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50 años del primer viaje del ser humano al espacio, realizado por Gagarin en 1961

Queremos tanto a Yuri

Fuentes: Público

Hace 50 años, Yuri Gagarin emprendió el viaje más importante de su vida como quien aviva un cante jondo. «Poyejali [vámonos]», gritó justo después de la ignición del cohete de más de 30 metros de largo que le llevó hasta el espacio desde las peladas llanuras de Kazajistán. En menos de hora y media, tras […]

Hace 50 años, Yuri Gagarin emprendió el viaje más importante de su vida como quien aviva un cante jondo. «Poyejali [vámonos]», gritó justo después de la ignición del cohete de más de 30 metros de largo que le llevó hasta el espacio desde las peladas llanuras de Kazajistán. En menos de hora y media, tras completar una órbita completa al planeta, Gagarin echaba de nuevo pie a tierra convertido en el primer ser humano en viajar al espacio. A sus 27 años, este exobrero fundidor metido a piloto y ascendido al olimpo de primer cosmonauta era el sueño soviético hecho carne.

Su hazaña, conquistada el 12 de abril de 1961, fue un gran triunfo para la Unión Soviética y un escarnio para sus rivales yanquis. El logro confirmó que el país comunista lideraba la carrera espacial que ambos países habían comenzado sobre los escombros aún humeantes de la Segunda Guerra Mundial.

«Fue la mejor competición que la raza humana ha presenciado nunca: quién construiría la mejor nave, el mejor cohete tripulado», decía hace unos días Alexei Leonov, uno de los últimos supervivientes del primer grupo de cosmonautas soviéticos seleccionados bajo el más estricto secreto.

Leonov ha vivido para ver algo que Gagarin tal vez no entendería. El martes, cuando se cumplan 50 años de la hazaña, los jefes de las agencias espaciales de Rusia y EEUU, entre otros muchos representantes de la élite espacial mundial, estarán juntos en Moscú para celebrar el 50 aniversario de su aventura.

De no haberse estrellado en un caza en 1968, Gagarin tendría hoy 77 años. Nadie sabe qué pensaría este héroe de la Rusia comunista al conocer noticias como que Londres celebrará su viaje al espacio colocando una estatua suya cerca de Trafalgar Square o que su nombre es desde enero una marca registrada valorada en 33 millones de dólares, según la agencia rusa RIA Novosti. Tanto Roscosmos, la agencia espacial rusa, como la NASA estadounidense y la ESA europea publican estos días documentos para celebrar el aniversario. La Asamblea General de la ONU ha declarado el 12 de abril Día del Espacio.

Música, por favor

En junio, España albergará uno de los homenajes a Gagarin más importantes del mundo. Será el Festival Starmus, en las islas de Tenerife y La Palma, donde astronautas como Buzz Aldrin, segundo en pisar la Luna, se unirán a cosmonautas como Leonov, autor de la primera caminata espacial, para recordar el viaje inaugural de Gagarin y su peculiar sentido del humor.

Antes de despegar, Gagarin pidió que le pusiesen música. El lanzamiento se había retrasado una hora por problemas técnicos y el tripulante, que no tenía ningún control sobre los mandos de su nave Vostok, se aburría. Siete minutos después de las nueve de la mañana, hora de Moscú, Sergei Korolev, el jefe del programa espacial ruso cuya identidad fue uno de los secretos mejor guardados de la URSS, dio la orden de despegar. El cohete comienza su ascenso en la límpida mañana de Kazajistán y, tras desprenderse de todas las etapas de combustible gastadas, la nave de Gagarin entra en órbita y se dirige hacia el este. Una media hora después el artefacto se hunde en la noche que aún reina sobre los cielos de EEUU.

«Cerca de esta capital [Washington], en la base aérea de Langsley, hay un teniente coronel, John Powers, que a estas horas debe darse a los demonios», arrancaba la crónica del diario ABC del 13 de abril de 1961. Al pobre Powers le habían despertado los periodistas para saber qué opinaban los siete futuros astronautas estadounidenses de su base sobre la hazaña de Gagarin. El militar confesó que no tenía ni idea de ella. «Aquí estábamos todos durmiendo», refunfuñó.

Una hora y dieciocho minutos tras el despegue, la esfera de la Vostok que había llevado a Gagarin da varios botes sobre los campos de la región de Saratov, en Rusia, mientras el cosmonauta desciende en paracaídas. «No os asustéis, soy un soviético como vosotros que viene del espacio y que debe encontrar un teléfono para llamar a Moscú», dijo Gagarin a un granjero y su hija tras tomar tierra. Al día siguiente su cara estaba en la prensa de medio mundo. Fue el segundo bofetón en los morros de EEUU tras el lanzamiento exitoso en 1957 del Sputnik, el primer satélite humano. En mayo de ese año, el presidente John F. Kennedy promete poner un hombre en la Luna al final de esa década para resarcirse. Es el comienzo del programa Apolo.

«En España, la gente no se dio cuenta de la importancia que tuvo el viaje de Gagarin», recuerda Luis Ruiz de Gopegui, que ha trabajado durante más de 30 años en las estaciones de seguimiento de la NASA en España. Cuando Gagarin cruzó sobre las coronillas de los españoles, Ruiz de Gopegui era aún un investigador de electrónica en el CSIC. A partir de 1964 comenzó a trabajar en la estación estadounidense en Fresnedillas de la Oliva (Madrid), de la que fue director en 1969, cuando el estadounidense Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre en pisar la Luna. Para algunos, la carrera espacial había terminado.

Hoy la carrera es más cooperativa y menos ambiciosa. «Ahora se gasta en el espacio una décima parte», lamenta Ruiz de Gopegui. Medio siglo después de su apertura, la exploración del espacio atraviesa un momento incierto que va hacia la privatización de los viajes al espacio. «Pasarán diez años hasta que las naves de las empresas estén listas. Diez años de pruebas y sin aventuras en el espacio», concluye Ruiz de Gopegui.

Fuente: http://www.publico.es/ciencias/370468/queremos-tanto-a-yuri