El pasado 29 de octubre, Yanis Varoufakis dio una conferencia en el Parlamento británico, invitado por el Grupo Euro-Atlántico: «La recuperación global y europea: qué se precisa». Reproducimos aquí la versión castellana del final de su discurso.
Damas y caballeros,
No cabe entender el mundo posterior a 2008 con el lenguaje y los esquemas narrativos anteriores a 2008. Nos hallamos ahora en territorio incógnito, y necesitamos crear un nuevo discurso.
Antes de 2008, basábamos nuestro crecimiento en lo que terminó por ser una esquema Ponzi global; un mecanismo de reciclaje del excedente global condenado a hundirse bajo el peso de su desapoderada soberbia. Favorecidos y aun instigados por lo que yo llamo teoría económica tóxica -una forma particularmente dañina de ideología-, los EEUU, la Gran Bretaña y la Eurozona pretendieron estar viviendo el sueño de una Gran Moderación, cuando la realidad no podía ser más inmoderada.
Luego del desplome post-crediticio de 2008, tanto Europa como Gran Bretaña viraron hacia una austeridad Ponzi, pretendiendo que el crecimiento llegaría creando nuevas deudas, a condición de poner por obra una austeridad universal más restrictora de los ingresos: eso, en la esperanza de gorronear del crecimiento ajeno procedente de América y de Asia. Pero no ha habido tal. Europa no puede librarse de su responsabilidad en la restauración del crecimiento global.
Sin embargo, a la hora de rediseñar la recuperación, mejor estar avisados: el regreso a una senda de crecimiento no debería venir a cualquier precio. En qué crezcamos, cuenta. Queremos crecer en sectores que generan buenas cosas de las que la humanidad necesita más, y queremos una deflación profunda de los sectores tóxicos que hacen la vida «sucia, brutal y corta»: desde los contaminantes físicos, hasta las burbujas inmobiliarias y los derivados financieros tóxicos.
Debemos aspirar a la movilización de los ahorros ociosos y a su canalización hacia inversiones que subvengan a necesidades genuinamente humanas, en vez de generar nuevas burbujas para lidiar con los efectos perversos de burbujas previas que estallaron catastróficamente. Nada de eso conseguiremos con mercados prisioneros de un equilibrio del miedo cotidianamente reforzado por la austeridad universal. Y asimismo, nada de eso vendrá, a menos que la inversión pública se tome en serio a los mercados.
Permitánme terminar con una observación a propósito de los grandes debates que se desarrollan en este espléndido edificio en torno al papel que debe desempeñar este país en Europa, y en relación con la actitud de ustedes ante la Eurozona, ante la unión monetaria, cuya desintegración en curso amenaza con arrojarnos a todos a las tinieblas de un largo invierno de descontento global.
Como muchos de los presentes esta noche, que comparten una posición euroescéptica, yo también pienso que lo que creamos los europeos es un monstruo en forma de Eurozona. Lo mismo que el bienintencionado Dr. Frankenstein de Mary Shelley, nos vemos ahora incapaces de controlar nuestra creación, el euro: una irresponsable bestia infernal que está destruyendo a marchas forzadas nuestro vecindario.
Pero mi mensaje a mis amigos euroescépticos, tanto de la izquierda como de la derecha, tanto aquí, en Gran Bretaña, como en mi Grecia natal, es este: cuidado con lo que deseáis, porque el más cruel de los dioses es el que se allana a nuestros deseos.
Podemos desear que los inanes euro-incondicionales reciban su merecido; que aprendan una dura lección viendo perecer su pésimamente concebido euro. Lo trágico es que, de suceder eso, los daños ocasionados se extenderían mucho más allá, y la gran mayoría de las víctimas serían personas fuera de la Eurozona y sufrirían mucho más de lo que jamás llegarán a sufrir los eurócratas.
Si fracasamos en la estabilización de la Eurozona, con toda probabilidad y por tercera vez en una centuria, Europa infligirá una calamidad innecesaria a la humanidad. Me da miedo -y estoy convencido de ello- el que, hoy, los peores enemigos de Europa sean los euro-incondicionales que dicen creer en la moneda única y servirla; no los euro-escépticos. Europa necesita euro-escépticos, o mejor dicho, euro-críticos, para centrarse. Para dejar de autoengañarse creyendo que puede quedarse al margen.
Después de todo, ninguna economía es una isla.
Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, está a punto de ser publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss