FSJ: En Latinoamérica, ¿Quién ganará el pulso por influenciar los gobiernos. Las presiones capitalistas de los inversionistas extranjeros o los movimientos sociales que exigen respuestas a sus demandas? MEG: El único país donde los movimientos sociales y políticos tienen alguna posibilidad, por ahora, de actuar en forma directa sobre su gobierno es Venezuela. En el […]
FSJ: En Latinoamérica, ¿Quién ganará el pulso por influenciar los gobiernos. Las presiones capitalistas de los inversionistas extranjeros o los movimientos sociales que exigen respuestas a sus demandas?
MEG: El único país donde los movimientos sociales y políticos tienen alguna posibilidad, por ahora, de actuar en forma directa sobre su gobierno es Venezuela. En el resto tienen menos organización y fuerza sobre el poder. El desarrollo del poder popular en Venezuela abre esa posibilidad. En Ecuador los más grandes están enfrentados a Correa, en Bolivia más o menos igual aunque menos, pero perdieron fuerza. En Argentina muchos fueron cooptados, otros perdieron fuerza ante la política social inclusiva del gobierno y su relación compatible con la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) Venezuela, etc.
En Brasil el Movimiento de los Sin Tierra (MST) no quiere actuar como desafío nacional al poder, y del actual movimiento rebelde urbano no ha brotado ninguna organización que lo supere. En Uruguay está muy débil y decepcionado, mientras que en Chile es una potencia social juvenil, pero no cuaja en política. Honduras fue desviada al voto y en México el poderoso movimiento de Oaxaca y la juventud anti fraude no cuentan con la organicidad necesaria para cuestionar el poder. Colombia vive una recomposición de fuerzas sociales y políticas, pero sobre tradiciones distintas, con un peso sobre-determinante de la guerrilla, y los nuevos combates sociales en el campo y en Bogotá, no produjeron un movimiento social superador de lo conocido. Es inevitable que en muchos de estos países surjan movimientos renovadores. Habrá que esperar un poco.
Entonces, las defensas contra las presiones neoliberales e imperialistas, son hoy menores que hace 5 o 10 años. Eso explica el avance del llamado neodesarrollismo, neoestructuralismo, o keynesianismo de izquierda, y ese maldito posibilismo ideológico que gana espacio en muchas conciencias progresistas. Es natural, no ven en lo inmediato otra opción de poder. Sin duda, la brutal crisis mundial del capital y los límites de los gobiernos progresistas acelerarán el desarrollo de lo nuevo, pero aún no brota.
FSJ: ¿De qué manera se resolverán las tensiones surgidas debido al incumplimiento de las promesas por parte de las democracias burguesas latinoamericanas que surgieron tras la extinción de las dictaduras?
MEG: Las promesas incumplidas seguirán siendo incumplidas, esa es la naturaleza del capital y su modelo de democracia, aunque algo dejen caer de la mesa para contener. Eso hará la Bachelet ante la presión sindical y estudiantil, pero nada más. Es inevitable un nuevo escenario latinoamericano de luchas, movilizaciones y nuevas organizaciones. EEUU y Europa seguirán trasladando a nuestras economías los costos de sus crisis.
FSJ: ¿Podrán los movimientos de masas, estudiantiles, obreros, campesinos, convertirse en una fuerza política con opciones presidenciales en países como Colombia, Chile, México?
MEG: En Colombia, la legalización de las FARC podría convertirla en una fuerza política grande con opción presidencial. Ya ocurrió en El Salvador, Nicaragua, Venezuela en 1973, en Sudáfrica y otros países. Pero eso solo, no conduce, a una solución del problema. Si se adaptan, y como llama Ítzvan Mészáros, se «institucionalizan», lo que logren en la mesa se les volverá en contra. Los precedentes internacionales del siglo XX, de mesas de negociación con cuerpos guerrilleros, no favorece a las FARC.
FSJ: Uruguay: ¿Ganará Tabaré Vásquez las elecciones para continuar con una profundización de cambios necesarios en ese país?
MEG: Puede ganar Tabaré, pero solo habrá profundización de lo sembrado por el mismo Tabaré hace 10 años, continuado por Pepe Mujica y sin opción a la izquierda. La clase media uruguaya y la disciplinada clase obrera, que son de izquierda, viven una depresión ideológica sin psicoanalista a mano.
