Lo que sigue es una composición personal de lugar sobre la cadena de acontecimientos que se desarollaron entre el 1 al 20 de febrero, a partir de conversaciones mantenidas en la pasada semana en Bruselas y en Atenas con distintos responsables de la negociación. 20 días en los que se estuvo al borde del accidente […]
Lo que sigue es una composición personal de lugar sobre la cadena de acontecimientos que se desarollaron entre el 1 al 20 de febrero, a partir de conversaciones mantenidas en la pasada semana en Bruselas y en Atenas con distintos responsables de la negociación. 20 días en los que se estuvo al borde del accidente que hubiera supuesto la salida de Grecia de la zona euro, evento que algunos creían controlado, pero que hubiera tenido consecuencias tan graves como imprevisible. Las buenas artes del equipo negociador griego y razones que van más allá de la crisis de la Eurozona evitaron lo peor. La crisis no está ni mucho menos cerrada. Los próximos cuatro meses van a ser clave para el futuro de Grecia en el Euro, y para la suerte del conjunto de la Eurozona.
Varoufakis inició su gira europea el primero de febrero. Las dos capitales europeas elegidas para el inicio de la gira fueron París y Londres. La primera elección parecía obvia, Varoufakis trataba de obtener el apoyo francés para afrontar la dura negociación con Schäuble.
Pero, ¿y Londres? ¿Por qué Londres? ¿Por qué visitar antes que Berlín o Frankfurt un país que no pertenece a la eurozona? Parece que Varoufakis buscaba un doble objetivo: obtener inversión de la City para financiar al gobierno ante el previsible ahogo al que le sometería Schäuble, y buscar apoyo británico para frenar el peligro de expulsión de la eurozona. Fracasó en el primer objetivo. A las emisiones de T-bills sólo acudió la banca griega.
En lo segundo sí parece que Varoufakis obtuvo la intervención de Londres. Osborne estuvo extremadamente activo en la negociación. Tanto es así que Schäuble, tras el Eurogrupo del 16 de febrero, acusó a Osborne de ser «el sujeto más activo del club sin pertenecer a él».
¿Y Francia? Grecia sólo ha obtenido durante la negociación buenas palabras y poco más. La impresión de los griegos era que si la cosa salía bien, Francia se apuntaría a caballo ganador. Pero no arriesgarían lo más mínimo. Ver a Francia convertida en un poder europeo menor en esta negociación ha venido a confirmar el escaso talento político de Hollande.
El 4 de febrero se produjo un acontecimiento clave: el BCE decidió no aceptar deuda griega como colateral para permitir a la banca comercial acceder a la liquidez. Draghi cedió a las presiones alemanas, en las que al parecer la consejera Lautenchläger jugó un papel determinante. Draghi acababa de torcer el brazo alemán al imponer su programa de expansión cuantitativa. No le quedaba margen con Grecia.
Schäuble perseguía (y logró) con esta decisión generar la incertidumbre necesaria para provocar una fuga de depósitos masiva en Grecia. Y la cosa estuvo efectivamente a punto de irse de las manos. La salida de capitales de Grecia llegó a alcanzar 1.500 millones de € diarios, según fuentes del gobierno griego. El pánico bancario estuvo a punto de producirse. Y una vez empieza, es prácticamente imposible detenerlo.
¿Cuán lejos era capaz de llegar Schäuble? Esa preguntó sobrevoló los despachos de todas las cancillerías europeas. Ahora sabemos que estaba dispuesto a llegar hasta el final. Convencido que la salida de Grecia del euro estaba controlada, arriesgó tratando de obligar al gobierno griego a imponer controles de capitales. De no llegar a un acuerdo en el Eurogrupo el viernes 20 de febrero, todas las fuentes apuntaban a que el martes siguiente (el lunes era fiesta en Grecia), la medida era inevitable.
¿Qué pretendía Schäuble? Imágenes de colas en los cajeros circulando por toda Europa. Pero el objetivo de llegar a ello no era ni siquiera doblegar (aún más) al gobierno griego. Parece claro que el objetivo era España. Un mensaje a España. Cuidado con lo que votáis, podéis terminar igual: haciendo cola en los cajeros. Desde luego haber creado el caos en Grecia hubiera sido de gran utilidad para Rajoy. O yo, o colas en los cajeros. La elección del mes de noviembre.
