El fantasma del fascismo se pasea por Hungría con una organización paramilitar que se compromete a «proteger la patria» y es acompañada hasta por un ex ministro. Pero el alerta lanzado es cuestionado por analistas, que entienden excesiva la atención prestada a una agrupación diminuta. La Guardia Nacional, como se autoproclamó, hizo su presentación pública […]
El fantasma del fascismo se pasea por Hungría con una organización paramilitar que se compromete a «proteger la patria» y es acompañada hasta por un ex ministro. Pero el alerta lanzado es cuestionado por analistas, que entienden excesiva la atención prestada a una agrupación diminuta.
La Guardia Nacional, como se autoproclamó, hizo su presentación pública el 25 de agosto por sus 56 miembros fundadores, número que coincide con la rebelión de 1956 contra el ejército invasor de la hoy desaparecida Unión Soviética, entonces cabeza del bloque socialista de Europa oriental.
Su presidente Tamás Poszpischek explica que se trata de una «organización estrictamente no partidaria, centrada exclusivamente en la protección del territorio y que trata de evitar disturbios políticos».
Pero su uniforme negro, su saludo «¡por un futuro mejor!» y el respaldo que tiene del Partido Jobbik, de extrema derecha, puso en alerta a varios observadores.
El Partido Jobbik, o Movimiento por una Hungría Mejor, cuenta con un minúsculo uno por ciento de apoyo ciudadano, según las encuestas, y es considerado xenófobo.
«Hungría quedó sin autodefensa física, espiritual e intelectual», afirma el presidente de Jobbik, Gabor Vona, para justificar la creación de la Guardia Nacional. La organización buscará una vía legal para enseñar a sus miembros a manejar armas de fuego, apuntó.
Eslovaquia, Rumania y Serbia son los países vecinos que, según Vona, representan una amenaza militar latente para Hungría. «Esos son los países con los cuales hemos tenido conflictos permanentes a lo largo de la historia», indicó.
La presencia del ex ministro de Defensa Lajos Fur en la ceremonia inaugural dio mayor legitimidad al acontecimiento.
Lajos Fur encabezó la cancillería durante el gobierno del centro derechista Foro Democrático Húngaro (MDF), entre 1990 y 1994, agrupación que ahora es sólo una minoría de oposición en el parlamento.
El gobernante Partido Socialista, aliado a los liberales, alertó del inicio de un nuevo capítulo en la historia del derecho con la intención de la Guardia de armarse.
La coalición gobernante pidió al opositor Partido Fidesz, del ex primer ministro Viktor Orbán, romper relaciones con Jobbik, con el que esa agrupación conservadora tiene alianzas en 27 distritos electorales.
Al principio el Fidesz, que otra vez fue cuestionado por la difusa línea divisoria que mantiene con la extrema derecha, desoyó los reclamos. Pero sus integrantes comenzaron a condenar en forma gradual al nuevo movimiento.
Numerosos analistas internacionales y agrupaciones de izquierda consideraron que el ex primer ministro Orbán abusó durante su gobierno (1998-2002) de la cuestión del nacionalismo para obtener réditos políticos.
Si en este momento se realizaran elecciones en este país, el Fidesz volvería al poder, según varias encuestas. Los socialistas fueron elegidos por segunda vez en 2006, repitiendo el triunfo de 2002.
La creación de la Guardia Nacional desafió el principio del Fidesz de «un campo, una bandera», según el cual, todas las fuerzas de derecha deben unirse contra la izquierda. Eso supone que muchas veces Orbán debe tener un gesto hacia la extrema derecha a expensas de sus votantes de centro.
La derecha culpa al primer ministro socialista, Ferenc Gyurcsány, de causar una crisis social y moral que dio pie a la creación de la Guardia Nacional. El jefe de gobierno ha sido muy criticado desde que el año pasado admitió haber mentido a la población acerca de la desastrosa situación del presupuesto nacional.
Los conservadores sostienen que las duras medidas de austeridad impuestas por el gobierno causan confusión en la población, que paga por los errores y la ineficacia de los políticos socialistas, en especial en materia de educación y salud.
«El nombre, los símbolos y la autodefinición de la organización no son demasiado felices. O quizá pretendieron provocar. Por desgracia, le dio al gobierno, que se ahoga en una crisis que él mismo generó, la posibilidad de lanzar otro ataque ideológico y distraer la atención de las crueles medidas de austeridad», señaló el influyente diario derechista Magyar Nemzet.
La campaña del gobierno y de la prensa acerca del nuevo «peligro fascista» que nace en Hungría no logró convencer a muchos observadores independientes que condenaron la publicidad gratuita que se le da a la organización y a la que consideran una tentativa socialista para recuperar apoyo tras meses de pérdida de popularidad.
«Es un hecho que crece la extrema derecha en Hungría, y el Fidesz cuenta con muchos radicales en sus filas, pero la izquierda no aísla el fenómeno, sino que trata de ampliar la acusación», dijo a IPS Ferenc Laczó, del departamento de historia en la Universidad de Europa Central, en Budapest.
«El punto culminante fue cuando Gyurcsány mencionó la palabra fascismo 20 veces en dos minutos en una conferencia internacional», añadió Laczó. «Pero la gente está harta de ese tipo de mensajes, en especial si un político sin apoyo sermonea a la oposición para que hable en su contra».
Pero muchos sectores del espectro político, en especial de izquierda, sospechan que detrás del leitmotiv de la organización se esconde una tendencia antisemita.
Gyurcsány envió una carta al fiscal general pidiéndole que vigile de cerca las actividades de la Guardia Nacional después de que la Asamblea Húngara de Congregaciones Judías y otras organizaciones internacionales de esa colectividad le pidieron tomar medidas al respecto.
El hecho provocó críticas por considerar que se trataba de una interferencia del gobierno en el Poder Judicial.
Empero, Sára Horvát, una judía húngara, relativizó el asunto. «Siempre hay peligro con esas organizaciones que son contrarias a los judíos, los gitanos o quienquiera que no sea un ‘húngaro’ verdadero, pero hay que ser pacientes y no entrar en pánico», dijo a IPS.
«Quizá de verdad ayuden a las ancianas a cruzar la calle y limpien los grafitis de las fachadas, ¿por qué no podemos esperar y ver qué pasa?», añadió. «La peor estrategia era empezar con esta histeria».
En un intento por clarificar sus objetivos, la Guardia Nacional comenzó una serie de debates en todo el país para presentarse directamente a los húngaros.