FSJ: ¿Cree que la inclusión del Partido Comunista chileno en el Pacto Nueva Mayoría permitirá un viraje hacia la izquierda del gobierno, que ha sido social democrático y neoliberal?
MEG: El asunto lo decide la naturaleza del nuevo gobierno chileno. Bachelet no cambiará nada esencial, salvo discursos, algunos símbolos y estilo personal. No es una empresaria neoliberal pro-yanqui, pero el sistema político y el programa económico no serán modificados en lo sustancial. Bachelet es socialdemócrata, como lo es, de otro modo, el Partido Comunista chileno. Ese es el límite.
FSJ: ¿ Qué papel cumpliría El Salvador si ganará las elecciones el actual vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, y ex comandante guerrillero?
MEG : Yo no veo, salvo combinaciones imprevistas en la próxima realidad salvadoreña, ningún cambio si el jefe del FMLN remplazara al periodista semineoliberal Carlos Mauricio Funes. Hasta hoy gobernó el FMLN y no cambió nada sustancial. El FMLN se institucionalizó, se adaptó, ya es historia. Ser o haber sido guerrillero no garantiza una patente de revolucionario. Eso dependerá de lo que haga y diga el guerrillero.
FSJ: ¿Qué tan viable es la consolidación de la unidad Suramericana tras la pérdida de Hugo Chávez y su influencia?
MEG: Suramérica vivió, desde la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la crisis yanqui, el mayor grado de aproximación geopolítica independiente, jamás vivido en 180 años republicanos. Pero es aproximación, amistad, convergencia, espacios defensivos comunes, no unidad en el sentido bolivariano, o posbolivariano.
Solo la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) ha vivido algo de unidad relativa mayor, por sus procedimientos soberanos, su moneda, el Sucre, sus gobiernos independientes de EEUU. Unasur no será unidad mientras conjugue gobiernos tan opuestos como los de Colombia, Chile y Perú, con los de Argentina, Venezuela y Bolivia. Ellos son del Acuerdo del Pacífico, o sea, tributarios de Estados Unidos. El ALBA no, a pesar de su debilitamiento último.
FSJ: ¿Podrían convertirse los movimientos estudiantiles, campesinos y de obreros en Suramérica en un bloque de resistencia anti colonialista y antineoliberal, que arrasa con los TLCs?
MEG: Sí, podrían, pero a condición de que superen sus propios límites ideológicos y de conducta, de métodos políticos sectarios y de pasados perversos en corrientes estatistas y sustituistas. Suena imposible, pero se puede. De hecho, existe hoy un experimento llamado Movimiento Continental de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra America (ALBA), son unos 70 movimientos y organizaciones sociales y revolucionarias que tienen un Capítulo en cada país. De Cuba, que nunca participaba, por primera vez participa uno, el Martín Luther King, de Brasil el Movimiento de los Sin Tierra, de Venezuela muchos muy fuertes, de Argentina varios. Para arrasar el neoliberalismo y los tratados de Libre comercio hacen falta revoluciones sociales o procesos políticos como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Con menos de eso es una ilusión. Argentina, Brasil y Uruguay son la prueba empírica.
FSJ: ¿Qué modelos de sociedad y de gobierno se pueden proponer en medio de un ambiente de partidos políticos y gobiernos social demócratas desacreditados y la división de la izquierda?
MEG: El único «modelo» de gobierno en el que creo es aquel que surja de los de abajo, que se asiente y dependa de instituciones revolucionarias de los trabajadores, clases medias profesionales y barrios pobres, eso que se llama poder popular.
En Venezuela, Chávez postuló con astucia revolucionaria el Estado communal; lo dejó como un testamento, el gobierno de Maduro lo convirtió en programa de Estado; y el movimiento chavista, lo hizo su programa estratégico contra Estados Unidos, la oposición de derecha y contra los enemigos internos, la burocracia y la boliburguesía.
Esa es la perspectiva general para el continente entero, si es que queremos impedir que el sistema mundial del capital nos arrastre a todos en su hecatombe ecocida, humanicida y planeticida. Nuestro tiempo histórico cambió bruscamente en un siglo, nuestro desafío y la carga de ese desafío es proporcional a ese tiempo impuesto por la crisis sistémica del capitalismo.
Fernanda Sánchez Jaramillo. Periodista y magister en relaciones internacionales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.