba prácticamente al 50% del electorado flamenco hace 30 años, y es de donde el NVA ha robado una gran parte de su apoyo.
Volviendo al NVA, en 1977 su partido antecedente había sufrido su primera escisión, el Vlaamse Volkspartij que junto a un grupo post-nazi y nacionalista flamenco crearon el Vlaams Block, primero, que una vez ilegalizado dio paso al Vlaams Belang (interés flamenco). Este fue uno de los primeros partidos de extrema derecha que pasó en unas elecciones el 20%. Después siguió el FN en Francia, Haider en Austria… Ahora están en caída libre y la NVA también absorbe una parte de su electorado.
Si vemos la evolución del VU una vez desaparecido (y habiendo llegado a una situación muy similar al actual NVA en términos electorales) vemos por un lado la orientación de una amplia capa del electorado flamenco hacia la derecha extrema [la extrema derecha sería el Vlaams Belang que pierde mucho apoyo] y por otro lado la «flamenquización» de todas las opciones políticas: Liberales, Social-cristianos y socialistas.
De un modo electoralista todos en Flandes intentan absorben el antiguo movimiento adaptándose a su mensaje, el problema es que han reforzado todos los prejuicios y finalmente los nacionalistas se han visto lo suficientemente fuertes como para lanzarse a la aventura, de manera exitosa. Pero eso no quiere decir que Bart de Wever, sea un independentista acérrimo, tal y como se plantea en gran parte de la prensa. Es interesante ver que el proceso tiene su paralelismo en Walonia, donde todas las opciones políticas se plantean defensoras de la «francofonía». En medio quedan los habitantes de Bruselas atónitos de tanto problema lingüístico.
En ese sentido, estas elecciones se celebraron en el contexto de un gobierno de unidad, que tardó 10 meses en formarse, con una crisis económica de envergadura y cuya caída fue forzada por los liberales flamencos que al no llegar a una acuerdo institucional sobre las comunas del extrarradio de Bruselas decidieron salir esperando un gran éxito. Una receta para el éxito de dos partidos que se posicionan abiertos a negociar, como hizo de Wever inmediatamente después de los primeros resultados.
Pero el NVA no es un partido desconocido para el elector, ni desconocido del gobierno federal belga. Por ejemplo el NVA está ahora mismo el gobierno regional flamenco junto con SP.a y CD&V. Y ha jugado en la campaña el rol del partido que pondrá fin a el circo político belga, con un discurso tímidamente racista pero menos que el Vlaams Belang, nacionalista y hasta cierto punto anti-sistema.
En el artículo publicado ayer en rebelión del Gara se dice: «Dicho de otra manera: Flandes y Walonia son ya dos realidades separadas; son «dos democracias diferentes», como explicaba el director de N-VA, Piet de Zaeger, a GARA en la entrevista publicada el mismo sábado» [Nota 1]. Este tipo de sentencias pueden contentar al lector deseoso de ver un referéndum de independencia en sus calles, pero Flandes y Walonia son dos realidades desde hace décadas, los walones nunca han hablado flamenco y los flamencos cada vez lo hacen menos. No existen partidos federales, no se puede hablar de una política nacional y es un estado en catatonia. Eso explica el voto nacionalista flamenco por un lado, y en el sur que el partido que tradicionalmente ha podido negociar todos los grandes acuerdos y reformas en Bélgica, el Partido Socialista, haya sido el gran vencedor frente a los liberales que se posicionan tan radicales o más en temas de reforma del estado y materia lingüística. También es un voto a dos partidos que están en sendos gobiernos regionales, lo cual no puede ser interpretado como un voto de castigo a los actuales gobiernos regionales.
Las negociaciones el verdadero test Tornasol
Bart de Wever, personalmente con vínculos históricos con el Frente Nacional en Francia [Nota 2 con foto] , que ha sido durante muchos años el modelo de la derecha extrema europea, no tiene grandes diferencias con los partidos que en los últimos meses han conseguido grandes avances por toda Europa: PVV en Holanda, Liga Norte en Italia, Partido del Progreso en Noruega, y un largo etcétera.
Pero desde luego no es, tal y como decía Público (en un artículo también publicado en Rebelión [Nota 3] uno de los dos partidos antagónicos que «negociarán desde hoy el futuro y hasta la existencia misma del Estado belga». Todo el mundo sabe que hace falta una reforma del estado, y con ello seguir privatizando una serie de servicios públicos junto con la ruptura de la caja única de la seguridad social. Pero a menos que haya otra gran crisis política como la del año pasado, en ningún momento la NVA va a plantear la desaparición de Bélgica como una entidad a corto plazo, como no lo hace ni CiU, ni PNV, ni SNP en Escocia…. Y sabemos que los partidos socialistas no tienen mucho reparo en imponer medidas draconianas en situaciones de crisis. Si finalmente entran al gobierno será interesante ver como gestionan la crisis socio-económica y como el elector flamenco percibe dichas políticas.
Si vemos más allá de los ecos de independencia, la NVA ha absorbido todo el voto nacionalista «democrático» además de concentrar una parte de voto protesta de lo que la extrema izquierda ha llamado el circo político. Dicho sea de paso extrema izquierda que hace su mejor resultado pasando de los 150.000, el gran problema es su gran fragmentación ya que existían varias listas en todas las circunscripciones. De Wever es demasiado lúcido para seguir el camino de los extremistas de derechas del Vlaams Belang que están en caída libre gracias al auge del nacionalismo «moderno» de Weber.
Ahora el dilema es si entrar en negociaciones no le hará perder el aura que ha ganado como defensor de los flamencos. De todos modos estas elecciones se han celebrado en un clima enrarecido después de la caída de un gobierno que duró un año, que se tardó en formar 10 meses y cuyo Presidente ¡dimitió tres veces! Existe un factor que todo comentarista, consciente u inconscientemente olvida: El hecho que Bélgica cuenta con la tasa de sindicalización más alta de Europa [en torno al 75-80%, mayor que Suecia que hoy se encuentra al 69%] y que los sindicatos son LAS organizaciones nacionales por excelencia y cualquier reforma del estado, la seguridad social y las pensiones debe de ser negociada con ellos. En ese sentido, la actual crisis económica va a poner gran presión a cualquier gobierno que tome posesión, estas elecciones son una etapa importante, pero por ahora no son ni el fin del reino. Aunque los dos partidos más votados en norte y sur, en papel no sea muy pro-monárquico. Ninguno de los dos criticará abiertamente al monarca, curiosos independentistas estos flamencos…
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Notas:
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