Todo este lío pilló a Merkel negociando con Moscú, habiendo delegado la negociación en Schäuble. Llegados a este punto, al borde de la caída de Grecia por el acantilado, la intervención norteamericana parece clave. Obama ha seguido la crisis de cerca, y ha llegado a hacer incluso dos declaraciones públicas señalando la importancia de llegar a un acuerdo.
¿Por qué interviene Obama? Grecia es una isla de seguridad en medio de un triángulo diabólico formado por Ucrania, Oriente Próximo y Libia. Es un importante miembro de la OTAN, con un altísimo gasto en defensa. Dejar caer a Grecia es agravar la crisis regional y permitir a Rusia entrar en escena. Es crear un nuevo escenario de confrontación con los rusos.
La geopolítica salvó a los griegos de la expulsión de la eurozona. El ultimátum norteamericano obliga a salir el viernes 20 del Eurogrupo con algo acordado. Sí o sí.
Merkel interviene entonces, a petición norteamericana y seguramente porque quiere evitar pasar a la historia como la responsable de la ruptura de la eurozona, y para no tener que explicarle a su opinión pública que al final lo de Grecia sí les iba a costar, finalmente, miles de millones de euros de su bolsillo.
Al producirse este giro, al último Eurogrupo Schäuble llegó aislado. Ante la evidencia de que se debe salir de la sala con algo acordado, intentó endurecer los términos del acuerdo hasta el último minuto (para salvarse principalmente él). En Bruselas se comenta que mandó una propuesta en la que aparecía la expresión «programa actual» hasta 7 veces. Intervino en la reunión hasta ¡22 veces! Lo nunca visto.
Alemania encontró en todo momento el apoyo claro está de España y Portugal, y de la mayoría de pequeños estados de Europa del Este, que actuaron en los tres Eurogrupos clave de auténticos mamporreros de los grandes países acreedores, con un tono incluso más duro que estos últimos.
En esa reunión parece que la Comisión Europea aceptaba una extensión de hasta 6 meses, pero Alemania, y esta sí es una victoria, logra reducirlo a 4.
Schäuble temía ese día algo más fuerte que su reputación. La votación en el Bundestag. Si se salía del Eurogrupo con la impresión de que había cedido, la aprobación de la extensión peligraba. Ello explica el exabrupto a la salida: «No sé cómo Atenas venderá este acuerdo en casa».
El amago posterior de la CSU de no votar en acuerdo en el Bundestag y los 29 votos en contra de la mayoría de gobierno el viernes pasado confirmaron sus temores. Se necesitaba crear un ambiente de derrota de Syriza. Esa operación sale bien, los grandes medios venden la derrota inapelable.
Pero Varoufakis salió de la reunión sabiendo que había vencido, porque tenía luz verde para mandar una lista de reformas que será apenas modificada. En las siete páginas del programa que manda el martes siguiente no hay prácticamente renuncias. Incluso se atreve a escribir una referencia a la introducción de la Renta Básica Universal en Grecia.
El martes los depósitos volvieron a fluir hacia Grecia y se evitó la catástrofe (por ahora).
Y ahora, ¿qué?
4 meses. Lo que significa que los grandes vencimientos de junio con el BCE no están cubiertos (que es lo que pretendía Alemania) y el desbloqueo de la ayuda del rescate en vigor sigue siendo un enigma.
El gran show será en junio. La situación sigue siendo diabólica. ¿Ha aceptado Alemania que deberá tratar a partir de ahora con Syriza en Grecia? En absoluto. Su objetivo sigue siendo que caiga el gobierno lo antes posible. Antes de noviembre, o de enero. Antes de la elecciones generales al otro lado del Mediterráneo. La obsesión de Merkel es España. A la derecha española se la nota también nerviosa, como se ha visto estos días con un patético De Guindos anunciando un tercer rescate para Grecia. En junio la derecha europea tiene otra oportunidad.
Hasta la votación en Iberia a Grecia le esperan muchísimas curvas.
Ernest Urtasun, amigo y colaborador de SinPermiso, es economista y diplomático, eurodiputado en el Parlamento Europeo por ICV/EUiA
Fuente original: Sin permiso